Lección 5. La falta crónica del poder de compra. El dividendo
Financiar la producción no es suficiente. Los bienes y servicios deben llegar a quienes los necesitan. De hecho, la única razón para la existencia de la producción es satisfacer las necesidades. La producción debe ser distribuida. ¿Cómo es distribuida actualmente y cómo lo sería bajo un sistema de Crédito Social? Actualmente, los productos se ponen a la venta bajo ciertos precios. Quienes tienen el dinero los compran pagando por ellos la suma requerida. Este método le permite a quienes pueden pagar, comprar los bienes. El Crédito Social no cambiaría este método de distribución para nada ya que es flexible y bueno – siempre y cuando, los individuos que tienen las necesidades tengan también el suficiente poder adquisitivo para satisfacerlas. El poder adquisitivo en las manos de quienes tienen las necesidades: es precisamente aquí que el sistema actual es defectuoso y es este defecto el que pretende corregir el Crédito Social. Cuando la producción es financiada, funciona. Cuando funciona, distribuye el dinero que es usado para financiarla. El dinero es así distribuido en forma de salarios, ganancias y dividendos industriales que constituyen el poder de compra de quienes reciben estas compensaciones. Pero hay algunas fallas en el presente sistema:
1. La industria nunca distribuye el poder de compra en la misma tasa o proporción en la que genera los precios.
2. La industria nunca distribuye el poder de compra a todos. Solo lo distribuye a aquellos que están empleados en la producción.
Aún si los bancos no cargaran interés, en ningún momento la cantidad de dinero disponible sería suficiente para pagar el total de la producción del país pues el poder de compra de la comunidad no sería suficiente para hacerlo. Los economistas sostienen que la producción automáticamente financia el consumo; esto significa que los sueldos y salarios distribuidos a los consumidores son suficientes para comprar todos los bienes y servicios disponibles. Pero los hechos prueban exactamente lo contrario. El ingeniero escocés Clifford Hugh Douglas fue el primero en demostrar este recorte crónico del poder de compra y lo explicó de esta forma:
A no puede comprar » A +B
El productor debe incluir todos los costos de producción en el precio de su producto. Los salarios distribuidos a los empleados (los que pueden ser etiquetados por cuestiones de conveniencia como pagos “A”) son únicamente una parte del costo del precio del producto. El productor tiene otros costos además de los salarios (etiquetados como pagos “B”) que no son distribuidos en forma de sueldos y salarios, tales como pagos de materia prima, impuestos, cargos bancarios, cargos por depreciación, (para reemplazar la maquinaria), etc.
El precio al menudeo debe incluir todos los costos: salarios (A) y otros pagos (B), por lo que el precio al menudeo debe ser, por lo menos, la suma de A y B. Entonces, es obvio que los salarios (A) no pueden comprar la suma de todos los costos (A+B), lo que demuestra que hay un recorte crónico del poder de compra en el sistema actual.
Existen más razones para este déficit entre los precios y el poder de compra: En primer lugar, la industria nunca distribuye el poder de compra en la misma tasa o proporción en la que genera los precios.
Cuando un producto terminado es puesto en el mercado, viene ya etiquetado con un precio. Pero parte del dinero incluido en este precio fue probablemente distribuido seis meses o un año antes. Otra parte se distribuirá únicamente hasta que el producto se venda y el comerciante obtenga su ganancia. Otra parte se distribuirá en diez años (probablemente) cuando el desgaste de la maquinaria se haga evidente en el precio – al ser reemplazada por maquinaria nueva, etc.
Hay individuos que reciben el dinero pero no lo gastan. Este dinero está incluido en los precios, pero no es el poder de compra de quienes necesitan los bienes. El pago de los préstamos a corto plazo y el sistema fiscal actual hacen mayor aún la brecha entre los precios y el poder de compra. De aquí la acumulación de productos, el desempleo y demás inconvenientes.
Algunas personas podrían decir que los negocios cancelaron con pagos “B” (aquéllos que proporcionaron la materia prima, maquinaria, etc.) los pagos de sueldos a sus propios empleados, y parte de éstos pagos “B” por consiguiente se vuelven pagos “A”. Esto no cambia nada a lo antes mencionado: éste simplemente es un sueldo distribuido en otro paso o estadio de la producción, y este pago “A” no puede distribuirse sin ser incluido en el precio, el cual no puede ser menor que A + B; el déficit todavía esta allí.
Si uno intenta aumentar sueldos y salarios, los aumentos del sueldo serán incluidos automáticamente en los precios, y no solucionará nada. (Puede compararse a un perro que corre detrás de su cola.) Para poder comprar toda la producción, se necesita de un ingreso adicional que venga de una fuente que no sea de sueldos y salarios, un ingreso por lo menos equivalente a B. Esto es lo que el dividendo del Crédito Social haría, dándolo todos los meses a cada ciudadano en el país. (Este dividendo se financiaría con nuevo dinero creado por la nación, y no por el dinero de los contribuyentes.)
Lo que ha permitido que el sistema persista
Sin esta otra fuente de ingreso (el dividendo), debería existir, al menos en teoría, una creciente montaña de bienes no vendidos. Pero si todos los bienes se venden, se debe a que, en su lugar, tenemos una creciente montaña de deuda. Dado que la gente no tiene suficiente dinero, los vendedores deben motivar las compras a crédito para poder vender sus productos. Pero esto no es suficiente para salvar la brecha en el poder de compra.
Así que también existe una creciente tensión con respecto a la necesidad de trabajos para distribuir los salarios sin incrementar la cantidad de los bienes disponibles para la venta, tales como los trabajos públicos (construcción de puentes o caminos), industrias de guerra (submarinos, tanques, etc.)
Pero tampoco así hay suficiente. Por lo que cada país hará lo posible para lograr un “favorable balance comercial”, esto es, exportar, venderles a otros países más bienes de los que recibe para obtener de ellos el dinero que escasea en los hogares de la población para poder comprar sus propios productos. Sin embargo, es imposible para todas las naciones tener un “favorable balance comercial”. Si algunos países logran exportar más bienes de los que importan, debe haber, necesariamente, otros que reciben más bienes de los que exportan. Pero ningún país desea estar en esa posición, por lo que se originan conflictos comerciales entre las naciones que pueden degenerar en conflictos armados.
Así que, como último recurso, los economistas han descubierto un nuevo mercado de exportación, un lugar al que podemos enviar todos nuestros bienes sin que se nos regresen, un lugar donde no hay habitantes: la luna, el espacio exterior. Algunos países gastarán miles de millones de dólares para construir cohetes que irán a la luna y a otros planetas; todo esto mediante el inmenso desperdicio de recursos para generar salarios que serán utilizados para comprar la producción remanentes en nuestros países. ¡Nuestros economistas están ya verdaderamente en la luna!
El progreso reemplaza la necesidad del trabajo humano
La segunda falla en el presente sistema es que el sistema de producción no distribuye el poder de compra a cada uno. Lo distribuye sólo a quienes están empleados en la producción. Y mientras más máquinas son utilizadas en la producción, menos horas hombre se requieren. La producción aumenta pero el empleo decrece. Así que hay un conflicto entre el progreso, que elimina la necesidad de trabajo humano, y el sistema, que distribuye el poder de compra únicamente a quien está empleado. Pero todos tienen el derecho a la vida. Y todos tienen derecho a satisfacer las necesidades básicas para vivir. Los bienes terrenos fueron creados por Dios para todos los hombres y no sólo para quienes estuvieran empleados o tuvieran posibilidades de serlo. Esto es lo que el Crédito Social haría y es lo que precisamente el sistema actual no hace. Sin molestar al sistema de pagos por el trabajo, distribuiría a cada individuo un ingreso periódico, llamado “dividendo social” – un ingreso ligado al individuo como tal y no al empleo.
Todos los bienes de la tierra fueron creados para todos
Ésta es la forma más directa y concreta de garantizar a cada ser humano el ejercicio de su derecho fundamental a una porción en los bienes de la tierra. Cada persona posee este derecho - no como un empleado en la producción, sino simplemente como un ser humano.
El Papa Pío XII en su intervención radial de Pentecostés el 1 de junio de 1941 dijo lo siguiente:
“Los bienes materiales han sido creados por Dios para cubrir las necesidades de todos los hombres y deben estar a la disposición de todos ellos, como lo requiere la justicia y la caridad.
Efectivamente, cada hombre como un ser con raciocinio, tiene por naturaleza el derecho fundamental de hacer uso de los bienes materiales de la tierra, a pesar de que está reservado a la voluntad humana y a las formas jurídicas de la gente regular con más detalles, la realización práctica de ese derecho.
Tal derecho individual no puede por ningún motivo, ser suprimido, ni siquiera mediante el ejercicio de otros derechos sobre los bienes naturales, los mismos que son incuestionables y reconocidos.
La riqueza económica de una nación no consiste propiamente en la abundancia de los bienes juzgada sobre su valor por un mero material de computación, sino que consiste en lo que tal abundancia en realidad y efectivamente significa y proporciona como una base de material suficiente para un desarrollo personal justo de sus miembros.
Si tal distribución justa de bienes no se efectuase o si simplemente se la asegurase de una manera imperfecta, no se lograría el verdadero fin de la economía nacional, aunque pueda ser opulenta la abundancia de bienes disponibles, ya que la gente no seria rica, sino pobre, ya que no se le invitaría a compartir en esa abundancia.
Al lograr, por el contrario, que esta distribución justa sea realizada de manera eficiente sobre una base duradera, entonces usted verá a la gente aunque con menos bienes considerables a su disposición, convertida en personas económicamente sólidas.”
El Papa dijo, que depende de las propias personas, a través de sus leyes y regulaciones, el escoger los métodos capaces de permitirle a cada hombre ejercer su derecho a una porción en los bienes terrenales. El dividendo del Crédito Social a todos lograría esto. Ningún otro sistema propuesto ha sido, hasta el momento, tan eficaz, ni siquiera nuestras leyes presentes del seguro social.
¿PORQUE UN DIVIDENDO SOCIAL PARA TODOS?
“¿Un dividendo social para todos? ¡Pero un dividendo presupone un capital productivo invertido!”.
“Precisamente. Debido a que todos los miembros de la sociedad son co–capitalistas –de un capital real e inmensamente productivo.
Lo dijimos arriba, y nunca lo repetiremos lo suficiente, que el crédito financiero es, al nacimiento, una propiedad de toda la sociedad. Es así porque está basado en el crédito real, en la capacidad de producción del país. Esta capacidad de producción esta hecha, ciertamente, en parte, de trabajo, de la competencia de aquellos que tienen una parte en la producción. Pero principalmente esta hecha, en una parte siempre creciente, de otros elementos que son de propiedad de todos.
Existe, primero que nada, los recursos naturales, que no son la producción de ningún hombre; son un regalo de Dios, un regalo gratis que debe estar al servicio de todos. Existen también todos los inventos hechos, desarrollados, y transmitidos de una generación a la siguiente. Es el factor de producción más grande en la actualidad. Ningún hombre puede reclamar como si fuera el único dueño de este progreso, que es el fruto de muchas generaciones.
No hay duda que uno necesita hombres de nuestros tiempos presentes para hacer uso de este progreso y ellos tienen derecho a una recompensa: la obtienen en forma de remuneración: sueldos, salarios, etc. Pero un capitalista que no toma parte personalmente en la industria en donde él invierte su capital esta autorizado, solamente a lo mismo, a una participación del resultado, por su capital.
Bien, el mayor capital real de la producción moderna es en realidad la suma total de los descubrimientos, inventos progresivos, que en la actualidad nos proporcionan más bienes con menos trabajo. Y, en vista de que los seres humanos son, de manera equitativa, co–herederos de este inmenso capital que siempre se incrementa, todos están autorizados a compartir los frutos de la producción.
El empleado esta autorizado a este dividendo y a su sueldo o salario. La persona desempleada no tiene sueldo o salario, pero está autorizada a este dividendo, que nosotros lo llamamos social, porque es el ingreso de un capital social”.
Acabamos de indicar que el dividendo del Crédito Social está basado en dos cosas: la herencia de las riquezas naturales y de las invenciones de las generaciones precedentes. Esto es exactamente lo que el Papa Juan Pablo II escribió en su encíclica Laborem Exercens sobre el trabajo humano, en el numeral 13: “El hombre, por su trabajo, hereda un doble patrimonio: hereda una parte de lo que es dado a todos los hombres en forma de recursos naturales y, por otra parte, lo que todos los otros ya elaboraron a partir de esos recursos, ante todo al desarrollar la técnica, es decir, al realizar un conjunto de instrumentos de trabajo cada vez más perfectos. Sin dejar de trabajar, el hombre hereda el trabajo del prójimo.
El engaño de Empleo Total (o pleno empleo)
Hablar de empleo total, esto es, de empleo universal, representa una contradicción en cuanto a progreso se refiere, progreso en las técnicas y procesos de producción. Cada vez constatamos el perfeccionamiento de la maquinaria y la aparición de nuevas fuentes de energía, pero que no se usan para liberar al hombre. Parece que hemos perdido de vista el verdadero fin. Estamos confundiendo los medios con los fines. Confundimos los primeros con los segundos. Esto es una perversión que está infectando toda nuestra vida económica, lo que le hace al hombre imposible el disfrutar de las recompensas a que tiene derecho por este progreso. La industria no existe para dar empleo sino para la fabricación de bienes. Si tiene éxito en este punto, entonces estará cumpliendo su propósito, su fin. Y mientras más cumple con su fin con el mínimo de tiempo y el mínimo de empleo de horas hombre, el resultado es mucho mejor.
El Sr. Pérez, por ejemplo, le compra a su esposa una nueva lavadora automática. Esto a ella le representa el utilizar sólo una parte de un día para lavar la ropa sucia de la semana. Después de que la Sra. Pérez pone la ropa en la lavadora, pone el jabón, baja la tapa y la programa para los ciclos de lavado, no tiene más que esperar que la máquina haga el resto de trabajo: lavar, enjuagar, exprimir y detenerse cuando todo esté listo. ¿Se seguirá quejando la Sra. Pérez de que ahora tiene más tiempo libre para emplearlo en lo que le plazca? O, ¿le buscará el Sr. Pérez otro tipo de trabajo para compensarla por lo que ya no hace y de la cual la liberó? Ciertamente que no. Nadie es tan tonto.
Pero es fácil encontrar tal estupidez sucediendo en nuestra sociedad y en nuestra vida económica actual, ya que el sistema “progresa” en la penalización del individuo, en lugar de librarlo, al continuar atando el poder de compra, la distribución del dinero, al empleo, al empleo en producción. El dinero llega únicamente como recompensa por el esfuerzo en la labor de producción.
El rol del dinero también se ha pervertido. El dinero, básicamente, no es más que un boleto que se presenta para obtener bienes y servicios. Es un boleto universalmente válido que le permite al consumidor comprar lo que quiere dejándole libertad para escoger de lo que hay en el mercado. Tiene a su disposición la producción total del país. Si es deseable que la economía del país cumpla con la razón de su existencia, el satisfacer las necesidades humanas, entonces los individuos requieren tener suficiente acceso a estos “boletos” para obtener todo lo que les haga falta, en la medida en que la capacidad de producción del país pueda satisfacer sus demandas. El volumen del dinero para comprar los bienes debe ser proporcional a la suma total de bienes y servicios. Y no a la suma total del trabajo requerido para su producción.
Es cierto que el trabajo distribuye dinero entre los empleados de dicha producción. Pero esto es sólo un medio y no un fin. El fin de la producción no es el proveer dinero sino bienes y servicios. Y si la producción es capaz de reemplazar a veinte asalariados con tan sólo una máquina, esto no significa, de ningún modo, que tenga que distorsionar su verdadero fin. Y si pudiera proveer toda la producción necesaria para los humanos y no distribuir ni un céntimo, aún así estaría cumpliendo con su objetivo: proporcionar bienes y servicios. Al liberar al hombre del trabajo, la industria ciertamente recibiría la misma gratitud que recibió el Sr. Pérez cuando le obsequió la lavadora a su esposa permitiéndole librarla de horas y horas de trabajo.
Cuando desaparece el poder adquisitivo
Pero, ¿cómo puede un hombre dar las gracias por haber sido liberado del trabajo al haberlo reemplazado por una máquina, cuando, para su consternación, se da cuenta que no tiene dinero?
Y esto es precisamente lo que hace defectuoso a nuestro sistema económico, en que no ha adaptado su mecanismo financiero a su mecanismo productivo.
En la medida en que la industria o producción se valen menos de la labor humana, también debería hacerlo el poder adquisitivo, en forma de dinero, para canalizarse a los consumidores a través de otros medios que no fueran las compensaciones por el empleo.
En otras palabras, el sistema financiero debería armonizar con la producción, no únicamente respecto al volumen, sino también respecto a la forma en que es distribuido. Si la producción es abundante, el dinero debería de serlo también. Si la producción es liberada de la labor humana, el dinero también debería disociarse del empleo.
El dinero es una parte integral del sistema financiero pero no lo es del sistema de producción, estrictamente hablando. Cuando el sistema de producción finalmente alcanza un punto en que puede distribuir bienes sin la ayuda de los asalariados, entonces, el sistema económico debería alcanzar el punto donde el poder de compra pueda distribuirse mediante otros medios diferentes de los salarios.
Si ese no es el caso se debe a que, a diferencia del sistema de producción, el sistema financiero no se ha adaptado al progreso. Y es precisamente esta diferencia la que ha originado tantos problemas, cuando, de hecho, el progreso debería hacer que todos estos problemas desaparecieran.
El reemplazo del hombre por las máquinas en la producción debería llevarnos al enriquecimiento de éste, a librarlo de las preocupaciones meramente materiales permitiéndole dedicarse a otras actividades diferentes a la meramente económica. Si, por el contrario, tal substitución conduce a la privación, es porque nos hemos rehusado a adaptar el sistema financiero a este progreso.
La tecnología debería servir a cada hombre
¿Es la tecnología un mal? ¿Tendríamos que ejercer nuestros derechos y destruir a las máquinas porque estas nos están quitando nuestro trabajo? No, si el trabajo puede ser elaborado por las máquinas eso es fabuloso; esto permitirá que el hombre use su tiempo libre para otras actividades, actividades libres, actividades por él escogidas. Pero todo esto debe estar acompañado de un ingreso que reemplace el salario que perdió, con la instalación de las máquinas, o del robot; de otra manera la máquina que debería ser un aliado del hombre, se hará su enemiga, ya que le priva de su ingreso y le impide vivir.
La tecnología no es un mal en sí, y con el dividendo, podrá ponerse al servicio del hombre, no la culparían más de suprimir empleos:
“La tecnología contribuyó hasta tal punto al bienestar de la humanidad; hizo tanto para mejorar la condición humana, servir a la humanidad y facilitar su labor. A pesar de ello, en ciertos momentos, la tecnología ya no sabe verdaderamente donde se sitúa: o es para la humanidad o contra ella. Por esta razón, mi llamado se dirige a todos los interesados a quienquiera que pueda traer una contribución para que la tecnología que hizo tanto para edificar Toronto y todo Canadá sirva verdaderamente a cada hombre, a cada mujer y a cada niño de ese país.” (Juan Pablo II, Toronto, Canadá, 17 de septiembre de 1984.)
En 1850, la fabricación como nosotros la conocemos hoy, apenas empezaba, con el hombre haciendo el 20% del trabajo, los animales el 50%, y las máquinas sólo el 30%. En los 1900, el hombre aportaba con sólo el 15%, los animales el 30%, y las máquinas el 55%. Para los años de 1950, el hombre estaba haciendo sólo el 6% del trabajo, y las máquinas el resto: 94%. (¡Los animales fueron liberados!)
Y nosotros no hemos visto nada todavía, ya que estamos apenas entrando en la edad de la computadora, que permite a lugares como la planta de Nissan Zama en Japón el producir 1.300 automóviles al día con la ayuda de sólo 67 humanos - eso es más de 13 automóviles por día por trabajador. Hay algunas fábricas que son completamente automatizadas, sin ningún empleado humano, como la fábrica de motores Fiat en Italia que está bajo el mando de unos veinte robots que hacen todo el trabajo.
En 1964, un informe fue presentado al Presidente de los Estados Unidos, firmado por 32 signatarios, incluyendo al Sr. Gunnar Myrdal, economista Sueco, y al Dr. Linus Pauling, ganador del Premio Nobel, titulado “Caos Sociales en la Automatización”. Este informe dijo en breve que “los EE.UU., y en el futuro el resto del mundo, sería involucrado pronto en un ‘revolución’ que prometía rendimiento ilimitado… por sistemas de máquinas que requerirán muy poca cooperación de los seres humanos. Por consiguiente, una acción debe tomarse para asegurar ingresos para todos los hombres, así sea en lo que normalmente se cuenta como trabajo.”
Un reciente estudio suizo ha dicho que “de ahora en treinta años, menos del 2% de la fuerza de trabajo presente será suficiente para producir la totalidad de los bienes que las personas necesitan”. Tres de cada cuatro obreros - desde empleados de minoristas a cirujanos - serán reemplazados en el futuro por máquinas guiadas por computadoras.
Si la regla que limita la distribución de ingreso a aquéllos que son empleados no se cambia, la sociedad está dirigiéndose hacia el caos. Sería simplemente absurdo imponer contribuciones del 2% a los obreros para apoyar al 98% de personas desempleadas. Uno necesita una fuente de ingreso que no este atada al empleo definitivamente. El caso, definitivamente esta hecho para el dividendo del Crédito Social.
El empleo total (o pleno empleo) es materialista
El dividendo del Crédito Social es la única solución lógica para el reemplazo de la mano de obra por la máquina. Porque si queremos persistir en mantener a todos, mujeres y hombres, empleados en la producción, a pesar de que la producción para satisfacer las necesidades básicas está elaborada ya, con menor y menor intervención humana, sobre esto, entonces tendremos que crear nuevos empleos, que son completamente inútiles. Y para justificar estos nuevos empleos inútiles, nuevas necesidades artificiales necesitan ser creadas a través de avalanchas de publicidad para que de esta manera la gente compre productos que no necesitan realmente. Esto es conocido como “consumismo”.
Igualmente, los productos serán elaborados para que duren muy poco tiempo, con el objetivo de generar más ventas y obtener más dinero, lo que conllevará al uso innecesario de recursos naturales y por ende a la destrucción del medio ambiente.
También se tratará de mantener empleos que no necesitan de ningún esfuerzo creativo, empleos que solo necesitan esfuerzos de la máquina, empleos donde el trabajador no tendrá oportunidad de desarrollar su personalidad. Y sin importar cuan destructivo para la mente es este empleo, es la condición para que el trabajador pueda obtener su dinero, que es la licencia para vivir. Dicho esto, para el empleado y para una multitud de asalariados, el significado de su trabajo se reduce a: ellos van a trabajar para obtener dinero, para poder comprar los alimentos que necesitan para vitalizarse para poder ir a trabajar... y el ciclo se repite hasta que llegan a la edad de su jubilación, si no mueren antes. Esta es una vida sin sentido, donde nada diferencia al hombre del animal.
Actividades libres creativas
Lo que diferencia al hombre del animal, es precisamente que el hombre no solo tiene necesidades materiales sino también necesidades culturales y espirituales. Como nuestro Señor Jesús dijo en el Evangelio: “No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahveh”. (Deuteronomio 8:3). De ahí que forzar al hombre que use todo su tiempo para proveerse de cosas materiales es una filosofía materialista, ya que niega que el hombre posea también una dimensión espiritual y necesidades espirituales. Pero ahora viene la pregunta: ¿Si el hombre no trabaja en un empleo que le pague por sus servicios, que hará él con su tiempo libre? Y la respuesta: Él usará su tiempo libre en actividades libres creativas, actividades que el escogerá. Es precisamente en su tiempo libre, que el hombre puede realmente desarrollar su personalidad, desarrollar los talentos que Dios le dio y usarlos con sabiduría.
Además, es durante su tiempo libre que tanto el hombre como la mujer pueden reflexionar sobre sus obligaciones religiosas, sociales y familiares: el cuidado de su familia, la vivencia de su Fe (el conocer y amar a Dios), y de ayudar a sus semejantes. La crianza de los niños es el trabajo más importante en el mundo. ¡Pero ahora, a la mujer que está en casa criando a sus hijos, y que no recibe un salario, muchos la catalogan como que ella no hace nada, que ella no trabaja! El estar libre de la necesidad de trabajar para producir las necesidades de la vida no supone el crecer desocupado. Eso simplemente significa que el individuo será puesto en una posición donde él pueda participar del tipo de actividad que le atraiga. Bajo un sistema de Crédito Social existiría un ramillete de actividades creativas. Por ejemplo, grandes invenciones, los mejores trabajos de arte, que han sido realizados durante tiempo libre. Como C. H. Douglas manifestó: “La mayoría de la gente prefiere estar empleada en cosas que a ellos les gusta en vez de en cosas que no les gusta. Las propuestas del Crédito Social en ningún sentido están intencionadas en crear una nación de desocupados... El Crédito Social permitirá que la gente se ubique en trabajos para los cuáles ellos son aptos. Un trabajo que uno lo hace bien, es un trabajo que a uno le gusta, y un trabajo que a uno le gusta es un trabajo que uno lo hace bien”.
El empleo total (o pleno empleo) está pasado de moda y es inútil
Esto es exactamente lo que el Papa Juan Pablo II dijo el 18 de noviembre de 1983, cuando recibió en público a los participantes en una conferencia nacional patrocinada por la Comisión de la Conferencia episcopal italiana para los Problemas Sociales y el Trabajo. Aquí está la cita de la alocución del Papa:
“La fundación primaria del trabajo es de hecho el hombre... el Trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo... Además, nosotros no podemos fallar en ser involucrados sobre las opiniones de aquéllos que hoy sostienen que la discusión de una más intensa participación es ahora pasada de moda e inútil, y exige que la subjetividad humana se desarrolle en el llamado tiempo libre. No parece justo, de hecho, el oponer al tiempo dedicado para trabajar el tiempo que está libre del trabajo, siempre que, el tiempo de todo el hombre deba verse en cuanto como un regalo del maravilloso Dios para la humanización global e íntegra. Estoy convencido no obstante que el tiempo libre merece atención especial porque es el tiempo cuando las personas pueden y deben realizar sus obligaciones familiares, religiosas, y sociales. Más bien, este tiempo para ser liberador y útil socialmente, se lo está pasando con un maduro conocimiento ético en una perspectiva de solidaridad que también se expresa en formas de servicios voluntarios generosos.” (Tomado de L’Osservatore Romano, edición semanal en inglés, del 9 de enero de 1984, pág. 18.)
Marcadores