Revista FUERZA NUEVA, nº 522, 8-Ene-1977
Un poco de discreción al diario “Ya”
Incurriendo una vez más en torpeza mayúscula, que desmiente el epíteto confesional de que abusa el diario madrileño de la Editorial Católica, publicaba “Ya” el domingo día 26 de diciembre -domingo, que es el día de su mayor tirada, para darle mayor difusión, y 26, en plenas fiestas religiosas de paz navideña-, un venenoso editorial titulado “Un poco de respeto”.
Decimos “torpeza mayúscula” y venenosa o malintencionada, porque comenzaba pontificando inapelablemente: “Tomamos un ejemplo de actitud irrespetuosa, fácilmente verificable y ante la que no parece correcto que guardemos silencio. Insinuar que el presidente de la Conferencia Episcopal Española (Tarancón) podría ser el “cáncer” de nuestra Iglesia, plantear irónicamente la duda de si “creerá en el Espíritu Santo”, señalar una contradicción entre “esa parte de la Iglesia española (que parece llevar hacia una Europa laica, marxista, sin Dios, y hacía una España liberal, marxista” (…) en la que se dé rienda suelta a todas las pasiones, como la ambición desmedida, la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza”) y “la” Iglesia española (de la que parecen estar ausentes el cardenal de Madrid y los obispos que con él colaboran) no es postura justificable desde ningún punto de vista, ni siquiera del de un lenguaje que dijere bien en labios católicos y religiosos”.
Ligereza del diario “Ya”, cazador de herejes
Si los oficiosos y diligentes pensadores e inquisidores inapelables del diario “Ya” -órgano de la Iglesia liberal- hubieran puesto toda su diligencia, discreción y prudencia en preguntar al autor de aquellas proposiciones condenados por “Ya”, primero, si eran auténticos y, segundo, si estaban destinadas a la publicidad, nosotros podríamos creer en la buena fe de “Ya” y no podríamos alegar en él torpeza y voluntad de condenar enseguida al maniqueo. Porque lo cierto es que el religioso que estima que el “cardenal Tarancón podrá ser, a mi humildísimo juicio, el cáncer, no el alma de la Iglesia española”, escribió esta carta no al director de un diario madrileño para su publicación, sino a un redactor del mismo diario y a título privado. La responsabilidad, pues, de que se hayan dicho en público hipotéticamente -no apodícticamente, como sentencia “Ya”- esas apreciaciones, compete, pues, no a este religioso, sino a quien haya ordenado la inserción en letras de molde. Si existe actitud irrespetuosa y “Ya” la toma como ejemplo, sépase que a quien “Ya” incrimina indirectamente es a un diario matutino madrileño, a un colega suyo, a unos periodistas, mucho más que al religioso, el cual, en su fuero interno, tiene derecho a pensar en conciencia lo que quiera (pues “de lo interno no juzga, no puede juzgar ni siquiera la Iglesia”, mucho menos el diario “Ya”), sin que sea gravísima falta el escribir, en una misiva privada, que el cardenal “podrá ser” (no que es) “el cáncer”, puesto que todos sabemos que el alma de la Iglesia española no es él, sino el Espíritu Santo.
El “Ya” no se rasgó las vestiduras por la carta del padre Llanos
Es tanto más extraño que “Ya” se haya rasgado las vestiduras por esa carta dada indebidamente a la publicidad, cuanto que no se las rasgó cuando corrió de mano en mano, haciéndose igualmente pública, la carta que contra el cardenal escribiera el asiduo colaborador y mercenario del diario “Ya” José María de Llanos, religioso jesuita a quién le permite el cardenal Tarancón el ministerio pastoral, a despecho de su militancia en las Comisiones Obreras, públicamente dirigidas por el Partido Comunista de España. La carta del padre Llanos al cardenal Tarancón contenía lindezas afirmadas categórica e injuriosamente contra la misma jerarquía eclesiástica.
En esto de tener dos pesos y dos medidas (una para el religioso que ahora pone en la picota y otra para el jesuita), tampoco puede presentarse “Ya” tan puro como para “arrojar la primera piedra” contra el pecador aparentemente público.
Las cartas al cardenal Tarancón
De los juicios que merece a una parte de la Iglesia española el cardenal, él debe ser bien consciente. Yo sé de personas que le han escrito cartas verdaderamente tremendas y tengo la fundada convicción de que hay muchos españoles que se sienten en comunión con la Iglesia de siempre, con la que dio en España, en nuestros días, obispos, sacerdotes, religiosos y seglares para el martirio, y, por lo mismo, no se sienten en comunión con el cardenal Tarancón, aunque se sientan en comunión con las enseñanzas de Pablo VI y del magisterio oficial de la Iglesia en lo que tienen de infalible, conforme al adagio aceptado en la Iglesia, inspirado en San Agustín, que reza así: “en lo dudoso, libertad”. Después de todo, como decía Chesterton, al católico se le exige que cuando entra en la Iglesia se quita el sombrero, pero no la cabeza” no la conciencia.
Las cartas del cardenal Tarancón no comulgan con Pablo VI
La Iglesia no empieza ni acaba en el cardenal Tarancón: hay obispos, hay sacerdotes y hay seglares en la España de hoy que no están en plena comunión con el cardenal Tarancón. Y lo que enseña y a hace el cardenal Tarancón tampoco es seguro que esté siempre en comunión con Pablo VI.
Las “Cartas cristianas” del cardenal Tarancón no son católicas, es decir, nada tienen de común con los temas, preocupaciones y enseñanzas del Nuevo Testamento. El cardenal Tarancón no cita jamás un pasaje evangélico ni se apoya literal y rigurosamente en ningún texto del Vaticano II ni habla de los asuntos de que habla a diario Pablo VI ni enriquece, como Pablo VI, su magisterio con apelaciones a la Sagrada Escritura, a los Padres, a los doctores de la Iglesia, etc. El cardenal Tarancón no tiene palabras de vida eterna, de valor eterno, sus palabras son de valor contingente, de vida temporal, son acomodaticias, secularistas o abstractas. Y ello, de tal manera que si los fieles de Madrid no tuviéramos otro magisterio que el del cardenal Tarancón, podríamos aseverar que la Iglesia es superflua en cuanto meramente humana y descristianizadora. El cardenal, que antes de ser arzobispo de Madrid escribía valiosas cartas pastorales, ahora nos dirige “Cartas cristianas”, como quien tiene y esgrime razones y como quien no tiene fe, como quien careciera de fe y considerase que las luces de la fe son menos valiosas que las lumbres de la razón.
La Iglesia del cardenal Tarancón, en ruptura
No es eso solo. Alentado por las exhortaciones del episcopado español y por el cardenal Tarancón, su vicario episcopal Jaime García Escudero ha organizado en un local eclesiástico una reunión para que el subdirector de “Ya”, Luis Apostua, nos aleccionara de cara al referéndum. Como cualquier sujeto, Apostua fue subjetivo, partidista, y ni él ni el vicario episcopal quisieron que allí se expusiera la doctrina oficial de la Iglesia sobre el Estado, que debían conocer los católicos que iban a votar en dicho referéndum. Y como el vicario dispusiera que la doctrina del magisterio oficial de la Iglesia fuese allí reprimida u ocultada y censurada, para que sólo quedase dominando la doctrina de Apostua, yo pregunté al vicario episcopal:
-¿Acaso usted no está en comunión con la Iglesia de San Pío X, la cual, al canonizarlo, ha canonizado la tesis de que el Estado no debe basarse en el sufragio universal, en la soberanía del pueblo?
Como el vicario episcopal me respondiera que él no estaba en comunión con esa Iglesia, yo tengo derecho a pensar que, una de dos, o bien el cardenal Tarancón tiene a su lado un vicario que no está en comunión con el magisterio oficial de la Iglesia y con el cardenal Tarancón, o bien el cardenal Tarancón y su vicario no están en comunión efectiva con la Iglesia católica de siempre.
El cardenal de la Iglesia progresista
No es sólo que el cardenal no enseña lo que enseña. Pablo VI ni se basa en las fuentes en que se nutre Pablo VI, ni trae a colación todo cuanto se contiene en la divina Revelación tocante a la vida social, económica y política. Es que cuando sabe que la mayoría de sus fieles no comulgan ni quieren comulgar en la mano, él demanda a Roma autorización para introducir esa corruptela, porque la solicita la minoría. Y, sin embargo, no es igualmente respetuoso para con los deseos de las minorías o mayorías madrileñas apegadas a la tradición y usos de la Iglesia española.
Cuando de Roma viene el recordatorio de que los clérigos no deben usar del traje seglar, el cardenal Tarancón hace la vista gorda ante los abusos manifiestos de sus sacerdotes, fuera y dentro del templo, en materia de indumentaria.
Hace más de un año, el canónigo lectoral de Madrid don Salvador Muñoz Iglesias leyó un informe en la parroquia de San Jerónimo el Real, de Madrid. (ver: http://hispanismo.org/crisis-de-la-i...tml#post175132), en presencia del cardenal Tarancón y de unos trescientos sacerdotes madrileños que subrayaron con su aplauso la veracidad de este informe, denunciando los abusos, las corruptelas, las desviaciones doctrinales, la indisciplina canónica, litúrgica y moral que afectaba a muchos clérigos de Madrid. Hasta tal punto el informe era impresionante, que el cardenal admitió que “debería dimitir”, como reconocimiento de su ineficacia, de su falta de celo, de su incompetencia o de su complicidad.
El cardenal Tarancón no cumple con su deber y función episcopal
Pues bien, ¿qué remedios se han adoptado? ¿Qué sanciones se han impuesto? ¿Qué vigilancia se ha establecido? Nada se sabe.
Lo único que se sabe es que hace caso omiso a las demandas justas, a las peticiones respetuosas, a las llamadas a su celo pastoral, para que, sobre la infinidad de homilías y de artículos y libros o manifestaciones más o menos heterodoxas hechas por clérigos y laicos en su diócesis, opere oficial y magisterialmente el debido discernimiento, cumpliendo así con sus deberes canónicos y ateniéndose a las obligaciones que le incumben según el “Directorio pastoral para los obispos”, editado por la Sede Apostólica para actualizar y definir en concreto el ministerio episcopal tras el Vaticano II.
El cardenal Tarancón no quiere cumplir con su deber de custodiar la fe, de hacernos conocer si está conforme con la doctrina católica lo que escriben o predican sacerdotes como los padres Llanos, Diez-Alegría, Gamo, Jiménez de Parga, Lois, Álvarez Bolado, Caffarena, González Ruiz, Hernando, Ortega, Unciti, Iribarren, Pelayo, Pérez de Urbina, Cardedal, Sebastián, Calvo, Aradillas, Lorente, Martín Descalzo, etcétera, y laicos como Miret, Maté, Fierro, Aguirre, Ruiz-Giménez, Jiménez Lozano, Aranguren, Gomis, etcétera.
No sabemos a qué Iglesia pertenecemos
Entonces, como él ha reconocido públicamente que existen hondas divisiones en la Iglesia española, y sabemos que consiente en Vallecas una Iglesia proletaria, que casi nada tiene en común con la Iglesia burguesa del centro de Madrid, ni con la Iglesia paralela, subterránea y del pueblo, que se reúne no se sabe cómo ni cuándo, no podemos ya saber a ciencia cierta qué españoles pertenecemos a la Iglesia del cardenal Tarancón, ni cuántos a las otras iglesias, ni si la Iglesia que sigue ciegamente al cardenal Tarancón tiene más de común con la Iglesia reformada por Lutero y demás heresiarcas o con la Iglesia liberal que quiso Lamennais o con la Iglesia modernista que quisieron Loisy, Laberthonniere o Tyrrell, o con la Iglesia marxista, querida por Diez-Alegría, por Gamo, por Llanos, por los “cristianos para el socialismo” que no osa condenar la Conferencia Episcopal Española ni la Iglesia que, de alguna manera, preside el cardenal Tarancón, desde la Asamblea Conjunta (1971), eclosión del “cáncer” que no pudo homologar oficial y abiertamente Pablo VI, ni sanar drásticamente.
Después de todo, como Pablo VI no quiere efectuar inequívocamente el discernimiento de espíritus ni ejercitar su carisma de infalibilidad en los términos en que debe ejercerse, no podemos saber, no sabemos qué es lo que “en la línea de acción de los obispos españoles” hay del Espíritu Santo y qué otra cosa hay de aberraciones del espíritu no santo, humano, de nuestros obispos.
Eulogio RAMIREZ
|
Marcadores