PÉREZ GALDÓS, LIBERAL... PERO ANTIMASÓN
Es un autor sobradamente conocido. Tiene méritos para serlo. Es uno de los gigantes de la literatura española del siglo XIX.
Pese a su liberalismo, Benito Pérez Galdós no fue clemente con la secta masónica. En la segunda serie de su monumental colección de novelas -los EPISODIOS NACIONALES- tendrá ocasión de presentarnos a la masonería en su abyección. A D. Benito le gustaba poner nombres "simbólicos" a sus personajes, y mucho nos parece que sabía de la masonería; con mucha probabilidad en su juventud pudo estar próximo a los antros hirámicos*. Salvador Monsalud, uno de los protagonistas de estas novelas galdosianas, será masón y conspirador liberal, sin embargo en el capítulo VI de "El Grande Oriente", Galdós se despacha a su sabor con la secta:
"Era ésta [la masonería] una poderosa cuadrilla política, que iba derecha a su objeto, una hermandad utilitaria que miraba los destinos* como una especie de religión (hecho que parcialmente subsiste en la desmayada y moribunda masonería moderna), y no se ocupaba más que de política a la menuda, de levantar y hundir adeptos, de impulsar la desgobernación del reino; era un centro colosal de intrigas, pues allí se urdían de todas clases y dimensiones; una máquina potente que movía tres cosas; Gobierno, Cortes y clubs, y a su vez dejábase mover a menudo por las influencias de Palacio; un noviciado de la vida pública, o más bien ensayo de ella, pues por las logias se entraba a "La Fontana"* y "La Cruz de Malta"*, y de Aprendices se hacían diputados, así como Venerables los ministros. Era, en fin, la corrupción de la masonería extranjera, que al entrar en España había de parecerse necesariamente a los españoles.
Durante la época de persecución, es notorio que conservó cierta pureza a estilo de catacumbas; pero el triunfo desató tempestades de ambición y codicia en el seno de la hermandad, donde al lado de hombres inocentes y honrados había tanto pobre aprendiz holgazán que deseaba medrar y redondearse. Apareció formidable el compadrazgo, y desde la simonía, el cohecho, la desenfrenada concupiscencia de lucro y poder, asemejándose a las asociaciones religios en estado de desprestigio, con la diferencia de que éstas conservan siempre algo de simpático idealismo de su instituto original, mentras aquélla sólo conservaba con su embrollada y empalagosa liturgia el grotesco aparato mímico y el empolvado atrezzo de las llamas pintadas y las espadas de latón".
Cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia. Queda, pues, caracterizada la masonería del siglo XIX por el ínclito Benito Pérez Galdós que, a pesar de su liberalismo, supo pintarnos magistralmente, como hemos visto, el cuadro de la secta masónica con los tintes más realistas. El antimasonismo de Galdós se alimenta de las crudas experiencias del siglo XIX, así como -tal y como hace patente- por los viles objetivos de la secta y sus malas artes para lograrlos. Perdonémosle su optimismo en cuanto a la "masonería extranjera" que pareciera que, al no ser española, pudiera salvarse y poder presentar algo digno. No obstante, por el valor que tiene esta descripción, podemos otorgarle a Pérez Galdós el honroso título de español antimasónico. Nos da igual que, por su liberalismo, pudiera estar tan equivocado en cuanto a la conceptuación que se hacía de la masonería extranjera.
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*Destinos: los puestos públicos de la administración, tan codiciados ayer y hoy por los que compadrean alrededor de los gerifaltes políticos de todo signo ideológico.
*Hirámico: dícese de lo relativo a Hiram, personaje bíblico adoptado por los masones para sus pantomimas internas.
*"La Fontana" y "La Cruz de Malta" eran cafeterías muy bulliciosas del Madrid decimonónico, donde concurrían los más acalorados demagogos liberales y masones.
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