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Tema: Manuel de Santa Cruz: El Reinado Social de Cristo

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    Re: Manuel de Santa Cruz: El Reinado Social de Cristo

    DE LA FIESTA DE CRISTO REY A LA CONFESIONALIDAD CATÓLICA DEL ESTADO


    Las fiestas litúrgicas de Cristo Rey, unas prístinas y otras descafeinadas que se celebran esta temporada, si se desarrollan seriamente, que para eso se hacen, desembocan en la Confesionalidad Católica del Estado, que es otra fiesta religiosa pero por lo civil, con lo cual resulta más cercana, clara y asequible que la de la del Rey del Universo. Este tema tiene en la política española actual más presencia de la que parece, porque se alude a él desde la otra cara de la misma moneda, que es el laicismo.

    Es el campo de batalla donde se enfrentan “Las dos Españas”, esquema que aparece después de la sustitución del Antiguo Régimen por la Revolución Francesa. Hasta entonces, salvo algunos altos círculos elitistas, en los pueblos de España no se discutía de religión. Las disputas populares eran porque uno le había quitado la novia a otro en las fiestas del pueblo, o porque el tío Miguel había vendido unos sacos faltos de peso. Después las guerras carlistas del S. XIX fueron la reacción del pueblo católico español frente al liberalismo o Derecho Nuevo que nos invadía desde Europa.

    La definición mejor de la Confesionalidad del Estado es la del Principio Segundo de la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento Nacional de 17-V-1958. Dice así: “La Nación Española considera como timbre de honor el acatamiento de la Ley de Dios, según la Doctrina de la Santa Iglesia Católica Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación”. Tiene el mérito sobre otras de haber sido aceptada por la Iglesia antes y después del Concilio, hasta 1978 en que se derogó por la Constitución Apóstata hoy vigente.

    La confesionalidad católica del Estado tiene dos componentes: Uno, puramente teológico, el deber de las sociedades de dar culto y colectivo a su Creador y mantenedor (encíclicas Vehementer Nos y Quas Primas), y otro, instrumental o apostólico de que es útil y fuente de beneficios para el bien común del que forma parte un ambiente propicio para la salvación de las almas. En las polémicas actuales hay cierta tendencia a valorar exclusivamente ese carácter instrumental, de ver “si trae cuenta o no”, para el apostolado, omitiendo el puramente teológico. Esto es un error; los dos componentes deben exhibirse siempre conjuntamente, inseparablemente.

    El 23-I-1936 el Rey Legítimo Don Alfonso Carlos de Borbón promulgó un Real Decreto nombrando para sucederle como Príncipe Regente al Príncipe Don Javier de Borbón Parma. Este y sus sucesores tendrían que atenerse a los fundamentos de la legitimidad española, reputándoles intangibles y que comprenden la confesionalidad católica y la oposición al Derecho Nuevo o Liberalismo de la Revolución Francesa.

    En los primeros días de Julio de 1936 Don Manuel Fal Conde negociaba con el general Mola, director de la conspiración militar, la incorporación a la misma de la Comunión tradicionalista. Fal Conde, con una sangre fría increíble exigía que el Estado que naciera de la sublevación fuera confesionalmente católico. Mola se negaba y las negociaciones quedaron en un punto muerto del que les sacó insospechadamente el asesinato de Calvo Sotelo que precipitó las cosas.

    El 18 de Julio del 1936 los Requetés se incorporaron al Alzamiento Militar con su lema de “Dios-Patria-Rey”. Todo el mundo entiende que el primer punto, “Dios”, quiere decir la Confesionalidad Católica del Estado y no una devocioncita cualquiera.

    En los primeros días de Octubre de 1936, Franco, recién nombrado Generalísimo pronunció su primer discurso como tal por radio y en él anunció que el nuevo Estado sería laico. Inmediatamente la Junta Superior Carlista de Guerra fue a verle y le dijo que “no”. Franco se puso desagradable y eludió la cuestión pero al día siguiente envió un ayudante a decir a la Junta Carlista que las cosas ya se arreglarían, como así fue en la Ley más arriba citada.

    El 10 de Marzo de 1939 Don Manuel Fal Conde envía a Franco un “Manifiesto de los Ideales Tradicionalistas a S.E. El Generalísimo y Jefe del Estado Español” en el que se incluye la Confesionalidad Católica del Estado.

    Al regresar del Concilio Vaticano II los Obispos Españoles publicaron una carta colectiva en la que dicen que la recién aprobada Ley en el concilio, con sorpresa y escándalo, Declaración de Libertad Religiosa no afecta a la Confesionalidad del Estado. Nadie se lo creyó.

    La libertad religiosa del Concilio planteó la obediencia al Papa y la Confesionalidad del Estado. Un alto dirigente carlista comparaba la situación a una mesa de juego en la que se empezaba a notar que alguien hacía trampas; si el que las hace es el crupier cuesta más descubrirle que si es un jugador cualquiera, pero se acaba pescándole. Finalmente se pidió un dictamen al Jesuita Padre Eustaquio Guerrero, que explicó que el Magisterio Pontificio es de dos clases: una, infalible, que obliga siempre y a todos. Y otra, el magisterio ordinario del que no se puede discrepar caprichosamente pero sí después de serio estudio y sin escándalo. A esta forma se acogieron los redactores del documento El Carlismo y la Unidad Católica, y posteriormente los de unas réplicas al laicismo expuesto por Francisco I en Río de Janeiro en Julio de 2013.

    EL MANIFIESTO DE MORENTIN. Actualmente, algunos carlistas pretenden justificar su pereza en defender la Confesionalidad del Estado con unas palabras del Rey Don Carlos VII en su Manifiesto de Morentin (1874), en las que dice que no dará un paso adelante ni un paso atrás de la Iglesia Católica. Pero amputan maliciosamente la frase que sigue y dice: “Por eso no molestaré a los compradores de sus bienes”. Es decir, que el Rey se refería al asunto coyuntural de los bienes de la Desamortización. De haber tenido aquellas palabras unas pretensiones universales, la réplica hubiera sido, “para ese viaje no necesitábamos alforjas”. Toda la historia del Carlismo es exactamente lo contrario. Los Carlistas han luchado siempre muy por delante de la Iglesia y eso les ha atraído la adhesión del bajo clero y de infinitos católicos.

    P. LOIDI


    Fuente: SIEMPRE P´ALANTE, nº 728, 16 de Noviembre 2014, página 5.
    Última edición por Martin Ant; 04/12/2014 a las 14:06
    Hyeronimus dio el Víctor.

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