“ EL QUIJOTE FILÓSOFO “
( PADRE ALVARADO )
Artículo extraído de “ TRADICIÓN CATÓLICA “; revista de la Hermandad San Pío X.
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El Álamo ( Madrid )
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Julio Melones Espolio :
En este año 2005, se cumple el IV centenario de la primera publicación de la célebre obra de D. Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. No vamos a tratar ahora de este evento literario, ni tampoco del simpático personaje de la obra de Cervantes, sino de un sacerdote dominico español de hace dos siglos y que, en la encrucijada ideológica de aquel momento, supo efectuar un combate heroico y caballeresco, casi en solitario, contra una turba de malandrines y encantadores que se autoestimaban como “ filósofos “, y cuyas doctrinas deletéreas las estamos padeciendo sobreabundantemente en la actualidad. Bajo el calificativo del Quijote Filósofo nos estamos refiriendo al P. Maestro Fray Francisco Alvarado ( O.P. ), ardiente y esforzado apologista de la escolástica, frente a un mundo que progresivamente se deslizaba por las sendas del racionalismo, haciendo tabla rasa de toda referencia a la Revelación y, en fatal consecuencia, haciendo astillas del Altar y del Trono para endiosar al hombre, no precisamente por la vía de la regeneración de la gracia, sino, contrariamente, por la senda diabólica del orgullo, exaltando todas las secuelas de su naturaleza caída, bajo el engañoso trilema de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que, cual plaga bíblica de las ranas, aturde a la humanidad desde hace ya más de dos siglos.
Apuntes biográficos del Padre Alvarado :
Francisco Alvarado nació en Marchena ( Sevilla ) el 25 de Abril de 1756, de humilde familia campesina. De niño frecuentó en Marchena la escuela de los jesuitas y en otoño de 1711, con 15 años de edad, ingresó en el convento dominico de San Pablo de Sevilla. Profesa en la religión de Santo Domingo en octubre del año siguiente, en el mencionado convento, donde desarrollará además sus estudios de filosofía y teología hasta la primavera de 1778, en que pasa al Colegio de Santo Tomás de Aquino, en la misma capital hispalense, para residir allí durante 10 años. Este Colegio de Santo Tomás de Aquino, había sido fundado con rango universitario, por Fray Diego de Deza, a la razón arzobispo de Sevilla, en 1517, como faro y fragua del tomismo andaluz; por sus aulas pasaron tomistas prestigiosos como Fray Mancio de Hábeas Christi ( O.P. ) y para este centro docente fue pintada la famosa Apoteosis de Santo Tomás de Aquino por el célebre Zurbarán, simbolizando la historia de la munificiente institución deciana.
Terminada su carrera, el P. Alvarado obtiene una cátedra de Filosofía en el antes mencionado colegio de Santo Tomás, enseñando Artes, Lógica, Física y Metafística hasta 1785 en que interrumpe su profesorado por motivos de salud. Entre mayo de 1786 y noviembre de 1787 escribe sus Cartas Aristotélicas en defensa de la filosofía aristotélico-tomista frente al grupo de agustinos eclécticos que existía en Sevilla; con ironía fina y de buen temple, molió y trituró como cibera a los partidarios de la nueva filosofía ecléctico-sensualista de Genovesi y de Verney.
El Padre Alvarado vuelve en 1788 al Convento de San Pablo, donde enseña teología, obteniendo el grado de maestro de esta disciplina en 1805. La invasión napoleónica le obliga a cruzar la frontera de Portugal por Ayamonte a principios de 1810, fijando su residencia en la ciudad portuguesa de Tavira, cerca de España, hasta septiembre de 1812 y permaneciendo todo este tiempo en destierro voluntario. Entre agosto de 1810 y febrero de 1811, escribe las Cartas a Cienfuegos ( Editadas como Cartas Inéditas, en 1846 ), en las que expone los proyectos de reforma de España para ser tratados en las nuevas cortes reunidas en Cádiz, y, de mayo de 1811 a marzo de 1814, escribe su obra más famosa : Las Cartas Críticas ( editadas de forma completa en cuatro volúmenes en los años 1824-1825 ). Fue nombrado consejero de la Suprema y General Inquisición por Fernando VII en agosto de 1814, pero no llegó a tomar posesión del cargo, al fallecer en Sevilla el 31 de agosto.
Fray Francisco de Alvarado es, sin duda alguna, uno de los españoles más preclaros de principios del siglo XIX, al defender la sana tradición, impugnando ese racionalismo corrosivo de ilustrados y liberales que osa negar el orden sobrenatural de los individuos y de las naciones, reduciendo la religión a puro sentimiento subjetivo.
El ambiente gaditano durante la invasión napoleónica :
El 2 de mayo de 1808 tiene lugar en Madrid el primer alzamiento contra las tropas napoleónicas. La victoria de Bailén, obtenida el 19 de julio de 1808 por el general Castaños, obligó a José Bonaparte a retirarse de la capital de España. Es entonces, cuando a fines de 1808, el propio Napoleón Bonaparte invade nuestra patria con la Grande Armée. Los focos de heroica resistencia de Zaragoza y Gerona son reducidos al año siguiente. Sólo resiste Cádiz. En esta ciudad se refugia el Consejo Supremo de Regencia, cuyo presidente era el insigne obispo de Orense, Pedro de Quevedo y Quintano. Frente a este Consejo Supremo, comienza a levantarse un hervidero de intrigas políticas azuzadas por las logias masónicas que, considerando como accesorias las dificultades militares del asedio de la guerra, sólo buscaban cambiar el orden político de España, convocando Cortes extraordinarias. A pesar de la oposición del Obispo-Regente, las nuevas Cortes son formadas no siguiendo el sistema tradicional de Brazos, sino conforme al estilo revolucionario de la Asamblea de Francia. En septiembre de 1810, las nuevas Cortes exigen un juramento de fidelidad con una fórmula que contenía, en uno de sus puntos, el establecimiento del principio de la soberanía nacional y en otro, la lógica consecuencia de que sus decisiones fuesen ley. Don Pedro de Quevedo y Quintano dimitió a la vista de que tal juramento propuesto por las nuevas cortes atentaba contra las tradiciones y leyes patrias y constituía uno de los delirios modernos condenados por la Iglesia. El radicalismo antirreligioso de las llamadas Cortes de Cádiz fue en aumento, sobre todo a partir de la aprobación de su Constitución ( 19 de marzo de 1812 ). A despecho de que su artículo 12 contenía una explícita y terminante declaración de confesionalidad católica, comenzó a desatarse una progresiva persecución contra la Iglesia : extinción de las señorías eclesiásticas, anulación del voto de Santiago, expropiación de los bienes de las comunidades religiosas suprimidas por Bonaparte, supresión del Santo Oficio. Mientras el nuncio Gravina se ausentaba del territorio español y se establecía en la ciudad portuguesa de Tavira, los párrocos de numerosas localidades, instados por sus prelados, se negaban a aceptar el decreto de supresión de la Santa Inquisición, e incluso, en la misma Cádiz, varios miembros del cabildo catedralicio se opusieron a su lectura en los templos, siendo desterrados de la ciudad. También fueron perseguidos, entre otros prelados, el antiguo Regente y obispo de Orense, así como el integérrimo obispo de Pamplona, Fray Veremundo Arias Teixeiro. Las nuevas Cortes, entre o tras muchas cosas, vulneraban su propia legalidad.
La victoria de Arapiles, en julio de 1812, hizo levantar el cerco de Cádiz y permitió la liberación de extensos territorios de las garras bonapartistas. Esta circunstancia vino a alterar la coyuntura política de Cádiz. En efecto, gran número de antiliberales fueron elegidos en las elecciones celebradas durante la primavera y el verano de 1813 para las Cortes ordinarias, sucesoras de las extraordinarias gaditanas. La realidad se hizo evidente : las denominadas Cortes de Cádiz, autoproclamadas representante de la Nación sólo se representaban a sí mismas. Las nuevas Cortes, adversas al liberalismo, consiguieron derrumbar tan extraña y nefasta experiencia constitucional, acogiendo con júbilo, en mayo de 1814, la restauración fernandina. Esta triste experiencia constitucional, fundamentada en los absurdos sistemas de organización social descritos en el Contrato Social de Rousseau, fue combatida implacablemente con la Svmma de Santo Tomás por el Padre Alvarado.
“ El Filósofo Rancio “ :
El P. Alvarado se autodefine así : “ acúsenme condénenme por católico rancio, por español rancio y por filósofo rancio “. Así pues en su cruzada contra el liberalismo y el enciclopedismo de las llamadas Cortes de Cádiz, el P. Alvarado marca las coordenadas de su trayectoria : ser católico, ser español y ser filósofo. Dos filos hicieron temible su péñola : la claridad de ideas y su ironía aguda. En medo de una turba de escritores superficiales, eruditos a la violeta, nuestro Filósofo Rancio maneja hábilmente la sabiduría escolástica. Conoce a fondo la Svmma Philosophiae de su hermano de hábito Salvador María Rosselli, muerto en 1784 ( esta obra escolástica fue editada en Roma, 1777-1783, y en Madrid, 1788 ), y sabe además adaptarse a las circunstancias, tomando el pulso a los filósofos de moda con un género literario de tono menor, el epistolar, de indudable eficacia. Sus Cartas Críticas conquistaron la calle, haciendo morder el polvo a los nuevos filósofos. El Filósofo Rancio hace un retrato preciso y verdadero de la turba de estúpidos remedadores metidos a filósofos : “ Vi-escribe el P.Alvarado-el tropel, vi la polvareda, pregunté qué era aquello. Me respondieron que sabios y más sabios; apliqué mi vista; me puse a observar con todos mis cinco sentidos, y como el bueno de Sancho, a la postre, después de desojarme, no vi otra cosa que dos manadas de carneros “ ( Cartas Críticas )
Dolíale al P. Alvarado la triste suerte de la Patria invadida y la decadencia intelectual y religiosa. En un principio, había cifrado sus esperanzas en las nuevas Cortes y llegó incluso a redactar, en sus Cartas a Cienfuegos, un agudo programa de regeneración nacional, cuyos puntos capitales eran la liberación de la invasión napoleónica, el robustecimiento de la Santa Inquisición, el apoyo a las instituciones religiosas, la reforma de los estudios y un rotundo rechazo al proyecto de Constitución. Sin embargo, como antes hemos señalado, las nuevas Cortes tomaron un sesgo muy opuesto, antirreligioso y antiespañol. A partir de ese momento, el Filósofo Rancio no dio paz a la pluma contra el libertinaje de imprenta desatado. Desde la Inquisición sin máscara del calumnioso Puigblanch, hasta el Diccionario crítico-burlesco del volteriano Gallardo; desde El Jansenismo y Las Angélicas Fuentes del clérigo jansenista Villanueva, hasta los panfletos de El Solitario, todo lo trituró en sus 47 Cartas Críticas, dejando constancia inequívoca de su pujante brazo, de tal suerte que sus adversarios no se atrevieron a enfrentarse pluma a pluma con él. En estas famosas Cartas Críticas, su defensa del honor de Dios no tiene desperdicio : “ Tiene Vd. Pues, ya aquí, anteriormente a toda ley, un tribunal de Inquisición, si puedo explicarme así, erigido en el interior de cada hombre ; tiene la “ intolerancia religiosa “ que este Tribunal profesa en el horror con que todos miramos naturalmente a los blasfemos; y tiene las semillas de “ intolerancia civil “ que el mismo Tribunal ejerce en los deseos que a todos nos asisten de que las blasfemias y desacatos contra la Divinidad no se queden sin venganza “. Igualmente sobre la tan cacareada libertad de conciencia se expresa así : “….no hay ciencia contra Dios : la propia conciencia en tal caso es errónea y la conciencia errónea no salva al que puede y debe deponerla “.
A este combate descomunal contra las peligrosas ideas-sandeces diría él-de los reformadores y filósofos que estaban demoliendo, en las tribunas políticas y en la folletinería, el futuro de la Religión y de la Patria, pronto se unió el capuchino Fray Rafael Vélez ( posteriormente llegaría a ser el obispo de Ceuta y más tarde, arzobispo de Santiago ), el cual publicó en 1812 su Preservativo contra la irreligión o los planes de la filosofía contra la religión y el estado y en 1815, su densa Apología del Altar y del Trono o Historia de las Reformas Hechas en España en Tiempos de las Llamadas Cortes. Y es que las llamadas Cortes de Cádiz tuvieron el fatídico y triste mérito de iniciar el enfrentamiento de los españoles entre sí, rompiendo de facto la unidad católica de España al abrir el camino a las logias y sectas de perdición, haciendo todo lo posible por eliminar la influencia de la Iglesia en los planos político, cultural y económico : La copla popular expresó así esta persecución liberal contra la Iglesia :
“ El pensamiento libre
proclamo en alta voz.
¡ Y muera el que no piense
igual que pienso yo ! “
De momento, el sencillo pero eficaz aparato de propaganda del P. Alvarado supo despertar la conciencia de los buenos españoles y tras las elecciones de 1813, las propias Cortes pidieron la abolición de la Constitución al rey Fernando VII.
Epílogo :
D. Marcelino Menéndez Pelayo hace la siguiente semblanza del P. Alvarado : “ Era su erudición la del claustro, encerrada en los canceles de la filosofía escolástica; pero ¡ cómo había templado sus nervios y vigorizado sus músculos esta dura gimnasia ! ¡ De cuán admirable manera aquel alimento exclusivo, pero sano y robustecedor, se había convertido en substancia y médula inagotable de su espíritu ! ¡ Con qué claridad veía las más altas cuestiones así en sus escondidos principios como en sus consecuencias más remotas ! ¡ Qué haz tan bien trabado formaban en su mente, más profunda que extensa, las ideas y cómo las fecundizaba hasta convertirlas en almas aceradísimas de polémica ! “ ( Historia de los Heterodoxos Españoles ). Fue un intelecto clarividente que desde el primer momento percibió el engaño que suponía proclamar por una parte la confesionalidad católica de la Nación en la llamada Constitución de 1812, así como afirmar en las nuevas Cortes que se luchaba contra el Intruso, cuando por otra, se abolía la Santa Inquisición, se defendía la libertad de imprenta ( para lo bueno y cristiano siempre hubo libertad de expresión en España ) y se coaccionaba con griterío mercenario, desde las tribunas de esas mismas Cortes, la defensa de la tradición española, animando con exaltación las ideas revolucionarias que no habían venido a traer Bonaparte y sus tropas. Y descendió a la calle con sus Cartas Críticas, haciendo que la gente riera sus chistes y admirase su vena y sus latigazos dialécticos, los cuales despertaron las conciencias de muchos españoles confundidos y acobardados; los filósofos mordían sus labios, indignados e impotentes. Cumplió, en el plano intelectual en la retaguardia del frente de combate, el mismo papel que los guerrilleros desempeñaban en el plano bélico contra las tropas napoleónicas en la España ocupada, dejando bien patente que nuestra Santa Fe Católica no es un puro sentimiento subjetivo, sino la virtud teologal que dispone nuestra mente para comenzar la vía eterna en la vida presente, sirviendo, por tanto, de fundamento firme y verdadero para la vida de los individuos y de las naciones.
La trayectoria dialéctica del P. Alvarado en defensa de la Religión y de la Patria se ajustó perfectamente a la actuación definida al respecto por el Papa San Pío X, casi un siglo después : “ No, venerables hermanos, hay que recordarlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual, en que cada individuo se convierte en doctor y legislado, no se edificará la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edificado, no se levantará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos, no, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe, es la civilización cristiana, es la ciudad católica : No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y la de la impiedad : Omnia instavrare in Christo “ ( Notre Charge Apostolique ).
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