Claro Mayo Recto (1890-1960) Intelectual católico, hispanista y político filipino.
Oh, lengua sacrosanta de Castilla,
Elogio del Idioma
Alcázar de leyendas
Que a tu linaje espiritual vinculas
La gloria de las magnas epopeyas;
De augustos fueros arca de la alianza,
Que en luchas ya pretéritas
Sobreviviste al colonial desastre,
Cual a la vil materia
El alma; catedral de maravillas
Que guarda del pasado las creencias,
Icono familiar que veneramos
En la encantada casa solariega;
Altar donde comulgan
Las almas con el pan de la belleza
Mientras juramos proscribir la casta
De malandrines que tu honor afrentan;
La musa filipina
Torna a pulsar, luciendo tu diadema,
El plectro que labró tu nombradía,
A enaltecer la pródiga vivencia
Del siglo de las luces y edad de oro
De tus gloriosas letras,
Con sus dolientes místicas cantigas
Y encendidas querellas
De pasión al Amor de los Amores,
Sus coplas, sus romances, sus églogas,
Fábulas, epinicios y elegías,
Doloras de filósofos-poetas,
Baladas, madrigales cortesanos,
Rimas tristes de noches de bohemia,
Sonetos con doctrina y epigramas,
Cantares de juglar, odas de gesta,
Villancicos que fluyen
Cual leche y miel en Prometida Tierra,
Versos barrocos de inefable pompa
Y parnasianos con rumbosa métrica:
Llegando a plenitud tu ejecutoria
Con el milagro de la estrofa hodierna
En la orgía de luz de sus imágenes,
Sus novedades de suntuaria estética,
Y el don de insospechadas emociones
En la constelación de sus preseas.
Oh, lengua de Castilla,
Deidad del pensamiento mensajera,
Que te ostentas cual vivida custodia
De la única verdad en las conciencias,
Como el sol en las cúspides hostiles
Donde el ciclón fermenta,
Como el anhelo máximo que fulge
En el blasón astral de mi bandera:
No en vano fueron por inciertos mares
De Cristóbal Colón las carabelas,
Proa hacia lo ideal, a rendir parias
Al Ensueño y la Idea,
No en vano desafiaron
Tus nautas las tormentas,
Y llevaron su imperio y sus hazañas
Al corazón de América
Y hasta mis bravas tórridas campiñas,
Donde alzaron sus tiendas
Y vieron el portento de mis lagos
Y mis calladas noches hechiceras;
No en vano en nuestra mente imprimiste
De tus preceptos la radiosa estela
Y tu gloria es aun astro sin poniente
En las antiguas castellanas tierras:
Tu vasto imperio inmemorial perdura,
Y es eternal cadena
De fe y de amor que al Ande, al Caraballo
y a tu nevada Sierra,
en el raudo desfile de los tiempos,
en firme abrazo espiritual estrecha;
no en vano aun por los campos de la Mancha
fingen castillos de ilusión las ventas,
se toman por gigantes los molinos,
y por falanges un tropel de ovejas,
por límpidos hidalgos los arrieros
y mozas de partido por princesas;
no en vano en pos de imperios ideales
tus galeones sin cesar navegan
y van en ellos nobles adalides
que tu honra y fama perpetuar anhelan,
andantes caballeros del ensueño
guardianes del pudor de Dulcinea,
locos sublimes que descubren mundos
y mueren por su dama, la quimera,
Aun nos ofrecen tus antiguos códices
La fórmula inmortal de la belleza;
Y tus mágicos filtros
Para el mal del querer la panacea,
No morirás jamás en aquel suelo
Que aun guarda tu esplendor. Quien lo pretenda
Ignora que mis templos y mis ágoras
Son de bloques que dieron tus canteras.
¡Oh, habla de Castilla, de los dioses
Olimpo y Partenón, bendita seas!
Retozarán las musas en tu césped
Y gustarán la miel de tus colmenas;
Dirá en juglar sus chanzas en tus rimas,
Y llorará el amor en tus endechas,
Y lanzarán sus épicos acentos
De la espada y la cruz las epopeyas.
Más si algún día aciago
Convocan del honor a la palestra,
Y tus juradas huestes
A la justa se aprestan
Del bien decir por la sagrada causa,
Por tu solar, tu historia y tus leyendas,
Alguien dirá al narrar, de aquí a mil años,
Cómo fue la refriega:
“cayó allí un filipino
Por amparar los fueros de tu herencia”.
El Rincón de Don Rodrigo
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