Tras la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212), la ocupación mahometana de la Península quedó circunscrita al recién fundado pocos años después Reino nazarí regido por la dinastía del mismo nombre, que pasaría a ser estado vasallo de la Corona de Castilla. Si no hubiera sido por las luchas intestinas y civiles que asolaron a Castilla, la reconquista de esa parte del territorio español hubiera tenido lugar mucho antes de la campaña de los Reyes Católicos.
De todas formas es éste Reino el que fue incorporado por conquista a la Corona de Castilla como Reino de Granada, conservando su propia identidad al margen de las Andalucías (que sólo están conformadas por los Reinos de Sevilla, Jaén y Córdoba). La progresiva repoblación cristiana y expulsión y/o sofocación de las rebeliones de remanentes mahometanos fueron poco a poco en los años sucesivos a la reconquista granadina pacificando el territorio.
Yo, como granadino, por supuesto me siento identificado con la tradición propia de nuestra tierra, que se remonta en sus orígenes a la cristianización de Elvira y su posterior influencia en la cristianización romana (Concilio del año 300) y visigótica; tradición interrumpida por el paréntesis revolucionario de los sucesivos gobiernos de ocupación mahometana; paréntesis cerrado por los Reyes Católicos, retomando así los granadinos nuestra Tradición, hecho jubiloso el cual celebramos todos los 2 de Enero de cada año (y en contra de los continuos intentos de obstrucción y manipulación de los representantes locales de los partidos lacayos del actual régimen, heredero moral revolucionario del régimen nazarí mahometano).
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