A pesar de sintético el artículo es buenísimo. Leerlo con atención: en ningún momento se opone a la iniciativa pública, allí donde no llegue la privada, sino que recela de las macroestructuras públicas, que como todos sabéis son desesperantemente lentas, costosísimas y prestan un servicio tremendamente deficiente. Además de adormecer a la sociedad, que nunca se pone manos a la obra, entre otras cosas porque su capacidad de actuar al margen del Estado o las Comunidades Autónomas desaparece por los impuestos confiscativos.
En España claro que se aprovechan de lo público los haraganes, los indocumentados y últimamente los extranjeros ilegales. Pero un autónomo o un trabajador medio tiene que esperar meses y meses para que lo operen. El médico de cabecera de turno te despachará en cinco minutos (después de aguantar unos desesperantes esperas de horas). Y en investigación será la iniciativa social la que saque las castañas del fuego. La respuesta a estas gravísimas deficiencias es la de siempre: más dinero (de la sociedad) para el Estado. Más dinero en manos del Estado es más endeudamiento, más endeudamiento son más impuestos. Y no sé si algunos hacéis la declaración de la renta, pero esto ya es demasiado abusivo. La secuencia es delirante y ya va siendo hora de buscar soluciones más auténticamente reales.
Esto en lo que toca a la sanidad, en lo que respecta a la llamada "ley de dependencia" más de lo mismo: una engañifa populista-socialista que seguirá aumentando el déficit público y sangrando los bolsillos de las familias. El problema es que se ha impuesto el dogma de lo público y acríticamente se dá por bueno. Pero el estudio puramente técnico de la cuestión ya arroja la verdad sobre su inviabilidad. De hecho Caldera ya ha echado atrás las partes más disparatadas del anteproyecto de ley.
Respecto a la asimilación con el liberalismo... ¿lo habéis meditado bien? Los cultores de la ciencía política han puesto de manifiesto en ocasiones ciertos paralelismos entre el tradicionalismo y el anarcosindicalismo por su nota antiestal. Pero jamás nadie lo ha asociado con el liberalismo. Y hay que forzar mucho la imaginación para derivarlo del artículo. ¿El liberalismo defiende las corporaciones, las mútuas, las cooperativas? El liberalismo es puramente individualista, quiere que el Estado custodie al individuo, pero no a la sociedad. Vamos, es que es algo tan evidente que para que seguir. Un liberal estricto como Brigo ya ha advertido las diferencias entre el liberalismo y el tradicionalismo.
No sé si se puso en otra ocasión ya este artículo, pero en mi opinión es muy bueno para fortalecer conceptos:
LA ASISTENCIA SANITARIA
EN LOS DISTINTOS MODELOS POLÍTICOS
Al abordar este tema conviene advertir del mal uso que se hace de la palabra "salud", como si existiera un derecho a la salud equivalente al derecho a la asistencia sanitaria. La salud depende de Dios, ante el cual el hombre no puede alegar ningún derecho. En cambio, puede haber personas y organizaciones a las cuales se les puede reclamar un derecho a la asistencia sanitaria, no a la salud.
El Estado y la sociedad pueden organizarse según tres formas políticas puras, y solamente tres. Otras más son mixtas o mezclas de estas tres. Son la liberal, la totalitaria y la tradicional. Veamos cómo se configura en cada una de ellas la asistencia sanitaria.
El Estado liberal, fiel a su lema "laisser faire, laisser passer" y a sus invocaciones a la libertad, ignora la existencia de esta cuestión, y se inhibe de la asistencia sanitaria. Grandes masas subdesarrolladas quedan sin asistencia sanitaria porque no tienen capacidad para organizársela ellas mismas. Para disimular el problema social que esto crea, ineludible, el Estado le pasa la "patata caliente" a la Beneficencia, oficial y privada, y a la libre iniciativa, bien de grupos sociales espontáneos, lo cual sería bueno desde un punto de vista tradicionalista, bien de grupos y organizaciones capitalistas, que es lo liberal y que es lo malo, porque no atienden al tema mas que tanto en cuanto les reporta dinero.
El Estado totalitario está en el extremo opuesto. Si el liberalismo no hace nada, o poco, el totalitario hace demasiado. Es entrometido, impertinente y secante de la savia social. Viola el principio de subsidiariedad, y muere ahogado por su propia burocracia (como en otras cuestiones). Confunde "hacer" con "hacer-hacer"; gobernar con administrar. Pronto se tambalea y busca su salvación, bien en huir hacia delante, creciendo, con lo cual sólo aplaza la crisis, bien en soltar lastre hacia la iniciativa privada por medio de contratas en una fórmula mixta hacia la cual se va ahora, a más no poder, en España. Lo mismo ocurre con las pensiones, para las cuales anda buscando un complemento de pensiones privadas. Franco creó el Ministerio de la Vivienda para paliar una crisis espantosa creada por una intervención equivocada en el precio de los alquileres. Pero no le dotó de escalafones de miles de carpinteros, fontaneros etc., para una acción directa, a diferencia de cómo había estructurado el Seguro Obligatorio de Enfermedad, con escalafones de miles de médicos especialistas para las acciones directas, como los totalitarios. El Ministerio de la Vivienda no construía las casas por sí mismo sino que "hacía-hacer" a otros, como en la doctrina tradicionalista.
En una organización tradicional el Estado es subsidiario de la sociedad. La Seguridad Social y la asistencia sanitaria, como parte de ella, no corresponde al Estado, sino a la sociedad. No a una sociedad amorfa y masificada, sino viva y vertebrada en un enjambre de grupúsculos silvestres, auténticos y libres. Pero a diferencia del Estado liberal, el Estado tradicionalista no se desentiende de la vida de esos cuerpos intermedios entre él y el individuo, sino que les vigila y ayuda, incluso les subvenciona, para que no caigan en manos del capitalismo nacional o extranjero.
Si se pasara de la organización totalitaria a la tradicionalista sólo sobreviviría, y además potenciado, un cuerpo de inspectores que asegurara que cada español tuviera un mínimo de asistencia sanitaria. Estado pequeño no quiere decir débil o liberal.
Dr. F. Fernández Arqueo
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