EL JURAMENTO SOLEMNE EN HIGUERILLAS
Los rostros de aquellos hombres, tostados por el sol y curtidos por la rudeza de la vida, estaban radiantes de contento. Dionisio Eduardo Ochoa, el jefe libertador, y Miguel Anguiano Márquez les dirigieron la palabra haciendo vibrar aún más sus almas con sano y viril entusiasmo cristiano. Se les habló de sus deberes, de su alta y noble misión y de la grande gloria de trabajar y sufrir por Jesucristo. Después fue recitado el Símbolo de la Fe y luego, en coro, el solemne juramento, con la fórmula con que ya algunos lo habían hecho en Caucentla. El acto terminó, como es natural, en medio de un entusiasmo desmedido y entre los vivas de aquellos nuevos Macabeos: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Viva el Papa! ¡Viva el Ejército Nacional Libertador!, gritaban con potente voz aquellos hombres, cuyo eco repetía la montaña.
Ecce Christianus | He aquí el Cristiano. He aquí alguien llamado a batallar
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