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Tema: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    ICONOGRAFÍA NEOCATÓLICA PARA UN TIEMPO DE PAZ

    Abrazo cósmico. Respuesta a la tragedia del 11 de setiembre de 2001
    (tapiz) por Emanuel Demetrescu. Vaticano, Domus Sanctae Martae
    Si, según la socorrida fórmula, a la lex orandi le corresponde su propia lex credendi determinándose ambas en causalidad recíproca, no será mucho suponer la incidencia de una lex intuendi, un cierto talante representativo, una impronta valorativa manifiesta en formas y figuras, capaz de ingresar con eficacia en la órbita de la fe y la oración, y siendo al cabo por éstas visiblemente informada.

    De lo que se cree, así se pinta: que lo diga, si no, un fra Angelico. Lo mismo vale decir -sin la menor atenuación y como para dar una idea de la misérrima medida de la fe de nuestros pastores- de los disparates pseudoartísticos que, con profusión insensata, tiznan en nuestros días las iglesias, cuando no son estas mismas -en sus propias y opresivas líneas, en su deliberada frialdad e insipidez- las que profanan todo cuanto contengan. Como la capilla del albergue de Santa Marta, no sin algún acierto elegida por el papa Francisco para escenario de sus diarias homilías.

    En aquella época de crisis que fue el inmediato pre-concilio, sesenta o setenta años atrás, no faltaron católicos indulgentes con el arte moderno (un Maritain allende el océano, o un monseñor Derisi entre nosotros) que argumentaban que, siéndole inherente al mismo arte moderno un cierto desasimiento de la materia en atención a la pura forma -y habida cuenta de que por la materia ingresa la imperfección al mundo-, cabía entonces esperar el tiempo de un arte depurado de excrecencias, simple con la simplicidad del espíritu, elevado a instancias de su humildad. Como si dijéramos: un promisorio inicio, una respuesta a flor de piel (es decir, "estética") a las aporías irresueltas de la hora. Es curioso que esta gente formada en el tomismo no supiera advertir el peligro de angelismo ínsito en tales intentos. La cosecha que los años arrojaron y la insobornable perspectiva temporal acusan al arte moderno de haber liquidado junto con la materia también la forma, de haber propiciado lo informe, de haber engendrado (luego de rechazar la vis representativa del arte) todo un aluvión de impostores y parásitos que medran del increíble prestigio que la nulidad alcanza entre nuestros contemporáneos. Acá también vale lo de «un abismo llama a otro abismo»: el abismo del no-ser solicitando a la industria y los desvelos humanos para una obra de aniquilación consensuada, la tradición o «acto de la entrega» trocada por el juego estéril de dilapidarlo todo. Se trata de que en las próximas generaciones no quede ni memoria de la baquía y el mérito de aquellos que, merced a esa peculiar ascesis que exige la creación de arte, se rinden a la belleza hallada y -en una operación irrenunciable para el bien común temporal- la ofrecen a la pública ostensión.

    Al neocatolicismo (es decir, a la religión del Hombre) ese carácter informe del arte moderno le es connatural, como lo es el que el simbolismo cristiano se vea sustituido por uno enteramente ajeno, a menudo conservando algún elemento de aquél para someterlo a una reinterpretación abusiva. Valgan los ángeles girando esas manivelas en el tapiz que reproducimos arriba para dar fe de esta irónica intención resignificante: los seres espirituales como garantes del mecanicismo universal. Los dos androides fundidos en un abrazo en medio de una atmósfera irreal grabada con los signos del zodíaco son el meollo del mensaje: el de una solidaridad meramente humana, sin nada en absoluto que remita a la obra de la Redención.

    Y no esperemos ya otra cosa, que éste es todo el programa de Francisco, el hombre designado para apurar la torción antropocéntrica de la religión conciliar. El mismo que enseñó recientemente a siete mil niños congregados en el aula Paulo VI, pujantes todos por sonsacarle alguna máxima sapiencial acerca de la receta para alcanzar la paz, que «todas las religiones tienen un mandamiento común: “amar al prójimo”. Y este amar “nos ayuda a la paz”, a “ir adelante en la paz"», con la oportuna especificación de que «todos somos iguales pero no nos reconocen esta verdad, esta igualdad», lo que motiva a menudo que cundan las injusticias: éstas y sólo éstas son, a la postre, las que impiden la paz.

    La sala de audiencias, presidida no ya por la Cruz
    sino por el engendro cósmico
    Es cierto que la virtud de la religión entra en la órbita de la virtud cardinal de la justicia, incluso como su expresión más eminente: el primer mandamiento acentúa esta relación. Vulnerado este deber de justicia primordial, no es extraño que cunda toda suerte de atropellos entre los hombres. Pero es claro que acá no se insinúa nada de esto, y que al igualitarismo civil como garante de la paz mundana se le adjunta el igualitarismo de las religiones, poseedoras -presuntamente todas- de un mandamiento común. Al modo de los gorgojos que atacan la harina, pronto llegará la exposición oficial de la eucaristía a su recepción sacrílega -allí donde todavía se la celebre válidamente. De lo que se trata es de promover la «igualdad» revolucionaria, cuyo auténtico y solapado nombre es individualismo crudo y descarnado.

    Para esto hacía falta un demiurgo orbital ceñido de una imaginería que actuara a modo de corifante de su programa. La horrible y novedosa iconografía que adorna las estancias papales le ofrece el marco más adecuado a este programa, que ya va siendo el más grande desafuero de la historia.















    In exspectatione

  2. #2
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    ¿Una Iglesia para bautizar extraterrestes?





    Templo de “El Señor de los rayos” a un costado del panteón de la cruz, de estilo modernista, edificado entre 1956 y 1957, ubicado en el Barrio de Cholula, cerca del Centro de la Ciudad de Aguascalientes, México.

    Un fruto más del modernismo conciliar y de la aberrante arquitectura moderna fea y alejada de la verdadera teología católica.
    STAT VERITAS: ¿Una Iglesia para bautizar extraterrestes?

  3. #3
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    Y el ojo masónico que no falte.

  4. #4
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?


    Monstruos en el Vaticano



    El Vaticano, lo que el común de los mortales identifica con la basílica
    de San Pedro, es un lugar lleno de hermosas obras de arte. La propia
    basílica es algo grandioso, sublime, admirable. Pero es mucho más que su
    tremendo templo. Se trata de un estado con apenas 44 hectáreas de
    superficie y una población estimada de 800 habitantes, que reúne a
    diario miles de almas para contemplar sus colecciones, y que es al mismo
    tiempo el centro neurálgico de la religión más importante del planeta y
    el sanctasanctórum de las bellas artes.
    Allí, en ese reducido espacio, de improntas y trazos sobrenaturales
    en cada una de sus piedras y en la totalidad de sus átomos, plasmaron su
    espíritu artistas como Bernini, Miguel Ángel, Carlo Maderno; se
    conservan con delicadeza las labores de Arnolfo di Cambio, Pietro
    Cavallini, Guido Reni, Rafael, Caravaggio; y testimonios marmóreos de la
    tradición grecolatina, como el Augusto Prima Porta, el Laocoonte, el
    Apolo de Belvedere, el Apoxyomenos… Maravillas que todo el mundo admira y
    con las cuales todos quieren un recuerdo.

    Pero el himeneo entre la Iglesia y el Arte, tan fértil en otras
    épocas, concluyó en sonado divorcio. Nuestra época es desgraciadamente
    inmune al contagio del esplendor artístico de otros tiempos, y las
    creaciones presentes han renunciado a toda belleza para perseguir lo
    feo, lo ridículo y lo grotesco. Y la Iglesia ha acabado arrodillándose
    también a la tendencia antiestética del arte moderno.

    La plenitud del arte sacro se produjo, a pesar de todas las leyendas,
    en la vilipendiada Edad Media. Durante aquellos siglos Europa se cubrió
    de iglesias y catedrales que todavía hoy admiramos por su dignidad y
    encanto. Expresó en las artes plásticas su espíritu devoto por medio de
    artistas geniales que reconocían el poder del arte para instruir a los
    fieles y sobrecogerles con sus representaciones del misterio, de lo
    celeste, de lo supraterreno. El Renacimiento, por diferentes motivos,
    supuso un giro importante. «En el siglo XVI el culto a la belleza se
    acentúa a expensas del sentido del misterio»1.
    La Reforma produjo a continuación un movimiento iconoclasta, y allá
    donde triunfó el protestantismo el arte sufrió un gran ocaso2. Pero la madre del cordero, cuando la serpiente puso realmente sus huevos más infectos, fue en el siglo XVIII.

    En consecuencia, la imagen sagrada entró en crisis en la época
    contemporánea. Por eso en los siglos siguientes (XIX y XX) «la jerarquía
    eclesiástica no veía nada que pudiera valer para la expresión de sus
    verdades y de sus misterios». Hasta que llegó Roncalli, el futuro papa
    Juan XXIII, instigador del último gran concilio celebrado por la Iglesia
    Católica, el Concilio Vaticano II.

    «En el breve pontificado de Juan XXIII se acentuó el acercamiento de
    la Iglesia a los artistas mediante el fomento de las Semanas de Arte
    Sacro. Precisamente en su discurso con motivo de la IX Semana de Arte
    Sacro (28 de octubre de 1961), el Papa exaltó la misión del arte
    cristiano que, según él, tiene un carácter cuasi sacramental, “como
    vehículo e instrumento del que el Señor se sirve para disponer el ánimo a
    los prodigios de la gracia”; y, sobre todo, mostró una sensibilidad
    propia de los artistas de su tiempo al señalar con conceptos propios de
    la estética moderna, los caracteres esenciales del lenguaje artístico:
    “la armonía de la estructura, la forma plástica, la magia de los colores,
    son otros tantos medios que tratan de aproximar lo visible a lo
    invisible, lo sensible a lo sobrenatural”, expresiones que hubieran
    firmado gustosamente un Matisse o un Kankinski.

    «En ese discurso Juan XXIII anunciaba ya los bienes que, a este
    respecto, debían esperarse del Concilio Universal que acababa de
    convocar. En efecto, la Constitución Sacrosanctum Concilium,
    dedicada a la Sagrada Liturgia, fue la primera constitución aprobada en
    aquella gran asamblea. Y en ella todo el capítulo VII está consagrado al
    arte religioso. Sus directrices no van más allá de las ya formuladas
    por Pío XII. Y en ese sentido, se ha observado justamente que la
    Constitución hubiera sido más explícita y valiente si sus cánones se
    hubieran formulado después de la aprobación de la Gaudium et Spes.
    De todos modos, se declara que “la Iglesia nunca consideró como propio
    ningún estilo artístico, sino que, acomodándose al carácter y las
    condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos,
    aceptó las formas de cada tiempo”. A los obispos se les recomienda que
    favorezcan un arte auténticamente sacro, buscando “más una noble belleza
    que la mera suntuosidad”, procurando excluir de las iglesias “aquellas
    obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad
    cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la
    depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o
    la falsedad del arte”»3.



    Pues bien, a pesar de las pautas definidas y de la buena voluntad que se presupone
    a los dirigentes de la Iglesia, hoy habita en la Ciudad del Vaticano
    una creación con la que no desea nadie fotografiarse
    . A la que
    nadie admira. A la que nadie va a buscar expresamente. Que produce
    rechazo más que elevación y suspenso. Nos referimos a una obra que
    preside un auditorio gigantesco, uno de los espacios más visitados de
    hecho por los papas conciliares, el Aula Pablo VI. Se trata de La Resurrección de Pericle Fazzini, un autor cuyas obras repelen y atemorizan. Quien la haya visto sabrá lo que digo.

    Y es que salta a la vista la fealdad de semejante engendro broncíneo.
    Barbaridad que pretende representar la gloria de Dios resucitado pero
    cuyo evidente resultado es el de una imagen espantosa con un muñeco
    enajenado en el centro, recortado por un fondo con ramificaciones
    siniestras y calaveras que insinúan, más que el sol deshecho en rayos de
    oro del poema de Becquer, jirones de almas negras errando en Fangorn, o
    Aokigahara, el bosque donde van a suicidarse los japoneses que han
    caído en la desesperanza.

    Recordemos en este momento qué opinión, en teoría, tiene la Iglesia
    sobre el arte sacro, y contrastemos las palabras y los hechos:

    «Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan,
    con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su
    cumbre, que es el arte sacro.


    Estas, por su naturaleza, están relacionadas con la infinita
    belleza de Dios, que intentan expresar de alguna manera por medio de
    obras humanas. Y tanto más pueden dedicarse a Dios y contribuir a su
    alabanza y a su gloria cuanto más lejos están de todo propósito que no
    sea colaborar lo más posible con sus obras para orientar santamente los
    hombres hacia Dios.


    Por esta razón, la santa madre Iglesia fue siempre amiga de las
    bellas artes, buscó constantemente su noble servicio, principalmente
    para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad dignas,
    decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales»4.


    Hoy, en efecto, contemplando esta Resurrección siniestra en el Aula
    Pablo VI del Vaticano, cualquiera diría que la Iglesia ha dejado de
    «orientar santamente los hombres hacia Dios» por el arte que adopta y
    propone como ejemplo.

    (Continuará)

    Luis Segura






    1 PLAZAOLA, J.: La Iglesia y el arte, BAC, 2001, p. 98.




    2 Cf. Idem, p. 99.




    3 Idem, pp. 116 y 117.




    4 SC, 122.


    http://ww.adelantelafe.com/monstruos-en-el-vaticano/
    Última edición por Hyeronimus; 20/05/2015 a las 13:53

  5. #5
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    EL HORRIBLE ALTAR DE SANTIAGO APOSTOL DE LA FSSPX EN MADRID

    22 de diciembre de 2015

    tags: actualidad, noticias, signos de los tiempos, Videos















    __________________________________

    Fuente:

    https://eccechristianus.wordpress.co...spx-en-madrid/

  6. #6
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    La monstruosidad del arte sacro contemporáneo


    Editorial del profesor Roberto de Mattei que aparecerá en el número 111 de la revista mensual
    Radici Cristiane (febrero de 2016).


    La nueva catedral de Créteil, en Val di Marna, inaugurada el 20 de septiembre de 2015, acrecienta la ya larga lista de adefesios arquitectónicos de las últimas décadas. Lo que hace más grave esta devastación es que se trata de arquitectura sacra, es decir, de una expresión artística que debería ayudar al hombre a elevarse al Cielo.

    La primera característica de esas iglesias, así como de otros templos de la liturgia postmoderna, es que, por el contrario, alejan de Dios.
    Son iglesias feas porque los arquitectos que las proyectan desnaturalizan intencionadamente su función de lugar donde se celebra el culto divino. Es bello lo que es verdadero, y verdadero es lo que cumple su objetivo, lo que no traiciona su propio fin y naturaleza. En este sentido, como señalaba Mario Palmaro, la belleza posee un carácter normativo inherente, remite a la naturaleza humana que no cambia en ningún momento y lugar. Y como el hombre tiene naturaleza racional, «en las cosas humanas,--afirma santo Tomás de Aquino-- lo bello se da cuando una cosa se ordena según la razón» (Summa Theologica, II-IIae, q. 142, a. 2).

    Los arquitectos modernos se guían por sus propias construcciones mentales deformes en vez por las leyes inmutables que gobiernan el universo.
    Pero todo lo que produce el hombre sólo tiene perfección y belleza en la medida en que corresponde al fin que le es propio. Si Dios es el fin último de todas las cosas, todo ser creado tiene una finalidad concreta que se corresponde a su propia naturaleza y esencia. El fin es también una función, una actividad específica dirigida a un objetivo.

    La belleza de una obra de arte se deriva de su funcionalidad, esto es, de la capacidad de alcanzar el fin al que está dirigida. Santo Tomás lo explica con un ejemplo elocuente: «Todo artífice tiende a dar a su obra la forma mejor, pero no en un sentido absoluto, sino con respecto a un fin. No le preocupa si tal disposición tiene de por sí una deficiencia determinada. Por eso, el artesano que construye una sierra la hace de hierro para que cumpla adecuadamente su función. No le interesa hacerla de vidrio, material más hermoso, porque esa belleza le impediría cumplir su función» (Summa Theologica, I, q. 91, a. 3).

    Una sierra de vidrio no sería hermosa porque sería inútil, del mismo modo que una espada que no cortase no sería bella. Una catedral se edifica para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y congregar a los fieles para adorar y rezar. Está bien hecha, o sea es una verdadera catedral, si ayuda a los fieles a rezar y adorar. Si no logra este fin, será irremediablemente fea como las iglesias modernas, que parece más bien que fueran garajes o bodegas de almacenamiento en vez de lugares de oración.

    Las catedrales de Chartres, Amiens, Orvieto y San Marcos están consideradas las cuatro biblias de mármol por su capacidad para reproducir en piedra los textos sagrados del Cristianismo y constituyen, por el contrario, un luminoso ejemplo de la correspondencia entre medio y fin. Lo que has hace hermosas es que están creadas con vistas a elevar al hombre al Cielo y cumplen perfectamente dicho objetivo.

    Hoy en día es mayor el número de turistas que visitan las catedrales europeas que el de fieles que asisten a los cultos. Y sin embargo las catedrales se construyeron para rezar, no para ser admiradas como obras de arte. Su belleza es consecuencia de la verdad que transmiten y que pocos captan. Antes que fomentar la construcción de horrendos templos, la Iglesia debería tener el cometido de acompañar toda visita a una catedral con una apropiada catequesis que llevara de la belleza a la verdad.

    Una obra de arte no es sólo una combinación de superficies, formas y colores, sino la visualización de un pensamiento. Personas procedentes de todos los países y con ideologías muy variadas admiran la belleza de las obras de arte cristianas, sin tener en cuenta que esas obras no se habrían realizado si en primer lugar no hubieran sido concebidas según una mentalidad que era la filosofía del Evangelio. Las catedrales, los frescos y los objetos que forman parte de nuestro patrimonio cultural esconden una concepción del mundo que se reencuentra, un sentido que se redescubre. No podría haber una evangelización más eficaz hoy en día.

    La catedral de Créteil, como la iglesia construida por Massimiliano Fuksas en Foligno y el nuevo santuario del padre Pío edificado por Renzo Piano en San Giovanni Rotondo son horrorosos porque reniegan de su propia identidad de lugares sagrados.
    Son edificios feos, horrendos, porque no son funcionales. Es decir, que no corresponden al fin para el que fueron construidos. Quien visita las nuevas iglesias de Créteil, Foligno o San Giovanni Rotondo no contempla la belleza ni conoce la verdad; se encuentra en un ambiente contrario al deseo de recogimiento y elevación a Dios. La filosofía de vida que ha inspirado esas edificaciones es la de los arquitectos imbuidos de espíritu agnóstico y relativista que las han ideado.

    Es la cosmovisión del Occidente nihilista y opulento, extraño a Dios, encerrado en su orgulio, inmerso en su egoismo. En los neopaganos tiempos que corren no hay lugar para la liturgia millenaria de la Iglesia, para las melodías del gregoriano o de la polifonía, para la tierna devoción de los fieles a la Virgen y los santos. Como mucho, se apela a la Kaaba de La Meca, como en Foligno, o a la religiosidad masónica, como en San Giovanni Rotondo. El mensaje de Créteil es igualmente destructivo: la impresión es la de ser una efímera e ilusoria Disneylandia de la fe.

    Las raíces cristianas de la sociedad se extirpan cada vez que se erige un templo como los proyectados por las estrellas de la arquitectura contemporánea. Y esas raíces cristianas se vuelven a implantar cada vez que se construyen y decoran templos según las reglas dictadas por la razón, la fe y la Tradición. Las raíces cristianas se defienden también combatiendo el arte contemporáneo y prestando oídos al mensaje doloroso que nos transmite el pasado a través de las viejas catedrales. Radici Cristiane nació hace dieciocho años para hacer eco de esa voz.


    Roberto de Mattei


    Lo scempio dell’arte sacra contemporanea | CR – Agenzia di informazione settimanale

  7. #7
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    977-En la arquitectura TRADICIONAL de la Iglesia, el centro ES DIOS. En la MODERNA, solo disipación





    https://www.youtube.com/watch?v=DLjp1hzlwVE

  8. #8
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    Re: El arte sacro de hoy: ¿es arte y es sacro?

    LA DIFERENCIA ENTRE LA EDAD MEDIA Y LA EDAD MODERNA ES LA FE EN DIOS

    Todo el contraste que existe entre la Edad Media, que buscó las primeras causas, y la era moderna, que persigue las causas secundarias, se ejemplifica en el arte: en la Edad Medía, ningún escultor grabó jamás su nombre en una escultura; y la razón fue que trabajó para Dios; y reconoció que era de Dios quien le dio la capacidad de esculpir, y la mente de un artista; y cuando dejó su obra anónimamente, fue a Dios, la primera causa, quien trajo el crédito. Hoy en día, el escultor graba su nombre en el mármol, porque trabaja para el hombre, y se ha olvidado de la Primera Causa, la Causa de todas las causas, que es Dios. (... )

    El arte medieval es el arte de una humanidad redentora. Está arraigada en el alma cristiana, en la orilla de aguas vivas, bajo el cielo de virtudes teológicas, y entre los dulces malvaviscos de los siete dones del Espíritu Santo. Porque en la Edad Media no se trataba de hacer arte cristiano, sino de ser cristianos. Si fueras cristiano, tu arte era cristiano. Si creyeras en los dogmas eternos, tu arte expresaría verdades eternas. El artista medieval solía decir: "Si quieres tallar cosas de Cristo, debes vivir con Cristo. "Para el hombre medieval, el arte requiere calma y meditación en lugar de emoción y motocicletas febril. La historia nos cuenta que el Bendito Angélico lloró mientras pintaba la "Crucifixión" que se encuentra hoy en el Convento de San Marco en Florencia.

    (Fulton J. Sheen, de "Verdad y mentiras: una crítica profética del pensamiento moderno" ediciones Mimep)







    _______________________________________

    Fuente

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