Estimados amigos, aprovecho de saludarlos, hace muchísimo tiempo que me ha sido prácticamente imposible postear algo, debido a que estoy completamente inmerso en el Curso de Estado Mayor en la Academia de Guerra de la Armada. Pero ante este tema no he podido permanecer pasivo.
Primeramente, aunque se tenga toda la razón respecto a la verdad de un determinado punto, nada justifica la imprudencia en el modo de tratarlo. Si somos católicos, nuestro primer distintivo ha de ser la mutua caridad (que no es blandura conceptual ni ser "buenitos"). Lo cortés no quita lo valiente.
La beatificación de Juan Pablo II constituye un hecho tristísimo y grave, pues viene a conferir una suerte de "consagración" a los muchos actos gravísimos que protagonizara. Y es por dichos actos que lo aplaude el mundo-enemigo jurado de Dios y de su única Iglesia-. El mundo no se alegra ni felicita por la Iglesia Católica, lo que ha aplaudido y sigue haciéndolo es todo lo que Juan Pablo II representa de ruptura con la Fe. Ruptura tan innegable que su negación lleva a dudar de la Fe (sea su integridad o el conocimiento relativo a ella) de quien pone en duda dicha ruptura.
Independientemente de los graves hechos que protagonizara Juan Pablo II, ha de respetarse la autoridad que invistiera, la más alta que pueda concebirse sobre la tierra. Y es en virtud de dichas investidura y autoridad que, al tratarse acerca de él deba hablarse con delicadeza y respeto. Por lo demás, a nadie puede deseársele el infierno. Cada condenado es un triunfo para el demonio; de tal suerte que si aún el hombre más perverso a último momento se arrepiente y logra salvarse, dicha salvación debe llenarnos de gozo, pues no se habrá derramado en vano la sangre de Nuestro Salvador.
Es obligación grave para todo católico rezar por el alma de Juan Pablo II, en la esperanza de que se encuentre en el Purgatorio y que pronto llegue a la gloria eterna. No podemos juzgar que pasaba al interior de su alma al llevar a cabo las aberraciones que cometió; sin embargo, podemos juzgarlas objetivamente-y es un deber hacerlo, por el hecho de ser racionales-, así como las consecuencias terribles que produjeron.
Besar el Corán es mucho peor que gravísimo, es un acto de apostasía; lo mismo, rezar junto a las "otras religiones", o pretender que exista salvación fuera de la Iglesia. Las contradicciones con la Fe de siempre son evidentes, intentar darle un significado positivo o quitarle importancia entraña ligereza doctrinal y de Fe; o simplemente, no tenerla. No obstante, si todos nos consideramos católicos intentemos demostrarlo, sin insultos y siendo rigurosos y severos en el orden de los argumentos.

EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM