¿Qué debemos hacer?
Las disposiciones de la Santa Sede no dejan, pues, lugar a duda. Si, a pesar de todo, algunos no quieren obedecer, un cristiano coherente no puede colaborar con esos abusos aceptando recibir la Sagrada Eucaristía de un ministro extraordinario, si no se cumplen todos los requisitos del derecho. Los sacerdotes, por su parte, han de poner los medios a su alcance para evitar la difusión de tales abusos, ocupándose también de llevar la sagrada Comunión a los fieles enfermos o impedidos, aunque les suponga un esfuerzo considerable.
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