Pues con sumo gusto, Gothico:
En "Barrès, Azorín y el ideal conservador", Christopher H. Cobb lo comenta. También Enrique Zulueta Álvarez en "Azorín y Maurras", en Arbor, XCIII (febrero de 1976).
Azorín lo expresa en "Un discurso de La Cierva": "La doctrina conservadora, en el terreno de la sociología y del arte, reposa sobre la fórmula de la tierra y los muertos. Hay en nosotros una personalidad que no es autóctona, aislada; una honda ligazón nos la enlaza con el ambiente y con la larga cadena de los antepasados (...) Nuestro ser está ligado a las cosas y a los muertos. Este paisaje radiante y melancólico de Castilla y sus viejas ciudades está en nosotros. Y en nosotros están los hombres que a lo largo de las generaciones han pasado por este caserón vetusto, y los ojos que han contemplado ese ciprés centenario del jardín, y las manos que al rozar -¡tantas veces!- sobre el brazo de este sillón de caoba han producido un ligero desgaste..."
Todos los artículos que componen "Castilla" están embargados de esa profunda melancolía que inspira a Azorín la contemplación de una España postrada en la decadencia, amando los vestigios del Imperio de antaño. Personalmente, me hechizo "Una ciudad y un balcón", con aquel caballero y su colofón: "¡Eternidad, insondable eternidad del dolor! Progresará maravillosamente la especie humana; se realizarán las más fecundas transformaciones. Jnto a un balcón, en una ciudad, en una casa, siempre habrá un hombre con la cabeza, meditadora y triste, reclinada en la mano. No le podrán quitar el dolorido sentir".
Azorín no condenaba el progreso, incluso creía en él, pero éste progreso no podría ser fecundo si no era ciñéndose a la "continuidad nacional de la tierra y los muertos" -piedra angular del tradicionalismo, ya presente en Numa-Dionisio Fustel de Coulanges, ver "La Ciudad Antigua", presente también en Maurras y en Bàrres, prolongándose en el nazismo -por adulteradamente que se quiera- en Walter Darré, con su "Blut und Boden" (Sangre y Suelo).
Más explícito podría ser si me propusiera un ensayo, cosa que no es mi intención.
Por último, diré que son muchas las influencias que recibe Azorín. Al igual que Unamuno, a ambos también se les puede encontrar mucho de "krausismo" en sus conceptos respectivos de "intrahistoria" (Paz en la Guerra es el paradigma novelístico) y la "historia menuda" de Azorín y sus personajes esbozados en algunos artículos y novelas; su producción novelística a mí, personalmente, no me gusta tanto como la ensayística.
En cuanto a lo que dice Ordóñez, estoy de acuerdo con él. Atiéndase a la omnipresencia de los novenayochistas en el pensamiento de Falange y JONS... noventayochistas filtrados, en el caso de José Antonio y Ramiro Ledesma, por Ortega y Gasset; cosa que se aprecia menos en Onésimo. "La generación del 98" de Laín Entralgo es elocuente.
Y en los catalanes, desde luego que sí: la presencia de Maurras es insoslayable, piénsese en Eugenio d'Ors; aunque d'Ors estuvo siempre permeable a todas las ideas, el gremialismo o los ensayos de Georges Sorel...
Como vemos aquí hay donde hincar el diente...
Un saludo!
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