Y dijo Chesterton :"Un liberal podría ser definido aproximadamente como un hombre que, si pudiera hacer callar para siempre a todos los que engañan a la humanidad con solo mover su mano en un cuarto a oscuras, no la movería".
De un tiempo a esta parte, me pregunto si el liberalismo no será una mera actualización del pelagianismo. Después de todo, ambas doctrinas comparten un rechazo fundamental a la ortodoxia cristiana, una loable confianza en la capacidad del ser humano para alcanzar la bondad moral, y un mismo origen geográfico, en el suelo de las islas británicas.
Hace algunos días, Felipe Veloso, bloguero del periódico chileno La Tercera, nos contaba que se unía a una red liberal, y caracterizaba a los “conservadores” de la siguiente forma:
La visión totalitaria se basa en el supuesto de que usted es idiota y malintencionado(a). Usted, yo, y el resto de los humanos en general. Si esto es cierto, la solución propuesta es que alguna entidad humana (o ‘representante’ de una divina) nada de idiota y mucho menos malintencionada decidirá por usted todo lo que pudiese parecerle importante. […] El problema es que hay buenas razones para sostener que el supuesto inicial es incorrecto: en general, no somos idiotas ni malintencionados.Que un adulto pueda llegar a esta conclusión habla muy bien de su entorno familiar y de amistades: quien mantenga tal opinión indudablemente creció rodeado de personas cariñosas y de buen corazón, que lo dotaron de una consustancial confianza en la bondad de sus congéneres. Tengo la impresión de que esto es habitual en nuestras sociedades: quienes se educan entre personas honorables y que cumplen su palabra, tienden a creer que el altruismo es la “condición natural” del ser humano, y se hacen liberales.
Incluso el columnista llega a proponer de justificaciones pseudo científicas para esta tendencia, atribuyéndola a la acción invisible de la evolución. Para ser ateos en su mayoría, los liberales tienen una curiosa predilección por las manos invisibles.
Explica don Felipe:
Nuestra especie, comparada a otras, es físicamente muy débil. Sólo gracias a nuestras capacidades de razonar, planificar, cooperar, inventar, entre otras, y depuradas durante muchísimo tiempo, pudimos sobrevivir. El proceso evolutivo por selección natural, si bien no nos dejó como un ‘ejército de Einsteins’ hizo que, en promedio, podamos tomar decisiones razonablemente buenas en lo intelectual. ¿Y la moral? ¿Somos efectivamente malintencionados por naturaleza? No tiene mucho sentido que lo seamos. No la mayoría al menos. Veámoslo en términos de Teoría Evolutiva: por simplicidad, pero sin perder generalidad, imagine que en una población hay dos tipos de personas: los malintencionados y los bienintencionados. Si usted es de los malintencionados, le irá bien (pasará sus alelos o ‘versiones’ de sus genes humanos a la siguiente generación) con mayor probabilidad sólo si los otros malintencionados son pocos. De lo contrario, usted mismo se verá borrado del mapa por ellos. Por otro lado, si usted es bienintencionado, sólo tendrá mejores chances si la mayoría de sus semejantes también lo es y hay reciprocidad en las buenas intenciones.Conclusión: la evolución nos ha hecho inteligentes y morales, en tanto eso es bueno para la preservación de la especie.
¿Lógico? No mucho, en realidad. Es dudoso que la inteligencia sea un factor relevante para la supervivencia de los individuos de una especie, comparado con otros como la cantidad de crías por nacimiento, cuánto demora un organismo en alcanzar su etapa de fertilidad, o contar con garras y dientes adecuados. Si la colaboración es la clave, parece más eficiente la transmisión de imperativos químicos, como ocurre en hormigas y abejas.
Y en cuanto a nuestra conducta ética, si la evolución, con sus imperativos de reproducción y supervivencia, fuera su factor primordial, llegaríamos al absurdo de afirmar que violar a una mujer es un acto meritorio, y usar anticonceptivos, un delito.
En el fondo, decir que las personas, en general son “naturalmente” buenas, no tiene asidero en la realidad. Basta abrir un periódico, conocer la historia de la humanidad u observar cómo se relacionan los niños entre sí, para concluir que la bondad no es uno de nuestros impulsos naturales. Uno diría que más bien todo lo contrario, que se requiere una persona extraordinaria en inteligencia y espíritu para alzarnos por sobre los instintos. Por eso es que sujetos como Ghandi, Martin Luther King Jr. o Teresa de Calcuta son héroes de nuestra cultura.
Más lógico parece suponer que el ser humano, dejado a sus propias capacidades desciende al barbarismo, como lo demostraron los saqueos y disturbios luego del terremoto, en Haití, Concepción en Chile y Nueva Zelandia, todos por igual. Ahí observamos con triste claridad (e incredulidad, para muchos) que, cuando el Estado pierde el recurso a la fuerza para imponer sus normas las personas no se organizan para resguardar el bien común, sino que se ocupan de satisfacer sus necesidades.
“¡Ah!” replican los liberales “es que el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe”
¿Perdón? ¿Quién lo dice? ¿Se ha hecho alguna observación al respecto? ¿o es solo una “opción fundamental"? Y si la sociedad se compone exclusivamente de otros hombres ¿quién corrompió a la sociedad? “¡La religión!” responden, y comienzan a fabular acerca de sacerdotes babilonios y conspiraciones transmilenarias. Es un callejón sin salida de cuentos inventados para justificar una idea.
¿Quieren más pruebas de que no somos naturalmente buenos? Mírennos a nosotros, los abogados: si las personas generalmente respetaran a los demás y sus derechos ¿necesitaríamos tantas leyes, y cada día más? ¿y complejos procedimientos? ¿y cada día más personas especializándose en esos procedimientos? Más simple aún: si decidiéramos sobre nuestra conducta con un mínimo de lógica ¿Cuántas personas morirían al año por conducir en estado de ebriedad?
Cuando se trata de opinar sobre la bondad del ser humanos, la Iglesia tiene una ventaja, que no la tiene ningún centro de estudios, facultad universitaria ni think tank, porque es una ventaja que no proviene de las encuestas, estadísticas, indicadores ni de los paper del último sociólogo. Y no me refiero sólo a la divina doctrina de su fundador, sino especialmente a la confesión. Cuando un clérigo llega a una posición en que es escuchado en estos asuntos, ha pasado incontables horas escuchando las confesiones de miles de anónimos cristianos de las más distintas condiciones sociales y orígenes, personas que sabían que hacían algo malo, aún así lo hicieron y ahora están arrepentidas. Esto se complementa con el trabajo caritativo día a día directamente con los más pobres, con sus luces y sombras, y ambos factores necesariamente le otorgan a la Iglesia una imagen global de la naturaleza humana, a la que ningún grupo académico tiene ni tendrá acceso jamás.
Por eso la Iglesia es experta en humanidad, y por eso condenó el pelagianismo en el S. V.
Insisto: el liberal es loable en su confianza en las personas, ojalá nunca pierda esa inocencia del todo, pero hacer triunfar un principio por sobre la evidencia de la realidad denota fanatismo sobre una doctrina, y es receta para un desastre.
Claro, no se puede decir tal cosa hoy en la arena política, te destruirían con acusaciones de soberbia moral, y de no confiar en la ciudadanía ni en la democracia, y tonterías similares. Pero mientras la subsistencia de mi familia no dependa de la aprobación política, todavía puedo mirar los hechos tal como se presentan a nuestros sentidos, y decir que no puedo ser liberal.
Entonces ¿somo idiotas y malintencionados? No, sólo que tampoco podemos afirmar que seamos naturalmente inteligentes y bondadosos ¿Sólo nos queda ser conservador y totalitario? No, también podemos ser cristianos, pero ese es tema para otra entrada.
La Esfera y la Cruz
Y dijo Chesterton :"Un liberal podría ser definido aproximadamente como un hombre que, si pudiera hacer callar para siempre a todos los que engañan a la humanidad con solo mover su mano en un cuarto a oscuras, no la movería".
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
http://fidesibera.blogspot.com/
Creo que también es de Chesterton la frase: Las ideas revolucionarias son ideas cristianas que se han vuelto locas.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
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