Sé que es muy largo, y también encontraréis cosas con las que estaréis quizás en desacuerdo, pero es otro de esos artículos magníficos.Sólo una cosilla que me ha llamado la atención.El autor en todo momento tiene en cuenta el balance entre cristianos y musulmanes y el incremento de estos últimos por causa de la inmigración, pero, ni en un solo momento se toma en consideración que el problema principal no está en el número de los musulmanes que entran en Europa, ni tampoco en su fertilidad, sino en la nuestra, que es ínfima desde hace décadas.Es algo que me frustra y anonada:¿cómo es posible que un proceso tan viejo ya, tan evidente en sus cifras, y de consecuencias tan devastadoras, pueda ser ignorado incluso por los más 'predispuestos' a tenerlo en cuenta?
http://foro.internetopina.com/showthread.php?t=212
Islam y Cristiandad: la guerra de los mil y un años Para Fukuyama, Huntington y otros autores, nos encontramos ante diversas manifestaciones del choque entre civilizaciones, en concreto, entre la musulmana y la cristiana. Benjamin Barber, por su parte, insiste en que el conflicto civilizacional se está dando exclusivamente entre el yihadismo musulmán más radical y la globalización cultural anglosajona. Unas reflexiones en torno a estas teorías históricas y geopolíticas y un repaso a la realidad del terrorismo islámico, la inmigración masiva de musulmanes a Europa, la persecución sufrida por los cristianos en los países musulmanes y la ciega actitud de muchos intelectuales españoles ante el islam que les lleva a falsificar la historia.
Introducción: la teoría del choque de civilizaciones.
Corría el verano del año de gracia de 1993 y los ecos del entusiasmo por el final de la Guerra Fría y la rotunda victoria del capitalismo anglosajón en su enfrentamiento con el totalitarismo comunista empezaban a apagarse en Occidente. Ya surgían voces que calificaban de "bobada triunfalista" la tesis del final de la historia del ultraliberal Francis Fukuyama, cuando aparecía publicado en la prestigiosa revista norteamericana Foreign Affairs un artículo de enorme resonancia.
Este artículo, titulado entre interrogantes A clash of Civilizations? (¿Un choque de civilizaciones?), ha generado desde entonces más debate y artículos a favor y en contra en el medio académico anglosajón que ningún otro desde que al principio de la Guerra Fría se publicara el clásico artículo sobre la doctrina de la contención nuclear estratégica. En este artículo se afirmaba, en resumidas cuentas, que tras la Guerra Fría entre capitalismo y comunismo se avecinaba una nueva lucha global entre civilización cristiana y civilización islámica.
Ciertamente, la polémica fue muy virulenta. Sirva como botón de muestra decir que el columnista izquierdista Matthew Josephson descalificó la "sofística militarista y brutal" del artículo, llegando a comparar a su autor con Benito Mussolini en una ácida reseña publicada en la revista de opinión norteamericana The Nation. En España los intelectuales de guardia de la llamada caviar gauche se apresuraron a descalificar como "fascistoide" y "maniquea" la tesis que presentaba el artículo. Son los mismos que no dudaron en afirmar, tras el atentado del 11 de Septiembre, que "la culpa es de Dios" (la fe religiosa se sobreentiende) (1) , todo con tal de no identificar al verdadero enemigo (2).
Tras todo este ruido mediático y académico, el autor del artículo de marras, el norteamericano Samuel Philips Huntington, catedrático en la Universidad de Harvard, publicaba tres años después un libro basado en su artículo de Foreign Affairs y con el mismo título, pero ahora suprimiendo los signos de interrogación (3). Lo que había sido una hipótesis se convertía en tesis.
No sin cierta razón. Frente al optimismo naive del señor Fukuyama, apologeta del liberalismo a sueldo del Departamento de Estado que anunciaba cual apóstol el final de la historia y el advenimiento definitivo de una sociedad liberal cuasi-eterna y universal, la nueva teoría geopolítica que exponía el profesor Huntington rezumaba lo que algunos exegetas de izquierda descalificaron como "pesimismo tremendista". A la vista de lo que ha ocurrido después no nos queda más remedio que definirlo como "realismo futurista". Y es que el 11 de Septiembre de 2001 pesa hoy mucho en las conciencias.
Huntington alertaba en su artículo de que la guerra de Bosnia (con un antecedente directo en la guerra de Afganistán entre comunismo soviético y yihadismo wahabí) marcaba el comienzo de un nuevo tipo de conflicto: el civilizacional. Según su análisis, las guerras de nuestra época se darían en las fronteras entre civilizaciones y no en las fronteras nacionales, étnicas o ideológicas dentro de una civilización como había sido la norma durante la Edad Contemporánea (liberalismo vs. tradicionalismo, liberalismo vs. comunismo y fascismo vs. comunismo). Las guerras napoleónicas, la Segunda Guerra mundial y la treintena de guerras localizadas (Corea, Vietnam, guerrillas del Tercer Mundo..) que tuvieron lugar durante Guerra Fría se explicaban de esta forma. Pero no ya los nuevos conflictos.
La lista de ejemplos que ponía el profesor Huntington sobre la mesa era ciertamente convincente: las guerras de la ex.-Yugoslavia (ortodoxos, católicos y musulmanes que comparten filiación étnica y una misma lengua enzarzados en un conflicto brutal por la supervivencia), la guerra del Golfo, la guerra de Cachemira (Islam e Hinduismo enfrentados en el germen de una posible guerra nuclear), el conflicto árabe-israelí (con dos sangrientas Intifadas por medio), la guerra de Chechenia (ortodoxos rusos contra muyahedines musulmanes)...
Hemos dicho que su teoría geopolítica era nueva. Pero esto sólo en parte. En realidad, lo que hizo Huntington fue rescatar las teorías civilizacionales de la historia universal de, entre otros, Oswald Spengler, Arnold Toynbee, Norbert Elias, Christopher Dawson y Max Weber para aplicarlas al mundo posterior a la caída del Muro de Berlín (1989).
Esto en cuanto a la concepción de las civilizaciones como principales unidades inteligibles del conocimiento histórico y a la dialéctica entre ellas como primer motor de la historia. En lo que toca a la idea más polémica del profesor Huntington, el choque civilizacional entre Islam y Cristianismo en tanto que el principal conflicto mundial de nuestro tiempo, tampoco era ésta nueva del todo: Benjamin Barber la había lanzado en un brillante artículo publicado en Marzo de 1992 en la revista The Atlantic titulado "Jihad vs. McWorld".
En realidad, el análisis de Barber resulta ser más ajustado a la verdad, ya que insistía en que el conflicto civilizacional se estaba dando exclusivamente entre el yihadismo musulmán más radical y la globalización cultural anglosajona (el McWorld en su acertada definición: esto es, la no-cultura del consumismo febril, la industria lavadora de cerebros de Hollywood, la música delirante del rock and roll, las drogas, la dieta de hamburguesa y coca-cola, el bombardeo publicitario y la frívola feria de las vanidades del star-system).
Según Barber, la civilización islámica en su conjunto se sentiría agredida en lo más íntimo de su ser por la civilización capitalista anglosajona de corte liberal, es decir, por un pensamiento débil relativista sin Dios con el Dólar por bandera, un mercado global sin alma que exporta pornografía, relativismo moral e irreverencia a raudales sin respeto por ninguna religión.
Por tanto, la definición de Huntington de un conflicto entre Cristianismo e Islam resulta ser inexacta, ya que los dos entes civilizacionales en liza son muy concretos. En efecto, son perfectamente identificables por un lado como el mundialismo de corte W.A.S.P. (white, anglosaxon, protestant), instrumento de dominación global de los Estados Unidos y, por el otro, como el integrismo wahabí, instrumento de dominación de la Umma islámica por parte de Arabia Saudí.
El wahabismo, raíz del yihadismo islámico.
El wahabismo actual tiene su origen en una secta integrista del Islam sunní fundada en el siglo XVIII por Muhammad Ibn Abdel Wahab en Arabia Saudí, país que, tras el acceso al trono de la Casa de Ibn Saud (con inestimable ayuda del Imperio Británico), la ha convertido en su ideología oficial. El "wahabismo", extremadamente rigorista, reclama una interpretación purista del Corán y la aplicación de la Sharia a todos los aspectos de la vida, siendo la doctrina que siguen casi todos los movimientos musulmanes yihadistas-salafistas (a excepción de los de confesión chíita, como el libanés Hizbullah), es decir, aquellos que no dudan en recurrir al terror indiscriminado para imponer el Islam.
El wahabismo yihadista, generosamente financiado por los oligarcas de Arabia Saudí desde la guerra del Yom-Kippur y la crisis del Petróleo del año 1973 (4), tiene ramificaciones en todo el mundo islámico (Talibanes, Al Qaeda, Abu Sayyaf, Hermanos Musulmanes, FIS y GIA argelinos, Yamaa Islamiya, Hamas, Yihad Islámica, muyahedines afganos y chechenos...), teniendo en el punto de mira al Imperio estadounidense, a Israel y a los satélites europeos de éstos.
Pero no nos engañemos: su objetivo final no es otro que es la total destrucción de la Cristiandad, tanto si nos alineamos los católicos con el protestantismo capitalista y el sionismo como si no. El lenguaje que utiliza Ben Laden es bien significativo en esta dirección: habla siempre de los "cruzados", al referirse al Imperio yanqui y sus aliados. Y es que los wahabíes dividen el mundo entre Dar al Islam (la Casa del Islam) y Dar al Harb (la Casa de la guerra). Los países cristianos son para ellos parte de Dar al Harb de la misma forma que nosotros consideramos África "tierra de misión". Con la misma naturalidad.
En cuanto al trato que reciben los cristianos en el corazón del wahabismo, el reino de Arabia Saudí, hay que recordar que son una pequeña minoría de extranjeros (no hay saudíes no musulmanes desde que el propio Mahoma expulsó del país a todos los judíos y cristianos), pero a pesar de su exiguo número no pueden vivir su fe con normalidad. La llamada «policía de costumbres» sigue con celo todos los movimientos de los pocos religiosos católicos que hay en el país, y de los extranjeros que celebran cada semana la Eucaristía. Solo pueden entrar en la capilla los autorizados previamente por el régimen. La policía los tiene registrados en una lista.
Y es que ser testigo de la fe tiene un significado especial en esta teocracia real. En Arabia, el Islam es la única religión oficial y los ciudadanos deben ser musulmanes. La Constitución se basa en el Corán y la Ley en la Sharia. El proselitismo es punible con la cárcel. El Reino saudita prohíbe al clero cristiano entrar en el país. Hay en torno a 500 personas encarceladas en el Reino saudí por hacer apología de su fe cristiana. La exhibición pública de rosarios, biblias y otros signos de la Fe cristiana está prohibida, así como su entrada en el país.
La conversión de un musulmán a otra religión es considerada apostasía, castigable con la muerte si el acusado no se arrepiente. Los no musulmanes que realizan una actividad religiosa abierta que atrae la atención oficial corren el riesgo del arresto y la deportación. «Yo la denomino una «Iglesia de catacumbas» - afirma un diplomático católico -. Cuando nos preguntan qué estamos haciendo, decimos que el embajador ha organizado una reunión para los compatriotas» (La Razón, 20-2-02).
En definitiva, sin exagerar podemos afirmar que el Islam es un proyecto totalitario no menos peligroso para los católicos que lo fuera el Comunismo en su día. En este sentido, el padre jesuita egipcio Samir Khalil Samir, especialista en Islam y profesor de Teología Oriental en Beirut, afirmaba en una reciente entrevista (La Razón, 4-12-02) que "El Islam no es una religión; es un proyecto socio-político de base religiosa.... desde hace treinta años el Islam se ha radicalizado... desde 1973, cuando subió el precio del petróleo". Advertía también que "de Arabia Saudí sale todo: decenas de miles de mezquitas se han construido por todo el mundo con el dinero que Arabia obtiene de la venta del petróleo, y al frente de cada una colocan a un imán de esa tendencia. Por eso en Europa el Islam es tan duro: porque mandan a los imanes formados por los wahabitas".
En la última década, derrumbado el Comunismo ateo, el integrismo islámico se ha extendido en Rusia, con más de 100.000 seguidores del radicalismo «wahabí», según ha advertido el líder musulmán moderado Talgat Tayuddín. Este gran «mufti» (líder espiritual de los musulmanes rusos y de la Comunidad de Estados Independientes) dijo en Diciembre (agencia Efe, 11-12-02) en un foro celebrado en Ufá, capital de la república rusa de Bashkiria, que la expansión del Islam radical en este país es «alarmante».
Según Tayuddín, en Rusia hay más de 100.000 seguidores del «wahabismo». En efecto, según los líderes religiosos de 29 regiones de Rusia que participaron en el foro de Ufá, ese número de «wahabíes» es muy grande en una población musulmana que en este país ronda entre los 12 y los 20 millones de personas. Tayuddín explicó que el fin último de los «wahabíes» es «la destrucción de gentes de todas las creencias». Según el gran «mufti», «los líderes 'wahabíes' aprovechan que en Rusia no ha habido una ideología estatal en los últimos años siendo este espacio ocupado por el integrismo».
El conflicto entre religiones es unilateral: no hay agresión cristiana.
Sin duda alguna, el Cristianismo y más en particular el catolicismo, no ha iniciado agresión o Cruzada alguna contra el Islam en los tres últimos siglos. Esto es algo indiscutible. Aún más, el Papa ha condenado repetidamente la agresión israelí contra el pueblo palestino (con miles de cristianos en su seno)(5) y hace bien poco (13-1-03) ha sido inequívoco alzando su voz insobornable en denuncia del proyecto imperialista norteamericano de "guerra preventiva" contra Iraq.
El interés de los católicos por la salvación de Iraq, tierra de Abraham, ha llegado hasta el punto de enviar a Bagdad (21-11-02) las reliquias de Santa Teresita de Lisieux a Bagdad como signo de paz y hermanamiento con la Iglesia mártir de rito caldeo (casi medio millón de fieles, pero en continuo decrecimiento: unos 60.000 han huido a Europa y casi 170.000 a los EEUU). Este bello gesto se corresponde con el hecho de que es precisamente en Iraq, objetivo ahora prioritario de los halcones del Pentágono, donde menos se persigue a los cristianos de entre los países del Golfo según constata un experto como el cristiano libanés Camille Eid (agencia Zenit, 11-9-02).
La verdad es que en el mundo islámico no se puede hacer otro proselitismo que el del Corán, y dar testimonio abierto de Nuestro Señor Jesucristo supone una intolerable provocación que las autoridades no están dispuestas a permitir. En realidad, la mayor parte de los misioneros que actúan en tierras islámicas, padres blancos y jesuitas sobre todo, tienen exquisito celo a la hora de evitar hacer proselitismo cristiano (algunos pensamos que incluso demasiado "celo") en aras de la "convivencia pacífica de las religiones" (un eufemismo que implica que no les pasen a cuchillo). Y es que, cuando algún religioso católico "osa" convertir a un musulmán a la verdadera Fe, como en el reciente caso del capuchino italiano Roberto Ferrari y un joven turco, éste sufre represalias de inmediato. Incluso, en un país laicista como Turquía, cuyas autoridades han retirado el pasaporte al padre capuchino y le impiden salir del país (agencia Zenit, 13-1-03).
Es más, este exquisito cuidado en no molestar a los hermanos musulmanes alcanza a ciertos organismos eclesiásticos, los mismos que suelen vigilar cualquier exceso de intolerancia por parte de sus propios correligionarios. Eulogio López sacaba a colación en el confidencial digital Hispanidad.com las declaraciones de un obispo que ejerce su función en un país predominantemente islámico, donde los sacerdotes y religiosos católicos se cuidan mucho de no salir a la calle si no resulta estrictamente necesario. El obispo argelino afirmaba la siguiente barbaridad (incompatible con el docete omnes gentes de Nuestro Señor): "un jefe religioso musulmán me preguntaba sobre uno de esos pequeños grupos de propaganda cristiana que han llegado también a Argelia: '¿Por qué son tan agresivos contra nosotros?'. Lo son también contra nosotros -le respondí-, porque piensan que el don de Dios es sólo para ellos, y que los demás son indignos, a no ser que acepten estar con ellos. Así comienza el fanatismo (sic)".
En Argelia en concreto, hablar de fanatismo cristiano es como un mal chiste, con el terrible GIA suelto por los caminos buscando a quien degollar. El mismo monseñor nos habla de uno de sus predecesores, quien, en nombre de la tolerancia, llegó a prohibir también durante un tiempo los bautizos de los conversos, "hasta que este sacramento no fuera el fruto de la familiaridad de los misioneros con el pueblo".
El derrotismo católico del que nos hablara Rafael Gambra no ha hecho mella solo en España, me temo. No me cabe duda de las buenas intenciones de los misioneros que acuden a los países islámicos a practicar, con espíritu ecuménico, un fraternal "diálogo entre religiones" en el cual está prohibido mencionar que Cristo es el Hijo Único de Dios, que Él es el "Camino, la Verdad y la Vida" y que, por consiguiente, Mahoma sólo puede ser un falso profeta. Del mismo modo, no albergo dudas sobre la sinceridad evangélica de aquellos sacerdotes españoles que acogen a los inmigrantes musulmanes en sus parroquias y les prestan todo tipo de ayuda e incluso les permiten utilizar las dependencias parroquiales para sus reuniones y ritos.
Con todo, no puedo evitar acordarme de las pautas de actuación de la Iglesia española e hispanoamericana frente a la Teología de la Liberación y la subrepticia penetración marxista en los años 70. Cuando una mal entendida caridad evangélica llega a amenazar la supervivencia del verdadero culto cristiano en una nación, se convierte en traición al Cuerpo Místico de Cristo.
El ideólogo de este derrotismo católico frente al Islam de los inmigrantes, no podía ser otro, es el gurú hereje de Somos Iglesia, Enrique Miret Magdalena. Este seudo-teólogo escribía en El País (9-7-02) que el Islam es "la religión de la Razón y de la ciencia", afirmando que, frente a la masiva presencia de inmigrantes musulmanes en España, la Iglesia Católica debía despojarse de "ideas, costumbres y prácticas poco en consonancia con lo que resulta esencial por nuestro origen cooperador y tolerante inscrito en el Evangelio" y terminaba preguntándose: "¿aprenderán los españoles, obispos, clero, políticos y ciudadanos todo esto ante el reto intercultural e interreligioso que aporta la inmigración?"
Es ésta la teoría de la rendición cristiana, de la renuncia a la propia identidad confesional en aras de la convivencia con quienes no están dispuestos a renunciar a un ápice de sus creencias. Precisamente a lo largo del mes pasado, el historiador judío Daniel Goldhagen, autor de un libro infame y mendaz sobre el Holocausto y la Iglesia, solicitaba con descaro en entrevistas hechas por varios periódicos españoles que se suprimieran aquellos pasajes del Nuevo Testamento de contenido "antisemita" (sic).
Habrá católicos irenistas que quizá piensen que toda concesión a nuestros enemigos es poca en nombre del "al que te golpee ofrécele la otra mejilla". Ahora bien, ¿porqué renunciar a Santiago Matamoros o al Santo Niño de la Guardia cuando en el Corán se afirma que la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es una estafa y en el Talmud se blasfema repetidamente contra la Santa Madre de Dios? Que empiecen ellos.
Sea como fuere, lo que queda claro en cualquier caso es que no se puede hablar razonablemente de agresión cristiana contra el Islam. Incluso, cabe afirmar a la luz de la historia que las Cruzadas y la Reconquista fueron guerras estrictamente defensivas, ya que los territorios en disputa habían sido cristianos con anterioridad. Así, por lo menos, justificaron decenas de Pontífices las bulas de Cruzada que expidieron como Vicarios de Cristo. En el caso de la Cruzada Hierosolimitana, además se daba la circunstancia de que las agresiones del califato fatimí y de los selyuquíes contra los peregrinos y la propia destrucción del Santo Sepulcro habían hecho necesaria la convocatoria de una peregrinación para preservar el libre ejercicio del culto cristiano en Tierra Santa.
Por todo ello, cuando el profesor Huntington plantea el choque de civilizaciones identificando las civilizaciones con las grandes religiones tiene razón desde el punto histórico ya que todas las grandes civilizaciones han sido hijas de religiones salvíficas pero manipula la realidad desde el punto de vista del análisis del presente, de la geopolítica actual. No hay guerra desde el lado del Cristianismo. Ésta es una guerra entre el Islam wahabí y el Imperio USA, anglosajón, capitalista, protestante y sionista. Los católicos simplemente nos encontramos inmersos, sin quererlo, en medio de esta guerra. Y sufriremos las consecuencias de ella, ya que la Cristiandad católica no acaba de reaccionar a la agresión que sufre por ambos lados. Sanguinaria y evidente por el lado del yihadismo wahabí, sutil y difamatoria por el lado del cine y los medios de comunicación WASP.
Las agresiones del yihadismo a los cristianos: anuncio de una Persecución.
Por otro lado, si pasamos revista brevemente a las últimas agresiones de que los cristianos han sido objeto a lo largo y ancho del mundo islámico, comprobaremos que se ha desatado una persecución abierta contra la Fe de Cristo desde el Atlántico al Índico. Un somero repaso de los hechos, del que excluiremos aquellos atentados como el de Bali no dirigidos específicamente contra cristianos, habla por sí solo.
Durante los disturbios promovidos en Nigeria por los integristas islámicos para protestar contra la celebración del concurso de "Miss Mundo", la turba apaleó y quemó vivo en Kaduna a un anciano sacerdote católico, el padre James Iyere, además de quemar su parroquia (La Razón, 2-12-02).
En la Primavera del pasado año, catorce cristianos resultaron muertos en Indonesia a manos de un grupo musulmán. Fundamentalistas musulmanes que no estaban dispuestos a reconocer el acuerdo firmado bajo los auspicios del gobierno central de Yakarta, arrasaron el barrio cristiano de Ambon, asesinando a todo aquel que no pudo huir, por ejemplo, a cuatro niños. A causa de los enfrentamientos entre el agresivo Islam indonesio y las comunidades minoritarias cristiana y budista, en tres años han muerto 5.000 personas en el archipiélago de Las Molucas. A los que hay que añadir los muertos durante la guerra de independencia del católico Timor Oriental. Los asesinos han sido en un 99% de los casos integristas islámicos y los asesinados cristianos.
Al menos una persona murió y 17 resultaron heridas el 20 de Octubre de este año en Zamboanga, capital de la sureña isla filipina de Mindanao, al hacer explosión una bomba colocada por integristas islámicos de Abu Sayyaf (que quiere convertir Mindanao en una república islámica) en un ciclotaxi aparcado junto a una de las puertas del Fuerte Pilar, un santuario católico al que acuden numerosos creyentes. Éste era el segundo atentado en cuatro días que sufría Zamboanga, una ciudad predominantemente católica. Pocos días antes habían sido asesinadas siete personas y más de un centenar resultaron heridas al estallar dos artefactos explosivos en un centro comercial.
En el Pakistán del general Musharraf, presunto aliado de Occidente, la hostilidad al Cristianismo (un 3% de la población) ha alcanzado últimamente cotas nunca vistas. En Octubre del 2001, 16 cristianos murieron en un ataque a una iglesia en Bahawalpur. En Marzo del 2002, un ataque con granadas causó cinco muertos en una iglesia protestante de Islamabad. En Agosto, unos pistoleros encapuchados entraban en un colegio para hijos de misioneros cristianos en Islamabad y abrían fuego de forma indiscriminada, asesinando a seis empleados paquistaníes del centro. De forma milagrosa ninguno de los 146 niños que asistían a clase resultaron heridos (El País, 6-8-02).
Según informaba el periódico italiano Il Giornale (27-12-2002), tres víctimas inocentes de seis, diez y quince años murieron en Diciembre un atentado contra una iglesia protestante de Chianwala, una aldea del Punjab, en el Pakistán meridional. Dos terroristas lanzaron granadas dentro de la iglesia en el día de Navidad provocando las tres víctimas e hiriendo a 13 personas. La policía detuvo a seis personas inclusive un imán y su hijo. El imán Afzar, acusado de ser instigador del atentado, tres días antes había sido detenido en la mezquita en el mismo distrito de la iglesia protestante por una violenta arenga en la que habría dicho: "Es obligación de todo buen musulmán matar a los cristianos". Alguien, desgraciadamente, se lo tomó muy en serio.
También en Pakistán varios cristianos, incluidos niños, se han enfrentado en los últimos años a la pena capital tras ser denunciados por sus vecinos por blasfemia. Solo las presiones internacionales les salvaron la vida, como en el caso del joven Ayub Masih, condenado a muerte el 27 de Abril de 1998 y torturado repetidas veces según denunció la plataforma Hazte Oír.
A finales del año pasado se produjeron dos atentados sucesivos contra misioneros protestantes norteamericanos en el mundo árabe: una misionera-enfermera de confesión evangélica moría asesinada a tiros en Sidón (Líbano) en Noviembre (El País, 22-11-02) y en Diciembre entraba en un hospital de misioneros baptistas en Yemen un joven entrenado en Afganistán y asesinaba a dos misioneras y un misionero norteamericanos. Al ser detenido declaró que "había disparado a los misioneros cristianos para estar más cerca de Alá" (El Mundo, 31-12-02).
En Iraq, el padre Philippe Hilai y una anciana religiosa de 70 años, ambos católicos de nacionalidad iraquí, fueron brutalmente asesinados en Bagdad en Agosto del pasado año. Su dinero fue encontrado intacto, lo que probaría la motivación religiosa del ataque. Además, la oposición kurda denunció que el importante teólogo católico iraquí Yusef Hebbi había sido asesinado en Octubre del 2000 por las autoridades iraquíes (ABC, 31-8-02).
En Sudán, la guerra de exterminio lanzada por los fundamentalistas islámicos contra las tribus cristianas (cinco millones de católicos y protestantes) y animistas del sur ha ocasionado hasta el momento casi dos millones de muertos y cuatro millones de desplazados. Bombardeos, deportaciones en masa, torturas, violaciones de niñas, venta de esclavos (La Razón, 4-12-02), es algo que allí sucede a diario, aunque nadie parece querer darse por enterado en Europa.
Monseñor Macram Max Gassis, obispo de El Obeid (Sudán) confirmó en Diciembre en los micrófonos de Radio Vaticana los bombardeos sistemáticos perpetrados contra los civiles «para intimidarles y expulsarles de su tierra. Ocurría en los montes Nuba --relataba el prelado--, para empujar a la gente hacia la zona gubernativa, donde mujeres y niños fueron utilizados por la milicia islámica como esclavos y las mujeres como instrumento de placer». Además «siempre se produjeron ataques por tierra contra las iglesias y capillas».
De acuerdo con el obispo de El Obeid, numerosos cristianos aceptaron morir como testigos del amor de Jesucristo: «Son muchos los mártires desconocidos», afirma. Hay muchos ejemplos de ello, como Agostino Nur, uno de los primeros catequistas. «Fue capturado -recordaba el prelado--. Al principio intentaron convencerle por las buenas de renunciar a su fe. Después empezaron a insultarle y luego le torturaron. Sobrevivió, pero hace dos años le asesinaron».
Hubo más torturas entre los catequistas, pero «atacando a nuestros ancianos, empezaron a atemorizar verdaderamente a la población diciendo: "si queréis vivir, debéis ser musulmanes". Esto ocurrió y sigue sucediendo en algunas regiones de Sudán», denunció (agencia Zenit, 24-12-02). Y en la vecina Libia, presuntamente laica bajo el régimen del coronel Gadafi, catorce estudiantes de la Universidad Nasser de Trípoli, convertidos al cristianismo, viven pendientes de un juicio por apostasía (La Razón, 6-11-02).
Con todo, la amenaza islámica contra la Cristiandad no se limita a los países de mayoría musulmana. Ha llegado incluso a los países europeos, donde la inmigración masiva está siendo el vehículo de penetración del yihadismo wahabí en el propio corazón de la Catolicidad. No hay que olvidar que fue en las mezquitas de Londres, París, Hamburgo y Madrid donde se planeó el mega-atentado del 11 de Septiembre.
De este modo, sabemos que en Enero de 1995, durante la visita del Santo Padre a Manila, uno de los líderes de Al Qaeda, el kuwaití Jaled Sheij Mohamed, tramó su asesinato mediante una bomba escondida en el parque donde Juan Pablo II iba a oficiar una misa multitudinaria. También se ha descubierto recientemente un intento por parte de una célula terrorista islámica de hacer volar la catedral de Notre Dame de París (agencia ACI, 27-12-02) y en Otoño del año pasado la policía italiana desarticuló un comando que quería envenenar el suministro de agua de la Ciudad Eterna. También el año pasado, la policía italiana impidió que un comando de Al Qaeda encabezado por Amsa el libio perpetrara un atentado contra la bella basílica de San Petronio de Bolonia, templo del Quatrocento que querían aniquilar por exhibir un fresco medieval de Giovanni da Modena en el que se representa a Mahoma sufriendo los suplicios del Infierno.
El problema de la inmigración musulmana en Europa.
Los medios de comunicación españoles han abordado estos meses otro feo asunto, tan polémico como novedoso en nuestra patria. El problema de la adaptación de los emigrantes musulmanes al respeto de los derechos humanos de inspiración cristiana de la civilización occidental. Cuestiones como la ablación del clítoris de las niñas o su venta disfrazada de contrato matrimonial han ocupado la atención de los periodistas. El Gobierno ha decidido hace unos días, con años de retraso, penalizar estas prácticas.
Ahora bien, en el resto de Europa este tema no resulta ser tan novedoso. Ni mucho menos. Allá por los noventa, tuvieron lugar en Francia y el Reino Unido varios juicios y condenas por ablación de clítoris litúrgicas: esa práctica nefanda de una tradición musulmana consistente en amputar el clítoris de la mujer, como condición de paso a la plenitud adulta.
Los padres de las niñas mutiladas en Francia y el Reino Unido, al igual que los padres, ahora, de las niñas marroquíes vendidas en España al mejor postor, no hicieron sino preservar una norma religiosa. Como buenos musulmanes. Que leyes de infieles se inmiscuyan en sus creencias les resulta ya un insulto; que se les castigue con penas de prisión muy severas es para ellos blasfemo.
La Unión de Comunidades Islámicas (UCIDE) de España ha exigido a lo largo del año pasado el cumplimiento íntegro de la aberración que aprobó el PSOE en 1992 y ratificó en 1996: la que protege, en los centros docentes públicos, la enseñanza coránica. Bajo financiación exclusiva del Estado. Bajo control, por supuesto, exclusivo de las jerarquías islámicas: «Hemos trabajado día y noche para formar a más de 180 profesionales, que están preparados para impartir clases en toda España», anuncian. Lo que no dicen es que la mayor parte de los imanes que predican en nuestra patria son de formación saudí, es decir, de línea wahabí.
Con cargo a nuestros impuestos, se impartirá enseñanza inequívocamente delictiva y abiertamente contraria a Jesucristo. Eso se llama incitación al delito continuado, pues delito es la ablación, delito es la venta de niñas y delito es la incitación a la violencia. La pagarán nuestros impuestos de contribuyentes católicos. Financiamos la yihad y no nos enteramos.
El antes mencionado sabio jesuita Khalil Samir nos ha prevenido contra las consecuencias del irenismo católico frente al Islam: "Es por la pérdida de identidad de Occidente. Los musulmanes llegan con una fuerte identidad, y ven que Europa tiene una identidad débil: aquí se dice que todas las religiones valen lo mismo; que todas las culturas son similares... Ven que es la ocasión propicia para difundir el Islam, porque los europeos no creen en nada. Occidente tiene que recuperar una identidad fuerte, pero entonces te llaman fascista. En Occidente, cuando los islámicos han conseguido una reivindicación, se detienen, y al poco tiempo dan un paso más. En España comenzarán pidiendo que se les reconozca tener un descanso en el trabajo para poder rezar. Después, que el viernes se tome como el domingo. Cuando han conseguido algo, ya no hay marcha atrás".
Ante todo hay que preguntarse qué es lo que nos dice nuestra Santa Madre Iglesia en relación a este problema acuciante de nuestro tiempo, la amenaza yihadista que utiliza la inmigración masiva desde países islámicos como caballo de Troya. "La Iglesia reconoce a todo hombre el derecho a emigrar", nos dice el Papa, pero "desde luego, el ejercicio de ese derecho ha de ser reglamentado, porque una aplicación indiscriminada ocasionaría daño y perjuicio al bien común de las comunidades que acogen al inmigrante"(6).
De lo que se deduce que, en atención al bien común, resulta lícito a una nación católica receptora de inmigrantes reglamentar y discriminar la acogida de los mismos. En otro mensaje el Papa afirma: "Por lo que se refiere a las características culturales que los emigrantes llevan consigo, han de ser respetadas y acogidas, en la medida en que no se contraponen a los valores éticos universales, ínsitos en la ley natural, y a los derechos humanos fundamentales". En consecuencia, si las características culturales y religiosas de los emigrantes se contraponen a los valores morales universales, inscritos en la Ley Natural, y a los derechos humanos fundamentales, esas características culturales no pueden ser respetadas ni sus portadores acogidos.
En esta misma línea, desde la Granada convertida en cabeza de puente de la yihad que ansía recuperar Al Andalus (Ben Laden dixit), el arzobispo de Granada, monseñor Cañizares (ahora primado de España), hombre diplomático pero valiente, advirtió en Mayo a los agarenos y sus cómplices de la Izquierda: "nuestra cultura con todas sus raíces cristianas y con todos sus frutos y valores ha de ser respetada; lo contrario sería una agresión a nuestro pueblo y una terrible e injusta pérdida e intromisión" (La Razón, 29-5-02).
Demasiado bien lo sabe él. A diario podía ver en el Albaicín, lugar de concentración de la morisma y de sus marionetas los renegados (verbigracia: españoles convertidos a la mahometana pravitas), como la insolencia musulmana va en aumento. De hecho, es bien sabido que los conversos al Islam españoles (millares de apóstatas de nuestra Santa Fe católica) tienen instrucciones de irse a vivir a Granada y Córdoba (donde este verano un grupo de conversos intentó profanar la catedral con sus rezos mahometanos para así ir deslizando la idea de compartirla con la Iglesia Católica: fue necesario que el servicio de seguridad les expulsara).
Acaso fuera oportuno empezar a discutirlo (si es que hay algo que discutir) cuando nos devuelvan a los cristianos la basílica de Santa Sofía de Constantinopla o la de San Juan Bautista de Damasco (recientemente visitada por el Papa) y tantas otras iglesias hoy convertidas en mezquitas. No hay que olvidar que la mitad de los países islámicos fueron antes países profundamente cristianos, cuna de Santos Padres de la Iglesia (San Agustín, San Cipriano, San Juan Damasceno, San Atanasio y un largo etcétera), sedes de patriarcados como Antioquia, Alejandría y Constantinopla. Tierras bautizadas en Cristo mucho antes que naciones como Inglaterra, Alemania, Suecia o Polonia, tierras conquistadas a sangre y fuego por la Guerra Santa mahometana en los siglos VII y VIII.
En la misma idea que monseñor Cañizares ha insistido el arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, cuando se ha referido recientemente a la actual presencia en España de distintas religiones que pudieran en el futuro «provocar amenazas a la convivencia o confusión» si se llegan a radicalizar (Levante, 24-10-02). Monseñor García-Gasco realizo estas declaraciones en la apertura de curso de la Fundación diocesana Edetania, en el salón de la escuela de Magisterio de Godella, ante un nutrido grupo de futuros maestros. Espero que hayan tomado nota.
Más rotundos que monseñor García-Gasco han sido dos obispos del Este de Europa, una región que sufre, al igual que España, las consecuencias de ser frontera de la Cristiandad. El arzobispo de Sarajevo, cardenal Vinko Puljic, recordaba a los obispos europeos en un congreso organizado en Otoño en su ciudad que "Europa no conoce todavía el Islam" (agencia Zenit, 25-10-02). Se refería, claro está, a la amenaza que éste puede representar, denunciando que países como Irán, Arabia Saudita y Malasia financian en Bosnia la construcción de mezquitas y escuelas coránicas, la difusión de propaganda anticristiana e impiden que la ayuda humanitaria que envían llegue a manos no-musulmanas. Además, las autoridades municipales de Sarajevo (musulmanes), han imitado a los comunistas e impiden la edificación de nuevos templos cristianos.
Por su parte, el obispo austriaco de Sankt Polten, Monseñor Kurt Krenn, denunciaba en Octubre del año pasado que Austria "sufre el tercer asedio turco" (en referencia a los dos asedios que Viena sufrió en los siglos XVI y XVII a manos de los otomanos), avisando a los incautos de que el Islam está lidiando con el catolicismo por convertirse en la religión mayoritaria en ese país centroeuropeo (agencia ACI, 29-10-02). A día de hoy, ya hay tantos musulmanes como protestantes en Austria (en torno al 4% de la población).
Otro ejemplo de la estrategia yihadista lo encontramos en la candente cuestión de la construcción de mezquitas en países nominalmente cristianos. Mezquitas que algunos quisieran ver financiadas por las arcas públicas con el pretexto de que así se evita que el dinero saudí las llene de imanes fundamentalistas. En esta dirección, el influyente diario francés de izquierdas Le Monde, celoso guardián de la separación Iglesia-Estado que consagró en Francia la Ley de 1905 (condenada en su día por la Santa Sede), abogaba en un titular a cuatro columnas en su portada del 18 de Enero por la financiación pública de la construcción de nuevas mezquitas. Los más de cuatro millones de musulmanes franceses habrán saludado con alborozo esta propuesta, que les situaría como la única religión financiada por la ultra-laica República francesa, para el cual hasta la Navidad es una fiesta sospechosa.
En nuestra patria, la agria disputa en torno a la erección de una mezquita en la localidad catalana de Premià de Mar ha provocado recientemente un zafarrancho de combate en el progresismo bienpensante (con El País y Tele 5 a la cabeza) en defensa de las libertades religiosas de los musulmanes inmigrantes. Lo cierto es que ya hay en España 450 mezquitas, 150 de ellas en el principado de Cataluña (ABC, 19-1-03), tierra que se está descristianizando a ojos vista, aún más rápido que el resto de España de atender a las últimas estadísticas de fieles católicos. Un horizonte de mayoría de practicantes musulmanes en Cataluña no queda tan lejano (son el 43% de la población inmigrante). En la actual Inglaterra descristianizada los musulmanes ya casi han superado a los anglicanos en número de practicantes (casi nadie asiste allí a misa).
Un árabe católico como el jesuita Samir Khalil nos advierte, de nuevo, contra ingenuas equiparaciones de una mezquita con una iglesia: "La mezquita no solo es lugar de oración, sino, y principalmente, lugar donde se discuten, se toman y se imponen las consignas sociales y políticas a los "creyentes" musulmanes, que antes que sentirse miembros de la sociedad del país que le acoge son seguidores de un credo opuesto a los valores de las sociedades occidentales. Cuando se discute acerca de la posibilidad de construir una mezquita o de conceder terrenos para el mismo fin, es necesario no dar por supuesto el conocimiento del objeto de la discusión. La mezquita no es una iglesia musulmana, tiene sus funciones y sus normas. Hay una tendencia debida a la ignorancia del otro, a pensar que, en definitiva, el otro es más o menos idéntico a mí, o al menos parecido. En cambio tenemos que reconocer al otro como distinto, si no queremos admitirlo mentalmente. Por lo tanto, para entender lo que es una mezquita, hay que dirigir la mirada al Islam".
"Permitir a los musulmanes - prosigue el padre jesuita - tener lugares de oración en Occidente se da por supuesto. Sería con mucha probabilidad más conforme al contexto sociológico de los inmigrantes tener musallâs, esto es, "capillas" donde podrían reunirse para rezar. También les saldrían más baratas. La mezquita, en tanto que centro socio-político-cultural musulmán, no puede entrar en la categoría de lugares de culto. Necesita ser examinada como tal. A la pública administración compete estudiar cómo ejercer un cierto control sobre tales centros, vista la función política que asumieron en la tradición islámica.... Teniendo en cuenta la tradición musulmana de no distinguir religión, tradiciones, cultura, vida social y política, es importante que los responsables se informen bien para poner en práctica estas distinciones y estén muy atentos a no alentar la politización (bajo cualquier forma) de los grupos de emigrados (sean o no sean musulmanes)".
Las lecciones de la historia sobre el Islam.
Con la Cristiandad árabe, mártir y en trance de desaparición, siempre presente en nuestros corazones a modo de advertencia, los españoles debemos resistir y no ceder un milímetro frente a las pretensiones yihadistas, secundadas por los rebuznos de los tontos útiles de la progresía anticlerical cuyo gurú para asuntos islámicos es el ínclito Juan Goytisolo, empeñado siempre en demostrar cuán maravilloso y refinado fue el Islam andalusí y qué gran lástima fue que los "intolerantes" cristianos acabaran con él.
Hay gente que no sabe o ha olvidado las lecciones de la historia. Hay gente que no sabe o ha olvidado que en España hemos estado ocho siglos en guerra (diez si añadimos la lucha contra el Turco) con el Islam. Una larga y cruel guerra por la supervivencia que, por mucho que se construyan floridos discursos sobre el nada inocente mito de la convivencia de las tres culturas, ha dejado una huella tan profunda en nuestro subconsciente colectivo como en nuestro paisaje y toponimia, erizados de castillos de frontera y de nombres árabes.
Hay tanto odium fidei, anticlericalismo e ignorancia en la mayor parte de nuestros intelectuales y periodistas que se ha hecho lugar común ensalzar de forma acrítica nuestro pasado islámico y judío para denostar a continuación como "intolerante", "oscurantista" y "cavernario" nuestro pasado cristiano, que en nada les va a la zaga y, a partir del siglo XIII les supera culturalmente. Estos intelectuales, con anteojos de color rojo (o rosa últimamente), critican a la Cristiandad medieval y moderna por cosas que compartía punto por punto con el Islam medieval y moderno, verbigracia la religiosidad extrema, la guerra santa, la Inquisición, la posición de inferioridad social de las mujeres, la teocracia... aspectos todos que en el mundo islámico estaban más acentuados que en Occidente.
Alaban, en cambio, a los poetas islámicos sibaritas que ponderaban en sus versos el vino, la molicie, el indiferentismo y las mujeres, olvidando que eso iba contra el Islam, que no era algo propio de su modo de vida sino opuesto a él. Y es que, como sabe todo arabista honesto, ni el andalusí Ibn Hazm ni el persa Omar Khayyam representan la civilización islámica sino sus anomalías, del mismo modo que ni el lascivo arcipreste de Hita ni el procaz Fernando de Rojas encarnan precisamente la civilización católica.
Hay un Islam medieval bello y sugerente, lleno de misticismo, amor al Altísimo y fuerza lírica. Es el Islam de los sufíes y de los sabios, de Ibn Arabi y Al Ghazali, de Avicena y Avempace. Pero este Islam, lleno de devoción religiosa, no les gusta a los exegetas "progres" que sirven al gran público una versión plastificada y prefabricada de Al Andalus. Homosexuales, hedonistas, ateos y feministas ponderan en novelas carmesíes "a lo Antonio Gala" la "gloriosa" civilización islámica de la España medieval obviando el hecho innegable del destino terrible que esa misma civilización reservaba por igual a mujeres "liberadas", descreídos y adeptos del sexo invertido.
Se deshacen en elogios sin medida sobre los jardines y las fuentes de la Andalucía islámica, de sus palacios y mujeres, como si en la España cristiana todo hubieran sido montañas agrestes, guerreros barbudos ejerciendo el derecho de pernada (falsedad probada: nunca existió tal cosa en España), curas ignorantes (olvidando que la Escuela de Traductores de Toledo y las universidades de Palencia, Salamanca, Lérida y Alcalá son creación de la Iglesia) y mujeres embutidas en cinturones de castidad (otro mito falso, por supuesto).
Arabistas españoles a los que su admiración por la civilización objeto de sus estudios no ha nublado la razón, tales como Asín Palacios, Emilio García Gómez, Miguel Cruz Hernández y Serafín Fanjul, han denunciado esta manipulación de la historia operada por algunos historiadores de la progresía. Este último ha dedicado a la cuestión un libro imprescindible (Al Andalus contra España) donde señala lo siguiente: nosotros, arabistas, no podemos avalar de modo global la historia y cultura árabes, sin matizaciones... como si tratáramos con una sociedad perfecta y exenta de manchas, cuando la observación nos muestra la presencia de prejuicios y abusos idénticos a los que condenamos entre nosotros... Mucho nos tememos que - en el caso de quienes son sinceros, Goytisolo v.g. - la defensa a ultranza, ciega y sorda, de los "tercermundistas" no sea sino una escapada de nuestra propia sociedad... Estaríamos, pues, ante una reedición actualizada de la búsqueda del Buen Salvaje (7).
En el fondo de la cuestión, en mi opinión, yace un hecho: a la Izquierda y a algunos liberales siempre les ha gustado, ya desde el siglo XIX, la exaltación de lo que a lo largo de la historia ha sido "el otro", la "alteridad", lo "extranjero". Esto es propio de la crisis de identidad de aquellos ideológicamente esquizoides que reniegan de sí mismos.
Lisa y llanamente: hablamos de ese concepto, tan denostado hoy, de la anti-España, es decir, todo aquello que sea la antítesis de esa España católica y tradicional, portadora de valores universales, Madre de la Hispanidad, a la que los intelectuales de izquierdas aborrecen. Sean los andalusíes, los sefardíes, los alumbrados o los afrancesados, lo mismo da. El caso es ensalzar y presentar como modelo ejemplarizante la imagen invertida del arquetipo original hispánico, reflejada en el espejo de la mezquindad de aquellos que no aman sus raíces porque odian su historia y tradiciones.
En definitiva, nunca debemos dejar en el olvido la lección del trágico año 711: la caída de la España goda, primera monarquía católica de nuestra historia, se debió a la división y a la traición. Los hijos de Vitiza siguen aún entre nosotros: son los derrotistas y los entreguistas, aquellos que niegan la dimensión de la amenaza o la minimizan. O aquellos a los que, simplemente, les da igual que España sea musulmana o pagana con tal de que no sea católica.
·- ·-· -··· ·· ·-·
Autor: M. A. Rodríguez de la Peña
Fuente: Revista Arbil 66
Notas
(1) En un artículo publicado en Septiembre del 2001 en la Tercera del diario El País, el comunista portugués y Premio Nobel de Literatura, José Saramago, acusaba a la religión (de forma general, sin distinciones) de ser la causante no sólo del 11 de Septiembre sino de toda violencia y fanatismo a lo largo de la historia. Este escritor, militante del PC, parece olvidar que el Gulag soviético (en torno a 30 millones de muertos, entre ellos miles de sacerdotes ortodoxos y católicos), el Año Cero en Camboya (en torno a 3 millones de asesinados), la Revolución Cultural maoísta (unos 40 millones de muertos) y el Holocausto (en torno a 6 millones de víctimas, cientos de ellos sacerdotes y religiosos católicos), fueron producto de ideologías ateas.
(2) Aquellos que osaron denunciar cual es la verdadera raíz del problema, como la periodista italiana Oriana Fallaci (autora de una apasionada diatriba contra el Islam: La rabia y el orgullo), se encontraron con denuncias de ONGs izquierdistas. La señora Fallaci, en concreto, tuvo que afrontar un juicio en París y defenderse de las acusaciones de racismo de que fue objeto por parte de la Liga de Derechos Humanos y el Movimiento contra el racismo y por la Amistad entre los Pueblos. El abogado de esta última ONG, Hacen Taleb, llevó su desfachatez a acusar a la periodista italiana de "deshumanizar a los musulmanes en un proceso de diabolización similar al que condujo al Holocausto nazi".
(3) Vid. Samuel Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, ed. Simon & Schuster, Nueva York, 1996. Hay edición en español (El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, ed. Piados, Barcelona, 1997.
(4) Gilles Kepel, La Yihad. Expansión y declive del Islamismo, ed. Península, Madrid, 2000, pp. 19 y 100-101: "Arabia Saudí desempeñó un papel central en este proceso" (de expansión del integrismo wahabí.)
(5) Y ha pagado un alto precio por este apoyo. La valiente postura de Juan Pablo II ha sido relacionada con la ofensiva de medios de comunicación sionistas (con el The New York Times y el grupo AOL-Time-CNN de Ted Turner a la cabeza) contra la Iglesia Católica, aprovechando el escándalo de los curas pederastas, magnificado hasta el infinito. Esta "vendetta" contra la Iglesia del lobby judío norteamericano fue denunciada por el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Madariaga el año pasado (La Razón, 4-9-02).
(6) Mensaje de S.S. Juan Pablo II para la LXXXVII Jornada Mundial de las Migraciones, Vaticano, 2 de febrero de 2001.
(7) Serafín Fanjul, Al Andalus contra España. La forja del mito, ed. Siglo XXI, Madrid, 2000, pp. XLII-XLIII.
Una vez leído esto solo confirma más las posiciones de PxCat y que el único sistema para controlar a los radicales wahabíes que confunden cristianismo-catolicismo con sionismo-USA (la principal diferencia es que sionismo-imperialismo anglo si saben que son sus enemigos los wahabíes ya que ellos mismos han ayudado a su auge en cambio el catolicismo herido de muerte por el sionismo-anglo no ve la próxima amenaza que se cierne sobre él y si ya ha aceptado todas las imposiciones sionistas y anglo-americanas parece ser que no prestara mucha batalla frente al radicalismo wahabí) la solución más directa eficaz y menos utópica pasa por controlar administrativa y eficazmente las mezquitas y sus imames y su discurso político, de no ser así estos avivaran el avispero radicalizarán a la población musulmana y seremos sometidos a todos sus deseos y tendremos que concederles todo ya que ellos seran fuertes y nostros unos meros relativistas sin fuerza alguna, basta de tonteria se ha de empezar a controlar eficazmente a esta gente.... Si todos los progres que se dedican a controlar los discursos eclesiasticos (totalmente inocuos, ya sabemos el caso que hace la sociedad española a los discursos de la iglesia)se dedicaran a controlar los de los imames igual si harían un servicio a la sociedad y evitarían algo la destrucción de la España como la conocemos.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores