La memoria de un domingo de Ramos
Alfredo Abián - La Vanguardia

LA memoria siempre es una evocación del pasado que, por desgracia, suele ser subjetiva. Por eso resulta edificante que grandes periodistas como Josep Maria Sòria contribuyan a interpretar mejor la historia reciente; en este caso, informando de la publicación de una obra del filólogo Jordi Albertí sobre la brutal persecución que padecieron religiosos y creyentes catalanes durante la Guerra Civil. Quienes se consideran progresistas casi nunca hablan de ellos, pese a que el ex president Maragall tuvo el coraje de proclamar que la democracia también debía rendir homenaje a los miles de ciudadanos que fueron asesinados por el simple hecho de ser católicos. Escudriñar en el recuerdo es tarea ingrata, pero conviene no olvidar que las conductas fratricidas incluyeron el saqueo de centenares de iglesias, conventos y capillas, amén de profanaciones masivas de tumbas. Aquel paroxismo anarcoide no respetó nada y fue tolerado por todos. Incluso por los comunistas, que se vanagloriaban de que la II República hubiera superado en eficacia a los soviéticos en el aniquilamiento de la Iglesia. Tanto fue así que alguien nada sospechoso como un joven Aureli Maria Escarré y el abad Marcet tuvieron que huir de sus celdas de Montserrat tras el asesinato de 23 monjes. Fueron acogidos y protegidos en la mal llamada zona nacional. El abad Escarré, para quien no lo recuerde, murió en el semiexilio en 1968 después de defender el catalanismo y la democracia en una entrevista a Le Monde que hizo crujir los pilares del régimen franquista.

QUe raro leer cosas como estas en un diario como ese