Tanto la crítica a la calamitosa generación del 98, como a Ortega y como a otra gente de ese orden, encierran un peligro gravísimo: y es que para criticarles y hacer ver sus errores y disparates hay que pelear con armas semejantes y entrar de lleno en las telarañas de distorsión histórica que ellos, alegremente, tienden, con peligro de aceptar, inadvertidamente, sus premisas en lo que tienen también de falsas.
Porque la crítica del articulista en cuanto ataque y descalificación a las tesis disparatadas de Ortega y Gasset es válida.
Pero hay un problema de fondo: y es que aceptando los postulados del articulista, a secas, la historia de España resulta hasta cierto punto incomprensible.
Además se está partiendo, por uno y otro, como de una especie de proceso a la historia de toda España (incluida Castilla) desde la perspectiva de la derrota y del ajuste de cuentas de los responsables del fracaso histórico del proyecto.
Es una especie de “sálvese quien pueda”, ante el tribunal de la historia. Todos los dedos apuntan a Castilla: y Castilla, por boca del articulista, suelta lastre: “Castilla (la Vieja, claro) no ha sido la mala, ha sido la “monarquía leonesa”, luego los Austrias etc., pero asume, con Ortega, que hubo algún “malo” oficial (aunque no Castilla)
Nudo del problema:
Increíblemente, se olvidan aquí (¿por menosprecio? ¿por ignorancia?) los grandes hitos históricos hispánicos: la Reconquista, la colonización de América y la defensa española del papado y del catolicismo contra la herejía luterana.
Pero es que en aquellos tiempos gloriosos, nada ni nadie imponía límites (ni imaginarlo siquiera) ni a Castilla ni a España ni a León ni a Aragón, ni a América, ni al Catolicismo, ni al Papado (…salvo a Portugal, pueblo que se sabe selecto, exclusivo y elegido por Dios para misiones navegatorio-místico-divinas de mayor calado aún, y debe velar por su pureza, protegiéndose de castellanos y de otras inmundicias peninsulares); pero ni moros, ni indios, ni herejes, ni cordilleras, ni océanos frenaban a aquellos españoles.
En fín: que se trataba siempre de crecer y aumentar. Todo era lo mismo, DABA IGUAL: gloria y más gloria; heroísmo y más heroísmo…
Ni el Catolicismo ni España, ni Castilla ni León ni Aragón… tuvieron jamás límites territoriales prefijados de antemano, como el artículista sí parece sugerir.
Pero para la época de Ortega, la decadencia llegaba ya a unos extremos tan espantosos que esos hitos gloriosos y heroicos (que no tienen parangón en la historia de la humanidad más que con las conquistas de Alejandro Magno) había que borrarlos de las cabezas y hasta de la historia de las regioncitas de España (tan buenecitas ellas…). Y los nuevos caciquitos regionales que ya levantaban cabeza tras la constatación de la debacle del proyecto hispánico.
Algunos (Ortega entre ellos) asumían la “debacle” y se hacían “regeneradores” de España diciéndoles a los propios españoles ser España la peor birria de Europa. Y que había que imitar lo europeo (en eso seguimos aún, y ya irremisiblemente).
Otros, los separatistas incipientes iban más lejos: independizar regioncitas, para parecerse ellas solitas mejor a los europeos… en su odio a lo español, claro.
Y, como continuación de la cadena de despropósitos, en este caso, el articulista disculpa a Castilla frente a Ortega (pero asumiendo la decadencia y la nulidad de aquellas glorias pasadas).
Ni mención de la Reconquista ni de la colonización de América, sin las cuales Castilla (ni el resto de España, por supuesto) es ininteligible.
Mi opinión:
Me parece que defender una Castilla raquítica ( o sea, la llamada “Castilla la Vieja”, que es la que el autor sólo parece considerar) basada sólo en la peculiaridad remotísima del hecho foral y en el victimismo (aunque ello es verdadero en cierto sentido), aparte de mutilada y antihistórica, es entrar de lleno y aceptar el derrotismo de los enemigos de España y de su historia.
Y lo prueba el hecho de que mientras la palabra “Castilla” era sinónimo de grandeza y gloria (hasta el siglo XIX) nadie se acordaba ni por lo más remoto del hecho foral.
Ni de dónde ni cuando empezaba o acababa Castilla… ni de cuáles eran sus límites en el tiempo o en el espacio (cuestión que ahora preocupa muchísimo, por lo visto)
Ahí está literatura y los textos políticos de la época de los Austrias y Borbones.
De hecho, sólo cuando campea definitivamente la debacle del proyecto hispánico y se asume el “sálvese quien pueda”… empieza a resucitarse (artificialmente, por supuesto) el hecho foral y los “estatutos de autonomía” , aparecen las fronteritas internas y se buscan culpables de la ¡¡catástrofe!! (vivir para ver) padecida por Castilla…
Pero bueno, como el artículo no dice propiamente nada falso y es básicamente una crítica a Ortega y Gasset lo daremos por bueno.
No obstante, al articulista se le sobreentiende viciado por el mismo fenómeno que él critica (aunque en sentido contrario): que acepta todos los disparates y tonterías de Ortega y Gasset sobre España, y lo único que hace es exculpar de ellos a Castilla. Más concretamente a Castilla la Vieja.
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