Revista FUERZA NUEVA, nº 574, 7-Ene-1978
Cripto-confesionalismo
Gracias a la revista “Vida Nueva”, pasto del progresismo católico español, hemos podido conocer la conferencia leída por monseñor Yanes, arzobispo de Zaragoza, en el Club Siglo XXI de Madrid, y titulada: “Qué esperaría un cristiano leer en una Constitución democrática?”. (Debe entenderse un “cristiano progresista y secularista”, no un católico que comulgue con la tradición de la Iglesia Católica).
Si tuviéramos que decir sumariamente y pronto el juicio que nos merece esta conferencia, diríamos que es virtualmente atea, porque en lugar de poner a Dios y su Revelación como premisas de donde el católico saca las conclusiones que ha de llevar a la Constitución civil del Estado nacional, monseñor Yanes parte de unas premisas ateas, racionalistas, secularistas, y sólo saca a Dios ilógicamente en la conclusión de su conferencia.
Hay en la conferencia del arzobispo de Zaragoza, como en la doctrina política vaticana actual (1978), una especie de giro copernicano en virtud del cual la Constitución, que en el Estado católico debe girar en torno a Dios, pasa a girar absolutamente en torno al hombre desprovisto de Dios. Y, por eso, podría decirse que, como en el discurso diabólico del paraíso terrenal ante el que capituló Adán, lo mismo que ante el discurso marxista que exalta al Prometeo que roba el fuego a los dioses, hay en este discurso de Monseñor Yanes, al menos tácitamente, la misma pretensión de Satán frente a nuestros primeros padres: embaucarlos con el señuelo del “Seréis como dioses”.
Parece deducirse del cuerpo de la disertación del arzobispo de Zaragoza que si hacemos una Constitución democrático liberal-socialista, como la que él se le ocurre, sin contar con los datos de la fe católica, y con las meras ocurrencias de la razón cartesiana o marxista, podríamos hacer de España un paraíso, sin necesidad de sobreponerle la autoridad soberana y omnímoda de Dios.
Pero como las lucubraciones puramente racionales llevan, con una lógica implacable, a un Estado en que la Iglesia no pasa de ser una asociación de derecho privado supeditada al Estado, a la escuela única y laica, al divorcio y al aborto -y eso todavía no puede digerirlo el actual Gobierno vaticano del que monseñor Yanes es súbdito irracional-, el arzobispo de Zaragoza se ve forzado, ilógicamente, a sacarse de la manga un Dios relegado y críptico, un “criptoconfesionalismo”, sólo en el cual pueden fundamentarse las libertades o derechos de la Iglesia que él desea ver respetados por la Constitución española en ciernes.
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Como diría Etienne Borne en “Dios no ha muerto”, en la ideología seudocristiana o criptocristiana de monseñor Yanes, “Dios va a ser el sofisma de justificación de todas las insubordinaciones, el arma revolucionaria mediante la cual será repudiado todo orden político. Al creer en Dios, el hombre proyectaría en un cielo antinatural y antisocial el falso absoluto de una libertad ilusoria”.
Porque, efectivamente, monseñor Yanes discurre como si erigiendo la libertad de los españoles en lo Absoluto, en el sucedáneo de Dios, aquí se fuera a producir el paraíso terrenal, cuando en realidad estamos experimentando cómo es causante de nuestro infierno actual la libertad desenfrenada de que gozan los españoles frente a un Gobierno (A. Suárez) carente de autoridad.
De monseñor Yanes podría decirse esto mismo que Borne afirma de Hegel: “El propósito de un Hegel ha sido reformar el Dios cristiano bastante revolucionariamente como para hacerlo políticamente utilizable”.
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Ignora monseñor Yanes, como parecen ignorar todos los progresistas católicos, sean españoles, sean vaticanos, lo que descubre el mismo E. Borne, filósofo de la democracia cristiana francesa: “Todas las revoluciones desde el siglo XVI son afines; cualquiera que sea su propósito aparente, político o social, todas ellas proceden del mismo antropocentrismo y de la misma rebelión metafísica del hombre que pretende usurpar la plaza de Dios. Y al final sobrevienen la claridad y la justicia: el olvido de Dios es una provocación a la negación de Dios. Al suscitar el comunismo ateo, la fórmula marxista no sería en absoluto inexacta, el mundo liberal y laico ha producido sus propios sepultureros. De este modo se manifestaría a través de la Historia el juicio de Dios”.
Efectivamente, históricamente, fatalmente, el liberalismo ateo (como el subyacente a nuestra Constitución en ciernes) genera al comunismo ateo, que entierra a las democracias liberales, máxime cuando se da la mediación de los eurosocialismos y eurocomunismos.
Por eso, por imperativo de la Ley moral, del Derecho natural y de la fe cristiana, los católicos queremos ver en la Constitución explícitamente respetado el honor de Dios, el derecho de Dios, la Constitución de Dios para el hombre y para el mundo, tal como la han explicado entre nosotros monseñor Guerra Campos, en su carta pastoral sobre “La Monarquía católica”, https://hispanismo.org/religion/2224...ra-campos.htmlo monseñor Castán Lacoma, en su conferencia sobre “La Iglesia y la democracia”, pronunciada hace un par de años en Madrid e inspirada en el radio mensaje navideño “Benignitas et Humanitas”, emitido por Pío XII en 1944, cuando la democracia liberal se cernía sobre Europa
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Hay un fallo garrafal en la conferencia de monseñor Yanes: la inadvertencia de que cuando las Constituciones y los hombres no comienzan por confesar a Dios, más tarde o más temprano acaban destruyendo al hombre, como hace ver no sólo Borne, sino el mismo Domenech, que él cita, en su ensayo sobre “Tombeau de l’humanisme”. El racionalismo con el que discurrieron los liberales y con el que discurre el arzobispo de Zaragoza, en Sartre, en Foucault, en Freud en Althusser, en Levy-Strauss deshacen hasta la noción misma del hombre.
Eulogio RAMÍREZ |
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