Carlos de Amézola
Corría el año 1.595 y con él nuestra querida España había dado un ventajoso vuelco a su política en torno a Inglaterra. Cansada de sufrir el acoso de la ralea pirática inglesa, decidió dejar de mesarse las barbas y pasar a la ofensiva. Por aquellos tiempos, en los que no se ponía el sol en nuestro imperio, nuestra querida España estaba inmersa en el cristiano mesester de desmochar ingleses y por ello desde los puertos flamencos, y Dunquerque principalmente, una legión de corsarios al servicio de nuestro monarca no dejaba de acosar a la pérfida Albión. Hay que dejar constancia, que tampoco se quedaban mancos a la hora de importunar a la flota holandesa, a la sazón igualmente enemiga de nuestra querida España.
En esta tesitura nos encontrábamos cuando el 26 de julio de 1.595, zarpan del puerto de Blavet cuatro galeras, "Capitana", "Patrona", Peregrina" y "Bazana", pertenecientes a las Galeras de la Guarda de la Costa de Bretaña y reforzadas con infantes y arcabuceros. Su destino no era otro que tocar un poco las narices a la reina virgen, que por su calificativo quizás no permitiera que le tocaran otras cosas, atacando por sorpresa las costas de Inglaterra.
Como decíamos la expedición zarpa de Blavet el 26 de julio de 1.595 en dirección al puerto francés de Penmarch en donde obtienen 3.000 ducados que se utilizarán en adquirir víveres y pertrechos. El 2 de agosto, avistan a las 8 de la mañana las costas de Cornwall después de navegar sin contratiempo las 100 millas que separaban a ambas costas y en apenas 24 horas de navegación favorable.
Efectuada la aproximación a la costa, ponen pie a tierra 400 arcabuceros y algunos piqueros, en la bahía de Mounts, entre los cabos Lands End y Lizard. Formando un escuadrón con una vanguardia y dos mangas de arcabuceros, enfilan la población de Mousehole, mientras que tres de las cuatro galeras lo cañonean para poner en fuga a las gentes que trataban de defenderlo. La cuarta galera, "La Peregrina" estaba guardando las espaldas del pequeño ejército español por si navíos enemigos, ingleses por más señas, osaban mostrar su pabellón y los aceros. Después de esta población cayeron también Newlyn, Saint Paul, Church Town y posiblemente otras villas cercanas.
Esta pequeña expecición además, consigue rendir el fuerte inglés de Penzance, defendido por alrededor de 1.200 hombres entre soldados y lugareños...sin sufrir una sola baja y poniéndo en fuga a tan gallarda y valiente oposición. Al día siguiente, 4 de agosto, después de pernoctar en las galeras, desmontar la artillería del fuerte y traspasarla a las galeras y de incluso celebrar una misa, los soldados españoles tienen noticia que, como los 1.200 ingleses no han bastado para parar los pies a 400 de los nuestros, los súbditos de la reina virgen preparan una fuerza de 8.000 hombre además de la salida de la flota amarrada en Plymouth. Los españoles piensan en combatir atrincherándose en el fuerte recientemente conquistado, pero se percatan de la debilidad de las defensas y los muros y optan por abandonar sus correrías en tierras de Cornwall. Para ello tienen que burlar no solo al ejército inglés, cuyas vanguardias se aproximan, sino a la flota inglesa salida de Plymouth para darles caza.
Nuestros compatriotas no solo reembarcan con la celeridad y buen tino que les libra del ejército inglés, sino que además durante la noche burlan a los primeros barcos ingleses que habían acudido para darles escarmiento, sino que el día 5, con el alba y quizás con fuerte viento de poniente, encontraron una flota holandesa de alrededor de 46 bajeles de unos 200 toneles de porte, todos además artillados e incluso protegidos por cuatro buques de guerra de la misma nacionalidad, que les corta el paso. Lo normal, habría sido escabullirse entre las brumas y nieblas de aquellos mares, pero los españoles quizás algo contrariados por no haber podido despacharse a gusto con unos cuantos ingleses más, deciden que verdes las han segado y que tendrán que ir a por ellos si quieren que se rindan. "Pardiez, no sería de caballeros que el cacareo de una gallina luterana nos haga temblar. Cargad pues los cañones."
Dicho y hecho. Se entabla combate y contra todo pronóstico, no solo pasan entre esa flota, sino que dos bajeles holandeses son enviados al fondo y otros dos seriemente dañados, hasta el punto que debieron ser abandonados por sus tripulaciones. A cambio, los españoles dejan 20 muertos y dos galeras con numerosos impactos, aunque a flote y con el pabellón en alto.
Por fin, después de vencer al inglés y al holandés, el día 10 de agosto, quince después de la partida, las cuatro galeras, hacen su entrada de nuevo en Blavet.
Quien fue el capitán de tal expedición, se preguntarán vuesas mercedes, después de leer tan buen suceso. Pues, un brioso capitán, vive Dios que sirvió a las órdenes de Diego Brochero e hizo muchas veces a bordo de las galeras de Su majestad, el corso contra los herejes ingleses, un tal Carlos Amézola.
¿Tendrá alguna calle o plaza este marinero español?
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