DESPERTA, FERRO... LOS ALMOGÁVARES DE JAÉN





Ruinas del Castillo del Berrueco, en el término municipal de Torredelcampo (fotografía, cortesía de la web torredonjimeno.net)


En pasadas entregas apuntábamos la presencia e importancia de elementos navarro-aragoneses en la Reconquista del Reino de Jaén. Para ahondar en ello nada mejor que traer a cuento algunos de los episodios heroicos que protagonizaron los almogávares en estas tierras. En Jaén, digan lo que digan los que no pueden salirse de los libros oficialistas, está constatada en crónicas antiguas y en ejecutorias de nobleza, en la toponimia, en la micro-dialectología, en la genealogía... la presencia de almogávares de estirpe vasca, navarra y aragonesa. Aur, aur... Aragón... Desperta ferro! eran sus brados de guerra. Su valor y fiereza en el combate son proverbiales. Como instrumento que sirva para profundizar en las relaciones fraternas entre Aragón y Jaén, sirvan estas historias -rigurosamente extraídas de la tradición escrita que se remonta a la Edad Media y el Renacimiento.


LOS ALMOGÁVARES SE ENCOMIENDAN A NUESTRA SEÑORA DE LA O




Reinando en España Su Católica Majestad Fernando V de Aragón, pocos años antes de la gloriosa toma de Granada, los moros de Granada atraviesan la raya de la frontera y se internan en territorio cristiano. Diego de Villalta nos lo contó por haberlo "oído decir de personas viejas y antiguas, vecinos de esta Peña [de Martos], dignas de fe, que muchas veces lo oyeron contar a sus padres, los cuales se hallaron presentes y fueron vencedores de la batalla", así lo escribía el mismo Villalta en 1579, en un libro que dedicó a Su Católica Majestad D. Felipe II.

Un alcaide cristiano -el de Alcaudete- que estaba a mal con la Orden de Calatrava, deja pasar a los moros. El traidor y fementido es Martín Alonso de Córdoba. Los moros penetran y arrasan Higuera de Martos, hoy Higuera de Calatrava, "la cual totalmente destruyeron y quemaron y cautivaron todos los hombres y mujeres y niños cuantos en el pueblo hallaron, y saquearon y robaron la villa y llevaron sus haciendas y ganados. Y con tan buena presa dieron la vuelta para Granada...". La morisma, envalentonada, vuelve sobre sus andadas y corren de nuevo las tierras de la encomienda calatraveña de Martos, recogiendo las ovejas y yeguadas, vacadas y demás ganados con algunos cautivos cristianos capturados.

"En esta sazón se tocó en la villa al rebato de lo que pasaba, y se recogieron luego a las fortalezas las mujeres y niños y hombres viejos y los demás que no eran para tomar armas, y la gente de a caballo y los mancebos sueltos y hombres dispuestos para hacer la guerra, dejando el recaudo necesario para guardar la villa, salieron todos al campo". Los acaudillaba Juan de Ocampo, gobernador y alcaide de las fortalezas de Martos y Torredonjimeno.

Los marteños con los de Santiago, Higuera y Torredonjimeno, piden refuerzos a los de Alcalá la Real "para vengar la injuria de la entrada que los moros habían hecho y quitarles, si pudiesen, la presa de los cautivos y ganados que llevaban..."

Los valientes de Alcalá no se demoran y brindan su apoyo, juntándose unos y otros en las cumbres de lo que se llama la Puerta Yora. En los llanos, los moros habían acampado "con grandes fuegos y lumbres, muy contentos del buen suceso que hasta allí habían tenido".

"Los nuestros, por no ser sentidos de los moros, pasaron aquella noche con trabajo y sin lumbres, con grandes fríos e hielos, cuales los suele hacer en aquellas sierras, y siendo como era en el invierno..."

Al clarear el día, los escuchas cristianos se asoman a reconocer el ejército moruno y comprueban que los enemigos los superan con creces.

Los capitanes cristianos, enterados de esta mala nueva, entran en consejo. Hernando de Aranda, caballero y capitán de los de Alcalá, expresa que "le parecía locura y temeridad acometer a tantos moros siendo ellos tan pocos".

Pero un adalid almogávar marteño, Joan Alguacil, respondió: "Hoy es día de Nuestra Señora de la O y Ella nos socorrerá... No vayáis vos a Alcalá sin hacer carnicería de moros, pues sois todos gente que le corre por las venas sangre de godos y qué dirán de nosotros los que vengan después...".

Hernando de Aranda, reconsiderando aquellas palabras del bizarro Joan Alguacil responde: "Hermano, pues yo no tengo el pellejo más delgado que el vuestro, nunca quede por mí".

Planean los españoles la batalla y, al toque de trompetas, quedan comprometidos a entrar unos desde el lado de Jaén, apellidando a gritos: "Aquí Jaén, Jaén", los de Alcalá lo harán por su lado: "Alcalá, Alcalá la Real" y los de la Orden de Calatrava, vendrán de su parte al grito de: "Aquí el Maestre y la Orden...".

Acometieron nuestros ancestros, espadas en alto, contra los moros desprevenidos "y se mostraron tan valientes y esforzados, que los moros, estando muy seguros y descuidados y sin sospecha de que nadie se atreviera a venir en su seguimiento, aunque tomaron las armas y pelearon y se defendieron, fué tanta la priesa que los nuestros les dieron peleando por todas partes, que muy en breve fueron vencidos y desbaratos, muertos y cautivos...".

"...Y los moros, que comenzaron a huir, como no había por dónde escaparse y pasar adelante sino por la angostura de las dos peñas tajadas que allí se hace, entre las cuales y por medio de ellas pasa un pequeño río llamado Yora, que por esto es dicha la puerta Yora... fueron acabados de matar y cautivar todos los moros sin que se escapase alguno, y les fué quitada y cobrada toda la presa que llevaban y robado el campo".

Regresaron victoriosos los cristianos a las fortalezas de la encomienda de Martos: "...y repartido en mucha paz y amor el despojo de los cautivos y las demás presa de todo lo que fué habido en el campo, los caballeros de Alcalá y su gente se fueron a su ciudad".

"Entraron victoriosos cada uno con una cabeza de moro en su lanza o en la punta de la espada, y con mucho regocijo fueron recibidos de sus padres y mujeres, y así todos juntos fueron a hacer oración a la iglesia de Nuestra Señora, que está en lo fuerte y cercado de la villa, a quien dieron muchas gracias y ofrecieron de la presa cada uno lo que mejor pudo y le pareció...".




Publicado por Maestro Gelimer

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