A PROPÓSITO DE LA INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL:

¿Existía convicción en las tropas separatistas en cuanto a los motivos de su lucha? ¿Cómo podía existir una convicción real en una tropa mercenaria y reclutada a la fuerza? Los testimonios de la época no dejan margen a la duda, la mayoría de las tropas fueron levantadas en reclutas forzosas y se hacía malabares para obtener los recursos económicos necesarios para sustentarlas. El guayaquileño José Joaquín de Olmedo atestigua que para el mantenimiento de la soldada, fueron necesarias exacciones, contribuciones especiales y empréstitos forzosos a la población de Guayaquil, colocada «en medio de los dos grandes ejércitos de la América meridional», donde se encontraba al mando, a fin de mantener el oneroso costo de un ejército de ocupación formado por mercenarios extranjeros en su mayoría , una fuerza «cuya organización y disciplina aumenta incesantemente… El costo de los equipos, sus sueldos, el de los empleados públicos, que todos los militares están a 2/3 de su paga, asciende a más de 40.000 pesos mensuales, cantidad que no guarda regularidad alguna con los recursos» .

En agosto de 1821, Guayaquil se encontraba prácticamente sitiada por las tropas de Quito, criollas e indias en buena parte, para ese mes Babahoyo había sido ocupado por las mismas. Las tropas de Cuenca, también realistas y criollas, invadieron Yaguachi con 800 hombres de infantería . Tan desesperada era la suerte de Olmedo y su gobierno separatista en Guayaquil , que le urge pedir a San Martín auxilios, dado que «las nuevas tropas de Colombia que se habían mandado traer no [a]parecen», temía incluso perder la provincia si desde el sur no se aceleraban los esfuerzos «que con tanta instancia le hemos pedido» , como señalaba. Es así como se delata la división existente en la misma Guayaquil, al verse incapaz de sostener con su propia gente –y no por falta de población- los esfuerzos bélicos para concretar la toma de Quito y su capitulación, necesitando tropas venidas de Colombia y Perú para tal propósito.

Olmedo, testigo desesperado del esfuerzo unilateral y minoritario para amputar Quito de las Españas, sigue evidenciando la situación real de la campaña final que llevó a Pichincha, la cual cambió gracias y exclusivamente a un golpe del timón de la fortuna en las faldas del volcán quiteño. En carta «totalmente autógrafa» de 17 de septiembre de 1821, firmada en Guayaquil, informa primero que Sucre sufrió una «total derrota» en las llanuras de Ambato el 12 de septiembre, donde él mismo (Sucre) escapó herido (llamada Batalla de Segundo Huachi), y después expone y ruega a San Martín, entonces «Protector del Perú»: «Hemos perdido los primeros elementos de nuestra defensa; tropas y armas. Es indispensable que V.E. se digne hacer los últimos esfuerzos para dirigir a este punto mil hombres, entre ellos doscientos de caballería» , además solicita armas, municiones, pólvora, y los demás elementos de guerra necesitados. «Todas nuestras armas, todo cuanto teníamos para nuestra defensa se empleó en esta expedición en la cual libramos nuestra salud y nuestra libertad: y todo ha sido sacrificado.» Y concluye lamentándose: «V.E. combate por la causa general de la América; y la importancia de este punto debe mover a V.E. a dispensar la molestia y frecuencia de nuestras peticiones. Nuestra situación y el amor al país nos hacen importunos.» Es decir, que sin la intervención de elementos foráneos al Reino de Quito, más todavía de los que ya habían llegado con Sucre –incluyendo la Legión Británica, el Batallón Albión, específicamente-, la separación se hacía imposible. ¿Fue la «independencia» querida por las mayorías quitenses? ¿Con quién debían estar las mayorías de los territorios quitenses si no sostenían al «Ejército Libertador de Quito»?

Y por si no bastara, Olmedo testimonia por esos mismos días la posición fluctuante de esas «tropas libertadoras». Tras la derrota de Ambato (Segundo Huachi), las fuerzas de Sucre se vieron reducidas en 500 hombres, los cuales se incorporaron a las filas realistas. Allí mismo dice que las «reliquias de nuestra fuerza» necesitan de «esfuerzo… para aumentarla», de forma «obstinada».

Obstinada y desesperada situación, la cual las tropas de Colombia tuvieron que apuntalar, solicitando y acordando por esta razón un armisticio en noviembre del mismo año a las tropas de Quito. Olmedo debe enviar justificaciones al respecto a San Martín, para poder disculpar su posición tan comprometida, donde asegura que de no haber llegado a ese armisticio, la guerra habría devastado a Guayaquil y su territorio . En esa misma explicación reitera que «el Gobierno de Guayaquil, que no ha cesado desde su instalación de solicitar tropas a V.E., cree, su deber, después de las explicaciones que acaba de hacer… instar a V.E. para que dirija una parte de sus fuerzas sobre Cuenca», para evitar acciones de los realistas de dicha ciudad. Rastreramente Olmedo apela a «la fraternidad jurada entre los que siguen un mismo sistema, y que combaten por una misma causa».

Situación similar a la que se enfrentó en la primera etapa del proceso revolucionario entre 1809 y 1812, donde la facción radical de los insurgentes se vio aplastada por las tropas criollas, mulatas, zambas e indias de Lima, Guayaquil, Cuenca, Riobamba, Pasto y Popayán, en la colaboración de los propios quiteños.

Al mismo tiempo, se vuelve a evidenciar la presencia y el influjo inglés en la campaña separatista, esta vez en el gobierno de «Guayaquil independiente»: la Goleta Estrella, construida en el astillero de dicho puerto para el servicio de la escuadra del Perú, estaba mandada por el teniente Robert Bell que había apresado unas cañoneras sublevadas contra dicho gobierno y perseguido a los «traidores» de la ciudad –léase a los realistas guayaquileños-, Olmedo intercede por este y recomienda su recompensa por estos hechos al «Protector del Perú» . Asimismo, la Junta de Gobierno de Guayaquil, a cargo de Olmedo, Roca y Jimena, asisten a la escuadra «chilena», comandada por el almirante británico Lord Cochrane y además facilitan un buque guayaquileño para el traslado de Wavel y O’Reylli a Acapulco , en la costa mexicana. ¿Cuál fue el destino de estos señores en México? Lo desconocemos, pero lo sospechamos. Papel crucial en inteligencia militar para los preparativos hacia Quito juega entonces el comandante del batallón británico Albión, quien había logrado fugarse de Quito después de haber sido capturado en Huachi, llevándose en evasión, información privilegiada sobre las condiciones militares de las tropas realistas a finales de 1821 . Las poblaciones de Quito en ese año, como la mayoría de Riobamba, por ejemplo, temían tanto a los separatistas que huyeron en masa al campo .




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