Revista FUERZA NUEVA, nº 91, 5-Oct-1968
LA MAREA DE LA AUTODESTRUCCIÓN
En el “Noticiero Universal” de Barcelona, correspondiente a los días 24, 26 y 27 del pasado agosto (1968), se ha publicado una encuesta sobre la asistencia a la misa dominical. Da la coincidencia que los tres interrogados se autodefinen progresistas… Y sus opiniones son un alarde de contradicciones. Veámoslo.
El sacerdote de la parroquia de San Francisco de Sales, padre Francisco Mestre –“de los sin sotana, de los llamados adelantados o progresistas”, dice el periodista-, constata el descenso en el cumplimiento del precepto dominical. Dice tranquilamente: “Hoy se va menos a misa que diez años atrás, por ejemplo. La cifra ha descendido mucho, no solo en aspecto masivo, sino en minorías que antes han estado muy cerca de la Iglesia. A veces me encuentro con personas que antes eran asiduos y me dicen que ahora, desde hace cierto tiempo, han dejado de ir a misa”.
El padre Jaime Cuspinera, párroco de San Pedro Armengol, zona suburbial del Besós, abunda en la misma opinión: “Sí, últimamente se me han ido algunos”.
El padre Rafael, de Barcelona, vicario provincial de la Orden Capuchina, añade con seráfica sonrisa: “Hablando en términos generales no cabe la menor duda que hoy se va menos a misa que unos años atrás”.
A cualquier observador, por superficial que fuere, le debería impresionar el énfasis del actual léxico posconciliar que nos atruena hablando de la nueva primavera eclesial, del rejuvenecimiento del rostro de la Iglesia, del nuevo Pentecostés, del “aggiornamento”, de la inmersión en el mundo y su compromiso temporal, cuyo primer efecto es la deserción en masa de muchedumbres de fieles que en los años en que está en erupción el cráter de este volcán, su decisión es dejar de cumplir un precepto público y fácil, grave y obligatorio para todo bautizado.
Al mismo tiempo, no es menos notoria la olímpica frescura con que algunos sacerdotes encajan una deflación tan seria en la práctica de la vida cristiana. Uno, que ha vivido el celo con que párrocos beneméritos y obispos que sentían muy en serio su deber se angustiaban ante el incumplimiento dominical, se da cuenta que realmente ciertos curas tan insensibles tienen otra psicología, otro estilo y otra carnadura…
Pero lo más detonante son las causas que se fijan en este descenso del cumplimiento dominical. El padre Mestre afirma que “antes se asistía más por aquello de que había un condicionamiento sociológico; hoy, al adquirir la gente libertad personal, hace que no se sientan tan condicionados, y como sea que la misa, por falta de formación, no responde a la forma de vida de estas gentes, no comprenden del por qué deben asistir a la iglesia”. El padre Cuspinera confiesa claramente que algunos han dejado de asistir a misa a su iglesia porque “no les gusta la homilía, que siempre digo lo mismo…”. El padre Rafael -quien no se contenta es porque no quiere- nos dice: “Descenderá el número de asistentes en el sentido de precepto, pero subirá el sentido consciente de vivir la misa. Los que vendrán lo harán con convicción”.
O sea, que antes, los que asistían a misa, según estos curas, lo hacían por rutina y por inconsciencia… ¿Dónde está la caridad que prohíbe juzgar el interior y las intenciones del prójimo? ¿Cómo pueden acusar tan gravemente a miles de personas atribuyéndoles una falta de libertad, un fariseísmo social y una responsabilidad tan graves?
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La verdadera causa
Casi nos atreveríamos a decir al periodista de “El Noticiero Universal”, señor Poch Soler que es peligroso hacer preguntas, aunque sean asequibles y llanas, a personas que se demuestran incapacitadas para contestarlas, a pesar de ser elementales. Las causas del descenso en el cumplimiento dominical radican en hechos públicos, ajenos al mundo socioeconómico que nos rodea.
Las causas son éstas:
• En ciudades muy importantes de la provincia de Barcelona, en suburbios de la ciudad, en muy determinadas parroquias se vienen sucediendo escándalos públicos a cargo de sacerdotes y religiosos. Aquel vicario que se casa con la chica de la tienda de enfrente de la iglesia y se seculariza. En aquella ciudad donde en poco tiempo han estallado tres secularizaciones más. Y no paran.
•Y curas en los cines viendo programas no aptos, y en otros lugares que la decencia impide nombrar.
•Las rarezas morales y religiosas que se predican en muchas homilías.
•Los curas vestidos de paisano en el confesionario.
•La campaña “Volem bisbes catalans”, en desprestigio canallesco contra toda autoridad eclesiástica.
•Las absurdas declaraciones del abad Aurelio Maria Escarré, tan amigo del comisario soviético Álvarez del Vayo, a “Le Monde”.
•Las subversiones públicas y callejeras ante el Palacio Episcopal.
•El desfile sacerdotal subversivo del 11 de mayo de 1966 en la Vía Layetana.
•La vida y milagros del más destacado de sus organizadores con sus libros fomentando la rebeldía.
•La hoja panfletaria y el testimonio de otros reverendos en una ciudad barcelonesa, víctima de sus malos ejemplos.
•Las medidas antipopulares contra la primera comunión y sus consiguientes incidentes, registrados incluso por la prensa diaria.
•El negarse en algunas partes a bautizar a los niños con el pretexto de que cuando sean mayores lo harán por propia voluntad.
•Lo que se cuenta de los seminaristas de Barcelona y otras diócesis catalanas.
•La politización de los centros de apostolado seglar.
•La desaparición de asociaciones parroquiales, suplidas en algunos lugares por las “Comisiones Obreras”, que tantas facilidades de reunión tienen en varias parroquias.
•La anticanónica, ilegal e inconcebible reunión estudiantil en los capuchinos de Sarriá.
•Las “bombas atómicas” de las intolerables declaraciones reiteradas del padre Jorge Llimona en “Destino”, al unísono de González Ruiz, de José Dalmau, de los escritos de Jiménez Lozano en el citado semanario ex falangista.
•La literatura de Enrique Miret Magdalena y muchos títulos de la editorial “Nova Terra”.
•La inseguridad doctrinal en materia de moral matrimonial, culminando en los ataques que desde “El Correo Catalán”, desde “Destino”, y especialmente desde “La Vanguardia”, se hacen contra la encíclica “Humanae Vitae”.
•Las difamaciones no rectificadas que desde la “Hoja Dominical” y a través del Colegio de Párrocos se han dirigido contra la autoridad y la fuerza pública.
•Las versiones inexactas y erróneas sobre el dogma de la Sagrada Eucaristía, publicadas oficialmente desde el órgano del Centro de Pastoral litúrgica de la Archidiócesis de Barcelona, la revista “Phase”.
•La eliminación de imágenes en los templos, y las extravagancias litúrgicas.
•Las predicaciones al estilo del Abbé Louis Evely desde el “Forum Vergés” de las Congregaciones Marianas, con las consecuencias que ellas motivaron.
•El arrinconamiento de sacerdotes dignos y la entronización de algunos que han firmado documentos contra la Iglesia, la Jerarquía y el Estado.
•Las amenazas de cisma desde hojas firmadas por sacerdotes y desde un panfleto contra el Vaticano con motivo del nombramiento pontificio del doctor Marcelo González Martín como arzobispo de Barcelona.
•Los ataques a Pablo VI del reverendo José Montserrat Torrents, desde “Le Monde”, etc.
Ahí tienen los reverendos Francisco Mestre, Jaime Cuspinera y Rafael de Barcelona, un elenco de puntos y síntomas, no exhaustivos, que les señalan auténticamente razones de esta bajamar en el cumplimiento del precepto dominical. A estas horas no cuaja a hombres del siglo XX inventarse, como Quijotes de guardarropía, molinos de viento de situaciones sociológicas y otras fábulas por el estilo, para explicarse lo que es muy sencillo y evidente. El pastor protestante G. Donnedieu de Vabre, en la revista “Reforme” del pasado 17 de agosto, lo ha dicho lúcidamente: “Yo compruebo que el Nuevo Testamento nos enseña que los cristianos estamos enviados al mundo para anunciar a Jesucristo, salvador del mundo por su cruz y resurrección. Si Jesucristo fue un revolucionario, no lo fue en el sentido dado a estas palabras por algunos cristianos. Sus discípulos no fueron enviados en el mundo para fomentar ciertas posiciones político-económicas; mucho menos para difundir herejías positivas. Bajo el pretexto de presencia en el mundo, ya no vemos a la Iglesia como levadura del mundo, sino el mundo como levadura de la Iglesia. Se tergiversan los términos evangélicos. No hay más que decir”.
Incluso ecuménicamente pueden aprender los curas entrevistados por dónde entran las aguas en la barca. Y lamentemos todos tanta ceguera en quienes comprueban el descenso en el cumplimiento dominical, culpándolo -¡claro!- al “condicionamiento sociológico”.
Y ahora el profetismo de los Cohn-Bendit y sus anarquistas
Pero no es todo. Ahora (1968) la revista sacerdotal “Correspondencia”, del 1 de septiembre, publica un escrito del sacerdote de Barcelona Antonio Totosaus, de plena exaltación de la subversión estudiantil de Nanterre y la Sorbona, dirigida por Cohn-Bendit y en la línea ideológica del anarquismo actualizado por Herbert Marcuse, convertido en aquelarre de invertidos y de prostitución, de desorden y caos; banderín aglutinante de maoístas, guevaristas, trotskistas, rojos huidos de España y demás flora y fauna del zoo de la acracia y del marxismo. Dichas huelgas costaron a Francia, según la revista “Carrefour”, del pasado 24 de julio, 180.000 millones de pesetas. Particularmente, el triunfo de dicha subversión hubiera significado la extensión del infierno rojo en toda Europa.
Pues bien, el sacerdote Antonio Totosaus califica así dicho desastre y catástrofe moral de la Francia civilizada: “Revolución profundamente espiritual, hecha no a través de una respuesta simplemente anárquica, sino de unas pequeñas acciones reivindicativas de unos valores humanos, realizadas de forma inteligente y positiva. Valores adquiridos como un hecho colectivo en esta gran efusión del espíritu que ha significado la difusión de la palabra en estas tres largas semanas de ocupación de la Sorbona, los Liceos y otros lugares públicos, para facilitar a todos los franceses que tenían una palabra renovadora para comunicar, poderlo hacer libremente… Lo que se estaba preparando de una manera subterránea se ha realizado ordenadamente en esta gran aula de la Sorbona que ha engendrado un nuevo espíritu y ha plasmado una nueva mentalidad colectiva a unos protagonistas, muchos de ellos improvisados… Se adivina una sociedad nueva en donde el hombre será más libre y natural, y los cristianos tendremos la posibilidad de entender el Evangelio hecho praxis”.
Sospechamos que el lector se restregará los ojos, al figurarse que no es posible que un sacerdote pueda pensar así. Pero el caso es que no sólo así, sino que lo escribe y lo publica en una revista de libre circulación para sacerdotes y seglares, avalada por la ostensible censura eclesiástica que le otorga la reverencia del padre Serafín Alemany Esteve, prepósito del Oratorio de San Felipe Neri, en Barcelona.
La cosa no para aquí. Hay que “avanzar”... Por esto, en la última página de esta revista -cuya colección deja pequeños a muchos señores que están en el desfasado Índice de los libros prohibidos- acaba recomendando el libro “Control y regulación de nacimientos”, cuyo subtítulo “El dossier de Roma” indica su contenido: el estudio secreto elaborado por parte de los miembros de la comisión creada para asesorar al Papa en esta materia, y cuyos criterios son totalmente contradictorios con la “Humanae Vitae”.
También hacen grandes elogios -textualmente- de “un gran profeta de nuestro siglo, el padre Camilo Torres (*)… A través de sus escritos nos damos cuenta que Camilo Torres no era un exaltado iluso, sino un buen sociólogo, un gran conocedor de su pueblo, un gran sacerdote y, por tanto, un gran cristiano que conocía muy bien la Palabra de Dios”.
Finalmente, en la misma revista, hay un áspero réspice del reverendo mosén Juan Llopis al cardenal Pietro Parente, amonestándole por no entender cómo debe ser una homilía y reprochándole la que el cardenal pronunció en la misa de clausura del Congreso Nacional Eucarístico de Sevilla. Por lo visto, los papeles se han invertido: el “cardenal” Llopis orientando a “mosén” Pietro Parente, el pobre legado pontificio que no sabe lo que se pesca, arrollado ante la fosforescente sabiduría del redactor de “Correspondencia”... Y todo ello… ¡CON CENSURA ECLESIÁSTICA!
En fin, una breve ojeada nos presenta un panorama desolador. Al creciente descenso del cumplimiento dominical se añade la presentación de Camilo Torres como modelo de sacerdotes, cuyas obras deben ser tomadas como lectura espiritual. Cohn-Bendit y sus cipayos son presentados como la gran esperanza para entender el Evangelio hecho praxis. Otro se atreve a regañar al cardenal Parente. Tengo ante la vista “Le Monde” del 18 del pasado agosto; en él constan estas palabras del arzobispo brasileño de Diamantina, monseñor Proença Sigaud: “La infiltración comunista en la Iglesia católica del Brasil es tan visible que sólo el deseo de guardar las apariencias de la vida católica o de no alarmar a los fieles puede explicar el hecho que los sacerdotes y los obispos la nieguen... Elementos comunistas probablemente han ingresado en los seminarios y son elevados en la jerarquía eclesiástica”. ¿Solamente en el Brasil esta infiltración comunista?...
Jaime TARRAGÓ |
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