Gustavo Morales | Venezuela se rearma

Redacción | Publicado el 26 Diciembre, 2009 | Un Comentario
Si el siglo XX se cerró con la caída del Muro y la debacle producida en el mundo soviético, en la América hispana el siglo XXI nació con profusión de gobiernos de izquierdas y de mando unipersonal; desde Venezuela a Nicaragua. Todos ellos, iniciaron discursos antibelicistas y contra la carrera armamentista. Parecía que la región iba a vivir un tiempo de distensión, necesario para destinar los presupuestos a paliar que casi la mitad de los iberoamericanos vivan en la pobreza. Ahora la región dispone de más dinero, un crecimiento macroeconómico facilitado por la brutal subida en los precios del petróleo, la soja, el cobre y otras exportaciones de materias primas básicas que abundan en el área. Esos ingresos se destinan en gran parte a materias militares. El gasto regional en armas aumentó el 55 por ciento en cuatro años, llegando a 38.400 millones de dólares en 2007, según cifra el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres. El consumo militar sudamericano el año anterior fue de 34.020 millones de dólares de acuerdo con cálculos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) Yearbook 2007: Armaments, Disarmament and internacional Security. Esta cantidad representa un aumento del gasto militar del 30,54 por ciento en América del Sur durante los últimos 10 años y del 25,4 por ciento respecto al año 2004. Argentina, Uruguay y Paraguay son los únicos países que muestran decrecimiento en los presupuestos militares. Según el IISS y el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal) los países sudamericanos que más armas compraron, a lo largo de 2005, fueron Chile y Venezuela, con 2.785 y 2.200 millones de dólares respectivamente, seguidos por Brasil, con 1.342 millones. El mayor crecimiento del gasto militar en 2005 respecto a 2004, en términos absolutos, lo lideran son Venezuela (30,3%), Brasil (18,9%) y Chile (10,2%). Las compras de armas efectuadas por Venezuela por 4.400 millones de dólares del año 2003 al 2006 lo colocaron en sexto lugar, entre los países en vías de desarrollo, en lo concerniente a adquisición de materiales bélicos, según el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos. Venezuela también fue el mayor importador de armas de Iberoamérica en 2007, al aumentar al menos en quinientos millones de dólares sus ya voluminosas compras de armas.
Rearme venezolano
Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú y Chile están embarcados en una carrera armamentista para modernizar sus Fuerzas Armadas. Puede ser peligroso cuando resurgen varios conflictos limítrofes y tensiones nacionalistas. Entre ellas las que sostiene Colombia con Venezuela y Nicaragua, y los contenciosos que enfrentan, en el Tribunal Internacional de La Haya, a Chile con Perú, y a Argentina con Uruguay.
El último conflicto regional involucró a Venezuela, Colombia y Ecuador. Fue la incursión colombiana en territorio ecuatoriano para ejecutar al número dos de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que tenía una base terrorista en ese país. El limpio rescate posterior de los 15 rehenes, con Ingrid Betancourt, ha fortalecido al presidente colombiano.
Según el Atlas Comparativo de la Defensa, editado por la Red de Seguridad y Defensa de América Latina (Resdal), Venezuela fue el país sudamericano que destinó mayor cantidad de recursos económicos al gasto militar, superando los dos mil millones de dólares en 2006 en gastos relacionados con la defensa del país. Los crecientes discursos belicistas y el aumento de compras de material de guerra corren parejas. Un informe del SIPRI sueco sobre la acción del gobierno de Hugo Chávez en el campo militar, refleja que Venezuela fue el mayor importador de armas de Iberoamérica en 2007, al aumentar al menos en casi 500 millones de dólares su ya abultado presupuesto militar. Chávez lideró el regreso de la región al mercado armamentístico con su propuesta de volver a Venezuela invulnerable a un ataque.
El gasto de Venezuela, que tiene las mayores reservas de petróleo y gas en Iberoamérica, ha subido conforme los precios del petróleo han ido aumentando, esos ingresos diarios sobrepasan con mucho los 100 dólares por habitante, en comparación con los 12,30 dólares de cuando Chávez asumió el cargo el 2 de febrero de 1999. Sus mayores compras militares las efectuó en 2006. Ese año, Chávez firmó acuerdos por 3.100 millones de dólares para adquirir armas avanzadas, incluidos 24 aviones cazabombarderos Sukhoi Su-30 Mk2, con un radio de acción de 4.800 kilómetros, fabricados en Rusia y 38 helicópteros de combate y transporte producidos por Rostvertol Plc, también de Rusia.
El servicio de noticias ruso Interfax informó que Venezuela negocia la compra tres submarinos diésel rusos más. En 2006 las adquisiciones incluyeron el primer lote de una orden por 54 millones de dólares en treinta mil fusiles de asalto Kalashnikov AK-103, de un total de 100.000 con la compra de 100.000 fusiles de asalto AK 103 y AK 104 para reemplazar los FAL belgas, con más de 50 años de operatividad. También compró 15 helicópteros rusos: seis Mi-17 y un Mi-26 de transporte ambos y ocho Mi-35, de ataque, por 201 millones de dólares; tres helicópteros rusos Mi-172 SAR para el servicio de guardia costera, evaluados en 26 millones de dólares, y tres radares de defensa JYL-1 chinos, estimados en 150 millones de dólares. Ante los problemas por adquirir armamento en sus fuentes tradicionales de aprovisionamiento, comenzando por los EEUU, Chávez se surtió en Rusia, China y otros proveedores alternativos. Chávez visitó Moscú, en noviembre de 2004; en julio de 2006, Moscú y Caracas firmaron un nuevo acuerdo militar, tras otra visita de Chávez a Rusia. El nuevo contrato, de 1.500 millones de dólares, incluye el suministro de 24 cazas Sukoi-30 MK2, que sustituyen a los F-16, comprados hace más de 20 años por Venezuela. Incluye otros 54 helicópteros Mi-35 con capacidad de combate, cuyo precio sumaría otros 250 millones de dólares. A finales de octubre de 2006, tras la suspensión de la venta de aviones españoles de EADS-CASA, el general Alberto Muller Rojas, asesor del presidente de Venezuela, anunció la posibilidad de adquirir aviones de transporte militar de fabricación rusa. Venezuela busca adquirir sistemas antiaéreos rusos Tor-M1, lanchas patrulleras e, incluso, un submarino tipo Amur, todo por un importe de 1.000 millones de dólares. A estos nuevos materiales hay que añadir la producción en Maracay, Venezuela, de fusiles Kalashnikov y sus respectivas municiones, por valor de 200 millones de dólares, con la puesta en marcha de una instalación industrial. La última estancia del presidente Chávez en Moscú, en julio de 2008, sienta acuerdos por los que Caracas compra a Moscú armamento por más de 1.000 millones de dólares y dotaría a Venezuela de tanques T-90C, submarinos, sistemas antiaéreos Tor-M1 y aviones de combate. Venezuela, que en 2005 y 2006 compró armas a Rusia por valor de 4.000 mil millones de dólares, es el principal cliente iberoamericano de armamento ruso.
Respecto a su relación con China, que Chávez ha visitado en cuatro ocasiones desde 1999, Venezuela anunció en agosto de 2005 la compra de tres radares móviles tridimensionales de largo alcance JYL-1 (E/F Band), por un valor de más de 150 millones de dólares, que se sitúan en la Isla Margarita y en la Península de Paraguaná, donde hasta hace dos años había dos radares norteamericanos TPS-70, retirados tras finiquitar un acuerdo de cooperación bilateral. La ubicación para el tercer radar JYL-1 es aún desconocida. Los radares forman parte del Comando de Operaciones de la fuerza aérea. El contrato contempla la entrega de repuestos, la asistencia técnica y el entrenamiento del personal venezolano para operarlos. En octubre de 2006, tras una reunión de Chávez con una delegación china en Venezuela, se anunció la instalación de los radares para el año pasado, 2007. La relación entre ambos países también incluyó el envío, en 2005 y 2006, de personal venezolano a China para estudiar la fabricación y manejo de los satélites de comunicación, una acción que el Pentágono considera que puede estar destinada a la utilización de los satélites en el terreno militar. El sistema de defensa aérea de Venezuela se verá reforzado con la llegada de siete radares JYL-1 más, según informó el G/D (AVB) Luis José Berroterán Acosta, comandante general de la Aviación
El almirante James Stavridis, que fue comandante del Comando Sur de los EE.UU., pregunta qué amenaza justifica las compras de armas de Chávez. “Chávez impulsa un rearme convencional y otro para apoyar su teoría de la guerra asimétrica”, dice Adam Isacson, asesor para Iberoamérica en el Center for International Policy, un grupo de investigación de Washington sobre política exterior.
Después de las compras de armas efectuadas por Hugo Chávez, los países de la región, siguieron reforzando sus arsenales: Colombia con la compra de 24 aviones de combate israelíes Kfir, Brasil planeando la construcción de su primer submarino nuclear y Ecuador aumentando el gasto militar en un 19 por ciento.
El presidente venezolano, quien prioriza su política antiestadounidense, apuesta por la formación de un eje que reúna a sus socios de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y las guerrillas de izquierda, e incluso a Irán, Bielorrusia, Corea del Norte, Siria, a cualquiera que se oponga a Washington. Chávez concibe esta alianza también en el plano militar, aunque justifica sus compras militares crecientes como un proceso de modernización del material militar con objeto de luchar contra el narcotráfico y la violencia ejercida por los grupos armados paramilitares que operan en la frontera con Colombia. Pero Venezuela también ha insinuado que con sus adquisiciones de material bélico intentaría compensar, en parte, las transferencias de armamento realizadas por EEUU a Colombia en el marco del Plan Colombia (entre 2000 y 2004) y su prolongación en el Plan Patriota.
Chávez insiste en que el principal escenario de un potencial conflicto sería el de una invasión de los EEUU a Venezuela con el propósito de poner fin a su gobierno. Hugo Chávez afirma que se prepara para una guerra asimétrica, la metodología del débil contra el fuerte. La característica primordial es la disparidad entre las partes contendientes para que el débil pueda sacar ventaja. La compra de fusiles rusos es coherente con ese concepto, pues es el tipo de armas que se emplean en la guerra de guerrillas, que sería la que tendría que llevar a cabo Venezuela en caso de una agresión por parte de EE.UU. También es coherente con este concepto la reactivación del Comando General de Reserva Militar y Movilización.
En septiembre de 2005, Chávez firmó una ley de Defensa que hizo cuestión militar la salvaguardia de la República Bolivariana, haciendo esta causa definición legal de las Fuerza Armada Nacional (FAN) de Venezuela. La Ley Orgánica de la FAN es un instrumento jurídico que determina sus objetivos estratégicos. La Asamblea Nacional incluyó, en agosto de 2006, el concepto de “doctrina de la consolidación del poder militar”, con lo que atribuye a la FAN la responsabilidad de participar en los procesos de integración latinoamericana y caribeña, legalizando las acciones militares en el exterior en defensa del régimen y su ideología. Chávez también creó una Reserva Militar y una Guardia Territorial que armarán a cerca 2,8 millones de venezolanos movilizados para operaciones de resistencia ante cualquier agresión interna y externa. Caracas activó, a mediados de abril de 2005, el Comando General de Reserva Militar y Movilización. Según el comandante de la Reserva, general de división Julio Quintero Vitoria, “el contingente se utilizará para apoyar actividades en caso de calamidades naturales y acciones de defensa si se diera una invasión por parte de alguna potencia extranjera al territorio nacional”. Se creó legalmente en abril de 2008 y se define como el quinto componente (Tierra, Mar, Aire y Guardia Nacional) de la Fuerza Armada Bolivariana. Depende directamente de la Presidencia. La mayor parte de sus componentes son miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela. La Reserva se plantea como objetivo llegar a mantener encuadrados a un millón de hombres, lo que supone un gasto tremendo.
La Administración Bush ha expresado su inquietud por el proceso de rearme venezolano y ha advertido de la transferencia de armas de Venezuela a las dos principales organizaciones guerrilleras de Colombia, las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), así como el estrechamiento de relaciones con Estados sospechosos de patrocinar el terrorismo como Cuba e Irán. Por ello, en 2006, EE.UU incluyó a Venezuela en la lista de países que no cooperan con ellos en la lucha contra el terrorismo. Suspendió la venta y transferencia de armamento a Caracas, así como el traspaso de armamento norteamericano ya en manos de Venezuela a otros países. Este embargo afectó al mantenimiento de los F-16 en manos de la Fuerza Aérea venezolana. EE.UU presionó a Israel, Suecia, Brasil y España para parar la transferencia de productos militares. Fue precisamente este hecho, sumado a la teoría de la “guerra asimétrica” desarrollada por Venezuela como respuesta a la “guerra preventiva” de EEUU, la que llevó a Chávez a plantear, en su programa semanal Aló presidente, la renovación total de su armamento, para eliminar la dependencia de sus proveedores occidentales, receptivos a las presiones de Washington.
Chávez también propuso la creación de una estrategia de defensa conjunta de las distintas armas y cuerpos de inteligencia de los países que pertenecen al ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), porque “el enemigo es el mismo”. El presidente venezolano advierte que agredir a Venezuela es incendiar la región, y nadie se va a quedar quieto, porque tocarla “es tocar a América Latina y el Caribe”, sentenció. Las alianzas van más allá.
Si bien Irán no se ha convertido en un proveedor de armas para Venezuela, sí ha comenzado a preocupar al Gobierno de EEUU y otros gobiernos occidentales la colaboración entre el comandante Chávez y el régimen chiíta iraní. Desde que Chávez asumió el Gobierno en 1999, ha viajado a Irán en seis ocasiones. El presidente Mahmud Ahmadineyad estuvo en Caracas tras la Cumbre del Movimiento de los No Alineados celebrada en La Habana a mediados de septiembre de 2006. En esa visita se anunció la instalación por parte de Irán, de una fábrica de pólvora en Venezuela. En los últimos años ambos países han suscrito 90 acuerdos y memorandos de entendimiento valorados en 7.500 millones de dólares, aunque la mayoría no se han ejecutado aún. Además, Chávez apoya a Teherán en su programa de enriquecimiento de uranio e incluso ha defendido el derecho iraní a desarrollar el arma atómica en numerosos foros internacionales.
El Gobierno venezolano repite que no tiene planes para desarrollar armas atómicas pero ha hecho público su interés por impulsar la tecnología nuclear para usos pacíficos. Al igual que en el caso iraní, la abundancia de petróleo y de gas existentes en el subsuelo venezolano, provocan algunos recelos acerca del objetivo último de las ambiciones nucleares venezolanas. Tras su reciente ingreso en el Mercosur, el comandante Chávez afirmó que apoyará el desarrollo de un programa de energía nuclear en el seno del grupo de integración regional de América del Sur. En octubre de 2005, Chávez anunció que buscaba adquirir una central nuclear en Argentina, sin obtener respuesta, por lo que anunció la búsqueda de un acuerdo nuclear con Brasil, lo que rechazó el Gobierno de este país. Brasil y Argentina son los de mayor desarrollo nuclear en Iberoamérica desde hace al más de dos décadas. En los años noventa aceptaron la supervisión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). Brasil firmó un acuerdo con India y Sudáfrica para cooperar en el uso pacífico de la energía nuclear, mientras que Argentina anunció su intención de revitalizar su antiguo programa nuclear. La situación puede alterarse por las distintas iniciativas del presidente Chávez y de su alianza con países que desafían las normas internacionales sobre política nuclear, como Irán y Corea del Norte. A esto habría que agregar los repetidos mensajes del comandante Chávez por incluir los aspectos militares en el Mercosur.
Por su parte, el Departamento de Estado de EEUU acusa a Chávez de apoyar a grupos antidemocráticos en Bolivia y Ecuador, tener nexos con la guerrilla colombiana y el bloqueo injustificado de la cooperación antidroga con Washington.
Para Venezuela el brazo militar refuerza su diplomacia del petróleo, para hacer alianzas y aumentar su influencia. Incluso las acusaciones de rearmarse sirven a Chávez para presentarse como potencia militar emergente. Tiene aliados firmes como Cuba, Bolivia, Nicaragua e Irán, con gobiernos simpatizantes y beneficiarios del crudo venezolano, como Ecuador y Argentina. Pero la soberbia de Chávez le puede pasar factura, como quedarse sin el anhelado puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Alianza y conflicto
El intercambio militar entre Caracas y La Paz también es un hecho en este marco desde la firma de un acuerdo militar. Entre otras medidas, dos helicópteros de asalto y sus tripulaciones fueron transferidos a Bolivia, y existen informaciones fidedignas de que fusiles de asalto AK-103 están siendo entregados por Caracas a las Fuerzas Armadas bolivianas.
El gobierno boliviano anunció que entre sus planes está la creación de un fondo especial para destinar ingresos de los hidrocarburos con el fin de aumentar el presupuesto militar boliviano. Esta medida responde a la necesidad del presidente Evo Morales de crear una masa crítica favorable de militares que apoyen su proyecto político, y de fortalecer lo suficientemente el aparato militar para afrontar cualquier intento secesionista en el interior del país, una amenaza latente. Cualquier analista puede deducir que Venezuela no necesita cien mil fusiles AK-103 considerando los que ya tiene y fabrica. Existe la sospecha de que los esté pasando a Bolivia, según acusa el jefe del Departamento de Análisis de Defensa del IISS, Christopher Langton. El 26 de mayo de 2006, Caracas y La Paz firmaron un acuerdo de cooperación militar que por su contenido ha causado bastante preocupación en buena parte de América del Sur, especialmente en los países vecinos a Bolivia. Según las autoridades bolivianas, el acuerdo prevé la instalación de una base militar en Quijarro, a unos 200 kilómetros del límite con Paraguay, y otra en Riberalta, en el departamento amazónico del Beni, en la frontera con Brasil. Ambos proyectos serán financiados por Venezuela. Según otras fuentes, el acuerdo prevé la construcción de hasta 24 bases militares en la frontera boliviana con sus cinco vecinos, además de complementar las capacidades de defensa de los dos países firmantes, gestión de crisis, estandarización del armamento y participación mutua de oficiales de las Fuerzas Armadas en acontecimientos nacionales, si hubiera necesidad de ello.[27] Los temores ante el contenido del acuerdo alertan sobre la posibilidad de una abierta ingerencia venezolana en territorio boliviano.
El hecho de que la seguridad del presidente Evo Morales esté garantizada en buena medida por agentes venezolanos es un dato que es tenido en cuenta por los analistas y políticos que se hacen eco de estos temores, y que ha provocado reacciones negativas en países como Chile, Paraguay y Perú. Paraguay reaccionó airadamente tras conocer el acuerdo entre Caracas y La Paz, y trascender que las dos primeras bases se construirán en el río Paraguay y en la frontera con Brasil. La misma preocupación ha expresado Perú, que tilda a dicha cooperación de absolutamente atípica y se sorprende de la injerencia venezolana así como de la actitud de Bolivia que lo acepta. Chile también ha expresado su inquietud, aunque se muestra más tranquila, ya que sus capacidades militares se han visto potenciadas últimamente y también por el interés de mejorar sus relaciones con Bolivia para poder, finalmente, adquirir gas proveniente de ese país. El acuerdo con Venezuela, no obstante, está aún pendiente de la aprobación por la Cámara Alta del parlamento boliviano. La Comisión de Gobierno y de Defensa de Bolivia ha mostrado recientemente su inconformidad con respecto a la injerencia venezolana en ámbitos como las modificaciones en la estructura de las Fuerzas Armadas, el control democrático de la fuerza, la estandarización e interoperatividad en las filas castrenses y la participación mutua de oficiales de las Fuerzas Armadas de ambos países en acontecimientos nacionales oportunos.
A las clásicas rivalidades (Colombia-Venezuela, Chile-Perú y Bolivia-Chile) se suman diversos problemas que afectan a esa región: el narcotráfico y sus redes; el terrorismo y los grupos armados; el tremendo poder del crimen organizado, que trafica con armas, personas, etc.; los desastres naturales; y los problemas derivados de las desigualdades sociales. Por si fuera poco, en febrero de 2005, ante una comisión del Senado estadounidense, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Porter Goss, presentó las pruebas de que disponía sobre las reuniones mantenidas entre terroristas de las FARC y grupos terroristas islámicos para coordinar atentados en la región, del estilo de las bombas en Buenos Aires contra la embajada de Israel y contra la AMIA. En esos países hay una importante presencia de inmigración de Oriente Medio, ya antigua, que se incrementó tras la guerra civil en Líbano. La presencia de Hezbollah no es secreta, su canal oficial es uno de los cuatro que se emite en árabe por cable.
Venezuela se centra en material que permita armar a un porcentaje importante de la población civil en coherencia con su doctrina de guerra asimétrica. Si por un lado las cuestiones de Seguridad y Defensa vuelven a ocupar un papel importante en los países americanos no sajones, también se ha incrementado la disparidad ideológica entre los gobiernos, aumentado el clima de desconfianza ante cualquier compra de armamento o acuerdo militar. Esto limita a poco más allá del papel firmado la creación una fuerza militar común en la zona, idea planteada por Lula y Chávez. A la inquietud creada por Chávez se añade la que genera el supuesto renovado interés de EEUU por afianzar su presencia en la región.
La aceleración en la acumulación de equipo militar permite a los líderes ser más belicosos, advierte Christopher Sabatini, director de Política en el Council of the Americas de Nueva York. La escalada tiene riesgos, que se materializaron en la Europa de 1914 y la llevaron a la Primera Guerra Mundial. La acumulación de armamento, alianzas y de fuerzas armadas en alerta incrementan la posibilidad de que una escaramuza se convierta en una guerra.
Pese a que una reciente investigación del Banco Mundial concluyó que “el gasto militar elevado reduce significativamente el crecimiento económico” y puede distraer recursos destinados a programas de desarrollo, el año pasado las exportaciones de armas a países de América latina, Asia, Africa y Medio Oriente totalizaron el 66 por ciento de las ventas mundiales de armamento. Se trata de las mismas regiones donde mil millones de personas sobreviven con menos de un dólar por día y casi 800 millones sufren de hambre crónica, según datos de las Naciones Unidas.
La América hispana es, después de África, la zona más pobre del planeta y la más desigual en términos de distribución de la riqueza. Ello supone que las prioridades de sus gobiernos son eminentemente de orden económico y social, razón por la cual casi la totalidad de los recursos públicos deberían estar orientados a estas áreas. Tampoco se corresponde con la naturaleza de las amenazas no tradicionales (narcotráfico, terrorismo, crimen organizado, desastres naturales), que difícilmente puedan ser prevenidas o neutralizadas con el tipo de medios y equipos militares que los países de la región están adquiriendo. Finalmente, este proceso de rearme se contradice con las teóricas relaciones políticas de “amistad y cooperación” que existen entre los gobiernos latinoamericanos. Más bien, el incremento de las diferencias ideológicas entre ellos ha acrecentado el clima de desconfianza mutua ante cualquier compra de armamento o acuerdo militar.
La tendencia ascendente del gasto militar se confirma, a tal punto que según unas cifras difundidas por el diario O Estado de São Paulo, basadas en una investigación de la consultora Forecast Internacional, Venezuela podría incrementar el gasto en armamento hasta los 30.000 millones de dólares en los próximos seis años, o hasta 60.000 si Chávez continuase en el poder más tiempo. Pese a lo abultado de estas cantidades, el discurso del presidente venezolano insiste una y otra vez en la necesidad de rearmar a su ejército y prepararlo para una posible invasión de EEUU, lo que tiende a hace algo más creíbles los montos manejados por Forecast Internacional, aunque dependiendo siempre del volumen de los ingresos petroleros.