Las migraciones son un fenómeno ancestral. Pero las de ahora tienen como objetivo deslocalizar y, de paso, subvertir las culturas de toda la vida. Y los políticos son culpables de ello.
Me dicen que el presidente de México, Felipe Calderón, ha declarado en su discurso del Estado de la Nación que "México no acaba donde terminan sus fronteras… Allí donde hay un mexicano está México". Una frase preocupante sobre todo para los norteamericanos, que albergan en su país varios millones de damnificados por la política del presidente Calderón y sus antecesores en el cargo. Es preocupante incluso para el propio pueblo de Calderón porque ¿qué pasaría si ese discurso lo hubiera pronunciado un presidente estadounidense?
Si tenemos en cuenta la existencia de empresas multinacionales norteamericanas en México, estas muy bien podrían jugar exclusivamente en pro de los intereses de los EEUU. Esto no sucede así porque las empresas norteamericanas que operan en México lo hacen exclusivamente para su lucro, perjudicando a los trabajadores norteamericanos y mexicanos por igual. Pero supongamos que esto no fuera así y que dichas empresas constituyeran auténticos búnqueres nacionalistas yanquis. ¿Le gustaría al presidente Calderón? Muy posiblemente –aunque solo fuera por guardar las formas- no le gustara en absoluto.
Y es que no resulta inteligente, práctico ni provechoso querer para los demás lo que no quieres para ti. Por ejemplo, a todos los que celebran el empuje del idioma español en los EEUU habría que preguntarles qué les parecería si nuestras señales de tráfico, nuestra "señalética" –comos se dice ahora-, nuestras tiendas y nuestros documentos oficiales estuvieran también en árabe. Porque de la misma manera que España no habla en árabe, los Estados Unidos no hablan español y resulta bastante mezquino desear para otros lo que no deseamos para nosotros mismos.
Mucho más inteligente y práctico para todos sería denunciar, por ejemplo, que la gente se marcha de México porque sus sucesivos presidentes, que juegan a nacionalistas cuando les viene bien, han contribuido de manera sustancial a la corrupción del país y se han lucrado de tal manera con la política –una política fracasada, además- para acabar labrando la miseria de millones. Intentar justificar la deportación forzosa –amparada por el mercado- con arengas nacionalistas, es una bajeza moral que solo gente tan poderosa como Calderón puede permitirse.
Pero ante todo esto se oculta una ley histórica que no queremos dejar de subrayar. La presencia de miles de individuos de un mismo colectivo en tierra extraña no equivale a la presencia de una suma de esos miles de individuos. No es "la suma de todos" como cree Ruiz Gallardón, sino que equivale al colectivo mismo. Así, medio millón de marroquíes residiendo en España equivale a trasplantar a Marruecos aquí. Esto debería de apuntárselo bien Zapatero, prócer donde los haya de la corrección política. Pero también Aznar, que ha contribuido sustancialmente a la islamización de España, cuando va por el mundo dando conferencias contra el terror islámico.
Ahora es un hecho que el Partido Justicia y Desarrollo va a ser el principal triunfador de las elecciones en Marruecos. Hasta un imbécil podría darse cuenta de que su tono moderado se mantiene solo para no llamar la atención de la jerarquía policiaco-militar del rey de Marruecos. Saben que poco a poco el poder caerá en sus manos como fruta madura. Si no es ahora, lo será en cinco años.
¿Y cómo va a reaccionar este querido país nuestro siendo fronterizo de una potencia islamista? En el caso de que este resultado se produjera, los actuales y pretéritos gobiernos españoles, con sus sucesivas "regularizaciones" de cientos de miles de inmigrantes, lo habrán propiciado. Por desgracia, el caso es que cada vez que se expone el peligro demográfico que amenazan a nuestro país, asoma la oreja lo "políticamente correcto" que, además, se revela como absolutamente letal. Para sus portavoces, España es una sociedad "multicultural" que debe vivir este proceso de metamorfosis y muerte como un "enriquecimiento". Esta frivolidad y estupidez, claro está, se la pueden permitir porque las ideas son gratis y no peligra ni su modo de vida ni su cómoda vida burguesa.
Pero las consecuencias de esas ideas no son gratis en absoluto. Alguien debe de explicar a nuestro pueblo que España no es un país sudamericano por mucho español que allí se hable, ni tampoco caribeño; mucho menos asiático o islamista. Este melting pot solo interesa a los idiotas, los capitalistas y a las empresas multinacionales. Alguien debe de explicar, en definitiva, que España es un país étnica y culturalmente europeo, construido sobre fundamentos cristianos. Guste o no, nuestros padres, abuelos y abuelos de nuestros abuelos se jugaron la vida para que esto fuera así y nosotros tuviéramos un futuro. La libertad de nuestros hijos depende de que así siga siendo.
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Eduardo Arroyo
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