RECUERDOS
En mi estancia en Punta Umbría, muchas mañanas salgo a andar con mi señor padre. El hombre tiene la manía de ser muy tempranero, le gusta salir a eso de las 7 y pico, sin desayunar, y yo luego me llevo todo el día medio adormilado. Andamos como 8 kilómetros con el rico fresco mañanero, los primeros días optamos por la atlántica orilla, pero luego aprovechamos los senderos que, franqueando secos pinares en un paraje natural que se comunica con la playa, acogen también un extenso carril-bici.
Los “ días entre semana “ no avista uno nada del otro mundo. Normalmente, gente andariega como nosotros, donde yo soy el más joven. Hombres y mujeres que quieren aprovechar la salud que ofrece el paseo y el buen clima. Algunos días nos encontramos a mi admirado cantaor Manolo Limón, el mismo que en las Indias le dedicara un fandango a Juan Ramón Jiménez. Eso sí, la cosa cambia a partir del viernes por la mañana. Se ven tanto en colectivo como en individual gente resacosa, que deambula cual vagamundo sin más rumbo que encontrar una casa mientras el camino se le hace eterno. Algunos ríen, otros incluso lloran. Los chicos abren sus camisas y las chicas se quitan los tacones, andando descalzas sin miedo a los cristales que se agarran a un caliente suelo. Calientes están tanto chicos como chicas. Desde una famosa foto de Jennifer López, los escotes se hacen cada vez más vertiginosos. El alcoholismo se pelea con la cocaína o incluso las pastillas en noches sin calma, donde lo insulso, lo insustancial, acaba reinando de botellón en botellón, de bar en bar. La noche ha dado final a escenas de puterío, bailes de música mayormente mala y trapicheos varios.
Los domingos también salimos a andar, muy temprano, horas antes de acudir a la Santa Misa en la Iglesia del Carmen. Un domingo, yendo por la Avenida del Océano, un jovenzuelo borrachuzo paróse ante nosotros ( Eran poco más de las 8 de la mañana ) preguntándonos si habíamos avistado algún bar abierto. Le dijimos lo lógico: Que lo sentíamos, pero no teníamos ni idea. Ese instante para mí fue como viajar en la máquina del tiempo para verme a mí mismo. Desde los 17 años, aquellas interminables noches de borrachera, conversaciones insulsas a la par que chistosas, donde cada día era una “ aventura “. Uno no tenía otro pensamiento que agarrar la moto y “ conocer “ cosas tales como la feria de otro pueblo, chicas frescas, y diversión a toda costa. La noche era el remate de todo eso que pensaba uno. Buscaba uno alcohol a raudales y putones verbeneros - con olor a exóticos perfumes - con las que poder holgarse: Mas como a mí no me hacían ni puñetero caso, mi única holganza era la borrachera, la que me evadía de mis complejos y resentimientos. Yo creía eso. Lo suyo no era ya beber para “ divertirse “: La “ diversión “ era beber hasta reventar. Tales “ proezas “ he cometido como engullir en una noche yo solito dos litros de whisky o diez litros de cerveza. Aparte de eso, es que llegaba uno del colegio e inmediatamente ejercía su labor de perrillo callejero. Mi madre decíame que si me creía que nuestra casa para mí era una fonda, pues sólo paraba para comer y dormir; ahora me pregunta que por qué no salgo para nada....Han cambiado mucho las tornas. Lo que antes era la sal de mi alocada vida, ahora me produce un aburrimiento supino. Ciertas amistades se enfriaron, sobre todo al ir cambiándolas en los años en los que me hice nazi; los años más negros de mi vida. Los años en los que voluntariamente renuncié del todo a la Religión. Intenté desterrar mi Fe, la Fe de mis mayores, la Fe de mi Patria....Los años en que conocí a la peor gentuza posible ( No ya por “ escalafones sociales “, que los había de todos calibres ): Traicionera, cobarde, embustera, mezquina....Años en los que, al poco de entrar en eso que llaman universidad, los tiré a la basura. Los años más señeros de cualquier chaval normal yo los arrojé al retrete. Siguió el alcohol, y siguió la estulticia, y yo que me creía culto e ideólogo....En esa época tuve lo más parecido a una “ relación “ que he tenido en mi vida, y aún me estoy lijando los cuernos. Los cuernos son como los dientes: Primero te duelen, pero luego te ayudan hasta a comer. Aunque aún me cuesta trabajo, entre los cuernos y esta cabezona gorda que gasto, de entrar en ciertas iglesias. Curiosamente, al poco tiempo de aquello, fui descubriendo que el ligoteo no era tan extremadamente dificultoso como yo pensaba. Pero si no fuera por ciertas y pecaminosas “ necesidades biológicas “, no me llena absolutamente nada, salvo algún chiste gracioso y machistoide que se guarda uno para sus adentros. Parece que tengo cierto imán para mujeres “ alegres “ ( Y si son extranjeras, mejor que mejor ), pero es que todo eso me da igual como digo. No me quedan más que chistosos recuerdos de una falsa caballería chapada a la antigua con la que me abrigo según ese momento; que hasta a algún amigote – También solteramente empedernido – le sigue haciendo gracia. A veces pienso que eterna soltería acogerá mi triste destino, porque siguen ciertos complejitos que no me hacen atreverme con mujeres de verdad a algo serio. Será algo heredado de esos recuerdos de vida alocada, supongo. Recuerdos del trasnochar por el asfalto y hasta dormir en arenosas playas o en algún campo perdido en alguna fiesta pseudos-improvisada, recuerdos de inquietudes estúpidas cantadas mientras intentaba ir de copiloto en una moto cuyo conductor estaba más borracho que yo, de inocencia machacada por el martillazo de la “ post-modernidad “, del alma rota por las decepciones que muchas veces uno mismo se provoca.
Gracias a Dios, es muy difícil que aquellas noches se repitan, ni en uno ni en otro ambiente. Uno de los mejores tesoros de mi vida son mis familiares y amigos; en las poquitas cosas que he tenido suerte. Muchos de ellos me invitan a salir pero cada día doy una excusa más tonta para no secundar su invitación. Huyo de la calle como de la peste. Me agobia la Calle Larga de mi pueblo, mas no le digo, pues, la Calle Ancha de Punta Umbría o Sevilla en sí. O Madrid y su metro, o Valencia en verano....Al menos, por ahora, mi pueblo sigue siendo pueblo. Por eso me sigue gustando; no sé si sabría vivir en otro sitio realmente, por más ganas de irme que tenga. Pero lo que sí repudio cada día más es eso que llaman “ sociedad de masas “. Esa masa informe, materialista, atea y apátrida, culpables todos tanto como los políticos de todo lo que está pasando. Qué agobio me entra, Dios mío. Aunque ya mismo no podré pasear por los campos de mi pueblo, pues no habrá. En vez de huertos, olivares y parras, tendremos cemento del bueno. Gracias a políticos y constructores, y a nuestra pasividad, esa indiferencia que nos hace cómplices.
¿ Cuál es el problema del botellón ? Realmente el botellón es una consecuencia muy lógica, que no hace sino reproducir en plena calle lo que pasa en otros ambientes más “ apartados “. El alcohol, la droga, están en todas clases y todos sitios. Así como la inseguridad y el desorden. A los niños se les maleduca por unos padres que no tienen “ tiempo “ para que sean un número dentro de un salvaje mercado mundial. Por eso, esta sociedad necesita evadirse continuamente. Porque en el fondo no puede gustar lo que hay. Mi experiencia es la experiencia de esos jóvenes que intentan llegar medio muertos a casa después de litros de alcohol y emociones falsas: para al día siguiente no poder levantarse siquiera. Y estar pendiente de la economía durante la semana para repetir lo mismo, y no tener más aspiraciones que poder pagar la hipoteca de una ratonera y tener algún coche, alguna moto, algún equipo de música, y poder tirarse a todo lo que se mueva. El botellón no es más que un jirón de las rasgadas vestiduras del sistema en todo caso. Y el problema ni tan siquiera es el “ alcohol en sí “, sino esa evasión, esa falsa diversión, ese “ otro mundo “, ese querer matar a la timidez, esos complejos y esos agobios y ansiedades que hacen que jóvenes vulnerables sigan este infernal ritmo de vida.
A día de hoy, evoco a Juan Valera cuando decía aquello de “ leo, fumo y me entristezco “. Llegué a cantar fandangos con el Niño de Miguel totalmente ebrio por el centro de Huelva, pero eso ya pasó hace tiempo....Procuro no tomar alcohol pues en alguna borrachera esporádica que he agarrado he acabado haciendo el fantoche más disparatado, y si bien sin hacer daño a nadie más que a mis pobres padres al verme en tan lamentable estado....No digo que todo el mundo tenga que hacer lo que yo. Pero lo que sí aconsejaría es que no siguieran mis pasos. Porque eso no lleva a ninguna parte, porque yo gracias a Dios no caí en las drogas ( Entonces ya hubiera sido yo la bomba total....) pero por ese camino es fácil. Porque están perdiendo el tiempo y viviendo algo que no es real, insertándose en un mundito que no es más que basura, que no tiene sustancia. No todo el mundo puede ser tan enrevesado como yo, que creo superar a veces al Raskolnikov dostoyevskiano. Pero por favor, que piensen bien antes de hacer las cosas, que la experiencia de un atormentado acabado les pueda servir de algo.
¿ Servirán de algo mis recuerdos ? Ojalá pudiera hacer reflexionar aunque fuere. Porque todos los días le doy gracias a Dios, pues recuperar la Fe para mí fue vital para encauzar algo esta triste vida. Como me ayudó mucha gente buena, carlistas muchos de ellos naturalmente. Y esos recuerdos, aun alejándose cada vez más en el tiempo ( En esta vejez que me acucia ), siempre son una llamada de atención y un mal ejemplo con el que poder advertir. Yo también paseé borracho por la mañana por la Avenida del Océano, o por el Casco Antiguo o Triana en Sevilla, o por la Calle Larga de mi pueblo. Yo fui uno más. Será que he salido tanto y he visto tanto que ya no me hacen “ ilusión “ ciertas cosas y todo lo veo igual. Pero lo prefiero así.
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