MILITAR, ALCALDE Y MÁRTIR DEL TRADICIONALISMO
Artículo de Matías Díez Alonso publicado en Diario de León el domingo, 8 de enero de 2006.
Pedro José Joaquín Balanzategui y Altuna nació en Zarauz, Guipúzcoa, el 31 de enero de 1816. Era hijo de deon Vicente Balanzategui y doña Josefa de Altuna, ocupando el tercer lugar entre sus siete hermanos.
Sus antecesores probaron su nobleza entre los años 1941 y 1763. Entre sus antepasados se cuenta al humilde pastorcillo de Oñate Rodrigo Balanzategui, quien presenció la aparición de Nuestra Señora de Aránzazu –“Tú en la espina”-, patrona de Guipúzcoa.
Balanzategui, en vascuence, palabra llana porque en esta lengua no hay esdrújulas, significa “paraje de grandes cuestas”, y Altuna es otro topónimo que significa “colina de alisos”.
La hoja de servicios de la carrera militar de don pedro Balanzategui se conserva en el Archivo militar del Alcázar de Segovia. En 1839 fue subteniente, en 1840 se le designó como teniente de milicias, en 1845 alcanza el grado de capitán de infantería, y a finales de 1847 pidió su cese en el ejército.
Sus destinos y campañas militares se desarrollaron por muchas ciudades españolas, entre ellas León, y en 1844 fue condecorado con la Cruz de Isabel la Católica.
El 24 de octubre de 1845 se casó con doña Eusebia Escolar y Acebedo, dos años menor que él, en la iglesia de San Marcelo de la capital leonesa. Doña Eusebia era Señora de Cembranos.
Ofició el presbítero castrense don Tomás Santiago y cuatro testigos. Dos años más tarde, Balanzategui pidió la excedencia en el ejército.
Cesante ya en su condición de militar, vive con su esposa y sus suegros en el palacio de los Escobar de Cembranos, y otras veces en el palacio Torreblanca, de la ciudad de León. Fruto de este matrimonio será Rafael Balanzategui y Escobar.
Era un hombre muy pulcro, con atuendo de levita y chistera. Se interesó tanto por la vida histórica y política de León que fue elegido regidor mayor de la ciudad, y la reina Isabel II le nombró alcalde en 1857.
Sus gestiones como alcalde fueron de mucha trascendencia, entre las que se cuentan el proyecto de ferrocarril Palencia-León, Vigo y La Coruña. Se repararon las fuentes públicas, se retuvo en León la Escuela de Veterinaria, que hubo intento de trasladarla a Valladolid, se instaló el mercado municipal en la Plaza del Conde y se construyó el puente de hierro sobre el río Bernesga, camino de la estación de la Renfe, entonces Ferrocarril del Norte. Los faroles públicos de aceite se cambiaron por lucecillas de petróleo.
Por dos veces fue alcalde de León, de 1857 a 1859 la primera y de 1867 a 1868 la segunda.
CAMINO HACIA LA TRAGEDIA
Con el destronamiento de la reina Isabel II en 1868, las esperanzas carlistas tornaron a sentirse fuertes y oportunas. En Astorga mantenían el fuego sagrado del carlismo el beneficiado de la catedral don Antonio Milla, el catedrático del seminario, presbítero don José María Cosgaya y los curas de varios pueblos maragatos que en total reunían doscientos hombres. El canónigo contaba con que se le unieran varias partidas de carlistas de Omaña. Un grupo de astorganos bordaba la bandera para las tropas.
Como Balanzategui ostentaba el señoría de Villátima, tierra de Templarios, cargó sobre sus hombros comandar al movimiento subversivo en León y flanquear las provincias de Palencia y Santander. La finalidad táctica era ayudar al movimiento carlista de Pamplona, para distraer al gobierno, teniendo que combatier la insurrección en León, y así se facilitarían los planes navarros.
Lsa campanas de Valdeviejas sí sonaron a la hora convenida, pero la campana María de la catedral de Astorga, la mayor de la provincia, de 186 centímetros de diámetro de boca, que le da 2600 kilos de peso, no sonó, ni dio respuesta con su tañido.
El 27 de julio de 1869 don Pedro Balanzategui, a caballo de brioso alazán con otros seis compañeros, entre ellos un sacerdote, llegaban a Las Bodas, cerca de Boñar, donde se les sumó un grupo de carlistas. Al día siguiente recibieron otro gran grupo de correligionarios procedentes de Boñar, Redipollos, Cofiñal, Vegamián, Puebla de Lillo y otros pueblos del Proma, en total un par de centenares.
El grupo subversivo de Pamplona fracasó, el de Astorga no llegó a iniciarse, porque fueron apresados sus miembros. Don Pedro Balanzategui no se enteró de ello, y quedaron estos montañeses solos entre las estribaciones de su orografía.
Balanzategui supo de estos fracasos el 3 de agosto y reunió su gente, les leyó el documento de la Junta de León y les dejó en libertad para volver a sus casas y acogerse al indulto.
El gobierno del general Prim ofrecía indulto a los que se entregaran, pero fusilaría sin sumario al que se le capturara con las armas en la mano.
LA HUÍDA HACIA EL CAMPOSANTO
Balanzategui recibió noticias por un confidente que tres columnas de milicianos habían salido de la ciudad en su persecución: una de la Guardia Civil, otra de Voluntarios de la Libertad con un escuadrón de lanceros al mando del diputado republicano don Mariano Álvarez Acebedo, y una tercera columna de Cazadores de Segorbe a las órdens del coronel Colomán, gobernador militar de la provincia.
Balanzategui contaba con doscientos militantes y una dotación de cien escopetas, con veinte cartuchos por escopeta. Como le acompañaba su hijo Rafael, de 16 años, lo despachó para León con pliegos para la Junta.
El día 3 de agosto los sublevados pernoctaron en Prioro, y no sabían donde se hallaban las columnas de sus perseguidores. La idea de Balanzategui era internarse en Portugal.
El día 4, al mediodía, cuando estaban distribuyendo el racionamiento para las tropas, cayeron sobre ellos los lanceros de don Mariano, y la columna carlista perdió la mitad de sus efectivos.
Con un centenar de hombres mal armados consiguió Balanzategui llegar a Velilla del Río Carrión, en la montaña palentina, al caer el crepúsculo vespertino y, por sorpresa, se presentó la columna de la Guardia Civil disparando a quemarropa, salvándose varios carlistas amparados en las sombras de la noche.
Balanzategui atravesó las filas de la Guardia Civil a caballo, con otros dos compañeros a quienes convenció que había que separarse y huir cada uno a su propio albedrío, abandonando la aventura. Don Pedro Balanzategui pasó la noche del día 4 de agosto bajo el puente medieval de Velilla.
Al amanecer el 5 de agosto de 1869 seguía Balanzategui entre los matojos bajo el puente, y sintió pasar el tropel del escuadrón de la Guardia Civil y, alejado el peligro, fue campo a través hacia la estrella de su triste destino.
Se dirigió hacia la villa de Valcobero, a unos cinco kilómetros de Velilla, a donde llegó al caer la noche con la idea de acogerse en la casa del sacerdote don Lorenzo Martínez, amigo suyo, a cuya lealtad esperaba encomendar el último rayo de esperanza para su salvación.
SE CONSUMA LA TRAGEDIA.
Balanzategui conocía bien Valcobero y la casa parroquial. Llamó suavemente a la puerta y don Lorenzo le reconoció a la luz de la luna. Con gestos expresivos le indicó el cura que huyera, pero don Pedro no le entendió. El páter se desmayó y cayó al suelo. Los ocho guardias civiles, al mando del sargento Centeno, salieron al momento y apresaron al carlista, conduciéndole a un local donde reconoció a los compañeros de sus huestes que permanecían apresados.
El sargento Centeno, que había servido a sus órdenes cuando era alcalde de León, trató con altivez a Balanzategui y le dijo que le fusilaría sin formar sumario, aunque le permitía prepararse cristianamente y redactar una carta a su esposa, que es un modelo de cariño, de religiosidad yd e patriotismo.
Al amanecer se confesó con el párroco, se formó el macabro cortejo y caminaron hacia el camposanto, con todos los prisioneros, para que les sirviera de ejemplaridad.
Don Pedro se abrazó al sacerdote y a sus compañeros, se arrodilló, musitó una oración y una descarga de fusilería acabó con su vida contra la puerta del cementerio.
ENJUICIAMIENTO
Don Pedro Balanzategui era un hombre de creencias religiosas, que chocaban con el krausismo que impregnaba la caracterología de Prim, y los principios de la Gloriosa Constitución.
Era un vasco empapado de ese espíritu vasquista que no se abre al mundo exterior. NO midió bien los medios tan escasos que tenía en sus manos para enfrentarse desde su verdad a la otra verdad de los demás. El clima político no favoreció su idea, condenada al fracaso por falta de oportunidad y con poca fuerza material para imponerla.
Era un hombre honrado, que esclavizó sus ideas a una meta inalcanzable desde su pequeña fuerza. Lo veía todo claro a su favor, pero en realidad no contaba con la fuerza y el poder de sus contrarios.
PLAZA DE BALANZATEGUI
La ciudad ha querido rendir homenaje a este mártir del tradicionalismo, que tuvo en sus manos la regiduría de la capital leonesa, y le ha dedicado una coqueta plaza.
Se halla esta placita en el barrio de Las Ventas.
Está dotada de bancos y árboles y se adorna con una modernista fuente de permanentes chorros.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores