Muy buen texto que, además, es perfecto para portada.
La homosexualidad ejerce un magnetismo indudable sobre nuestros legisladores y sobre el imaginario cultural de los últimos tiempos. Me consta que a algunos homosexuales les incomoda tanto protagonismo y tanto interés político, por no hablar del alipori que les produce el Día del Orgullo Gay. Quizá lo que de un modo oscuro les atrae de la homosexualidad, entre otras cosas, a los adalides de lo políticamente correcto es su condición de método anticonceptivo infalible, como la masturbación, que promocionan sin descanso. A poco que nos fijemos, el común denominador de bastantes pulsiones progresistas es el rechazo de la vida nueva.
Tiene su lógica. ¿Han visto ustedes algo más reaccionario que un embarazo? Nada de igualdad de sexos. Desde el inicio hasta el final, hay un reparto de papeles radicalmente diferenciado. Además, con frecuencia, la mujer, que suele ser muy ejecutiva y eficaz en su trabajo, sufre cierta merma en sus capacidades profesionales y a veces no le queda más remedio que darse de baja.
El hombre, en cambio, recibe una descarga de responsabilidad y otra, muy curiosa, de caballerosidad. Por muy igualitarista que fuera, se encuentra de pronto llevando todas las bolsas y abriendo y cerrando las puertas al paso de su señora, como un gentilhombre del siglo XVIII.
No hay mejor campaña antiaborto que un embarazo. Desde el instante en que el test da positivo, los padres se pasman ante la trascendencia de lo acontecido y no hablan sino de su bebé y se alarman ante cualquier pequeño riesgo y cuentan las semanas una y otra vez y se meten en Internet a intentar leer todas las páginas web sobre la gestación.
Mucho antes de haber alcanzado los plazos que la ley permite para abortar, los padres ya han visto varias ecografías, y tienen fotos, y vídeos que ponen a familiares y amigos heroicos. ¿Quién es capaz de explicarles ahora que su hijo no es un ser humano con un valor absoluto, eh?
Los padres olvidan sus derechos adquiridos y esperan, alborozados, los nuevos deberes. Si eso no fuera suficientemente antimoderno, el embarazo es, en sí, un epítome de la tradición. La vida, que los padres recibieron de sus padres, se transmite al hijo, y con ella una cultura y unas –las que sean– creencias. El embarazo es el centro (ombligo) de la institución familiar
Y luego está el sexo. Lo políticamente correcto es el género como creación artificial, que depende de nuestra voluntad. Pero el embarazo, tan recalcitrante, opina lo contrario. El momento de conocer el sexo de la criatura es esencial. Entonces su persona se hace presente de una forma mucho más nítida y adquiere su perfil en las conversaciones familiares y, sobre todo, su nombre. Es la apoteosis del sexo como elemento constitutivo natural del individuo.
A nuestros ingenieros sociales los embarazos les producen mareos, náuseas, ciáticas. Normal: son una actividad contrarrevolucionaria.
Última edición por Donoso; 22/11/2009 a las 00:06
Los errores, más que los vicios, son la causa de la decadencia de los pueblos. Éstos, como los pescados, se empiezan a corromper por la cabeza, lo que lleva a que las mentes confundan los vicios con virtudes.
Muy buen texto que, además, es perfecto para portada.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Sí que lo es, Donoso. Es un texto magnífico que le agradecemos a ICPCM. ¿Se podría hacer algo para que la foto -que es impactante- quede como cabecera del titular? Lo digo para que la portada sea más efectiva.
Gracias.
Si piensan hacer algunas ediciones para que quede mejor en portada, no hay problema. Yo sólo actué como divulgador de uno de los mejores artículos que he leído en el último tiempo.
Yo accedí al artículo a través de vivachile.org (donde hay que leer con cuidado), que a su vez lo remite a un diario local español, pero con una cita genérica (por ejemplo, si hubiese sido un articulo de el país, la cita habría sido a ELPAÍS.com: el periódico global de noticias en español).
Así que bueno, editadlo con todo gusto, y si se me han de dar agradecimientos, que sólo sean por la divulgación, pues no soy el autor y noi me corresponden sus honores.
Los errores, más que los vicios, son la causa de la decadencia de los pueblos. Éstos, como los pescados, se empiezan a corromper por la cabeza, lo que lleva a que las mentes confundan los vicios con virtudes.
Se me ocurre que este artículo complementa bien al magnífico que abre el hilo.
Buenos Aires, noviembre 2009. Artículo de Marcelo González en Panorama Católico Internacional. (Nótese que el título, de intención polémica, no defiende la legalización del concubinato --como sí llegó a hacer, treinta años atrás, cierto fugaz diputado, en nombre, sostenía él, de la defensa del matrimonio indisoluble--, sino que apunta a la condición de verdadero concubinato de gran parte de los aparentes matrimonios actuales, y la absoluta falta de respetabilidad de los "respetables matrimonios católicos" que limitan, por cualesquiera medios, el número de sus hijos).
En Defensa del ConcubinatoLa final referencia a la repelente "parejita", ideal contraceptivo pequeñoburgués, nos recuerda la propaganda de los partidos políticos que en España defienden los supuestos "principios no negociables": siempre un presunto matrimonio (o una pareja de hombre y mujer) joven y sonriente, con un solo niño y una sola niña... Como la propaganda antinatalista de la ONU para el Tercer Mundo, pero en estos casos destinada a la audiencia "católica" o, al menos, partidaria de una "sana laicidad".
A esto hemos llegado.
En medio de la tibia defensa de la moral natural, cristiana y del propio sentido común que realiza la jerarquía católica por medio de dos penosos documentos, meras reacciones a una agresión mayor, pero esperable y esperada, creo que ha llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre.
Ya vemos que para la ideología mundialista es un objetivo primordial destruir la familia y restringir la población a su gusto. Son incontables los ataques que bajo distintas excusas se hacen contra lo que la naturaleza exige y el hombre ha tenido siempre por natural: la procreación.
Baste aquí partir de las doctrinas malthusianas, primas de las evolucionistas, en el s. XIX hasta llegar hoy, en los umbrales de nuestras naciones católicas de Hispanoamérica, a estar a la cabeza de la absurda pretensión de un "matrimonio" homosexual. Y adopción... y lo que quieran, que una vez roto el dique...
Y la respuesta masiva de la población, lejos de erigirse en una ola de furor indignado, es de cierta tolerante resignación. Se ha inculcado el concepto de determinismo histórico, y se ha minado la voluntad de resistencia. Para colmo, nuestros guías espirituales nos anestesian...
Como digo, hay que llamar a las cosas por su nombre y levantar las banderas de la hora.
Hoy por hoy, un buen católico debe ser paladín del concubinato. No digo que él mismo lo practique, sino que lo defienda a muerte. Es más, voy a decir algo más arriesgado aún. Que lo practique si es necesario. Sí, que los católicos se concubinen.
- Bueno, pare un poco. ¿De qué habla? Primero, que ya se concubinan. Segundo, ¿bajo qué razones puede defender esta afirmación?
Le respondo: propicio el concubinato en contra del sincubinato.
- No entiendo.
Ya va a entender. Antes del hablar de homomonio, putimonio o exaltación de los degenerados al plano jurídico, hemos de ver qué pasa con el matrimonio. Porque en una sociedad donde existe un matrimonio sólido no ha lugar para otros monios...
Y el primer golpe contra el matrimonio es el divorcio, que lo hace precario, consagrando la poligamia sucesiva. (Y haciendo miserable la vida de millones de hombres, mujeres y niños que ya no saben de quien son padres, madres o hijos).
El segundo golpe es la contracepción. O tal vez podría ser el primero. En fin, ordenen Uds. como quieran. No hay matrimonio sin hijos. Y antes de que alguien pueda sentirse ofendido, aclaro: el matrimonio es una institución divina para tener hijos. ¿Se entiende? Esto es fina teología. Lo demás, en especial lo que dicen la mayoría de los curas en los casamientos, es paparruchada sentimental.
Tanto el derecho canónico como la moral cristiana y natural observa y sentencia que quienes se unen carnalmente con la intención de evitar la prole ejercen una suerte de prostitución mutua. Si esta intención está en la cabeza de los novios que van a dar el sí a la iglesia, con vestido blanco ella y él con jaquet, esa ceremonia es una blasfemia, y lo que de allí surge no es siquiera un honesto concubinato. Es algo mucho peor. Es una relación prostibularia, de momento exclusiva (no siempre) y seguramente de corta duración.
Antes que esto, propicio que los católicos y los acatólicos se junten como Dios manda, es decir, con el deseo de permanecer fieles y tener hijos, lo cual se parece bastante más a un matrimonio que lo anterior. Técnicamente, se trataría de un concubinato. Y en buena hora, que el concubinato así encaminado sólo tiene alguno que otro defecto técnico que reparar y fácilmente reparable. (Claro, si el matrimonio es posible, porque todo matrimonio tiene como prerrequisito de suyo, la aptitud nupcial de los cónyuges).
Pero que sea con-cubinato y no sin-cubinato. Que no se eviten los hijos. Dios los dará o no, pero que no se eviten voluntariamente. Aquellos que evitan los hijos no pueden tener un matrimonio válido, y si lo han tenido previamente, aunque el vínculo esté formado, viven como prostitutos.
La contracepción es más grave que el aborto en cuanto a sus consecuencias espirituales y sociales. Es más, es condición previa para la generalización del aborto y de las perversiones que hoy en día están siendo legalizadas.
No solo porque la contracepción es hoy en día casi siempre abortiva, eso es una consecuencia técnica de la que la mayoría de los usuarios de anticonceptivos no tienen idea. Lo es por el concepto mismo de impedir el fin natural y único que justifica la institución del matrimonio. (Ya sé que hay fines secundarios, pero Dios ha instituido y atado todo el asunto al fin primario). En todo matrimonio realmente constituido hay hijos, actuales o potenciales. O imposibles. Pero los hijos están.
Así pues, recuperar el orden natural exige, no solo la firme defensa de la doctrina, que casi nadie hace, sino más bien la práctica de esta doctrina. Y curiosamente (me lo dice mi mujer, que es pediatra y atiende a muchos pacientes "carecientes") los pobres en la Argentina, y en Hispanoamérica siguen teniendo hijos, aunque no se casen.
No se casan por muchos motivos, No vamos a dedicar tiempo a explayarlos. Pero se juntan cristianamente para tener hijos.
- Hombre... cristianamente... es un poquito optimista de su parte.
La gracia supone la naturaleza y la fe católica está metida en ellos como una herencia genética (algo que no siempre puede decirse de la clase media). Así pues, se juntan, tienen hijos, tienen muchos hijos ("como los animales", dicen las señoras gordas de parroquia). Sí, como los animales, pero un grado más arriba que su hijo, señora gorda de parroquia (en realidad hoy son señoras flacas) es decir, conforme a mandato divino y no violándolo para "no ser como animales".
Sí, señora, gorda o flaca. Sí, señor beatón. Esos concubinos son cuasi esposos según la naturaleza y poco va para que lo sean según el sacramento. Un buen cura es lo que falta.
En cambio sus hijos e hijas, y Uds. mismos, vamos, que con la complicidad de los confesores (siempre hubo alguno cómplice, hoy lo son casi todos) Uds. son los verdaderos concubinos. Y no salgan ahora a clamar contra el homomonio si no han sabido defender el matrimonio. Ni practicarlo.
¡Que les aproveche la parejita!
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Simplemente un texto genial, tanto en contenido como en forma, y es que a dia de hoy solo nos queda la ironia en este tema....
Obviamente me refiero al texto que abre el post.
Última edición por Mefistofeles; 26/11/2009 a las 18:55
Amigos:
Va este artículo -que no esuna respuesta sino una opinión, si se quiere-, y que publiqué de la excelente pluma de Dardo Calderón, uno de los hijos del querido maestro y amigo Rubén Calderón Bouchet, allá por el 2008 en Argentinidad. O si prefieren el siguiente vínculo: Aborto: El Horror de lo banal.
En Xto., como siempre.
“El aborto no es un infanticidio, es un crimen metafísico”. J. P. Sartre.
Cuando uno se ha criado en el convencimiento de que ante el milagro de la procreación -donde Dios directamente infunde el alma- el mundo entero debería arrodillarse, claro que resulta horriblemente inexplicable este celo criminal por acabar con la vida de un niño. Más chocante aún resultan las excusas y eufemismos que promueven este infanticidio, hoy políticamente correcto.
Es mi intención el mostrar cuál es el nivel de las ideas y el fuste de los hombres que lo cometieron, avisando que el proceso de descenso a las razones y argumentos que se usan para la ejecución es de alguna manera tan vulgar, que ameritaría otro acápite para indagar en la oscura psicología del drama. De ese desbalance entre la bajeza y la nimiedad de las razones y la enormidad del crimen; volviendo, por qué no, a aquella parecida historia que fundó la civilización, paradojalmente tramada por la simiesca desfachatez de la pretensión deicida. Siempre reiterada por parecidos personajes.
El asunto debía enfrentar y resistir al más simple silogismo y llegar a la lisa desempolvando teorías condenadas por cualquiera que tenga dos dedos de frente y medio dedo de caridad. Teorías que no se pensaron, sino que se fueron recogiendo por el camino de la persecución, como se recogen los guijarros para lapidar a alguien.
El silogismo al que me refiero se forma así: La vida del hombre inocente es inviolable, el embrión es un hombre inocente, por consiguiente su vida es inviolable.
La certeza parte de varias ciencias: de la ciencia biológica surge irrebatible que el embrión es un hombre -individuo humano- (siempre algún necio lo niega) y su integridad se consagra hasta en la Constitución Nacional (es decir que ningún Juez puede dejar de tenerlo en cuenta). Igualmente surge de la ciencia moral y la jurídica que el inocente no debe sufrir pena y que la privación de la vida en forma violenta y provocada es una pena; las excepciones en el derecho penal son para morigerar la Ley y no para endurecer sus efectos. Por último cabe a la filosofía el definir lo que es un hombre, y allá iremos en su momento.
Frente a esta contundencia, se esgrime una supuesta excepción por vía de la ley positiva, excepción que deroga la biología, la ética, la filosofía, la teología, la lógica jurídica y aún la misma escala legal positiva. Es decir que primariamente se acepta el silogismo -porque no queda otra- y luego se busca una excepción que pasa por establecer un caso en que sea justificable que un inocente sea condenado a morir, fundado en otro valor superior a su vida.
Se llama “Teoría del Contrapeso de los Valores” y encontró años atrás su formulación sistemática en un jesuita católico modernista y en el Metodismo norteamericano; advirtiendo los mencionados que la excepción puede encontrar justificación para el aborto en dos casos:
a) cede el bien individual frente al bien de muchos, y aunque repugna el estado de inocencia, se resuelve en casos de “fuerza mayor” como “el exceso de población” (China - Malthus) , “la pureza de la raza” etc.
b) se encuentra un argumento para el mayor valor de una vida frente a otra vida; en general se argumenta que entre la madre y el hijo, entre el adulto y el niño, entre lo desarrollado y lo que está por desarrollarse, no hay igualdad de valor, sino que predomina el primero. El elemento que diferencia es la prioridad en la existencia y el mayor desarrollo. Es decir que establecemos una métrica cuantitativa para el valor de las personas, error común en la ideología biologista de distintos signos. Un fallo del Tribunal de Luneville de 1937, coincidiendo con nuestra Corte actual en la aplicación del aborto eugenésico, entiende excusable el aborto de un feto hebreo.
Por supuesto que todas estas teorías parten de una errónea concepción del hombre desde el punto de vista filosófico, de un idealismo y un existencialismo que niega las esencias y por tanto no repara en la igualdad esencial de madre e hijo y toma su prioridad existencial como valor de medida. Perdido igualmente el razonamiento de la dependencia de la criatura con respecto a un Creador (razonamiento todavía filosófico y no religioso) perdemos a la par la clara idea de la independencia esencial de una criatura con respecto a otra y establecemos una dependencia solamente humana que deriva en el abuso.
Se entiende ahora aquello de que sólo perteneciendo a Dios es imposible ser esclavizado. Si mi “título” axiológico no es la Idea Divina, quedo a merced de los hombres. En el fondo y sin saberlo concientemente -pero resultando bastante congruente con la dinámica llevada en el caso- los argumentos pro-aborto fueron levantados en los senderos de las llamadas ideologías materialistas totalitarias, que subyacen latentes en el tolerante hombre moderno esperando el “día de furia” que vendrá por la insatisfacción de los deseos ampliamente prometidos en la publicidad.
No vayan a creer ni por un minuto que la discusión adquiere hoy este mínimo nivel (ni siquiera alguna profundidad existencial que muestra nuestro epígrafe, que no es precisamente de un Padre de la Iglesia). Aquí las consideraciones pro abortistas no pasan del derecho positivo engañosamente interpretado al crepitar de la vanidad, del efecto publicitario, del miedo, del resentimiento moral y religioso, de la ambición y de la soberbia.
Salvo excepciones, cuando se retoma el sentido común del silogismo antes enunciado, y la hombría de bien, el asunto mantiene la llaneza de la consabida ignorancia filosófica e indigencia de formación humanista de los magistrados.
En general la doctrina prevalente para justificar el aborto choca contra los datos más seguros de la ciencia biológica, de la ciencia médica, del ordenamiento jurídico, de la lógica, de la ética y de la filosofía (ni hablar de la Teología). La muerte del inocente está ordenada desde el punto más ilícito y grosero de todos, desde el preferir una vida no porque es más que la otra (criterio de valor) sino simplemente por una razón de bienestar, de salud y aún peor… por la simple voluntad de la mujer. Con lo que llegamos a la “raíz filosófica” del drama: el feminismo, lugar común de la banalización de la inteligencia.
Es en el altar de esta cortedad intelectual que se inmolan inocentes; altar ante el cual queman incienso la mayoría de miembros de la intelligentzia oficial, y hasta resignan su posición -respetuosos y sibilinos- ciertos mitrados.
Este tema de conversación de comadres en la peluquería, entra a la historia provincial de la mano del sacrificio humano logrado en su nombre.
El feminismo es por fin algo serio porque puede matar.
Dardo Juan Calderón
Otrosí: También lo publicó el amigo Don Antonio Caponnetto.
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