Como estudiante de arquitectura ofrezco una breve reflexión personal sobre la arquitectura y el habitar.
La gran búsqueda del devenir arquitectónico desde las postrimetrías del siglo XVIII ha sido la de encontrar un modelo propio, único, que encarne el espíritu de su tiempo histórico. En esta senda, se plantea una ruptura con la tradición, con lo clásico, siendo los antiguos valores constructivos desplazados por "nuevos adalides" definidos por el progreso tecnológico y científico, los movimientos artísticos vanguardistas... Todo ello sustentado sobre preceptos economicistas.
Resultado: una sucesión de tendencias arquitectónicas, cuyos fracasos se han ido sucediendo a lo largo del siglo XX, con el consecuente "embellecimiento" de nuestras urbes.
Se nos presentan obras efímeras, vacias espiritualmente, donde el ser humano habita, desligado de lo que le es propio, ensimismado en si mismo, en un "yo" vacío y egoista, generando masas de prisiones individuales, volatilizadoras de los lazos de hermandad y comunidad.
El proceso de destrucción de la sociedad tal y como siempre ha sido viene propiciado por la arquitectura, recipiente una masa desligada de sus semejantes, ajena al sufrimento de aquellos que no le son inmediatamente cercanos... ciudades de desconocidos.
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