El desconocimiento de los símbolos propios.
Un pueblo que desconoce sus símbolos demuestra ignorancia, algo grave, pero también demuestra desestructuración y eso es peor. Uno de los problemas de los medios de comunicación es que están llenos de "informantes" que ignoran aquello sobre lo que "informan". Cualquiera puede hacer unas pruebas sencillas sobre la bandera, el escudo, o cualquier otro símbolo local y comprobará inmediatamente la ignorancia e indiferencia que rodean a éstos. Todo pueblo debe cuidar y mimar sus símbolos como elementos no sólo de representación, sino como algo común a todos con lo que se comulga.
Aunque la fuente del siguiente artículo no es muy apreciada por aquí, por el interés de su contenido merece un poco de bula, y también por su conocido autor e intención. Posiblemente, si se prodigasen más artículos semejantes en todos o casi todos los medios, y se hiciese como algo "normal", no tendríamos que estar ni asombrándonos, ni lamentando. Pero es que este pueblo llamado "español", muchas veces demuestra que de "pueblo" no tiene nada.
La confusión de los símbolos nacionales
Amando de Miguel
Los mandamases socialistas no saben qué hacer con la bandera de España. Pedro Sánchez dejó descolocados a sus compañeros (y compañeras, claro) con la exhibición, en una pantalla gigante, de una bandera de España con el escudo del Estado. Mikel Iceta, el primer secretario de los socialistas catalanes, se puso algo nervioso y farfulló que le gustaba más el escudo que la bandera; el escudo lo veía como "más federal". Supongo que quiso decir "nacional", pues España no es un Estado federal. Pero se equivocó doblemente. Si bien la bandera es de la nación española, el escudo es propiamente del jefe del Estado y, por extensión del Estado. No se debe hablar de “escudo constitucional”, pues la Constitución no se refiere al escudo; sí a la bandera. De hecho, como es sabido, el ejemplar auténtico del texto constitucional lleva el escudo de Franco. Si tal confusión manifiesta el primer secretario de los socialistas catalanes, qué no será la del segundo secretario y siguientes.
Convendría recordar al señor Iceta que los colores de la bandera de España ─rojo y amarillo─ son los mismos que los de la señera catalana, antes de añadirle la ominosa estrella independentista. Por cierto, la historia de las huellas de sangre de los dedos de Wifredo el Velloso sobre su escudo amarillo no es más que una leyenda para los catones escolares. Más verosímil es que esa combinación de colores se eligiera en los gallardetes para poderlos distinguir en el mar.
Sería de agradecer que en los actos públicos de todos los partidos, partidas, asambleas, plataformas y demás destacara la bandera de España. Mejor, su representación material, no su imagen virtual sobre una pantalla. Junto a ella debería figurar también la de la Unión Europea y, si procede, la de la región correspondiente. Se pueden añadir luego todos los símbolos que se quiera de los partidos, partidas, plataformas, etc. Es una cuestión de cortesía hacia los que llaman "ciudadanos y ciudadanas". Basta con el plural genérico. Mejor sería "contribuyentes".
Mucho presumir de que la nación española es una de las más antiguas de Europa y de que la bandera la trajo de Nápoles Carlos III. La verdad es que, ante el extranjero, los españoles no damos la imagen de ser una nación como las demás de Europa. Por ejemplo, las autoridades transigen si se pita el himno nacional o si se sustituye el retrato del Rey en un despacho oficial por el de un quídam. Son muchas las escuelas y otros edificios públicos donde no ondea la bandera de España. Lo peor no es eso, sino que una gran parte de los españoles no se sienten españoles. Es más, si uno se dice español corre el riesgo de que lo insulten por fascista. Parece un acertijo, pero "España y yo somos así, señora".
Amando de Miguel - La confusión de los símbolos nacionales - Libertad Digital
Última edición por Valmadian; 30/06/2015 a las 20:07
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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