¡ VIVA MÉXICO VIVA SANTA MARÍA DE GUADALUPE VIVA MÉXICO !
Adelante soldado de Cristo
Hasta morir o hasta triunfar
Si Cristo su sangre dio por ti
No es mucho que tu por ÉL
Tu sangre derrames.
Vale! Ya aparecerá.
De todos modos igual muchas gracias.
El padre Jarauta es un héroe olvidado de la Historia de México, casi nadie sabe de su existencia y eso es de lamentarse. Buscando algo sobre él en diversas fuentes, encontré esto transcribí, si bien no se enfoca solamente en la figura del español, sí saca a la luz hechos interesantes que complementan lo que los amigos foristas ya han puesto en el hilo. El texto además, profundiza en el tema de las guerrillas que se formaron para hostigar a los invasores yanquis en la trágica guerra de 1846-48.
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Desde que comenzó la guerra entre México y los Estados Unidos, los mexicanos realizaron acciones de guerrilla contra las tropas invasoras, pues es lógico suponer que al fallar los altos mandos militares en la dirección de sus tropas en las grandes batallas y al estar la población civil sufriendo en carne propia las arbitrariedades de los extranjeros, se crearon pequeños núcleos que hostilizaron al invasor de principio a fin, en las ciudades, en las sierras, en el campo. Los abusos del ejército norteamericano fueron sancionados por sus mandos, como Taylor y Scott, quienes tuvieron frases muy severas contra las unidades e individuos que las efectuaban. Por ejemplo, Taylor informó a su gobierno que las fuerzas de voluntarios de Texas:
“han pasado revista de cese y que ya van de regreso a su casa, y que espera que la tranquilidad y el orden se restauren, pues desde que había capitulado Monterrey se habían dedicado a cometer toda clase de atrocidades vergonzosas”.
Los soldados americanos dejaron fama de cuanta mujer veían, la despojaban de sus pertenencias, inclusive hasta de los libros de misa. Sometieron a la población civil a terribles y crueles castigos, como las flagelaciones en lugares públicos, hasta que los castigados perdían el conocimiento o caían muertos.
Por ese motivo el Presidente de México envió instrucciones al comandante general de San Luis Potosí para que se dirigiera a Taylor y le señalara las arbitrariedades de sus tropas. En efecto, el Gral. Ignacio Mora y Villamil, Gobernador y Comandante Militar de San Luis Potosí, le envió una carta en la que leemos lo siguiente:
“Si su voluntad y sus instrucciones son las de hacer la guerra con arreglo al derecho de gentes, como lo hacen hoy las llamadas naciones civilizadas, o bien, como se la hacen entre si las tribus salvajes, en la inteligencia que México está dispuesto a aceptarla tal y cual se le proponga o se le haga…”
Más adelante decía:
“Hasta hoy V. S. ha visto que el Gobierno de México, al defenderse se ha manifestado, humano, sensible, civilizado y por su parte ha procurado en lo que ha estado a su arbitrio y dentro de los límites de su poder, evitar esa ferocidad, ese encarnizamiento propio sólo de las tribus nómadas de sus fronteras; no ha hecho el mal sin provecho y sin objeto y esto sólo en un caso extremo; pero cuando observa con asombro y sentimiento que los asesinatos proditorios de Agua Nueva, Catana y Marín, no han sido únicos y que en una inesperada continuación, parece dar a conocer autorización para que se cometan otros semejantes…”
Taylor, disculpándose, contestó la carta del Gral. Mora y Villamil, el 28 de mayo de 1847, en la cual decía:
“Los ultrajes a que usted hace especial referencia, se pusieron en mi conocimiento después de que se ejecutaron y podré asegurarle que ni usted mismo ni el presidente de la República habrán tenido más profundo sentimiento que el que yo sentí en esta ocasión. Todas las providencias que estuvieron a mi alcance dentro de la órbita de nuestras leyes fueron empleadas, pero en la mayor parte de los casos infructuosamente para identificar y castigar a los delincuentes. No puedo suponer que usted haya sido tan mal informado que se persuada que tales atrocidades fueron cometidas con mi conveniencia, mi orden o consentimiento, o que ellas de por sí den una idea de la manera con que la guerra ha sido proseguida en esta parte de México. Fueron en verdad excepciones desgraciadas causadas por circunstancias a las que no puede oponerse…”
Después de las disculpas de Taylor dice en otra parte de su carta:
“Desde el momento en que el ejército americano piso territorio de México, ha sufrido individualmente la pérdida de soldados y oficiales que han sido asesinados por mexicanos”.
En algunos estados de la República se formaron guerrillas pagadas por personas de cierta relevancia social; por ejemplo en San Luis Potosí don Pablo Verástegui organizó a sus expensas una guerrilla publicando la siguiente invitación:
“El que suscribe, propietario de la Hacienda de San Diego y otras fincas de campo en el distrito de Rio Verde, para organizar una guerrilla contra el invasor, invita a los arrendatarios de ella, Cieneguilla, Tecomates, Gallinas, Adjuntas, Chupaderos y Tamasopo, a que concurra con él a formar una guerrilla de voluntarios que cuando llegue el caso, hostilice y persiga al ejército norteamericano y le haga una guerra tenaz y continua en justa defensa de nuestros derechos y de nuestro honor ultrajado”.
Por otra parte, en Jalapa, Veracruz, Scott lanzó una proclama diciendo que los americanos no eran enemigos de los mexicanos por ahora, de aquellos que por su mal gobierno acarrearon desde hacía un año esa guerra entre dos grandes repúblicas, y señalaba:
“… somos amigos de los habitantes pacíficos del país que ocupamos… amigos de vuestra santa religión, de sus prelados y ministros”.
Más adelante dice:
“Por otra parte, los perjuicios que hicieron los individuos o partidas de México que no pertenezcan a las fuerzas públicas, a los individuos, partidas sueltas, trenes de carros, tiros de caballos o mulas de carga, o cualquier persona o propiedad de este ejército en contravención de las leyes de la guerra serán castigados con rigor, y si los culpables mismos no fueren entregados por las autoridades mexicanas, recaerá el escarmiento en ciudades, villas y vecindarios enteros.”
El estado que verdaderamente organizó pequeños grupos de guerrillas fue el de Veracruz, su gobernador Juan Soto pudo controlar, hasta cierto punto, estos grupos, ya que los principales, los de Climaco Rebolledo, Jarauta, Carreón, Mata y Aburto, acataron las órdenes del citado gobernador.
Las guerrillas como dice el Dr. Manuel B. Trens en su documentado libro “Historia de Veracruz”, consistía en “una agrupación de hombres resueltos, conjunto abigarrado de aventureros valientes, civiles y rancheros (zambos) en su mayor parte, aunque también contaban con hombres pertenecientes a todas las clases sociales, humanitarios unos, crueles y desalmados otros, eclesiásticos en algunos casos, seglares los más, intrépidos casi todos, arrojados en su mayoría que obraban en partidas sueltas, sin dependencia de gobierno, las más de las veces y sin obligaciones entre sí.”
Los guerrilleros mexicanos como los de otras partes del mundo, se vieron obligados a aprovechar las condiciones que el medio geográfico les proporcionaba para poder subsistir, por lo cual hicieron sufrir a los habitantes de la región las consecuencias de sus necesidades. No se puede negar que algunos de estos grupos estuvieron formados por bandoleros que con bandera de guerrilleros atacaban sin distinción a los norteamericanos y a los mexicanos, como fueron Guillermo Gavilán y el forajido Francisco Casas, quien fue muerto por su propia gente, cansada de sus arbitrariedades. Todo lo relacionado con las guerrillas estaba relacionado con el Gral. Francisco de Garay, quien organizó una línea de observación y defensa en Huejutla, Ozuluama y el lindero sur del río Pánuco. En el centro del estado el comandante fue el Tte. Cor. Climaco Rebolledo, teniendo como segundo a José María Mata. Su zona de acción era la línea de Perote a Veracruz, dividida en dos por el camino entre ambas poblaciones, una hacia el norte y la otra hacia el sur del citado camino. Organizaron las guerrillas a 60 hombres de infantería y 30 de caballería, que debían estar continuamente sobre las armas para poder atacar en cualquier momento al enemigo por sorpresa.
El padre Celedonio Domeco de Jarauta, nacido en Zaragoza España, acérrimo carlista en la primera guerra, antes de llegar al presbiterado, llego a Veracruz en 1844, donde se secularizó obteniendo una parroquia en Puebla. En 1847 fue nombrado capellán del 2º de infantería, cuyo comandante era el Cor. Arzamendi. Más tarde sirvió en el hospital de sangre, pero al desembarcar los norteamericanos organizó su guerrilla, con la cual combatió generalmente en las zonas de Perote a Puente Nacional, llamado en esos años Puente del Rey, y también en la zona sotaventina, en donde tuvo muchos problemas, ya que era una región formada por haciendas prósperas, cuyos dueños no tenían el menor interés en la guerra que su país sostenía contra los americanos, solo les interesaban sus propios negocios, así que cuando Jarauta incursionó por esos lugares, no era muy bien visto, tenía ganada la mala voluntad de la gente.
Jarauta organizó prácticamente su guerrilla al obtener por la fuerza la libertad de los presos de Cosamaloapan, siendo este uno de los motivos por los cuales fue atacado continuamente por los ricos ganaderos sotaventinos. En muchas ocasiones fue apoyado por los hacendados y las autoridades civiles de algunas rancherías y villorrios, pero en otras tuvo que emplear el secuestro y las amenazas para obtener víveres y ganado para su personal. Obtenía el dinero por las buenas y por las malas, pero como es de suponer, en cualquier época y en cualquier país, las circunstancias que México vivía en ese momento las convertían en las únicas formas para poder mantener a las guerrillas operativas. Fue acusado de fusilar sin causa a cinco individuos, pero después se supo que dos de ellos habían desertado de su guerrilla, y los otros tres los había castigado por haber robado ganado en las cercanías de Manga de Clavo, el cual fue vendido a los norteamericanos.
Por otra parte Jarauta tuvo muchos problemas con el Cor. Mariano Cenobio, uno de los jefes militares que operaba en el estado de Veracruz, cuya misión como jefe de la caballería mexicana, era hostilizar el desembarco de los norteamericanos en el puerto de Veracruz. En una ocasión, inclusive Jarauta le quemó su hacienda. Posteriormente al ser acosado por mexicanos y norteamericanos, pidió autorización a Rebolledo para actuar en su zona de acción, lo cual le fue autorizado.
El mismo Rebolledo informó que Jarauta era un individuo de buena conducta en el cumplimiento de su misión, es decir, combatir a los invasores., y que las arbitrariedades cometidas por él, eran producto de las propias necesidades para mantener su guerrilla. Pero que siempre había cumplido con la ley de las guerrillas, en lo que respecta a repartir entre su gente lo decomisado y remitir al gobierno del Estado la parte que le correspondía.
En muchas ocasiones, los ataques a los convoyes americanos se realizaron en forma coordinada entre los diferentes grupos que merodeaban en la zona de guerrillas. Por ejemplo, un convoy fue atacado desde su salida de Santa Fe hasta Loma Alta por la guerrilla de Manuel García; luego, entre Tolomé y Paso de Ovejas fue hostilizado por Juan Aburto, reforzado por Manuel García; después en la cuesta de la Calera volvió a ser atacado por la guerrilla de José Juan Martínez; posteriormente, desde lo alto de Plan del Río fue atacado por el Cap. José María Rodríguez y entre Cerro Gordo y las Ánimas por el capitán José Llorca. Generalmente el Tte. Cor. Rebolledo llevó a cabo la coordinación de los ataques que se realizaban en su zona de acción.
Inclusive hubo ocasiones en que los ataques realizados por las guerrillas causaron más bajas en hombres, ganado y material a los americanos, que en las principales batallas sostenidas durante toda la guerra de intervención.
El problema de las guerrillas se hizo tan agudo para los invasores que el Gral. Scott, propuso al Secretario de la Guerra de Estados Unidos, que el camino entre México y Veracruz fuera abandonado por completo y que sus fuerzas se abastecieran principalmente con medios obtenidos en la región ocupada. Además intentó solucionar el problema empleando una contraguerrilla, al mando de Samuel H. Walker, quien con los rangers texanos, cuyo odio por los mexicanos era ampliamente conocido, llevó a cabo la limpia de núcleos guerrilleros en el tramo Veracruz – México. Pero no se dedicaron solo a combatir, sino a realizar verdaderas depredaciones contra todo lo que encontraban. Sin embargo, las guerrillas mexicanas emboscaron y mataron a Walker, el 9 de octubre de 1847. Asimismo se opuso a las guerrillas mexicanas un regimiento traído exprofeso de Estados Unidos, al mando de Juan C. Hays, quien también adquirió una pésima fama por sus arbitrariedades.
Hubo también otros guerrilleros que operaron tanto en las cercanías de la ciudad de Puebla, donde el Gral. Rea tenía el mando, como en el Valle de México, donde el 10 de agosto de 1847, el comandante Colín, con una guerrilla de Tlalmanalco, batió en Huejoculco a un destacamento americano, quitándole las reses que conducía y haciéndole seis muertos y dos prisioneros, apoderándose de once caballos y algunas armas. El mismo Colín, tres días después atacó por el rumbo de Chalco y cerca de la tenería de San Rafael, a una sección de caballería, haciéndole doce muertos y otros tantos heridos.
Por el rumbo de San Martín Texmelucan y Río Frío, el Cap. Laureano García también realizaba continuos ataques contra convoyes y destacamentos invasores, llegando a hostilizar el 10 de agosto de 1847 a la retaguardia del ejército, la cual se desplazaba para atacar la ciudad de México.
Como es natural suponer, los americanos siempre dijeron que quienes les combatían no eran guerrilleros, sino simplemente bandoleros.
Es notable observar que en la mayoría de las acciones realizadas por pequeñas unidades mexicanas, tipo batallón o regimiento de caballería, contra sus similares americanas, el triunfo le sonrió a los jóvenes mandos mexicanos, los cuales no estaban contagiados del virus de la política y ponían lógicamente, todo su valor y sus conocimientos en beneficio de su patria y no de los intereses bastardos, como lo hacían sus superiores.
Es así como el pueblo mexicano llevó a cabo su propia lucha contra las tropas extranjeras que habían invadido su suelo, dando muestras de patriotismo y entrega por su México.
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Fuente:
Leopoldo Martínez Caraza, La intervención norteamericana en México 1846 – 1848, Secretaria de la Defensa Nacional, México, 1981.
Última edición por Mexispano; 05/07/2014 a las 21:26
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