Las mamarrachadas de los nacionalistas ya no tienen límite. Debemos armarnos con mucho sentido del humor y flema para no caer en una desesperante amargura. ¡Qué patio de lerdos!
Las mamarrachadas de los nacionalistas ya no tienen límite. Debemos armarnos con mucho sentido del humor y flema para no caer en una desesperante amargura. ¡Qué patio de lerdos!
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