Lo que aprendi viviendo 30 días en Rusia
Quería viajar y como se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las desoidas, me tocó un destino a Rusia. Destino lejano. Hostil. Peligroso. Incierto. La mayoría de la gente que conozco, y que no conozco, ni siquiera se hubiera atrevido. El Telón de Acero. Los destierros de prisioneros. Borrachos de vodka y..ah, sí, el tren ese tan famoso. A mí me despertaba una enorme curiosidad. Encima no era ni las habituales Moscú o San Petersburgo. Siberia. Para mí solito. Mejor que mejor; instintivamente, sin pararme a pensar nada como buen preludio para una vivencia que recordar o un gran desastre…acepté.
Nunca voy a arrepentirme
Destino Siberia
¿Simbólico? Un helado soviético para Siberia
Esta pregunta me la hicieron tantas veces que perdí la cuenta. Mi familia y amigos no alcanzaban a entender qué me llevaba a ir un lugar tan perdido, el infierno helado en el que Stalin desterraba a sus enemigos y que imaginaban como una especie de poblado de madera en medio de un bosque donde si no te come un oso te pasará por encima un trineo de renos. Allí os rusos tampoco entendían qué movía a un español, habitante de un país cálido y turístico, a acabar visitando su tierra. Los españoles me decían que nunca irían ahí, y los rusos que, de ser españoles, tampoco lo harían.
¿Por qué no un lugar más cercano, glamuroso, cómodo y progre? Londres, París, Berlín, Amsterdam, Milán…todos ellos el destino predilecto del Homo Globalis de starbucks, instagram y hashtag, en los que se sentirán como en casa independientemente de donde vengan. Y es precisamente por ello por lo que escogí Siberia: no quería ver el mismo paisaje urbano que se repite en las grandes capitales europeas; consistente en hipsters, malabaristas, artistas callejeros, manteros y carteristas, con una atmósfera aburrida y monótonamente cosmopolita y tolerante con lo intolerable. Lo tengo ya demasiado visto. Quería visitar un lugar con cultura propia y que no reniegase de sí mismo y lo encontré. A pesar de lo burocrático del visado, de no saber el idioma en un país en el que pocos hablan otro y de todos los problemas que podría encontrar allí, no me achanté y finalmente llegué a mi destino después de cinco horas de vuelo y medio día haciendo escala en el aeropuerto de Moscú. Mi periplo siberiano acababa de comenzar en una ciudad de tamaño considerable no muy alejada del gigantesco y profundo Lago Baikal.
La primera impresión que te da en toda la cara cuando bajas del avión es que si te hubieran llevado con los ojos vendados, sabrías donde te encuentras.. Si llegaste a Rusia, sabes que estás ahí y no en cualquier otro lado. Un panorama de carretera sacado de los años noventa, ladas desprejuiciados sobre si tener el volante a la derecha o a la izquierda, baches en el pavimento, cintas de San Jorge celebrando el Día de la Victoria y esa Unión Soviética que se resiste a marchar para siempre, con su simbología particular que hacían inconfundible el lugar. Cada día sería una sucesión de cosas nuevas, y sobre todo muy diferentes a las que acostumbramos en Europa occidental. El paisaje infinito, la mentalidad a veces tan cercana y a veces tan opuesta y la sorpresa de que muchas veces lo distinto no se debía a diferencias culturales, sino a cosas y modos de pensar que existían aquí también pero se han perdido.
Carácter ruso
Origen pero solución de todos los problemas
La personalidad rusa no entiende de sutilezas ni familiaridades. Nadie te va a dar una sonrisa por educación ni por tratar de encubrir algo; cuando haces la compra, otro trámite o simplemente hablas con un desconocido, lo normal es que no te sonrían. El que sonríe educadamente está mostrando servilismo y falsedad y la única sonrisa aceptada es la verdadera, la que sale del buen humor o buena relación. Esto es algo que verás nada más llegar al control de pasaportes del aeropuerto. Las sonrisas si están, son y si no son, no están.
El trato es frío e incluso rozando lo hostil con los desconocidos. Te puede hacer pensar que estás en un país de habitantes tan helados como su invierno. Error; en cuanto los conoces te das cuenta de que no es así y que bajo esta escarcha se esconde gente acogedora, honesta, simpática y dispuesta a ayudar.
En Rusia siguen existiendo los roles hombre-mujer. Lo común es que ambos estén claramente delimitados y diferenciados: los hombres se comportan como hombres y las mujeres como mujeres. No existe el feminismo cultural misándrico. Tampoco una comercial y artificial guerra de sexos que en vano tratan de espolear Pussy Riot o FEMEN. No hay pelea por ocupar el espacio del hombre o buscar desesperadamente discriminaciones y micromachismos por todas partes. Tampoco es un tabú opinar que cada sexo tiene sus fortalezas y debilidades en diferentes ámbitos. Contra pronóstico progre, no encontré mujeres oprimidas y anuladas; al contrario, suelen ser más cultas y tener más intereses que aquí. Casi todas tienen alguna afición como tocar instrumentos, pintar o deportes de todo tipo. Ni siquiera es raro encontrar chicas que se dedican a deportes tradicionalmente de hombres como artes marciales o de fuerza, e incluso diría que es más normal que aquí verlas en carreras masculinizadas como ingenierías. Las parejas jóvenes son lo habitual. La impresión es de que la mayoría de mujeres tiene hijos sobre los 25 años, algo que se puede ver en cualquier calle. Definitivamente, el feminismo no está ni se le necesita.
Un español en la traiga
El animal más raro de la taiga era yo
Esta zona de Rusia por lo lejano de su ubicación apenas recibe gente de Europa occidental, lo que significa que a los siberianos les despiertas la misma extrañeza que ellos a ti. Si hablas castellano y hay gente a tu alrededor, puedes estar seguro de que todos se girarán para mirarte y que algunos te preguntarán con curiosidad (siempre en ruso, por supuesto) de donde eres, para seguidamente sorprenderse de qué puede llevar a un español a tal lugar. Incluso habrá quienes te den la mano y te digan que es la primera vez que ven a uno, se hagan una foto contigo o incluso te inviten a una caña o a un chupito de vodka si están en un bar. También puede ser que te hablen en castellano porque han vivido en algún país hispanohablante o lo estén aprendiendo. Todo esto me pasó en mi estancia ahí.
En mi estancia tuve la oportunidad de visitar y vivir en diferentes ambientes. Tanto en los mejores barrios, donde se concentra toda la gente con suficiente solvencia para permitirse vivir en un lugar con el aire limpio y rodeado de bosques, como en el infierno depresivo de los bloques soviéticos sin luminosidad en la calle. En ciudades grandes, con el mismo tipo de comodidades y servicios que cualquier ciudad europea, y en aldeas de unos pocos cientos de habitantes. Subí en lujosos mercedes con todos los complementos incorporados y en ladas de los 90 llenos de abolladuras, conocí a quienes había viajado por prácticamente todo el mundo y otros que no habían salido de su provincia.
No es lugar para blandos
No lo intentes ni aunque midas 2 metros y peses 120kg
El invierno es extremadamente frío y dura gran parte del año, con la sola pausa del verano que puede ser muy caluroso, lo que significa convivir con unas temperaturas que podrían matarte en unas horas de estar expuesto a ellas, nieve y placas de hielo por todas partes y oscuridad a partir de las 5 de la tarde. Para evitar grandes desplazamientos en estas circunstancia cada pocas calles hay un pequeño colmado abierto casi ininterrumpidamente con todo lo básico y en las residencias de estudiantes incluso suele haber uno situado dentro. Aunque la gente trata de hacer una vida normal y salir fuera (de hecho hay más diversidad de actividades culturales y entretenimientos que aquí) es inevitable pasar mucho tiempo en casa, y este enclaustramiento unido al paisaje gris y la temprana oscuridad en calles escasamente iluminadas, hace extremadamente dura la vida aquí.
Por si no fuera suficiente con el clima, los rusos también tienen que lidiar con lentísima burocracia, infraestructura anticuada, generalmente bajos sueldos y ahora también, devaluación del rublo. No existe la cultura de la paguita tan extendida en los países ricos, lo que si bien evitan lacras como inmigrantes viviendo del cuento, rentas de inserción o mamandurrias femenistas también significa que si no trabajas, no comes. Si no tienes red familiar y te quedas en el paro, los aproximadamente 15 euros de subsidio de desempleo no te llegarán más que para el transporte público, así que o te buscas la vida o en el peor de los casos puedes acabar viviendo en las alcantarillas, alimentándote de perros y gatos si no hay otra cosa y bebiendo colonia para emborracharte.
Todo esto ha hecho de los rusos gente endurecida, poco dada a tragarse los mantras izquierdistas de empoderar la cultura de la cigarra, de miradas de los 3000 kilómetros y del “hombre blandengue”. El número de hipsters, perroflautas y progres caviar es mínimo, y de hecho si alguien lleva esa estética hará que el resto lo mire con extrañeza y hostilidad que puede ir más allá de las palabras. No solamente los homosexuales están mal vistos, sino también vestir de forma similar a ellos.
Si funciona, no lo toques
Ideológicamente, por lo que pude comprobar los rusos piensan que los experimentos solo deberían hacerse con gaseosa y no son amigos de los que prometen paraísos terrenales, pues superaron esa etapa hace mucho. Se podrían definir por tanto como pragmáticos, pues prefieren lo conocido si es medianamente decente a lo incierto y peligroso, y tradicionalistas en el sentido de que defienden lo tradicional como mejor forma de mantener cohesionada y operativa la sociedad. Piensan que la familia tradicional es la mejor forma de tener una demografía sana, que su país pertenece a sus habitantes y no al viento, creen o al menos respetan el papel que juega la religión, y de la misma forma que los occidentales se escandalizan y suelen pensar que están atrasados por ello, ellos creen que somos nosotros quienes nos estamos degenerando y suicidando en una loca espiral de progresismo sin cabeza.
Rusia sufrió una revolución, dos guerras mundiales, una guerra civil y 70 años de comunismo, y a día de hoy sigue teniendo graves problemas sociales y económicos. Tienen material más que de sobra para autoflagelarse, renegar de su historia y estancarse en el odio contra los bandos del pasado, sin embargo tratan de quedarse con lo mejor de cada época y en mirar hacia el futuro. Por este motivo,es muy común que aún queden nombres de calles, avenidas o plazas con nombres de comunistas célebres, principalmente Lenin y Marx, o que sus bustos, estatuas o relieves suyos se encuentren con relativa facilidad, así como hoces y martillos o estrellas rojas. Esto no indica una nostalgia o una apreciación por el comunismo pues todo ello para la mayoría de la población no son más que ídolos de cartón piedra, como si de dioses paganos olvidados se tratase, que como tales no despiertan ningún tipo de sentimiento, ya sea de aprecio o de rechazo. A nadie le molesta
La endofobia tampoco es común, y aunque los rusos puedan llegar a ser extremadamente críticos con su país, esa crítica sana no deriva hacia el desprecio hacia ellos mismos. Son gente muy patriótica y es muy común ver coches con pegatinas conmemorativas del Día de la Victoria de la Segunda Guerra Mundial. Llegaron a tener un imperio, pero no lo ven como algo negativo, ni se culpan ni buscan su redención en la solidaridad, al contrario lo ven como un motivo de orgullo. Aunque tengan políticos corruptos y una mala situación económica, no afecta a su autoestima pues son capaces de diferenciar entre Patria y Estado.
Aprender de ellos
Rusia es un país que ha sufrido traumatismos gravísimos, que llevaron a la práctica desintegración social, demográfico y nacional. El último hace 24 años, con la disolución de la URSS. Heredados de esa época aún quedan muchos problemas como la corrupción, la pobreza o la plaga de heroína, a los que se les ha unido la inmigración ilegal del Cáucaso y Asia Central y la reciente crisis del rublo, lo cual hace que sigan estando por detrás de Europa occidental en la actualidad. Detrás de la Europa sobreinmigrada y sobreendeudada. De la Europa con la naturaleza destruida. Las familias inservibles. Los políticos que causan más problemas de los que heredan. Y del sometimiento económico y cultural a los Estados Unidos de América y cada vez más, a China. Una Europa Occidental sin voz, borracha de riqueza del mañana. Drogada con el éxito y llena de elois ajenos a los morlocks. Hasta que inevitablemente, se vaya la luz.
Rusia pesar de todo es un país que sigue avanzando. La natalidad vuelve a subir. Mientras la corrupción poco a poco va disminuyendo, los valores crecen, aguantando sin fisuras el embite de la propaganda progresista difundida sin descanso por las élites globales. Puedes estar seguro de que Rusia y los rusos seguirán existiendo dentro de cien años.
No he viajado mucho pero sí he observado bastante. No es necesario estar en todos los lugares para establecer lo que es bueno y lo que es malo. No me interesa la bondad de un lugar en relación a otro. Me basta dentro de todos los problemas lo que ví en Rusia.
Gente orgullosa de su país, con los valores necesarios para formar una sociedad fuerte y sana, que no se deja embaucar por los vendedores de humo.
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Fuente:
Lo que aprendi viviendo 30 días en Rusia | Soul Guerrilla
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