Última edición por Michael; 01/09/2017 a las 02:09
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
CATALUÑA PERTENECE A ESPAÑA DESDE 1714
ESPAÑA SE CREO EN EL 1714
España es comparativamente una de las naciones más antiguas de Europa. Cataluña como provincia o territorio dentro de España ha sido desde casi toda su existencia. El término España viene de Hispania, y este a su vez del fenicio i-spn-ya para denominar los territorios por estos dominados a lo largo de todo el levante español, desde Gadir (Cadiz) hasta el norte del Ebro en la actual Cataluña (800AC), e incluso estos dominaron Ebussus (Ibiza) desde el 600 AC. Cataluña estaría después dentro de la Iberia griega desarrollando importantes ciudades dentro de la actual Cataluña como Emporion (Ampurias), en Gerona.
Más tarde llegaron los romanos, desembarcando de nuevo Ampurias en el 218 a.C., y unificaron territorialmente toda la Península Ibérica, otra vez bajo el nombre de Hispania, hasta principios del siglo III d.C en que entraron los visigodos. La Tarraconensis fue la provincia más grande de la Hispania romana con capital en Tarraco (tarragona).
Todos los pueblos que existían en la Península Ibérica fueron romanizados bajo el imperio romano, lo que conllevó a la pérdida de los idiomas indígenas, a excepción del euskera, que derivarían en las lenguas romances, como el castellano, el catalán y el gallego. Todos estos pueblos eran regidos por el ordenamiento jurídico romano, y todos se convirtieron al catolicismo tras imponerse como la religión oficial del impero romano con Constantino, en el s.IV d.c. Por tanto estos pueblos ya no eran tan diferentes entre sí.
A partir del s.III DC. en que entraron los visigodos en la península, la Tarraconensis siguió perteneciendo a la Hispania visigoda. Con estos últimos ya se produce una unión política, y no solo territorial, de toda la península Ibérica. Esa misma población hispanorromana que ocupaba toda la península ibérica, absorbería a sus conquistadores. El derecho hispanorromano sería asimilado por la legislación visigoda, y durante la unificación de la Hispania visigoda se crearía el Liber Iudiciorum (654), que regía toda la península bajo las mismas leyes. El rey visigodo Recaredo (586–601) logró la unidad religiosa de Spania, haciendo que la monarquía dejase de profesar el cristianismo desde la doctrina arrianista para asumir la doctrina de su población hispanorromana, la religión católica. Suintila (621–631), logro unificar políticamente toda la península bajo un mismo rey, con Portugal dentro, y el sureste francés, la Septimania.
Por tanto, el territorio de la península ibérica presenta una unidad lingüística, legislativa y política entre todos sus pueblos desde hace unos 2000 años, dentro primero de la Hispania romana, después dentro de la Spania visigoda, y más tarde en la España árabe. El derecho romano y la religión católica sería la base de unión para los futuros reinos cristianos.
Tras la conquista musulmana de la península ibérica en el 711, se sigue usando el nombre de Spania o España transformado en اسبانيا, Isbāniyā. Aparecen monedas desde el 716 en las que se lee "Span", que correspondería a "Spania" junto con el término árabe "al-Ándalus".
En general, el topónimo al-Ándalus se usó en la península ibérica como sinónimo de la Hispania musulmana, y crónicas y otros documentos de reinos cristianos en la alta Edad Media designan exclusivamente con el nombre de Spania al territorio dominado por los musulmanes. Lo cierto es que hasta el renacimiento los topónimos que hacían referencia a territorios nacionales y regionales eran relativamente inestables, y parece que solo a partir de los últimos años del siglo XII se generaliza nuevamente el uso del nombre de España para toda la península, sea de musulmanes o de cristianos.
Así se habla de los cinco reinos de España:
Granada (musulmán), León con Castilla, Navarra, Portugal y Corona de Aragón (cristianos).
El Al-Andalus, con toda o parte de Cataluña dentro de sus fronteras, presentaba una unidad política, territorial e incluso lingüística. La población mayoritaria era hispanogoda, y produjo el aljamia, una lengua romance que incorporaba términos del árabe.
Mientras Europa se encontraba sumida en guerras constantes entre reinos y pueblos bárbaros, en plena decadencia cultural, y un sistema feudal de subsistencia, época conocida como la edad oscura, la España árabe aparecía como uno de los mayores centros de conocimiento y culturales del mundo, con una economía urbanizada, y uno de los territorios que disfrutaban de mayor estabilidad política. El Califato sería la primera economía comercial y urbana de Europa tras la desaparición del Imperio romano.
Los reinos que se fueron formando durante la reconquista fueron desarrollando su propia legislación, basándose siempre en la herencia del Derecho Romano, herencia mantenida hasta nuestros días.
Independientemente de la existencia de diferentes coronas, reinos y diferentes cortes, el concepto de España para denominar a todo el territorio peninsular se mantuvo siempre, y las hazañas bélicas fuera de este, solían ser en nombre de España, y no de los reinos o condados individuales. Los reyes tanto de la Corona de Castilla como los de la de Aragón se autodenominaban reyes hispanos, concepto que añadía grandilocuencia a sus títulos y así aparecía en sus escudos. Fue precisamente esta dicotomía lo que generó esos términos tan españoles de patria grande y patria chica.
Las cortes catalanas fueron perdiendo su poder desde la entrada de la dinastía Trastámara en la Corona de Aragón, y con nuevas potencias apareciendo en Europa Occidental como Francia o Inglaterra, la unión de los reinos peninsulares, más que deseable, se convirtió en una necesidad. La boda entre Fernando el Católico e Isabel la Católica, celebrada en 1469 en Valladolid, unió ambas coronas con el deseo de mantener una unidad duradera.
Ambos reinos conservaron en su mayor parte sus instituciones políticas y se mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército. Reservaron para la Corona Española los temas políticos, y actuaron conjuntamente en política interior.
La unión efectiva de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra se hizo bajo el reinado de Carlos I, que fue el primero en adoptar, junto a su madre Juana, el título abreviado de Rey de las Españas y de las Indias, comenzando así la hegemonía española en Europa y el periodo del Antiguo Régimen. Desde el reinado de los Habsburgo todas las cortes de los diferentes reinos peninsulares aceptarían la autoridad absoluta del rey por encima de sus constituciones. Con la entrada de los Borbones a principios del s. XVIII, las de los reinos de Aragón, Cataluña y Valencia serían abolidas definitivamente.
Los actuales países, estados, naciones o como les quieran llamar, responden a una continuación de esos estados nación que se produjeron en el antiguo régimen, que daban título a los monarcas que los gobernaban, y que tras la Paz de Westfalia en 1648, al final de la Guerra de los Treinta años, ya se reconocía su integridad territorial.
Las naciones tal y como hoy las conocemos, son una invención de principios de s. XIX. Cuando la monarquía fue destruida por la revolución francesa, se había de justificar la unidad entre territorios que históricamente se habían mantenido unidos bajo la figura de un rey, cuando el rey ya no existía. El nexo de unión entre los pueblos dejaba entonces de ser el rey para convertirse ahora en la nación. Fue una idea liberal, en la que teóricamente esa nación nacía de la voluntad de los pueblos de estar unidos.
La invasiones napoleónicas provocaron una buena dosis de fervor nacionalista en base a esta idea liberal, especialmente en aquellos estados ocupados por las tropas napoleónicas. Y desde luego en España, ese fervor nacionalista se sintió por todos los españoles, catalanes incluidos, hacia la patria española. Diputados catalanes corrieron a Cádiz en 1812 para firmar la primera Constitución Española, “La Pepa”.
Por tanto podemos hablar de una Hispania o España territorialmente unida, con la actual Cataluña dentro de sus fronteras, desde hace 2800 años. Y de una España políticamente unida con visigodos, árabes o cristianos desde hace unos 1500 años.
En todo caso, si esos fueros, constituciones o instituciones medievales catalanas justifican algún tipo de derecho nacional, podríamos dividir Europa en miles de pequeños estados. Todos los países del mundo están ocupados por pueblos que presentan diferencias culturales entre sí. Si en el mundo existen 194 países, el Ethnologue, en su resultado del año 2009, indicaba que había alrededor de 6.909 lenguas en la Tierra, y se han perdido muchas de ellas a lo largo de los siglos. El hecho de hablar una lengua diferente y mostrar diferencias culturales, no hace una nación en la forma jurídica que hoy implica este concepto, ni tan siquiera es un hecho peculiar en nuestro mundo. Para que se hagan una idea, pueden observar en el mapa abajo el conjunto de culturas y regiones que alberga solo el continente europeo.
Y les he expuesto este mapa de forma intencionada, para que puedan observar uno de los sesgos más sutiles que usan los nacionalismos regionales en este país. Estos tratan de presentar a sus regiones como una nación distinta de un todo homogéneo que llaman España, como en el mapa se aprecia en la zona de Castilla y Andalucía, ambas unidas bajo este nombre.
La realidad de España es la de un conjunto de pueblos diferentes que han compartido una misma historia, religión y costumbres. España somos todos, no solo los castellanos y los andaluces, y los andaluces presentan suficientes diferencias culturales como para haber producido a principios del s. XX otro movimiento nacionalista, dirigido por Blas Infante, hoy considerado “padre de la patria andaluza”.
MITOS DEL NACIONALISMO CATALAN: CATALUÑA PERTENECE A ESPAÑA DESDE 1714
FUENTE DE TODA LA INFORMACIÓN WIKIPEDIA.
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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CATALUÑA-ESPAÑA (19)
Ramiro de Maeztu: "Cataluña y España"
Joan Safont
Foto: Ramiro de Maeztu por Ramon Casas
Barcelona. Domingo, 27 de agosto de 2017
U
El nombre de Ramiro de Maeztu parece indispensable en una selección de artículos periodísticos sobre Catalunya y España. De hecho, el periodista, escritor y pensador político vasco es uno de los más influyentes de la Generación del 98, conocida por la reflexión entre dolida y fatalista que provocó en este grupo de escritores la derrota española en Cuba, con la pérdida de las últimas colonias de ultramar –la isla caribeña, Puerto Rico y Filipinas–, y la crisis social, política e intelectual que supuso esta pérdida para España. En palabras de otro ilustre escritor vasco, Miguel de Unamuno, era una generación a la cual "le dolía España".
“Cataluña y España”
Ramiro de Maeztu
ABC, 22 de maig de 1931
El problema de Cataluña no se resolverá sino cuando los talentos catalanes heroicamente decidan hacer suyos los destinos de España. Ya sé que ello es difícil. Ya he dicho que es heroico. Pero los vascongados lo hemos hecho. ¿Por qué no lo han de hacer los catalanes? ¡Cuántas veces tenemos que pensar los vascongados que somos raza aparte, moral aparte, algo distinto y propio! Cualquiera de esas tardes en que sube la bruma del mar a la montaña y nos envuelve la neblina, ¿cómo evitar que nos sintamos hijos del Norte y ajenas y extraños a las tierras del sol? Sólo que España es eso: Norte y Sur, Atlántico y Mediterráneo, encinas y naranjos, huertas, barbechos y montañas.
¿Por qué no han de aceptar los catalanes de talento el destino común? Ya sé que aguarda toda clase de estímulos a los que se dediquen a cultivar la diferencia, y que el Estatuto no se propone sino multiplicarlos. Habrá empleos para todos los ingenios que se consagren al halago de la catalanidad. No habrá sino persecuciones para los afectos a la hispanidad. Pero los hechos son los hechos, y antes de que existiera la palabra Cataluña la provincia tarraconense era una de las que componían la España romana. Antes de Cataluña fue la Marca hispánica, y Ramón Berenguer, el Viejo, se llamaba subyugador de España; Berenguer, el Grande, marqués de Barcelona y de las Españas; Berenguer III designaba con el nombre de España, por extensión de Cataluña hasta los límites de Niza; Ramón Berenguer IV era, “por la gracia de Dios, conde de Barcelona y Españas”; y ningún extranjero tuvo el reino de Aragón sino por uno de los reinos de España.
El problema de Cataluña no se resolverá sino cuando los talentos catalanes heroicamente decidan hacer suyos los destinos de España. Ya he dicho que es heroico. Pero los vascongados lo hemos hecho.Un catalán no podrá conocer nunca la historia de su país sin saber la España. Si tiene vocación de escritor y deseo de gloria le será más fácil el camino si se deja llevar por la línea del menor esfuerzo, pero hay dos hechos que tendrá que olvidar, a pesar de que han de alzarse en torno suyo, si tiene el espíritu curioso, a cada paso que dé en su educación: el primero, ya indicado, es que no hay Cataluña sin España; el segundo, aún más importante, es que no hay en el mundo historia comparable a la española.
Es una historia que está empezando a hacerse, pero que ya tendrá que hacerse, a menos de una catástrofe geológica o de una revolución social, que hiciera morirse de hambre a los cultivadores de la Historia. Ha empezado a hacerse en nuestro tiempo. Hasta ahora conocíamos las hazañas españolas del siglo XVI, pero el espíritu que las inspiraba nos era desconocido, con lo que dicho queda que nos era imposible comprenderlas. Y, en efecto, admirábamos Lepanto, Otumba o San Quintín, como si fueran maravillas y prodigios de la una raza enigmática, a cuya descendencia nos gloriamos de pertenecer, pero sin tratar de comprenderla y mucho menos emularla.
Casi puede decirse que el primer descubrimiento que ha empezado a iniciarnos en el espíritu de nuestra historia ha sido la traducción al castellano de los manuscritos del padre Victoria, referentes al derecho de gentes y a la conquista de las Indias. Que un dominico del año 1500 fijara los conceptos fundamentales del Derecho internacional con más precisión que el presidente Wilson y los juristas de Ginebra, es aún causa de asombro para casi todos los lectores de sus Relecciones. Pero ahora ha empezado a publicar el padre Beltrán de Heredia las Lecturas de Vitoria, en latín, naturalmente y pasarán varios años antes de que estén impresas en su totalidad, y más todavía antes de que se traduzcan y coloquen en perspectiva histórica. ¿No es de esperar que sus Lecciones sobre la fe y la esperanza, la caridad y la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza contengan tantas enseñanzas sorprendentes como sus Relecciones sobre los indios y la guerra?
El agustino Vélez, en sus observaciones a un libro del inglés Bell, no has dado, por vez primera, una explicación satisfactoria de las prisiones que padeció fray Luis de León. Se debieron a una exaltación de las rivalidades entre dominicos y agustinos por enseñar mejor la Teología en Salamanca, y la preferencia de los dominicos por Aristóteles y la Lógica, y de los agustinos por Platón y las lenguas y aunque fue lamentable que las pasiones llegaran tan lejos, ¿podrá encontrar nunca una Universidad motivos más apropiados para que sus entusiasmos y pasiones se encrespen que Platón y Aristóteles? ¿No daríamos ahora con un canto en los pechos por que fueran éstas las razones de los alborotos estudiantiles?
El primero es que no hay Cataluña sin España; el segundo, aún más importante, es que no hay en el mundo historia comparable a la española
El jesuita Leturia nos viene mostrando en recientes trabajos el origen y desarrollo de la teoría del Vicariato regio de España en las Indias. Como doctrina era lógicamente inaceptable para la Santa Sede. La prueba de ellos es que España la siguió defendiendo en el siglo XVIII, cuando su Monarquía estaba en manos de ministros masones; pero como práctica, ¿qué duda cabe que fue la identificación del poder temporal de la Iglesia lo que dio a la obra misionera de los siglos XVI y XVII una eficacia que no ha vuelto a alcanzar en país alguno?...convertir el género humano en una sola familia, cosa indispensable, (...) que sólo podrá realizarse si el mundo occidental aprende de la España del XVI y XVII a concertar sus poderes espiritual y temporalAhí está, todavía reciente, según ha de medirse la actualidad de los libros de empeño, la historia de las misiones del Paraguay, del padre Hernández, que cumplidamente lo demuestra. Aún más reciente es la monumental Historia de la Compañía de Jesús en su Asistencia de España, del padre Astrai, que lo remacha. Y aún no se ha escrito el libro monográfico que no explique la acción en Trento del Espíritu español, aunque sí se conocen datos bastantes para inferir que fue decisiva y que no ha perdido actualidad. Con los trabajos de cada Orden religiosa en defensa de sus prestigios históricos estamos descubriendo poco a poco, el espíritu de la vieja España, creyente, sabia y generosa que era la razón de sus triunfos militares y la sal de la tierra.
España se nos ratifica con ellos, como la sinfonía interrumpida, como el gran edificio a medio hacer, como la flecha caída a mitad de camino. No nos había engañado Menéndez Pelayo La España que estos estudios parciales nos revelan es todo lo que el maestro nos había prometido, más una promesa que no ha podido cumplirse todavía, una promesa de salvación de la Humanidad entera, esperanza que deberá convertir el género humano en una sola familia, cosa indispensable, si han de evitarse las guerras de razas que prevén los pensadores como término forzoso de la crisis económica, surgida, según dicen, por haberse asimilado los hombre de color la maquinaria de los blancos, y que sólo podrá realizarse si el mundo occidental aprende de la España de los siglos XVI y XVII a concertar sus poderes espiritual y temporal.
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Última edición por Michael; 01/09/2017 a las 02:24
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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