LAS MUJERES Y LOS ALARDES
16-junio-1997
SUMARIO
1.- El Alarde: definición.
2.- Los Alardes actuales: por qué subsisten.
3.- Las mujeres vascas en los hechos de armas.
4.- Las irunesas y las hondarribitarras.
5.- La folklorización de los Alardes: el papel de la ideología.
6.- La sociedad cambia, el folklore también.
7.- Bibliografía básica.
Conclusiones

Idoia Estornés Zubizarreta. Doctora en Historia. Miembro de Eusko Ikaskuntza. Autora de varias obras que tienen como eje el tema foral, entre las cuales: Carlismo y abolición foral, San Sebastián, 1976 y La construcción de una nacionalidad vasca, 1990.
Informe histórico presentado como prueba documental en el procedimiento de protección jurisdiccional de derechos fundamentales en la vía contenciosa-administrativa contra el Ayuntamiento de Irún por 14 mujeres recurrentes en el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco.
1. El Alarde: nociones.
La voz "Alarde" deriva del árabe "Al-" "Ard", revista de tropas, "Arad"= mostrar. Revista o inspección que se hace de las tropas y de sus armas, cómputo de los vecinos llamados a constituir las milicias armadas destinadas a defender un territorio dado.
Los alardes fueron un hecho generalizado en Euskal Herria, así como en otros diversos lugares de Europa. Estas milicias, anteriores a la constitución de los ejércitos modernos de corte napoleónico, estaban obligadas a efectuar alardes siempre que la autoridad competente les requirieran a ello.
Tales alardes eran muy diversos. Citemos, a modo de ejemplo, los verificados en todas las villas de Vizcaya en 1583 para defensa de la costa amenazada por los franceses. O los alardes de naves de la armada de Vizcaya surta en aguas del estrecho, de 1492. También los alardes de milicias feudales como el de Sada (Navarra) de 1537.
Formaban parte, por lo general, de los alardes vascos los vecinos y moradores de cada lugar. El contexto en el que nacen estas milicias es el de una sociedad, la bajomedieval, en la que las mujeres están siendo paulatinamente apartadas del ámbito público. El ordenamiento jurídico vasco no las margina; incluso les reconoce, vía herencia, el acceso a algunos derechos, pero, de hecho, por lo general, el acceso reviste carácter supletorio respecto al varón.
Esto significa que las mujeres vascas tuvieron escasa actividad directa en todo lo que se refiere al gobierno y administración de la comunidad social, ámbito del que parecen ser excluidas de forma casi natural y progresivamente. Por ej. van desapareciendo de las listas de testigos de los documentos de carácter público, lo cual indica que su ámbito social se va reduciendo cada vez más al ámbito familiar y al del trato con sólo individuos de su mismo sexo.
Elemento fundamental de esta sociedad dual es la Iglesia católica, que establece una clara diferenciación entre roles femeninos y masculinos, centrando la actividad sustancial de la mujer en la familia.
La milicia no va a ser una excepción. El "apellido" se efectúa para movilizar "de lege" a los varones armados. Lo cual no quiere decir que las mujeres se hallen ausentes de la milicia. Era frecuente que, en caso de movilización, no sólo acudieran los varones (titulares del llamamiento) sino también sus mujeres, con sus hijos, y toda clase de mozas de fortuna, con armas o sin ellas. Las mujeres, muchas veces, hasta la cristalización de los ejércitos modernos, constituyeron la única infraestructura (mantenimiento, intendencia, etc.) posible en caso de guerra.
Ello está atestiguado en la documentación particular de los archivos y también en diversas ordenanzas como en la recogida en la Ley XIII de 1551 de la Novísima Recopilación de Navarra:
"somos informados que los soldados que van de aposento a las ciudades, villas y lugares, cendeas y valles deste nuestro Reino, suelen llevar consigo sus mujeres, e hijos, y otras mujeres...".
Esta costumbre subsistió hasta avanzado el siglo XIX. La Legión Británica participó, por ejemplo, en la I Guerra carlista (1833-1839) acompañada "de sus esposas y en algunos casos de sus hijos peque os... estas mujeres seguían a las columnas de soldados a cualquier parte a donde fueran. (...) en Alava se las miraba como un complemento necesario..., como una compañía supernumeraria de madres, cocineras y lavanderas que no estaban en modo alguno fuera de lugar en los regimientos noveno y décimo".
2. Los Alardes actuales.
De todos los Alardes que se celebraron en Euskal Herria hasta la sustitución del sistema de milicias por el de quintas (a lo largo del s. XIX), sólo han subsistido aquéllos que, en el último tercio de este siglo, iniciaron el proceso de folklorización de los mismos, amparándose en algún antiguo hecho de armas, verídico o legendario.
Los más conocidos son:
a) El de San Juan de Tolosa, en memoria de la batalla de Beotibar (1321).
b) La tamborrada donostiarra, desfile jocoso (nacida probablemente durante un cerco carlista).
c) El Alarde de Elorrio (errebombilloak), en memoria de la batalla de Lepanto (1571).
d) La fiesta del moro en Antzuola, en memoria de la batalla de Valdejunquera (Muez, 920).
e) El Alarde de San Marcial (Irún, 1522).
f) El Alarde de Fuenterrabía (Hondarribia, 1638).
Estos son los principales desfiles de tipo militar que han sobrevivido y ello merced a su asociación con un hecho de armas y a las diversas transformaciones que han ido experimentando a lo largo de los siglos. La tradición se comporta en ellos como una materia viva, dúctil y renovable, que sobrenada a los cambios políticos y militares de fondo.
3. Las mujeres vascas en los hechos de armas.
Como hemos señalado más arriba, las mujeres, pese a estar formalmente excluidas, nunca han estado ausentes de las milicias.
Cronistas, folkloristas e historiadores dan fe de ello. Así, el tema de la mujer vestida de hombre y caracterizada de tal a fin de poder salvar los interdictos impuestos a su sexo está generalizado en la literatura universal, desde los libros sagrados indios hasta Europa y Africa. Cervantes y los literatos del Siglo de Oro (novela bizantina) lo utilizaron profusamente.
No es ajeno tampoco a nuestro folklore. Dejando de lado los relatos medievales, el investigador J.M Satrústegui recogió en Urdiain una versión local del romance de la "doncella guerrera" en la que una tal Agustina Antonia logró servir durante 10 a os, tanto en Argel como en Buenos Aires, al Rey de España, retirándose, sin ser descubierta, con sueldo y grado de oficial. Lo cual confirma que el caso, celebérrimo, de Catalina de Erauso, la "monja-alférez" no es ninguna excepción.
En el siglo XIX hubo varias guerrilleras vascas que, si no alcanzaron la celebridad de Agustina de Aragón, sí están consignadas en los archivos que recogen los hechos de armas y las pensiones alcanzadas por algunas de ellas, como es el caso de María Angela Tellería, vizcaina, que, condenada a muerte, fue canjeada por 15 oficiales prisioneros del general Longa. Incluso, durante la I Guerra Carlista es de destacar que en Eibar hubo un batallón de mujeres "voluntarias de la libertad" (liberales) alabado y reconocido por el Comandante en Jefe de Vizcaya.
Asimismo hay que decir que, además de estas mujeres que participan, de forma ocasional y no reglada, en los hechos de armas, están también las cantineras, arrojadas mujeres de "moral distraída", que servían a la tropa, y empuñaban las armas siempre que la ocasión lo requería.
4. Las irunesas y las hondarribitarras.
No fueron, ni mucho menos, las irunesas y las hondarribitarras una excepción. Concretamente, tanto en la batalla de San Marcial (30 de junio de 1522) como en el sitio de Fuenterrabía (1638), su participación está atestiguada por excelentes y rigurosos historiadores coetáneos a los hechos: Garibay y Moret.
Ofrecemos algunos datos sobre ambas batallas, en especial sobre la primera, por la importancia ideológica que luego han revestido.
A. Batalla de San Marcial (1522). Tercer intento de recuperación del Reino de Navarra por sus legítimos Reyes (1521-1524).
(I Intento: 1512. Batalla de Belate (cañones). (II Intento: 1516. Derrota en Isaba).
Contexto: Guerra de las Comunidades de Castilla, rivalidad hispano-francesa.
A las tropas navarras y bearnesas de Enrique II de Navarra "El Sangüesino" se une un ejército del Rey de Francia, Francisco I, al mando del Sr. de Esparros. Total: 12.000 hombres. Los guipuzcoanos llevaban más de 300 a os anexionados a la Corona de Castilla y forman parte sustancial de su dispositivo defensivo.
Cronología.
1521
15 de mayo. Recuperación de San Juan de Pie de Puerto (Baja Navarra). Luego, el resto del Reino, incluida Pamplona (I. de Loyola). Pero Esparros es derrotado en Castilla.
30 de junio. Derrota de Noain. Retirada.
Setiembre: Recuperación de Maya (Amayur). Queda la guarnición al mando de Jaime Velaz de Medrano y hasta 200 navarros (entre los cuales Juan de Azpilcueta, hermano de San Francisco de Javier). Asedio castellano.
18 de octubre. Toma de Fuenterrabía por un ejército francés del que forman parte 3.000 navarros y bearneses. Asedio castellano a Fuenterrabía y Behobia.
1522
28 de junio. Intento de pasar el Bidasoa de 1000 laburdinos a las órdenes de los señores de Sanpere y de Urtubia, a los que se suman 7 banderas de lansquenetes alemanes de 500 hombres cada una.
29 de junio. Paso del Bidasoa para atacar el castillo de Irún (Gasteluzar).
30 de junio. Batalla de San Marcial: victoria castellana sobre los navarros y sus aliados.
19 de julio. Capitulación de Maya, último reducto de la independencia navarra.
15 de diciembre. RC de Carlos V perdonando a los navarros que se le sometieran excepto 150 (entre los cuales 8 primos de F. de Javier). Cargos públicos y prebendas para beamonteses. Acusación de "franceses" a los navarros (Lope de Aguirre a Ursúa, Buho Gallego).
1523
Enrique II recupera la Baja Navarra.
1524
Febrero. Refuerzo del cerco de Fuenterrabía por el Condestable de Castilla y sus fuerzas.
25 de marzo. Capitulación de Fuenterrabía. Entre los navarros se halla la flor y nata de los defensores de Maya (los Jatsu).
Con la recuperación de la Baja Navarra y el fracaso de Fuenterrabía, la Monarquía navarra abandona los intentos armados de recuperar su Reino. Desde ese momento hay dos Navarras: la española y la francesa.
-Participación de las mujeres. Es fundamental, como atestigua Garibay:
"Para engañar en el designio a los enemigos, mosén Pedro Hirizar clérigo, vecino de Rentería que tenía oficio de tenedor de bastimentos, había comprado aquella noche más de 400 hachas de palo, de las que en toda esta tierra, para caminar de noche se usan, porque con su grande luz se puede caminar a placer en cualquier tiempo. Toda esta noche mosén Pedro, por orden que le había dado por dar a entender a los enemigos, que cargaría gente por la parte de Irún, y hacerlos descuidar por la que él da o se les armaba, anduvo por el camino real con estas hachas ardiendo, con mozos y mujeres que las traían, desde lo alto del camino real, que divide los caminos de Oyarzun y la Rentería hasta la plaza de Irún, que es distancia de una legua, resultando este ardid y cautela en mucha utilidad; porque como después los mismos enemigos contestaron, todo su recelo era por la parte de Irún, y no por lo alto de la montaña, de donde les vino el daño (la derrota)..."
B. Sitio de Fuenterrabía (1638).
Tiene lugar en el marco bélico de la Guerra de los 30 Años Fuenterrabía experimenta un cerco francés de 69 días.
-Participación de las mujeres.
El cronista Moret alude repetidamente a esta participación. Refiriéndose a uno de los días más duros del cerco dice:
"Mas aquel mismo día sobresalió en gran manera el valor de las mujeres de Fuenterrabía; pues cien de ellas, armadas en traje de hombres, unas con lanzas, otras con escopetas, en forma de escuadrón salieron a la plaza y, puestas en presencia del Gobernador, les instaron les señalasen puesto y porción de muros para defenderlos; que harían de su parte lo posible para que jamás le pesase de la asignación. CON GRANDES VITORES CELEBRO LA TROPA ASI EL TRAJE COMO EL ANIMO VARONIL. APLAUDIOLAS EL GOBERNADOR...".
5. La folklorización de los Alardes: el papel de la ideología.
Las celebraciones que surgen en torno a los hechos de armas famosos (Beotibar, carlistada, Lepanto, batalla de Valdejunquera, batalla de San Marcial, sitio de Fuenterrabía), han sobrevivido a todos los avatares y han llegado hasta a nuestros días.
Incluso se conoce un precedente de la participación de las mujeres en los alardes folklóricos a comienzos del siglo XVIII digno de destacar. Diversos autores, entre los cuales Luis de Uranzu, aluden a:
"una lucida compañía de mujeres bien vestidas y armadas con bocas de fuego y adiestradas en su manejo que evolucionarían airosamente ante el rey (Felipe V) soltando salvas con gran precisión".
Al parecer, la parada de 800 "amazonas en traje enteramente militar" de Fuenterrabía del 23 de diciembre de 1701 llamó poderosamente la atención del Soberano y su séquito.
Todas estas celebraciones cristalizan, en las fiestas que hoy conocemos, a lo largo del s. XIX. Ello se debe a la revalorización de las manifestaciones populares, fruto del Movimiento romántico.
Las fiestas populares despiertan gran interés entre los folcloristas. Las clases dirigentes dejan de considerarlas como "torpezas" propias de la plebe; incluso, en parte, se suman a ellas.
Al tener un origen bélico y dada la extremada militarización de la sociedad vasca desde finales del siglo XVIII (Guerra de la Convención), es lógico que se manifiesten bajo la forma de las llamadas "fiestas de la pólvora" españolas y mantengan parte del estilo de los viejos Alardes forales, acogiendo un raudal de innovaciones: indumentarias, estructurales, musicales, etc. El veraneo y la necesidad de ofrecer espectáculos vistosos y animados no son ajenos a esta folklorización.
Ahora bien, aunque las mujeres hubieran participado en los viejos hechos de armas que les dan origen, al ritualizarse y fijarse los alardes a finales de siglo, éstas son dejadas de lado, como corresponde a una época en la que las pautas sociales de género son extremadamente rígidas y separadoras de los sexos. Se las incluirá a modo de adorno (cantineras), incluso armadas (Florentino Portu, 1989), pero no como compañeras de diversión (y de armas).
El origen de esta exclusión se sustenta en las circunstancias que describimos. Nada tiene que ver con ello el componente foral de los alardes. La recopilación documentaria efectuada por D. Antonio Arámburu sobre el Alarde de San Marcial, aun siendo un utilísimo instrumento para conocer este festejo, hay que manejarla como lo que es: una recopilación que intenta reconducir la interpretación histórica de la misma hacia cauces filonacionalistas, muy poco acordes con el significado procastellano de la batalla de 1522. Sin embargo, los documentos se empecinan, para su desesperación, en aludir machaconamente a la misma...
Prueba de lo que aseveramos la hallamos en los mismos documentos que el Sr. Arámburu aporta en esta obra. En todas las Ordenanzas del alarde de Irún se alude a la batalla de 1522. Sólo ocurre lo contrario en la Ordenanza de 1980 en la que, por primera vez se añade "Rememoración de la muestra de Armas y revista de las gentes de las Milicias Forales". Y ello por razones ideológicas que saltan a la vista:
1980 es una fecha crucial en nuestra historia reciente. El nacionalismo ha reaparecido en las primeras elecciones postfranquistas del 15 de junio de 1977. Son años de pleamar nacionalista en los que conmemorar una batalla en la que los guipuzcoanos colaboran con Castilla contra el intento navarro de recuperar su Independencia resulta, como poco, paradójico y contradictorio. Sustituir el hecho de armas por una mera rememoración de la foralidad supone un intento de reinterpretar la historia desde el "ahora" a fin de aliviar esta contradicción de raíz ideológica.
Este es un género de reinterpretación muy común en la formación de las tradiciones que, como bien han estudiado diversos historiadores y antropólogos, tiene como objetivo adaptar "ad probandum" hechos históricos, "improcedentes", a nuevas ideologías.
6. La sociedad cambia, el folklore, también.
Entre los últimos años del s. XIX y los comienzos del XX, el ciclo de las revoluciones democráticas que se iniciara con la Revolución francesa se cierra con el nacimiento y expansión del Sufragismo. Los hombres conquistan su derecho al voto a partir de la Revolución del 48 (es el llamado sufragio universal). Las mujeres, especialmente en los países anglosajones, se lanzan a conquistarlo ellas también.
El Movimiento sufragista se extiende por todos los países del mundo e incide, naturalmente, en el nuestro. Los años que suceden a la I Guerra Mundial son fundamentales para el crecimiento de esta forma de pensamiento igualitario. Pero es sobre todo, durante los a os 30, años de la II República, cuando las mujeres comienzan a conquistar parcelas importantes de derechos: al trabajo remunerado, al voto, a la autonomía individual, a la participación en la vida pública, a practicar deportes, a viajar, etc.
Es en estos años y al socaire de la permisividad carnavalera cuando en la tamborrada donostiarra aparece, sin suscitar ninguna controversia, "una sección de bellas muchachas que simulan ser huestes de Lord Wellington" en la tamborrada de la Unión Artesana de 1928. Es la primera tamborrada femenina conocida.
Es algo después, en consonancia con el avance experimentado por la situación de la mujer durante la II República, cuando una Compañía completa de "tamborreras" desfila en 1936 por las calles de Donostia, la ciudad más cosmopolita y liberal de Euskal Herria y probablemente de España.
Pero la guerra va a cortar todo vestigio de normalización.
Con el advenimiento de la Democracia (1977) se reanuda el proceso de democratización de las fiestas. Las mujeres comienzan a reivindicar su derecho a la participación directa en las mismas.
En los Sanfermines aparecerán corredoras, sin suscitar apenas polémica. En las cuadrillas de Vitoria ocurre otro tanto. En las fiestas de Bilbao, al ser de nuevo corte, no existen problemas.
Sí hubo polémica (hoy olvidada) en relación con la Tamborrada donostiarra, tanto en la infantil como en la de adultos. El tabú se rompe con la incorporación de barrileras por la tamborrada de la sociedad Kresala en 1980. En 1986 lo hacen las niñas como soldados. La cena de autoridades deja de ser sólo entre hombres en 1988 gracias a las protestas de las mujeres y a Gabriel Celaya que se niega, siendo Tambor de Oro, a acudir a una cena en la que no pueda acompañarle Amparitxu. Hoy en día hay tamborradas mixtas y no mixtas dependiendo de las sociedades que las organizan.
En Tolosa, tras la decadencia propia de la guerra y postguerra, el popular tolosarra J. M Gorrotxategui reestructura la fiesta en 1968. Varias compañías de escopeteros comienzan a ser mixtas desde los 80 y una, desde 1984, sólo de escopeteras. En Tolosa no sólo no hubo polémica sino que los escopeteros instruyeron a las muchachas sobre el modo de desfilar, etc.
En Elorrio y Antzuola no hay escopeteras; ignoro si se ha planteado la cuestión.
Quedan Irún y Hondarribia, donde, la incorporación, en nombre de una Tradición muchas veces retocada, es una cuestión pendiente. Tradición que, como está documentado, ha ido adaptándose en todos los demás terrenos, a los nuevos tiempos (incorporación de cantineras, niños (que no niñas), melenas y pendientes en los hombres, veraneantes varones, etc.

http://www.alarde.org/a6/infohis2.htm