En el caso del catalán tenemos igualmente ejemplos para dar y regalar. Desde siempre hubo ciudades y pueblos con el nombre o bien en castellano o en catalán, hasta que un día decidieron catalanizar nombres que nunca se habían dicho en catalán, o bien se rizó el rizo y se catalanizaron a la fuerza más todavía, como Hospitalet de Llobregat (que se decía Hospitalet, no hospitalito) o San Sadurní de Noya, que pasó a llamarse Sant Sadurní d'Anoia (que nunca se llamó San Saturnino). San Juan Despí (que ya se llamaba así, y no San Juan del Pino) pasó a escribirse Sant Joan Despí. Localidades con nombres como Sabadell, Vendrell o Martorell siempre se escribieron en castellano con doble l, a pesar de que va contra la lógica fonética y ortográfica de nuestro idioma, precisamente porque así es como se han escrito desde siempre. Cuando de niño viví algún tiempo en Barcelona (donde, por cierto, la gente hablaba catalán con toda normalidad por la calle, y a grito pelado como buenos españoles; para que luego digan que estaba prohibido) e iba con mis padres en verano a la playa de Casteldefels (impronunciable para un andaluz), yo veía el nombre de la vecina localidad de Sitges, y lo pronunciaba tal como lo veía escrito. ¡Con lo fácil que habría sido que en castellano se escribiera Síches! Cuántas localidades tenían el nombre en catalán y sin traducir, como San Cugat del Vallés (en castellano sería San Cucufate). Nadie imponía el uso castellano; se utilizaba el nombre tradicional de la población, y lo mismo sucedía con las calles de Barcelona: se alternaban los nombres en catalán o en castellano, dependiendo de la denominación tradicional de la calle. Después de la debacle toponímica, más de una vez me pregunté a qué barrio de Barcelona se referían cuando hablaban del Eixample, hasta que caí en la cuenta de que no era sino el Ensanche de toda la vida. Lo mismo que cuando de niño veía a Peret por la tele y me preguntaba por qué se llamaba Peret y no Pérez, hasta que algún tiempo después me enteré de que así es como se dice Pedrito en catalán. Normal. Así es como lo llamaban en su casa y en su barrio.

Ahora vemos a locutores esnobs que en los telediarios y otros programas de la mismísima TVE pronuncian absurdamente palabras catalanas, como Ulot por Olot, aunque se escriba con o, o abren excesivamente la e y sonorizan más de la cuenta la ese al pronunciar Manresa, para que se vea lo bien que hablan el catalán, aunque el resto de la frase lo digan sin acento catalán. Una total falta de naturalidad.

Y todo esto por pura política, sin que lo haya pedido el clamor popular. Puro victimismo, se las dan de víctimas, de perseguidos, para que les hagan más concesiones.