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Tema: Cuba y Puerto Rico

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    Re: Cuba y Puerto Rico

    Los mismos ayuntamientos constitucionales que venian elegidos continuaron, y así siguieron hasta el año 1846, creo. El mismo régimen paternal, más ó menos ilustrado, hijo de las cualidades de las personas que allí mandaban; pero así y todo, era un régimen tal, que se desarrolla!» el fomento de la isla y progresaba el número de sus habitantes de una manera verdaderamente asombrosa.


    Pero llegó el año de 1848 á 1849, y desde este momento cambia por completo la marcha el Gobierno; desde entonces, en vez de lo que parece quiere decir el Sr. Romero Robledo, y quizá todos los Ministros de Ultramar que han regido ese departamento, no solo la asimilación no existe ni tiene lugar, sino que empieza á no tener luga: li asimilación, y si se hacen leyes para Cuba, para PuertoRico jamás; al contrario, no se hace más que quitar leyea. Puerto-Rico tenia ayuntamientos en 1848; hoy no los tiene: una isla de 600.000 habitantes no tiene más que cuatro ayuntamientos, y estos en nombre.


    Nada tengo qoe decir del aumento que tuvo el presupuesto: muy pocas cifras bastarán para hacerlo comprender á la Cámara.


    En 1834 ascendía el presupuesto del clero catedral á 30.000 pesos; hoy asciende á más de 47.000. El presupuesto de artillería era de 3.208 pesos fuertes; bo; cuesta 134.582. Los ingenieros costaban 3.007 pesos; boy cuestan unos 68.000 pesos fuertes.


    Los capitanes generales tenian 6 ú 8.000 pesos fuertes; después han llegadoá tener 25.000 pesos fuertes, y hoy disfrutan 20.000, con li añadidura del segundo cabo, que antes no habia, y que hoy tiene 8.000 pesos.


    El presupuesto de Hacienda costaba unos 40.000 pesos fuertes para recaudar muy cerca de 2 millones de pesos, y hoy ese presupuesto pasa de 800.000 pesos para recaudar apenas 3 millones de pesos.


    Creo que estas cifras dirán los resultados obtenidos por el sistema asimilador primero, y por el obtenido por el sist<tema desasimilador después.


    Veamos, pues, que no es cierto tampoco que España haya tenido por sistema colonial la asimilación, y menos todavía que este sistema se haya profesado ni planteado en estos últimos años, sino todo lo contrario: el sistema antiguo colonial aspira á la asimilación; el sistema moderno es el de la diferencia, diferencia que ha creado un estado anormal en aquella población.


    Desvanecidos estos dos errores, á que yo doy orce. • importancia, paso á ocuparme de las razones ea que funda el Sr. Romero Robledo la suspensión, digámoslo así, las libertades para aquellas colonias, libertades ofrecidas, por cierto, por la administración de que formaba tan importantísima parte S. S.


    Veamos cuáles son esas razones. «Bl hecho de vivir la sociedad española americana diseminada en dos grupos, no puede constituir por sí solo ona razón séria y atendible para considerar á aquellas dos islas como dos pueblos diferentes.


    Todo, por el contrario, revela la estrecha unidad en que se fundan, á despecho del mar, interpuesto entre sus respectivos territorios.»


    Esto puede ser un rasgo de elocuencia de los muchos que tiene el Sr. Romero Robledo; pero, francamente, no acierto ni la razón del sí, ni la razón del no.


    Pero dice S. S.: «Clima, producciones, población J costumbres, el mismo estado social, político y de cultura, tradición é historia, todo arguye elocuentemente 1» s0'^1" ridad que las une en lo pasado, en lo presente y en lo porvenir.»


    Yo pudiera eontestar con nn no tan rotundo coflW verdadero al Sr. Romero Robledo; pero no debo hacerlo, y le diré, siquiera pagando un tributo de deferencia i 9. S., que no es tan cierto quo el clima de Cuba sea igual al de Puerto-Rico: harto sabe S. S. que hay notable diferencia.
    Producción.—Tampoco es igual la producción: porque si por producción igual entiende el Sr. Romero Robledo que en Cuba se produce el tabaco, la caña y el café, y en la isla de Puerto-Rico se produce el café, la caña y fcl tabaco, algo análogo podríamos decir del Brasil, de Venezuela, del Perú, de Méjico y aun del mismo Málaga, de cuya provineia es digno Diputado el Sr. Romero Robledo, y en la cual también se producen cañas, y por cierto muy ricas, de las que hemos visto en estos días muy buenos ejemplares en este Palacio.


    Población.—Dispénseme el Sr. Romero Robledo que le haga una pregunta. ¿Conoce S. S. la población de Cuba y la de Puerto-Rico para decir que son completamente iguales? ¿No sabe S. S. que en la isla de Cuba hay escasa población en los campos, y que toda ella está aglomerada en las grandes ciudades, al paso que en la isla de Puerto-Rico hay una población inmensa, hasta el punto de poder competir con la más poblada de las provincias españolas? ¿No sabe S. S. que en la isla de Puerto-Rico la población se halla diseminada en todas partes, de un modo análogo á lo que sucede en las Provincias Vascongadas y en Galicia? ¿Hay, pues, términos hábiles de comparación entre una y otra isla respecto á su población?


    Costumbres.—También debe saber el Sr. Romero Robledo que mientras las costumbres en Cuba no son un dechado, ni mucho menos, la isla de Puerto-Rico tiene á gloria y se envanece de ser un verdadero tipo de moralidad de una provincia. Allí puede asegurarse que no ocurren esos grandes crímenes, esos espantosos delitos que en España se ven con rara frecuencia, sino que, por lo general, los delitos que allí se cometen están reducidos á pequeños robos, á raterías, y eso, mejor que nadie, nos lo dice la Audiencia de aquella isla. El Sr. Romero Robledo, que ha sido dignísimo Subsecretario del departamento de Ultramar, debe conocer esto perfectamente.


    El mismo estado social.— ¿Es porque haya acaso en Cuba j en Puerto-Rico esclavos? Pues harto sabe S S. que mientras en la isla de Puerto-Rico está resuelta de hecho la cuestión de esclavitud, en la de Cuba es este uno de los más graves problemas que han de pesar sobre esta Cámara; es uno de los más grandes problemas que tienen que resolver los hombres ilustradísimos que la componen. En la isla de Puerto-Rico repetido está hasta la saciedad por los elementos más conservadores de la misma, que, salva la cuestión de indemnización, al dia siguiente podría verificarse la abolición de la esclavitud sin peligro de ninguna clase: así lo dicen las personas más interesadas en este particular: no podrían decir lo mismo tratándose de la isla de Cuba.


    Estado político y de cultura.—Dejo lo último, porque no debo hablar ahora de ello; pero en cuanto al estado político, yo diría que es igual en una que en otra isla, porque ambas carecen de estado político; allí no se conoce nada de eso que se llama derechos políticos. Mas si algo significan los municipios y un gobierno civil, añadiré que eso lo tiece Cuba, y Puerto-Rico no. Per consiguiente, respecto á su estado político, ni aun tratándose de esa esfera pequeña é insignificante á que pudiera referirse el Sr. Romero Robledo, es inexacto que las dos islas tengan un mismo estado político, porque desgraciadamente no saben allí lo que son derechos políticos.


    Tradición histórica.—Solo en una cosa se parecen: en que ambas han luchado por España, en que ambas se han defendido de los enemigos de España. Hay una diferencia, sin embargo: que la una lo hizo con desgracia,'
    mientras la otra lo hizo con suerte más que sorprendente. Pero si por tradición histórica se entiende el origen de la población, que allí puede ser el elemento que constituye la vida de aquellas dos islas, nada puede ser más distinto que la tradición de Cuba y la tradición de Puerto Rico. Mientras la isla de Cuba fué casi poblada por la emigración francesa de la de Santo Domingo, la isla de Puerto-Rico lo fué casi por la emigración española de Santo Domingo, y por la más española todavía de Venezuela. No tiene, pues, una tradición histórica igual. Mientras los elementos constitutivos de la población de Puerto-Rico tienen la misma procedencia que S. S., no puede decirse lo mismo de la isla de Cuba, donde los andaluces escasean mucho.
    Última edición por Michael; 05/04/2013 a las 10:39
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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