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Tema: El pensamiento reaccionario español

  1. #1
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    El pensamiento reaccionario español

    O lo que opina el progresismo sobre los teóricos “reaccionarios”.

    Quizá todos nos imaginamos que Menéndez Pelayo y los numerosos antiguos autores beligerantes contra la Ilustración (Padre Vélez, Padre Zeballos, Filósofo Rancio, Forner, Hervás y Panduro, Valcárcel etc), de los que él realizaba una apología en los “Heterodoxos”, son bien recibidos y considerados en todo el mundo intelectual.
    Estamos, por supuesto, muy equivocados. Los “intelectuales” del progresismo nunca lo han creído así. La etiqueta que progres y liberales atribuyen a todos los admiradores de Menéndez Pelayo y similares no es la de “tradicionalistas” sino la tendenciosa y despectiva de “reaccionarios”.

    Es significativa en tal sentido la obra de un progresista, Javier Herrero, que publicó en 1971 “Los orígenes del pensamiento reaccionario español”, magnífico libro que resume esenciales puntos de vista antiilustrados de aquellos antiguos autores “reaccionarios”, …sólo que los desvirtúa con sus negativas y pobrísimas valoraciones progresistas. Pero prescindiendo de ellas es una magnífica recopilación de aquel pensamiento “reaccionario” y muy útil por sus cuantiosas citas y referencias si son cuidadosamente reinterpretadas y corregidas de su compilador.

    Menéndez Pelayo escribía en sus “Heterodoxos”:
    “La revolución triunfante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos le prepararon fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Roda, Cabarrús, Quintana... viven en la memoria y en lenguas de todos; no importa su mérito absoluto, basta que sirviesen a la revolución; todo lo demás del siglo XVIII ha quedado en la sombra”.
    Y uno de sus más fieles discípulos, Suárez Verdaguer nos dice que “...hay una gran dificultad para trazar un perfil aproximado de lo que eran y querían aquellos conservadores, por la sencilla razón de que no existen estudios acerca de la crisis del pensamienro español en aquellos años..” (Conservadores, innovadores y renovadores en las postrimerías del Antiguo Régimen, 1955)

    Para llenar ese vacío cultural y poner las cosas en su sitio, Javier Herrero (supuesto ¡¡rival!! de Menéndez Pelayo…), como digo, publicaba “Los orígenes del pensamiento reaccionario español”, dedicándose a estudiar “seria y científicamente” aquella “reacción” contra el pensamiento moderno de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, que no poseía más fundamento, según él, que “los prejuicios, el odio y la ignorancia que la engendraron”.

    Comienza Herrero atacando las tesis de Menéndez Pelayo, divulgadoras del “mito reaccionario”, sobre que el movimiento ilustrado hubiera supuesto la corrupción del pueblo español, afirmando lo siguiente:
    “Don Marcelino leía mucho, y a veces leía muy mal... su formación filosófica era deplorable... los resultados de sus trabajos (filosóficos) son no ya deleznables sino francamente grotescos. Oponer a Newton, Voltaire o Rousseau, “pensadores” como el padre Ramírez o el padre Zeballos “es un disparate que a ningún intelectual serio se le hubiera tolerado y que se le ha permitido a don Marcelino, pero no deja de ser una locura”.
    Afirma Herrero que la mayor parte de las tesis de los “Heterodoxos” han sido “demolidas por la crítica moderna: Jean Sarrailh y Richard Herr”.
    Se ríe de que el “jansenismo, la filosofía y la masonería sean los fundamentos tenebrosos de la Ilustración en España, y de que “destruyan la santa monarquía absoluta y la sustituyan por la siniestra democracia liberal”.
    Que el padre Vélez y el Filósofo Rancio no son sino “una manifestación simplificada de las peores tendencias de la reacción europea”.

    Desprecia a autores contemporáneos como Suárez Verdaguer y a Elías de Tejada (por opinar que “la Ilustración es una infección europea que ha corrompido la grandeza de aquella España imperial”) y de Francisco Puy (por usar, “como los peores reaccionarios del siglo XVIII, el nombre de “Revolución” y contemplarla como una “obra diabólica”)

    Intenta Herrero mostrar que la llamada “tradición española” (por Menéndez Pelayo) ni es “española” ni es “tradición”.
    Que el problema real se daba entonces entre “absolutismo y derechos humanos”; y que se trataba de reemplazar la “violencia” por métodos “racionales”, lo que equivalía a “reducir a discusión parlamentaria las decisiones políticas” frente al antiguo “poder absoluto del monarca”.
    Pero, junto al monarca, “la nobleza y el clero se organizaban las fuerzas del absolutismo, que fulminaban maldiciones contra esa Razón, el peor de sus enemigos, y contra la burguesía”... los cuales no se expresarán mediante “argumentos racionales” sino mediante “mitos” que apelan a las pasiones de las clases reaccionarias, frustradas por el desafío lanzado a su autoridad por los nuevos principios”.
    El “mito fundamental” contra la Ilustración, según Herrero, era el de la “conspiración universal de las fuerzas del Mal contra el Bien... cuyo último origen es Satán”, conspiración de los “filósofos”, los jansenistas y los masones... Y los medios de tal conspiración serían los movimientos liberales y las democracias parlamentarias.
    Que la creación de esa “mitología reaccionaria” es sin embargo un fenómeno europeo. Que los más importantes “reaccionarios” fueron franceses (Bonald, de Maistre); los cuales aunque históricamente influyeron mucho y “cuyos argumentos sirvieron para apoyar la reacción del Antiguo Régimen”... “defendían un mundo muerto y descompuesto”.
    Y remata sus lindezas, nuestro estudioso, con una frase lapidaria:
    “culturalmente constituyen (aquellos “reaccionarios” franceses) la escoria de su época” pues fueron “eclipsados por los pensadores que han creado la civilización moderna”.

    Es este un libro de cabecera para todo progre que nunca leerá a Menéndez Pelayo, pero sí repetirá tópicos parecidos sobre él.

    Mando esto porque, aunque nos asqueen estos tipos, conviene saber cuáles son las armas del enemigo para poder combatirle mejor. Gracias a libros como éste se hacen patentes muchísimos puntos flacos de la cosmovisión histórica progre-revolucionaria.
    Última edición por Gothico; 10/06/2008 a las 21:27

  2. #2
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    Un ejemplo:
    Así se describe en ese mismo libro progresista la vida académica española a fines del siglo XVIII, citándose a un tal F. Aguilar Piñal:

    “La reforma de los colegios mayores por Carlos III fue la más importante revolución política del siglo XVIII... los colegiales habían formado una casta cerrada que disponía los puestos clave del poder político eclesiástico y cultural... defendiendo los intereses de la aristocracia y el alto clero... las becas, las cátedras, la enseñanza superior,...defensores de la “tradición”... dejando una “penosa huella”: indiferencia al estudio, prestigio del juego y del libertinaje... abuso tras abuso... desprecio a la cultura, “costumbres licenciosas”, “ceremonias frívolas”... formación farisaica... vanidad y presunción inigualables.. con ignorancia pareja a su vanidad...”
    Ahora bien, contra tal “muralla de barbarie”, fruto de la tradición española “que había muerto aplastada por su indolencia, e incompetencia”... se destacaron los “manteístas” que representaban una aspiración al cambio y a la transformación de la vida cultural y política española.
    El manteísta era el estudiante pobre, de las clases medias de la época... la Ilustración encontró en ellos sus más acérrimos partidarios... su influencia pasó a ser enorme bajo Carlos III...”

    Así pues, se está llamando corrupto, ignorante y vicioso a todo el estamento universitario tradicional de la España de fines del siglo XVIII por su “indiferencia al estudio, prestigio del juego y del libertinaje... abuso tras abuso... desprecio a la cultura, “costumbres licenciosas”, “ceremonías frívolas”... formación farisaica... vanidad y presunción inigualables.. con ignorancia pareja a su vanidad...

    Es sorprendente comprobar como el progresismo achaca al estamento clerical y aristocrático los vicios que uno precisamente siempre imaginó en los liberales y progresistas contemporáneos.
    Ahora va a resultar que los ilustrados y progresistas eran virtuosos, castos, humildes sabios y enemigos de los vicios, (incluso sin creer en cielos ni infierno, y sin ningún mandato imperativo de conciencia); los curas y nobles católicos en cambio serían ignorantes y viciosos (a pesar de profesar una religión que los amenazaba con el pecado y el infierno).

    Increíble que un progresista, “farisaicamente”, aparente no tener envidia de aquellos supuestos curas viciosos, cuando el egoísmo barato y licencioso camuflado de filantropía es lo que valora íntimamente todo progresista, (en tanto carece de perspectiva moral y sobrenatural que frene sus impulsos).

    Los tales “manteístas”, por cierto, tenían todo el aspecto de ser los antecedentes del típico político progre contemporáneo, amigo de vivir del cuento, de la demagogia y de la tontería del prójimo
    Última edición por Gothico; 10/06/2008 a las 21:29

  3. #3
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    Re: El pensamiento reaccionario español

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


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