Muchas gracias por vuestro apoyo e interés. Lo cierto es que lo peor ha sido después cuando la cabeza le da vueltas a lo sucedido buscando las razones. Pero, tal como me indicó un agente de la G.C., se dieron un conjunto de factores. Sin embargo, algo sobre lo que he meditado es lo frágil que es nuestra existencia. Al igual que estoy aquí, podía haberme quedado en el sitio y me pregunto dónde está la línea separadora. Por eso, gracias a Dios, a la Santísima Virgen María, al Ángel de la Guarda (con mayúsculas, que cada cual tiene el suyo aunque no sepamos su nombre), y hasta a San Antonio de Padua, del que mi madre es muy devota y siempre le pide por mi.

Desde luego fue muy desagradable aunque muy rápido, duró prácticamente unas fracciones de segundo seguidas de unos golpazos -frontal y lateral izquierdo-, seguidos de otro instante de quietud total en el que la mente se queda en blanco hasta tomar conciencia de lo que acaba de suceder. Es una experiencia que deseo que jamás la tengáis. A mi me ha hecho algo más prudente -o conducir con más mieditis, no lo sé-, y espero que sea algo definitivo y que no se me olvide con el tiempo.

De nuevo mi agradecimiento y un abrazo a todos.