Revista FUERZA NUEVA, nº 593, 20-May-1978
PASTORES MUDOS
Los españoles de 1978 parecen decididos a enmendar la plana a Dios y a decretar en el más solemne de sus textos legales que lo que Él ha unido bien pueden separarlo ellos. Para ello son soberanos como aprobaron en referéndum hace poco más de un año.
Esta rebelión ante los expresos designios de Dios no viene amparada solamente por los partidos marxistas, cosa que no sería de extrañar, sino también por los de derecha, llámense Centro Democrático o Alianza Popular. E indirectamente, lo que llega ya al colmo del asombro, por la Iglesia oficial que permanece muda ante un gravísimo ataque a la familia como lo es la implantación del divorcio.
Encuentro lógica la actitud de los partidos marxistas y ateos. Para ellos, la familia es un obstáculo a eliminar y utilizan cuantas bazas caen en su mano. Han despenalizado el adulterio y el amancebamiento, tocan ya con sus manos el divorcio, nos traerán el aborto y pretenderán convencernos que todo ello es un logro de la humanidad y de la civilización, porque el hombre y la mujer serán más dignos cuanto más se parezcan a los animales en sus apareamientos, las madres serán más responsables y más libres cuantos más hijos hayan asesinado cobardemente mediante el aborto y, si las relaciones sexuales se establecen con personas del mismo sexo, entonces se habrá llegado al máximo de la cultura y la liberación.
De Adolfo Suárez y de Fraga Iribarne nunca esperé nada. Entreguista siempre el uno, incoherente el otro, parecen no aspirar a otra cosa que a permanecer el mayor tiempo posible a costa de lo que sea o a obtener unas migajas del poder, pidiendo una y otra vez que UCD le entreabra una rendija por la que colarse al banquete sin que los repetidos portazos en las narices perturben una flema cuasi británica que solamente reserva para los constantes desaires que recibe del presidente del Consejo de Ministros.
Pero de la Iglesia cabía esperar otra cosa. Distinta de la oportunista teoría de una autonomía mal entendida del poder civil y de un pacifismo a ultranza que, para evitar una «guerra religiosa» —a cualquier cosa llaman guerra—, permite toda clase de claudicaciones y de indignidades. Porque claudicación e indignidad es, en un obispo, callar la palabra de Dios para no resultar molesto en una sociedad civil que hace befa de los mandatos del Evangelio. ¿Dónde ha quedado aquel tan cacareado espíritu profético que hasta hace muy pocos años impelía a algunos de nuestros pastores a hablar de una ley sindical o de cualquier pretendida violación de los derechos humanos? ¿Por qué callan hoy los profetas de antaño? ¿Han confundido tal vez la llegada de la democracia con la parusía ante la cual, por la presencia del Señor, nada tienen ya que decir sus enviados?
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, se están pisoteando ante vuestros ojos los derechos del hombre y los derechos de Dios. Hoy, pastores mudos de la Iglesia, con la despenalización de los anticonceptivos, bendecida oficialmente por ese «obispo rojo de Vallecas», sin que su superior, el cardenal Tarancón, se haya creído obligado a ejercer contra él la «denuncia profética», se está matando a los niños en el seno de sus madres, porque muchos anovulatorios lo que son, en realidad, es abortivos. Pero esos niños no deben tener derecho a nacer ni Dios derecho a que nazcan.
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, se encenaga el alma de los niños con la pornografía de publicaciones y espectáculos y se pisotea el derecho que tienen a no pecar y el derecho de Dios a que no pequen.
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, con la despenalización del adulterio, se lesionan los derechos de la mujer honesta que recibió la promesa de fidelidad de su marido y los del marido honrado que recibió la de su mujer. Promesa que libremente se ofreció hasta que la muerte separara a los cónyuges y que merece una protección social como mereció una bendición divina.
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, se van a ultrajar con el, divorcio los derechos de los hijos "a "vivir con sus verdaderos padres, a ser amados por ellos y a recibir de ellos una educación conforme a la voluntad de Dios.
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, se van a lesionar con el divorcio los derechos del cónyuge que no lo desea, que cuando más necesita el amor del otro, porque está enfermo, porque está en prisión, porque la edad ha marchitado unos encantos que un día enamoraron al que hoy busca en otra lo que ella tuvo ayer, se ve abandonado con olvido de los más solemnes juramentos.
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, se está preparando ante vuestros ojos, que ayer, percibían la más mínima paja y hoy se les escapan las más colosales vigas, el asesinato legal de miles y miles de vidas inocentes sacrificadas alevosamente en ese patíbulo que ha alzado el egoísmo y la irresponsabilidad y que se llama aborto.
Hoy, pastores mudos de la Iglesia, se olvidan los derechos de la España católica a profesarse y reconocerse como tal, los derechos de los miles de mártires que dieron su sangre por ella, algunos demasiado recientemente, los derechos de nuestros héroes y de nuestros santos, los derechos de nuestros hijos y los derechos de Dios a reinar en esta Patria que hizo de su servicio su historia y su grandeza.
Son demasiados derechos humanos y divinos para que permanezcáis callados. Y vuestro silencio recuerda también demasiado a aquel lavatorio de manos, porque «qué tenía él que ver con la sangre de aquel hombre».
La España católica espera que asumáis vuestros deberes y confirméis a los esforzados, encendáis los corazones de los tibios, volváis al redil a los engañados y decididamente enarboléis las banderas de Dios para rescatar a nuestra Patria de la apostasía y del pecado a la que se le encamina.
Si así lo hicierais dejaríais de sentir el remordimiento de conciencia del deber incumplido de la misión traicionada, de la inutilidad de vuestro sagrado ministerio. Y sentiríais sobre vuestros corazones el calor de la bendición de Dios y el agradecimiento del pueblo fiel que El os encomendó y que hoy tenéis abandonado. Y que os paga vuestros servicios mercenarios con un desprecio como nunca lo han conocido los obispos de España.
En otro caso habréis de sentir hasta la muerte, que ojalá os llegue pronto para bien de la Iglesia y de España, y aún después de ella, el dedo acusador de los niños que no han podido nacer, de los que nacieron y no han podido conocer el amor de sus padres porque viven con otra mujer, con otro hombre y con otros hijos, de los maridos y las mujeres abandonados, de los que -desde -el infierno gritarán contra vosotros porque estarán allí por vuestra culpa, ya que cubristeis con vuestro ropaje episcopal la pornografía y el aborto, la píldora y el adulterio, el divorcio, la apostasía y el pecado.
Si todo ello llegara por vuestra complicidad, si por vuestra causa España real y oficialmente dejara de ser católica, en nombre de este pueblo de santos y de mártires que se merecía otros obispos, recogería de un ilustre español aún vivo unas palabras que pronunció hace casi cincuenta años, cuando también se pretendió descatolizar a España, aunque entonces España tuviera la suerte o la gracia de Dios de contar con unos obispos muy distintos de vosotros, para escupíroslas a la cara con odio que pido a Cristo me perdone: «En el nombre del Dios de mi raza, en el nombre del Dios de Isabel la Católica y de Felipe II, ¡malditos seáis!»
Francisco José FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA |
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