Lección 4. La solución: Dinero libre de deuda creado por la sociedad


El costo de servicio por la deuda pública aumenta proporcionalmente a la deuda, ya que es un porcentaje de esta misma deuda. Para financiar la deuda, el Gobierno Federal vende los Bonos de Estado y otros bonos, la mayoría de ellos comprados por bancos hipotecarios.

En lo que concierne a la venta de Bonos del Tesoro, el gobierno es un vendedor imbécil: no vende sus acciones a los bancos, las regala, ya que esas acciones no les cuestan nada a los bancos: no prestan dinero, lo crean. No sólo obtienen algo por nada, sinotambién sacan intereses de ello.

Referente a esto es revelador el intercambio que tuvo lugar entre el Sr. Wright Patman, Presidente de la Cámara de los Representantes de los Estados Unidos sobre el Banco y el Numerario, y el Sr. Marriner Eccles, Presidente de la Federal Reserve Board (Banco Central de los Estados Unidos), el 30 de septiembre de 1941, relativo a la creación de 2 mil millones por la “Reserva Federal”.

Patman:- ¿De dónde tomó usted el dinero para comprar esos $2 mil millones de obligaciones al gobierno?

Eccles:- Lo hemos creado.

Patman:- ¿Con qué?

Eccles:- Con el derecho de emitir crédito, dinero.

Patman:-¿Y no hay más soporte que el crédito del gobierno?

Eccles:- Tenemos las acciones del gobierno.

Patman:-Exactamente, el crédito del gobierno.

Eso nos lleva a la pista para la solución del problema de la deuda: si las acciones se basan en el crédito del gobierno, ¿por qué el gobierno tiene necesidad de pasar por los bancos para hacer uso de su propio crédito? El banquero no es el que da el valor al dinero, sino el crédito del gobierno, es decir, de la sociedad. La única cosa que hace el banquero es esa transacción, es traer una escritura, cifras, que permiten que el país utilice su propia capacidad de producción, que haga uso de sus propias riquezas. El dinero no es otra cosa más que eso: una cifra. Una cifra que da derecho a los productores. El dinero no es más que un signo, una creación de la ley (Aristóteles). El dinero no es la riqueza, sino el signo que da derecho a la riqueza. Sin productos, el dinero no tiene ningún valor. Entonces ¿por qué pagar por cifras? ¿Por qué pagar por lo que no cuesta nada fabricar? Y ya que ese dinero se basa en la capacidad de producción de la sociedad, ese dinero también pertenece a la sociedad. Entonces ¿por qué tendría la sociedad que pagar a los banqueros por el uso de su propio dinero? ¿Por qué el gobierno no emite directamente su dinero, sin pasar por los bancos? Incluso el primer Gobernador del Banco de Canadá admitió que el Gobierno Federal tenía el derecho para emitir su propio dinero. A Graham Towers, que era Gobernador del Banco de 1935 a 1951, se le hizo la pregunta siguiente, ante el Comité canadiense de la Banca y Comercio, en la primavera de 1939:

Pregunta: ¿Me dirá usted por qué un gobierno con poder para crear dinero, debería conceder ese poder a un monopolio privado y después pedirle prestado lo que él mismo puede crear, cargado de interés tal que nos conduce al punto de una bancarrota nacional?

Towers: Si el parlamento quiere cambiar la forma de operar el sistema bancario, ciertamente, está en su poder hacerlo. (p.394).

El inventor Tomas Alba Edison dijo: “Si nuestra nación puede emitir un bono de un dólar, puede emitir un billete de un dólar. El elemento que hace que el bono sea bueno, hace que el billete también sea bueno. La diferencia entre el bono y el billete, es que el bono permite a los accionistas recibir más del doble de la cantidad del bono además de un 20% adicional, mientras que el dinero no le paga a nadie más que a quienes contribuyen directamente en el sistema de manera útil. Es absurdo decir que nuestro país puede emitir 30 millones en bonos y no 30 millones en moneda. Ambas son promesas de pago, pero una engorda a los usureros y la otra ayuda a la gente. Si el dinero emitido por el gobierno no fuera bueno, entonces tampoco lo serían los bonos. Es terrible cuando el gobierno, para incrementar la riqueza nacional, prefiere endeudarse y someterse a los ruinosos cargos de interés poniéndose en las manos de hombres que controlan el ficticio valor del oro”. Aquí están algunas preguntas que los Creditistas Sociales se hacen a menudo:

Pregunta: ¿Tiene el gobierno el poder para crear su dinero?¿Sería este dinero tan bueno como el de los bancos?

Respuesta: El gobierno tiene ciertamente el poder para crear y emitir su propio dinero, dado que ha sido el Gobierno Federal quien le ha otorgado este poder a los bancos. El que el gobierno haya rechazado este privilegio y se lo haya otorgado a los bancos es el mayor grado de imbecilidad. De hecho es el primer deber de cada gobierno soberano emitir su propia moneda, pero actualmente los gobiernos injustamente, se lo han otorgado a las corporaciones privadas. El primer país en hacerlo fue Gran Bretaña en 1694. Tanto en Canadá como en los Estados Unidos esto sucedió en 1913.


Sin peligro de inflación

Pregunta: ¿No hay peligro de que el gobierno pueda hacer mal uso de este poder y emitir grandes cantidades de dinero resultando esto en inflación? ¿No es preferible que el gobierno delegue este poder a los banqueros para salvaguardarlo del capricho de los políticos?

Respuesta: El dinero emitido por el gobierno no debe ser más inflacionario que el creado por los bancos, deben ser las mismas cifras basadas en la misma producción del país. La única diferencia es que el gobierno no permitiría la deuda ni el pago de interés para lograr obtener dichas cifras. Al contrario, la primera causa de inflación es precisamente el dinero creado como deuda por los bancos: inflación significa el incremento de los precios. La responsabilidad de las corporaciones y gobiernos que piden prestado para poder pagarle a los bancos más dinero del que estos han creado, obliga a las compañías a incrementar el precio de sus productos y a los gobiernos a aumentar los impuestos. ¿Cuál es el medio utilizado por el Gobernador actual del Banco Central para luchar contra la inflación? Precisamente lo que la incrementa, el aumento de las tasas de interés. Es tratar de extinguir el fuego vertiendo gasolina sobre él. Es obvio que si el Gobierno Canadiense decidiera emitir su propio dinero, sin límites, de acuerdo a los caprichos de los políticos, sin ninguna relación con la producción actual, también se produciría inflación. Y esto no es para nada lo que proponen los Creditistas Sociales.


Una contabilidad precisa

Pregunta: ¿Cómo podría llevarse esto a cabo?

Respuesta: Dándole al dinero su propia función, que no es otra cosa que el ser una simple cifra, un “boleto”, que representa los productos, no otra cosa más que simple contabilidad. Y dado que no es otra cosa que un sistema contable, lo único que hay que hacer es llevar una contabilidad precisa. El gobierno nombraría una comisión de contadores, un organismo independiente llamado Oficina Nacional de Crédito (podría ser el Banco Central quien se encargara de esto al ser nombrado por el gobierno) quien estaría a cargo de llevar esta contabilidad, en donde el dinero no sería más que el reflejo, la expresión exacta de la realidad de la economía, la producción expresada en logros y el consumo en obligaciones. Dado que no podemos consumir más de lo que se produce, las obligaciones nunca podrían exceder los logros y el déficit y la deuda serían imposibles. En la práctica funcionaría de la siguiente manera: el nuevo dinero sería emitido por la Oficina Nacional de Crédito en la medida en que los productos son fabricados y se retiraría de la circulación en la medida en que son consumidos (comprados). Así no habría problema de tener más dinero que productos sino que habría un constante balance entre ambos, el dinero siempre mantendría su mismo valor y la inflación sería imposible. El dinero no sería emitido de acuerdo a los caprichos del Gobernador ni de los contadores, dado que esta comisión actuaría de acuerdo a los hechos basándose en la producción y el consumo. La mejor forma de prevenir el alza de los precios es bajarlos. La mejor manera de prevenir un incremento en el precio es el bajar los precios. Y el Crédito Social también propone un mecanismo para bajar los precios al menudeo llamado “descuento compensatorio” que le permitiría a los consumidores comprar toda la producción disponible al rebajar los precios mediante un descuento a determinado porcentaje para que el total de los precios al menudeo de todos los productos en venta igualara el total del poder de compra disponible para el consumidor. Este descuento sería posteriormente reembolsado a los detallistas por la Oficina Nacional de Crédito. (Esto lo explicaremos en las siguientes lecciones)


No más problemas financieros

Pregunta:¿Qué pasaría si el gobierno emitiera su propio dinero para saldar las necesidades de la sociedad?

Respuesta: Automáticamente sería capaz de pagar por todo lo que se produce en el país y ya no se vería obligado a pedir prestado a gobiernos extranjeros ni a las instituciones financieras domésticas. Los únicos impuestos que la gente pagaría serían por los servicios recibidos. No tendríamos que pagar tres o más veces el precio de los desarrollos públicos debido al cargo de interés. Cuando se necesitara un nuevo proyecto, el gobierno ya no se preguntaría: “¿Tenemos dinero para pagarlo?” sino ¿Qué materiales y trabajadores requerimos para hacerlo? Y automáticamente se emitiría el dinero necesario para llevar adelante esta nueva producción. Entonces los ciudadanos podrían vivir de acuerdo a sus medios reales, a sus medios físicos, las posibilidades de producción. En otras palabras, todo lo que es físicamente posible debería ser financieramente posible. No habría más problemas económicos, el único límite sería el de la capacidad productiva del país. El gobierno debería ser capaz de financiar todos los desarrollos y programas sociales requeridos por la población que sean físicamente factibles. Bajo el presente sistema de dinero-deuda, si la deuda fuera pagada a los banqueros, no habría dinero en circulación, creando una depresión infinitamente peor que cualquiera del pasado. Permítanos citar de nuevo el intercambio entre Messrs. Patman y Eccles ante la Oficina de la Banca y Comité del Dinero, del 30 de septiembre de 1941:

Patman: -Usted declaró que la gente debería pagar sus deudas en lugar de gastar su dinero. ¿Usted se acuerda de esa declaración, supongo?

Eccles: -Era en relación con las compras a plazos.

Patman: - ¿Cree usted que la gente debería pagar sus deudas cuando puedan, generalmente?

Eccles: -Pienso que eso depende en gran parte del individuo; pero, si no hubiera deuda en nuestro sistema monetario…

Patman: -Es la pregunta que yo quería hacerle.

Eccles: -No habría más dinero.

Patman: -Supongamos que todo el mundo paga sus deudas, ¿no habría más dinero para hacer marchar los negocios?

Eccles: -Exacto.

Patman: - Dicho de otro modo nuestro sistema está basado completamente en la deuda.


¿Cómo se puede esperar salir de la deuda cuando todo el dinero para pagarla es creado ya como tal? El equilibrio del presupuesto es una camisa de fuerza absoluta. Lo que hay que equilibrar, es la capacidad de pagar con la capacidad de producir, pero no con la capacidad de tasar. Ya que la capacidad de producir es la real, la capacidad de pagar es la que hay que ajustar a la capacidad de producir: hacer financieramente posible lo que es físicamente realizable.


Reembolso de la deuda

Saldar una deuda es simple justicia, si esta deuda es justa. En el caso contrario, sería un acto de debilidad. En el caso de la deuda pública, la justicia es no hacer deuda, sin dejar de desarrollar el país. Primeramente, dejar de crear deudas, y para la ya existente las solas obligaciones que habría que reconocer serían las de los ahorradores, de los que no tienen el poder de crear el dinero. La deuda disminuiría al correr de los años, a medida que las obligaciones vencieran. El gobierno satisfaría integralmente las deudas cuyo origen representa un desembolso efectivo de parte del acreedor: obligaciones adquiridas por los individuos, pero no las obligaciones adquiridas por el banquero con dinero creado, que no son más que deudas ficticias, creadas con un plumazo [o tecleo en el ordenador]. En cuanto a las deudas del Tercer Mundo son, en esencia, deudas a los bancos que han creado todo el dinero que han prestado a esos países, entonces esos mismos países no tendrían que reembolsar ningún interés, y sus deudas se verían borradas por decirlo así. Los bancos no perderían nada, ya que ellos mismos fueron los que crearon ese dinero que no existía antes.


El control social del dinero

San Luis, Rey de Francia, fue quien dijo: “La primera obligación de un rey es acuñar dinero cuando sea necesario para la vida económica sólida de sus vasallos”.

No es del todo necesario, tampoco se debe recomendar, que los bancos sean abolidos o nacionalizados. El banquero es un experto en contabilidad e inversión; muy bien puede continuar recibiendo e invirtiendo los ahorros con ganancias, tomando su parte de las ganancias. Pero la creación del dinero es un acto de soberanía que no debería dejarse en manos de un banco. La soberanía debe ser retirada de las manos de los bancos y devuelta a la nación. El dinero en libros es bueno, un invento moderno que se debe mantener. Pero en lugar de su procedimiento con un lapicero privado [u ordenador privado], en la forma de una deuda, estas cifras, que sirven como dinero, deberían venir del lapicero [u ordenador] de un organismo nacional, en una forma de dinero destinado para servir a la gente.

Por lo tanto, nada debe voltearse en el campo de la propiedad o la inversión. No debe existir la necesidad de abolir el dinero actual y reemplazarlo con otros tipos de dinero. Todo lo que se necesita es que un organismo monetario social añada suficiente del mismo tipo de dinero a los dineros que ya existen, de acuerdo con las posibilidades del país y con las necesidades de la población. Uno debe parar de sufrir privaciones cuando existe todo lo necesario en el país para proporcionar comodidad a cada hogar.

La cantidad de dinero debe medirse de acuerdo con la demanda de los consumidores por los bienes útiles y posibles.

Por lo tanto, los productores y consumidores en conjunto, toda la sociedad, es la que al producir bienes frente a las necesidades, deberá determinar la cantidad de dinero nuevo que un organismo, actuando en el nombre de la sociedad, deberá poner en circulación de tiempo en tiempo, de acuerdo con el desarrollo del país.

Así, la gente recuperaría su derecho a vivir unas vidas completas, de acuerdo con los recursos del país y las grandes posibilidades de la producción moderna.


¿Quién es el dueño del nuevo dinero?

Por lo tanto, el dinero deberá ser puesto en circulación de acuerdo al nivel de producción y según lo dicten las necesidades de distribución.

-”¿Pero a quién le pertenece este nuevo dinero cuando entre en circulación en el país?”.

- “Este dinero le pertenece a los ciudadanos mismos. No le pertenece al gobierno, que no es el dueño del país, sino solamente el protector de un bien común; tampoco le pertenece a los contadores del organismo nacional monetario: como los jueces, ellos llevan a cabo una función social y son remunerados por sus servicios, de acuerdo con la ley, por la sociedad”.

-”¿A cuáles ciudadanos?”.

- “A todos. Este dinero no es un salario. Es un dinero nuevo inyectado al público, para que la gente como consumidores puedan obtener bienes que ya han sido hechos o que sean fácilmente realizables, los mismos que están esperando solamente el poder adquisitivo suficiente por estos bienes para producirlos.

Uno no puede imaginarse ni por un momento que el dinero nuevo, que proviene de manera gratuita de un organismo social, solamente pertenezca a uno o a unos pocos individuos en particular.

Con toda imparcialidad, no existe otra manera de poner este dinero nuevo en circulación que por medio de la distribución equitativa entre todos los ciudadanos sin excepción. Tal participación también hace posible que se logre el máximo beneficio del dinero, ya que llega a cada rincón de la tierra.

Supongamos que el contador que actúa en nombre de la nación encuentra necesario emitir mil millones más, a fin de cumplir con las últimas necesidades del país. Esta emisión podría tomar la forma de dinero en libros, la inscripción de cifras en libros de contabilidad, como el banquero lo hace hoy en día.

En vista de que hay veinticinco millones de canadienses y un billón de dólares que compartir, cada ciudadano recibiría cuarenta dólares. Así, el contador registraría cuarenta dólares en cada cuenta de los ciudadanos. Tales cuentas individuales podrían fácilmente ser supervisadas por parte de las oficinas postales de correo, o por sucursales del banco que es de propiedad de la nación.

Esto es el dividendo nacional. Cada ciudadano tendría cuarenta dólares extra para su propio crédito, en una cuenta que crearía el dinero. Este dinero podría haberse creado y puesto en circulación por el organismo monetario nacional, una institución especialmente establecida para este propósito mediante una ley del Parlamento”.


A cada uno el dividendo

Siempre que sea necesario aumentar la cantidad de dinero en un país, cada hombre, mujer y niño, sin importar su edad, recibiría su parte de la nueva etapa de progreso que hace que el nuevo dinero sea necesario.

Esto no representa pago por un trabajo realizado sino un dividendo para cada uno, para su participación en un capital común. Si existe propiedad privada, existe también propiedad comunitaria que todos poseen de la misma manera.

Aquí está un hombre que no tiene nada más que los trapos con los que se cubre. No tiene comida con qué alimentarse, ni un centavo en su bolsillo. Yo le puedo decir a él:

-”Mi querido compañero, usted piensa que es pobre, pero usted es un capitalista que posee un gran número de cosas de la misma manera que yo y el Primer Ministro poseemos. Las cascadas de la provincia, los bosques de la corona, son suyos, así como también son míos y fácilmente le pueden proporcionar un ingreso anual.

La organización social, que hace posible que nuestra comunidad produzca cien veces más y mejor que si viviéramos aislados, es suya así como mía, y debe tener algún valor para usted como lo tiene para mí.

La ciencia, que hace que la industria esté en capacidad de multiplicar la producción casi sin trabajo humano, es una herencia que ha sido transmitida a cada generación, una herencia que continuará creciendo; y, usted que es un miembro de esta generación así como yo lo soy, tendría una participación en este legado, exactamente como yo.

Si usted es pobre y está desnudo, mi amigo, es porque su parte le ha sido robada y puesta bajo cerradura y llave. Cuando usted no tiene alimentos, no es debido a que el rico se come todo el grano de la tierra, es porque su parte se encuentra estancada en los silos de trigo. A usted se le ha privado de los medios para obtener ese grano.

El dividendo del Crédito Social se asegurará que usted reciba su parte, o por lo menos una gran parte de ella. Una mejor administración, libre de la influencia de los financistas y que se encuentre en capacidad para enfrentar a estos explotadores de hombres, hará lo posible para que usted obtenga el resto.

Es también a través de este dividendo que usted será reconocido como un miembro de la especie humana, en virtud de lo cual usted tiene derecho a compartir los bienes de este mundo, por lo menos la porción necesaria para ejercer su derecho para vivir”.


¿DEBE EL DINERO RECLAMAR INTERÉS?

Creemos que no hay nada más en el mundo que se preste a tanto abuso como el dinero. No es porque el dinero en sí mismo sea malo. Al contrario, el dinero es probablemente el más grande invento creado por el hombre ya que hace flexible el intercambio comercial, favorece la comercialización de bienes y facilita la vida en sociedad. Pero colocar al dinero en un altar es idolatría. Hacer del dinero un ser con vida que le da nacimiento a dinero nuevo no es natural. El dinero no engendra dinero, como Aristóteles, el filósofo griego dijo. Sin embargo, ¿cuántos contratos se establecen – contratos entre individuos, entre gobiernos y acreedores, que estipulan que el dinero debe engendrar dinero, o si no, tanto propiedades como libertades serán confiscadas?

Poco a poco se ha venido haciendo efectiva la teoría y especialmente en la práctica, que el dinero debe producir interés. Y a pesar de que todas las enseñanzas cristianas al respecto son contrarias, tal práctica se ha difundido tanto que, para no perderse en la furiosa competencia sobre la fertilidad del dinero, todos deben aceptar, actualmente, que es muy natural que el dinero engendre dinero. La Iglesia no ha abrogado sus leyes antiguas, pero le ha sido materialmente imposible insistir en su aplicación. Los métodos utilizados para financiar la Segunda Guerra Mundial en la que fuimos los acólitos de Churchill, Roosevelt y Stalin para “defender a la Cristiandad”, solemnemente consagraron la regla de que el dinero, aún si era tirado al mar o a las llamas de la ciudad, debía generar interés. Nos referimos aquí a los bonos Victoria que financian la destrucción, que no producen nada pero que igualmente deben generar interés.


Interés y dividendos

Para que nuestros lectores no se pasen el tiempo pensando que sus ahorros son colocados en la industria o en instituciones de préstamo, hagamos algunas distinciones.

Si el dinero no se puede incrementar a sí mismo, hay cosas que sí puede comprar y que lógicamente producirán desarrollos.

Yo aparto $5.000 para comprar una granja, o animales, semillas, árboles o maquinaria. Con trabajo inteligente lograré que estas cosas produzcan otras. Los $5.000 fueron una inversión. Por sí mismos no hubieran producido nada, pero gracias a ese dinero fui capaz de obtener lo necesario para producir algo más. Supongamos que no cuento con esta cantidad pero mi vecino sí y no la necesita durante las siguientes semanas así que me la presta. Considero propio mostrarle mi agradecimiento permitiéndole tener una pequeña parte de los productos que generaré gracias al capital productivo que obtuve. Es mi trabajo lo que hace que este capital sea útil. Pero el capital por sí mismo representa trabajo acumulado. Ahora somos entonces dos cuyas actividades – pasadas para él, presentes para mí– propiciarán la aparición de la producción. El hecho de que él haya esperado para poder reclamar su parte de la producción con el dinero que recibió como recompensa por su trabajo me permitió a mí obtener los medios de producción que de otro modo no habría podido lograr. Por tanto, somos capaces de dividirnos los frutos de esta colaboración entre ambos. Sólo queda por determinar, mediante un acuerdo y de manera equitativa, la parte de la producción que es debida al capital. Lo que mi prestamista obtendrá en este caso es, estrictamente hablando, un dividendo (dividimos los frutos de la producción). El dividendo es perfectamente justificable cuando la producción es fructífera. Esta no es exactamente la idea a la que uno normalmente asocia la palabra “interés”. El interés es un reclamo hecho por el dinero, únicamente en función del tiempo e independientemente de los resultados del préstamo. Aquí tengo $1.000 que invierto en bonos federales, provinciales o municipales. Si compró bonos al 4% de interés, deberé obtener $40por año, tan cierto como que la tierra gira alrededor del sol durante este mismo lapso de tiempo. Aún si el capital es utilizado sin utilidad alguna, debo obtener mis $40. Ese es el interés. No hay nada que justifique este reclamo, pero ya se ha vuelto costumbre. No se basa en ningún principio. Pero sí hay justificación para el dividendo, dado que está subordinado al crecimiento de la producción. No hay justificación para el interés en sí mismo pues está disociado de la realidad, está basado en la idea errónea de la generación periódica y natural de dinero.


Inversiones indirectas

En la práctica, quien trae dinero al banco, indirectamente lo pone en la industria productiva. Los banqueros son prestamistas profesionales y el depositante les pasa su dinero porque son capaces de cuidarlo por él y manejarlo mucho mejor.

El pequeño interés que el banco le acredita al depositario de vez en cuando, aún a tasas fijas, es, de hecho, un dividendo, una parte del ingreso que el banquero obtiene a partir de actividades productivas, con la ayuda de los prestatarios.


Inversiones anónimas

De paso, digamos algo sobre la moralidad de las inversiones.

Mucha gente no se preocupa en lo más mínimo con respecto a la utilidad o nocividad de las actividades que su dinero financiarán. En la medida en que produzca utilidades, dicen que está bien. Y mientras más utilidades, mejor la inversión. Un pagano no razonaría de diferente modo.

Si el propietario de una casa no tiene el derecho de rentarla como burdel, aunque esto le representara grandes utilidades, el ahorrador no tiene más derecho de colocar sus ahorros en empresas dedicadas a arruinar las almas, aunque dichas empresas les llenarán sus bolsillos de dinero.

Sería preferible para el banquero y el empresario estar disociados. La pequeña industria de antes era mucho más sólida y sana: el financiero y el empresario eran la misma persona. El vendedor de la esquina se encuentra en la misma situación. Las cadenas comerciales no. Las cooperativas, asociaciones de gente, guardan la relación entre el uso del dinero y su dueño y tienen la ventaja de hacer posibles empresas que excedan los recursos de un solo individuo.


El crecimiento del dinero

Regresemos al inicio de la pregunta: ¿debe el dinero reclamar interés? Y nos inclinamos a responder: el dinero debe reclamar dividendos cuando da frutos. No de otro modo.

Con los contratos no sucede nada diferente, si el granjero debe pagar intereses aunque no reciba la cosecha de ese año, si los granjeros del occidente de Canadá deben cubrir obligaciones al 7%, cuando los financieros que dirigen al mundo provocan la caída de los precios a un tercio de lo que estaban antes, esto no cambia nada del principio. Simplemente prueba que se ha sustituido la realidad por el engaño. Pero si el dinero puede reclamar dividendos cuando hay un incremento en la producción, este aumento debe crear automáticamente un incremento en el dinero. De otro modo, aunque el dividendo sea perfectamente justificable, sería imposible su distribución sin afectar a la gente de quien se ha tomado. Estaba diciendo en las líneas anteriores que, gracias a los $5.000 que me permitieron comprar lo necesario para incrementar mi producción, el prestamista tiene derecho a reclamar su parte de mis buenos resultados. Esto es muy fácil de hacer si le permito tener una parte de mi producción. Pero si lo que tengo que darle es dinero, entonces las cosas cambian. Si no hay incremento en el dinero del público, mi gran producción crea un problema: mayor oferta de bienes, pero sin dinero suficiente para comprarlos. Tendría éxito si desplazara a otro comerciante, pero entonces él sería la víctima. Alguien me dirá que los $5.000 han contribuido al incremento del dinero en circulación. Así es, pero debo regresar ese dinero, más lo que yo llamo un dividendo y otros llaman interés. Entonces el problema no está arreglado. Y en nuestro sistema económico no lo estará. Para que el dinero aumente, es necesario que el banco – el único lugar donde el nuevo dinero es creado – le preste a alguien más. Pero al hacer esto, exige un pago que también será incrementado y seguirá creciendo la bola de nieve. El sistema de Crédito Social solucionaría este problema al arreglar muchos otros. El dividendo es algo legítimo, normal y lógico, pero el sistema actual no permite hacerlo sin perjudicar a alguien más.


Nuestro Señor arroja a los cambistas del Templo

De hecho, el único pasaje en la Biblia donde se menciona que Jesús usó su fuerza, fue cuando arrojó a los cambistas del Templo utilizando látigos y tirando sus mesas (C.f. Mt 21, 12-13 y Mc 11,15-19) precisamente porque estaban prestando dinero a interés. En aquel tiempo existía una ley que decía que tanto el diezmo como los impuestos del Templo podían pagarse únicamente bajo una cierta moneda llamada “el medio siclo del santuario”, de la que los cambistas se las habían arreglado para obtener el monopolio. Existían diferentes monedas en ese tiempo, pero la gente tenía que obtener esta moneda en particular para pagar el impuesto del Templo. Más aún, las palomas y los animales que llevaban para el sacrificio únicamente podían comprarse con esta moneda que los cambistas canjeaban a los peregrinos, pero a un costo dos veces más elevado que el normal. Así que Jesús tiró sus mesas y dijo: “Mi casa es casa de oración, pero ustedes la han convertido en guarida de ladrones.”


La enseñanza de la Iglesia

La Biblia contiene diversos textos que claramente condenan el préstamo de dinero a interés. Más aún, más de 300 años antes de Cristo, el gran filósofo griego Aristóteles también lo condenó, señalando que “el dinero, siendo naturalmente infértil, es absurdo pretender que genere más dinero”. Los Padres de la Iglesia, desde tiempos remotos, siempre denunciaron inequívocamente, la usura. Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica (2,2, Q.78) resumió la enseñanza de la Iglesia al respecto

“Está escrito en el libro de Éxodo (22,24) “Si prestas dinero a alguien de mi gente que es pobre, no seas duro con ellos extorsionándolos, ni los oprimas con usura.” Quien se vale de la usura para prestar dinero actúa injustamente, ya que está vendiendo lo que no existe y tal acción evidentemente constituye una desigualdad y consecuentemente, una injusticia… De lo que sigue, por tanto, que es un error en sí mismo, poner un precio (usura) por el uso del dinero prestado y es en el caso de otras ofensas contra la justicia que es deber de uno el restituir el dinero así injustamente adquirido.”

En respuesta al texto en el Evangelio de la parábola de los talentos (Mt. 25,14-30 y Lc 19,22-27) que a simple vista parecen justificar el interés (“Siervo malo y perezoso… ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco para que lo hubiera recobrado con intereses a mi llegada?”) Santo Tomás de Aquino escribe: “El interés mencionado en el Evangelio debe tomarse en sentido figurado; se refiere a los bienes espirituales adicionales que Dios nos pide, quien quiere que nosotros siempre hagamos un mejor uso de los talentos que nos ha confiado, siendo esto para nuestro beneficio y no para el Suyo.” Así que este texto del Evangelio no puede justificar el interés; como Santo Tomás dice, “un argumento no puede basarse en expresiones figurativas.”

Otro pasaje de la Biblia que presenta dificultades es Deuteronomio 23,20-21: “No exigirás interés de tu hermano sobre un préstamo de dinero, o alimento, o cualquier otra cosa. Le pedirás interés al extranjero pero no a tu hermano.” Santo Tomás explica: “A los judíos se les prohibía pedir interés a sus “hermanos”, esto es, a otros judíos; exigir interés sobre un préstamo a cualquiera es malo, estrictamente hablando, ya que uno debe considerar a todo hombre como “su prójimo y su hermano”, especialmente de acuerdo a la ley evangélica que debe regir a la humanidad. Así que el salmista, hablando del hombre justo, dice sin reservas “quien no presta su dinero a usura” (14,4) y Ezequiel (18,17) “un hijo que no acepta interés o usura”. Si a los judíos se les permitía pedir interés a los extranjeros, escribió Santo Tomás, era para evitar un mal mayor, por miedo a que pudieran cargar con intereses a otros judíos, los adoradores del verdadero Dios. San Ambrosio, comentando sobre el mismo texto, le da a la palabra “extranjeros” el significado de “enemigos” y concluye: “Uno debe buscar interés de aquel a quien legítimamente quiere dañar.”

San Ambrosio también dijo: “¿Qué es la usura, sino el asesinar a un hombre?” San Juan Crisóstomo: “Nada es más vergonzoso o cruel que la usura.” San Leon: “La avaricia que clama obligar al prójimo a hacerle un bien mientras que se le engaña es injusta e insolente… Aquel quien, entre las otras reglas de piadosa conducta, no preste su dinero a usura, gozará del descanso eterno… mientras que los que se enriquecen en detrimento de los otros, en cambio, vivirán la eterna condenación.” En 1311, en el Concilio de Viena, el Papa Clemente V declaró nula e inválida toda legislación secular a favor de la usura, y “todo aquel que caiga en el error de obstinadamente mantener que la usura no es pecaminosa, deberá ser castigado por hereje.”


Vix Pervenit

El 1 de noviembre de 1754, el Papa Benedicto XIV emitió una carta encíclica Vix Pervenit, dirigida a los Obispos de Italia, referente a los contratos, en donde la usura, o préstamo de dinero con interés está claramente condenada. El 29 de julio de 1836, el Papa Gregorio XVI hizo extensiva esta encíclica a toda la Iglesia:”La clase de pecado llamado usura, que recae en un préstamo, consiste en el hecho de que alguien, bajo la excusa del mismo préstamo – que por naturaleza requiere que sea devuelto en la misma cantidad en la que se recibió – exige recibir más de lo debido, conservando consecuentemente de este modo, una utilidad. Es por esta razón que cualquier ganancia de este tipo es ilícita y usurera.

Y para no poner sobre uno mismo esta nota infame, es inútil decir que la ganancia no es excesiva sino moderada, que no es grande sino pequeña… Para objeto de la ley, es necesaria la igualdad entre lo que se prestó y lo que se devuelve… Consecuentemente, si alguien recibe más de lo que prestó, está obligado por la justicia conmutativa a la restitución…”.

La enseñanza de la Iglesia sobre esta materia es bastante clara, pero, tal y como Louis Even escribió: “A pesar de toda la enseñanza cristiana señalando lo contrario, la práctica se ha abierto tanto camino, que para no perderse en la competencia furiosa sobre la fertilidad del dinero, todos tenemos que comportarnos como si fuera natural que el dinero engendre dinero. La Iglesia no ha abrogado sus leyes, pero le ha resultado imposible insistir en su aplicación.” Al respecto es interesante considerar la experiencia de los bancos islámicos: el Corán, -su libro sagrado- prohibe la usura, tal como lo hace la Biblia católica. Pero los musulmanes toman sus palabras seriamente y han establecido desde 1979 un sistema bancario que se conforma con las leyes del Corán: los bancos islámicos no cargan interés ni sobre sus cuentas corrientes ni sobre sus depósitos. Ellos invierten en negocios y le dan la parte de las ganancias a los depositantes. Este no es un sistema de Crédito Social implementado en su totalidad pero, por lo menos, es más que un valioso intento para poner al sistema bancario de acuerdo con las leyes morales.