Monseñor Williamson
Comentario Eleison Nº 125
28 de Noviembre de 2009
Delincuencia sin igual II
En el “Comentario Eleison” de la semana pasada me comprometí a demostrar que el Vaticano II fue diseñado para invalidar los sacramentos de la Iglesia introduciendo ritos sacramentales cuya deliberada ambigüedad corrompería, en el largo plazo (“después de 50 años”, decía el Cardenal Lienart en su lecho de muerte), la intención sacramental indispensable de los Ministros. Pero el Vaticano II tendrá que esperar hasta la semana próxima. Esta semana necesitamos analizar con detenimiento el mecanismo de la intención humana para poder entender que el Ministro sacramental necesita tener en su cabeza una idea fundamentalmente sana de lo que la Iglesia es y hace.
Cuando un ser humano tiene la intención de algo, o intenta alcanzar alguna meta, necesita primero tener en su cabeza la idea del objetivo que quiere lograr. De hecho, nadie puede perseguir una meta sin tener en principio la idea de ésta en su cabeza, y se puede perseguir tal objetivo solamente a través de la idea que se tiene del mismo. Pero las ideas dentro de la cabeza de cualquier ser humano, pueden o no corresponder a la realidad que impera fuera de su mente. Si su idea corresponde a la realidad, puede entonces alcanzar su meta. Si no corresponde, puede llevar a cabo su idea pero no alcanzará su objetivo.
Tomemos por ejemplo un padre de familia que tiene la intención de hacer felices a sus hijos, pero cuya idea de cómo lograr esto consiste en relajar toda clase de disciplina en su casa. ¡Dios mío!, la indisciplina hace a los niños infelices, no felices; así es que cuando el papá relaja la disciplina, logra la relajación pero no la felicidad de los pequeños. Él llevó adelante su idea pero no alcanzó la realidad, porque su idea estaba desconectada de la realidad.
Ahora bien, para que un sacramento sea válido, el Ministro (obispo, sacerdote o laico) debe tener la intención de “hacer lo que la Iglesia hace”, como expliqué la semana pasada, de modo de lograr poner su acción instrumental bajo la acción primordial de Dios, única fuente de toda gracia sacramental; así es que antes de administrar el sacramento, tiene que tener una idea de lo que “la Iglesia hace”, lo que requiere una idea previa de lo que la Iglesia es. Por lo tanto, si sus ideas de lo que la Iglesia es y lo que la Iglesia hace no se corresponden con las realidades Católicas, ¿cómo puede tener la intención de hacer lo que la Iglesia verdadera hace?, y por lo tanto, ¿cómo puede administrar sacramentos verdaderos? Si por ejemplo este Ministro cree verdaderamente que la Iglesia es una clase de “Club para Creyentes Sentimentalistas”, o que la Misa es el picnic de esa comunidad y el Bautismo el rito de iniciación para pertenecer a ese Club, puede entonces alcanzar su objetivo de concretar el picnic o formalizar la iniciación, pero lo que realizará nunca será una Misa o un Bautismo Católico.
Ahora bien, uno podría objetar que un ministro de esa clase tiene la intención implícita de “hacer lo que la Iglesia hace y siempre ha hecho”, pero su Intención sacramental no resulta necesariamente válida. Por ejemplo, de acuerdo a la “hermenéutica de la continuidad” que reina hoy dentro de la Nueva Iglesia, no debe interpretarse ninguna ruptura entre la Iglesia Católica y la Nueva Iglesia, ni entre la Santa Misa y el picnic; ¡todo debe ser entendido como un desarrollo armónico! Así es que la voluntad de celebrar la Santa Misa descartando el picnic, o el propósito de disfrutar del picnic excluyendo a la Santa Misa, deben considerarse disposiciones que muestran la misma intención: supuestamente, ¡la de realizar “Misapicnics”! ¡Dicha “hermenéutica” hace posible reconciliar cosas que son, en realidad, irreconciliables! Pero, ¿puede alguien que tenga esta “hermenéutica” en su cabeza, realizar sacramentos en realidad válidos? Como dicen los Yanquis, “¡Vaya uno a saber!” Sólo Dios sabe.
Esta manera de pensar es la razón por la cual existe una confusión casi sin esperanza en la Iglesia de hoy. ¿Qué se necesitará para que los clérigos católicos vuelvan a ver a los gatos como gatos y no como perros, y a reconocer a los perros como perros y no como gatos? ¡Un cataclismo!
Kyrie eleison.
Londres, Inglaterra
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