UPyD: por qué una izquierda coherente roba votos a la derecha
La imagen pública de la clase política –y de los cargos públicos en general- a comienzos de 2009 no puede ser más deplorable. Existe una tremenda crisis de liderazgo y más escepticismo.
Desde un juez egomaníaco que no sabe esconder su servilismo para con el gobierno, hasta un "ministro de Justicia" digno de un país bananero, pasando por una oposición cuyos lugares comunes e inoperancia produce náusea, todo ello hace que los españoles, que se supone que viven en un régimen participativo, cada vez contemplen a todos los que ocupan cargos de relevancia simplemente como unos aprovechados. El resultado es que, entre la mediocridad de unos y la corrupción de los otros, nadie sabe qué hacer y por ello se decide permanecer al margen.
Sin embargo aquél que tiene las ideas ligeramente claras tiene más fácil llevarse el gato al agua. Y no por que sea muy listo y porque sepa afrontar las crisis de la época con visión de Estado sino porque, sencillamente, ante el nivel de José Blanco, Soraya Sáez de Santamaría o de Mariano Bermejo, es mucho más fácil destacar.
Este es el caso de la propuesta de Rosa Díez. Hace un par de días, el barómetro del CIS reflejaba que más del 60% de los españoles "ya no cree en la política". Díez y su partido han hecho inmediatamente bandera de ello. Para Díez, "los ciudadanos ya no creen en la política ni en lo que hacemos los políticos. Perdemos todos porque no sólo porque la democracia ha perdido en transparencia y credibilidad, sino porque existe un divorcio entre las preocupaciones de los ciudadanos y lo que hacemos los políticos".
Según Díez, el crecimiento de UPyD nace de la "necesidad" de los ciudadanos de contar con una formación que defienda "la transparencia, la verdad y el mensaje único" en toda España. En referencia a las elecciones autonómicas vascas y gallegas, Rosa Díez cree también que su partido obtendrá buenos resultados porque existe "una gran necesidad política" de una formación "que diga lo mismo en todo el país, ofrezca sus posiciones con argumentos y eleve a categoría política los temas que son una demanda ciudadana".
Es posible que muchos consideren esto una gran aportación pero, lo siento mucho, para mí esto carece del más mínimo interés. Y ello porque la situación de crisis en la que estamos es tan profunda que pensar que "decir lo mismo en todo el territorio" es suficiente para atajar la crisis existencial de la sociedad española es no entender absolutamente nada. Vista la cosa más de cerca, si nos vamos a las propuestas programáticas de UPyD veremos que sus planteamientos pueden suponer solo ligeras diferencias respecto del PP y del PSOE en algunas cuestiones puntuales.
Concretamente, es cierto que hay diferencias en la negativa a afrontar las propuestas absolutamente enloquecidas de los denominados "nacionalistas periféricos", en vez de asumir la blandenguería y el pasteleo político de los últimos gobiernos. Pero si dejamos esto aparte, por lo demás, la propuesta de UPyD no pasa de ser la de un grupo de izquierda moderada consecuente, al modo del SPD alemán o de otras agrupaciones europeas de izquierda, donde no existe el problema secesionista que padecemos. Salvo esto ¿dónde está la diferencia? Pensar que el ideal político es convertir a España en una especie de república francesa o alemana, en la que el Estado tiene las competencias de educación y no se cuestionan los símbolos nacionales significa soslayar algunos problemas que UPyD no puede ver sencillamente porque es parte de ellos.
De hecho, muchos contemplamos a UPyD como una especie de hijo predilecto de lo "políticamente correcto". Lejos de haber empezado, como pretenden, desde abajo, los resultados actuales de UPyD hubieran sido imposibles sin el apoyo decidido de los medios de comunicación. En concreto, Telemadrid, los martes por la noche, es quien realmente ha hecho posible el éxito de Rosa Díez en una comunidad autónoma que no es la suya, mientras que en el País Vasco su fracaso ha sido notorio. Exmarxistas y exprogres reciclados en la clave del fundamentalismo liberal –que muchos creemos que es el corolario lógico de la evolución de ese tipo de ideas-, como Losantos y el director de El Mundo Pedrojota Ramírez, han regalado a UPyD millones de euros en una publicidad gracias a la cual se ha podido lanzar el partido, por medio de entrevistas y reportajes más o menos favorables. Y que conste que no señalo nada deshonesto en ello; tan solo señalo cual es la lógica de las ideas.
Al revés que la impresentable trouppe de políticos al uso y demás mediocres, Rosa Díez ha sido capaz de trasladar a la sociedad un mensaje claro y nítido: la izquierda moderada entiende España como un espacio de derechos homogéneo, en el que el Estado debe detentar aquellos recursos necesarios para garantizar esa unidad. Reconozcamos que esto puede sonar mejor que la balcanización de, por ejemplo, el PNV. Pero nada más. Un paseo superficial por su programa de 2008 nos da sin duda más claves. Si tomamos cinco temas candentes –inmigración, cohesión nacional, educación, economía y política exterior- nos damos cuenta de que en ninguno de ellos UPyD saca demasiado los pies del tiesto respecto de las propuestas clásicas de la izquierda moderada.
Así, UPyD considera la inmigración "un fenómeno positivo" por lo que pretende "mejorar el tratamiento de los inmigrantes extracomunitarios en materia de permisos de trabajo y de residencia; ampliar el cupo de extranjeros a cifras realistas de acuerdo con la oferta de puestos de trabajo" (p. 46). En educación, manifiesta que "apoyamos la asignatura de la Educación para la Ciudadanía (cuyos contenidos deberán ser consensuados dentro del Pacto de Estado por la Educación) y reivindicamos una escuela en cuyo seno no se imparta ninguna religión ni existan signos religiosos" (p. 52). En política exterior, al menos se compromete con una postura distante de la parcialidad y del radicalismo de los liberales españoles y apoya al Cuarteto de Madrid en Oriente Medio.
Sin embargo, tiene clara la apuesta decidida por lo peor de la administración Bush y el servilismo de Aznar, que pretende implicar a España en regiones donde no se dirimen intereses vitales españoles. Así, UPyD busca "reforzar la presencia española en la región de creciente interés geoestratégico (Asia central)" y "reforzar presencia española en Afganistán y clarificar la apuesta aliada de futuro". UPyD cabalga entre dos aguas de una vaga y difusa defensa de los intereses españoles y una defensa del estúpido intervencionismo en regiones donde no se nos ha perdido nada. Para colmo, y en la línea de lo peor de la era Aznar y Zapatero, promueve el "apoyo al proceso de negociación UE-Turquía iniciado en 2005", quizás para que por Europa tengan libertad de movimientos setenta millones de ciudadanos turcos islamizados.
En el ámbito económico, UPyD se asemeja muchísimo más de lo que se cree a los estándares de los grandes partidos. Los lugares comunes de un Rajoy –"competitividad", "flexibilidad laboral", "mejora de infraestructuras", etc-, esgrimidos quizás con otra terminología por Solbes y sus compinches, campan por sus respetos en un programa incapaz de ver la naturaleza casi exclusivamente monetaria de la crisis, el papel de destrucción del tejido manufacturero por la deslocalización promovida y sostenida por políticas estatales suicidas o la relación entre la precarización laboral e inmigración, algo que ellos consideran un fenómeno "positivo".
Es solo en el ámbito de lo nacional donde UPyD destaca ligeramente sobre el resto. No es mucho decir porque mientras que el PSOE ha pactado miserablemente con quienes buscan la destrucción misma del Estado y Aznar hizo lo mismo en su primera legislatura, a causa de su precariedad, y luego se sumergió en la inoperancia más extrema cuando gozaba de mayoría absoluta, Díez no quiere dar su brazo a torcer y se limita a recordar que España es un espacio de derechos para ciudadanos libres e iguales. En la página 4 de su programa afirman que "somos un partido inequívocamente nacional -es decir, comprometido a defender el mismo programa electoral en todos los territorios de España-, transversal y laico". El Estado debe defender los mismos derechos en sanidad, educación, medio ambiente, etc, en todas las partes de su territorio. De acuerdo pero ¿España es solo eso? Para UPyD sí, desde luego. De hecho, afirman que "en España conviven ciudadanos con identidades diversas, sean éstas de tipo ideológico, lingüístico, cultural, territorial, religioso, sexual, etc. Para que esta convivencia en libertad e igualdad sea posible es preciso que las instituciones y las administraciones públicas se abstengan de intentar imponer una determinada identidad, sea de la naturaleza que sea, que vaya más allá de la ciudadanía común, la adhesión a los valores y reglas de la democracia y el cumplimiento de las leyes. De ahí que el laicismo, entendido en este sentido amplio, sea esencial a la regeneración democrática que postulamos" (p. 12).
En resumen, deslocalización de puestos de trabajo –es decir, inmigración- como "valor positivo", modelo económico plagado de reformulaciones de la receta ultraliberal, laicismo beligerante esgrimido como "regeneración democrática", intervencionismo "light" en el exterior y apoyo soterrado a políticas antieuropeas suicidas, como el ingreso de Turquía en la UE. Por último, en lo nacional, reduccionismo burocrático como sustituto del legítimo amor a la patria, a su historia y a su identidad. Me pregunto qué es lo que hay de nuevo en todo esto.
Que un partido como UPyD robe votos a la derecha del PP solo demuestra el desamparo extremo de una franja enorme del electorado y el desarme ideológico de unos electores que contemplan indefensos como el discurso ideológico se desplaza más y más a la izquierda. Por eso, la usurpación del pensamiento conservador perpetrada por los liberales considera que el robo de votos al PP por la derecha, con formaciones simplemente católicas como Alternativa Española, es condenable, pero esa misma fuga de votos hacia la izquierda es tolerable e incluso merece la pena que sea ayudado en forma de reportajes, entrevistas y tertulias televisivas en la COPE o en El Mundo.
Hace unos días un hombre honrado y valiente como Pío Moa manifestaba su intención de votar a UPyD mientras que, en el caso del mencionado partido católico, "no está claro su carácter democrático". Incluso una persona de su valía es prisionero de los tópicos del pensamiento "políticamente correcto" –en realidad la policía del pensamiento de la izquierda- de acuerdo con cuyos cánones un sector ideológico está siempre bajo sospecha, y en la necesidad de justificarse, mientras que, en cambio, parece que el "laicismo" equivale indudablemente a "regeneración democrática" y a una vía para la tolerancia y el progreso.
Hoy día es indudable que mientras, en un espectro ideológico, se ha organizado una eficiente "Guardia Pretoriana" capaz de silenciar a todos los disidentes, en otro campo está por hacer incluso el derecho a existir.
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