"Ya me gustaría ser recibido por el Papa, pero no creo que me deje mi mujer"
(c) Redacción/elconfidelcial.com/Viernes, 21 de julio de 2006
Lo cuenta Carlos Abella, embajador de España ante la Santa Sede que fue durante los últimos siete años y medio del pontificado de Juan Pablo II en su libro, de reciente y exitosa aparición, titulado Memorias Confesables de un Embajador en el Vaticano, que acaba de publicar la Editorial LibrosLibres.
En la página 396 de dichas Memorias, y dentro del capítulo “La quinta visita apostólica de Juan Pablo II a España”, cuenta Abella que “a la mañana siguiente [4 de mayo de 2003], otra apoteosis en la Plaza de Colón, como se diría en términos taurinos `hasta la bandera´, y eso que allí la bandera creo que es la más alta de España. Toda la Castellana, a ambos lados, llena de gente, lo mismo que la calle Génova. Yo estaba en un lugar privilegiado, en la tribuna del Gobierno. Por cierto que a mi derecha e izquierda había dos lugares vacíos y en el siguiente el secretario general del Partido Socialista Rodríguez Zapatero, a quien yo no conocía y me acerqué a saludar. Al otro lado estaba José Manuel Romay, buen amigo de juventud, Presidente del Consejo de Estado”.
“En un momento de la conversación y mientras esperábamos la llegada del Papa, le dije a Zapatero que eran muchas las personalidades políticas de todas las tendencias que pasaban por Roma para entrevistarse con el Papa y la Santa Sede y me ofrecí, por si tuviera interés en ser recibido en audiencia por el Santo Padre. Su respuesta me desconcertó: `Ya me gustaría, pero no creo que me dejen hacer esa visita´”.
Hasta aquí la cita textual del libro de memorias de Carlos Abella (La Coruña 1934), quien ciertamente no podía haber elegido mejor título para las mismas, Memorias Confesables, porque el señor embajador no ha confesado la verdadera respuesta de Zapatero, ha cometido un pecadillo, esperamos que venial, ha escrito una mentirijilla, aunque tal vez haya que disculparle por eso de la diplomacia y su capacidad, a veces obligación de Estado, para no decir toda la verdad o contar verdades a medias.
Y es que la auténtica respuesta que a su ofrecimiento de franquearle las puertas de la sala de audiencias papal dio el actual presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, fue esta: “Ya me gustaría, pero no creo que mi mujer me deje hacer esa visita”.
Sobran los comentarios, la mayor parte de los cuales resultarían en exceso fáciles, con grave riesgo de traspasar la barrera de lo burdo y lo chusco. Y es que Carlos Abella y Ramallo, un hombre tan querido como prestigiado entre montones de españoles de todas las tendencias, quedó tan noqueado por la respuesta del entonces líder del PSOE que no pudo evitar contarla a amigos de su total confianza, uno de los cuales, un empresario ya jubilado también de notable prestigio, se la trasladó a este Confidencial la noche del pasado martes, 18 de julio. Veracidad garantizada.
La respuesta de Zapatero, con todo, es valiosa, incluso muy valiosa, porque en términos políticos ayuda a explicar no pocas de las desconcertantes actuaciones del presidente del Gobierno, algunas tan recientes como la negativa a asistir a la misa oficiada por Benedicto XVI durante la reciente visita papal a Valencia. Dicen que la verdadera radical en la familia Zapatero Espinosa es Sonsoles, mujer y madre, cosa que tal vez ayude a entender este y otros caprichos, por ejemplo, el que anteayer mismo dio la vuelta al mundo, la foto de un ZP con la kufiya palestina al cuello, como si de un líder estudiantil de los setenta se tratara, mientras en Oriente Medio hablaban los cañones de la guerra.
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No entro a valorarlo.No puedo todavía.
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Quien iba a decir a los simpatizantes y afiliados del PSOE que con su votación el 14-M traerían a España a la primera jefa de un Gobierno,recordar que nuestras elecciones fueron antes de las alemanas donde salio elegida Merkel.
Es muy posible que el PP deba de cambiar de "candidato" en las proximas generales
"no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra: que no basta vivir sobre él, sino para él: que allí donde no existe huella del esfuerzo humano no hay patria" Antonio Machado
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