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Decimos NO a la “beatificación” de Juan Pablo II

La doctrina católica manda rechazar esta “beatificación”

“Velad y estad firmes en la fe, obrando varonilmente y mostrándoos fuertes” (1 Corintios 16, 13)
“Pues esos falsos apóstoles, obreros engañosos, se disfrazarán de apóstoles de Cristo; y no es maravilla, pues el mismo Satanás se disfraza del ángel de luz” (2 Corintios 11, 13-14)
Ante la “beatificación” de Juan Pablo II por Benedicto XVI, quienes firmamos esta declaración, lo hacemos para alertar a los fieles católicos sobre este fraudulento acto y manifestar delante Dios y de la historia que no aceptamos tal abominable acto. Es necesario, para darle a esta declaración la adecuada perspectiva , aclarar tres aspectos importantes:
1°.- Nos confesamos católicos, apostólicos, romanos; obedientes y fieles al magisterio perenne e infalible de la Santa Iglesia Católica, la única verdadera Iglesia de Cristo, fuera de la cual no hay salvación ni remisión de los pecados. Creemos absolutamente en la institución del papado, que Cristo estableció sobre Pedro y sus legítimos sucesores, los romanos pontífices .
2°.- Como católicos vemos y sentimos con el mayor dolor de nuestras almas, que en la Iglesia Católica se está operando la mayor apostasía y consecuente crisis en toda la historia del cristianismo , la cual no ha hecho más que agravarse aceleradamente, a partir del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965). Esta crisis no tendría ni la profundidad ni la amplitud actual si no fuera por la complicidad y aceptación directa de la casi totalidad jerarquía eclesiástica y la pasividad indiferente de los fieles que se dicen católicos. Esta crisis fue incluso reconocida por el propio Paulo VI, quien puso en marcha las “novedosas” enseñanzas de ese concilio .
3°.- Esta apostasía posee tres rasgos principales:
a), la propagación en los medios “católicos” de la herejía modernista, condenada solemnemente por el Papa San Pío X en la encíclica Pascendi, del 8 de diciembre de 1907 y en el decreto Lamentabili del 3 de julio del mismo año, como siendo “la síntesis de todas las herejías”. La difusión progresiva de esa herejía no ha hecho más que socavar la fe de los católicos, tanto clérigos como seglares. Según lo denuncia el mismo pontífice en la encíclica Pascendi, la difusión de esa herejía es parte de una conspiración de “los peores los enemigos de la Iglesia” que se han infiltrado en ella, puesto que “ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro” .
b), la consecuente adaptación de la Iglesia al “espíritu del mundo”, sofisma totalmente contrario al espíritu del cristianismo, según nos enseñan los apóstoles: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios…” nos dice San Pablo en 1 Corintios 2, 12 . Dicha adaptación al mundo no ha hecho sino agravar más la crisis, llevando a la casi totalidad de los clérigos a la apostasía y a los peores desórdenes morales (muy noticiados en la prensa de hoy y por casi todos conocidos), aumentando de esta manera la pérdida de la fe de los católicos.
c), la demolición de las tradiciones litúrgicas milenarias de la Iglesia, heredadas desde los tiempos apostólicos – que son las que constituyen la esencia del culto católico –, en especial la reforma del Santo Sacrificio de la Misa, reforma introducida por Paulo VI en 1969, que transformó el principal acto de adoración católico en un rito semejante al de los protestantes, contraviniendo directamente la orden dada a perpetuidad por el Papa San Pío V en la bula dogmática Quo primum tempore de 1570

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