Saludos a todos,

Su Eminencia Reverendísima abrió los ojos para dar las Gracias a Dios y quienes han estado a su lado. La operación a corazón abierto ha tenido éxito, aunque su función renal está aún muy mermada y su recuperación transcurre dentro de su gravedad.


Los esbirros de este gobierno tienen costumbre de escucharme por teléfono y leer lo que escribo en la red. Hoy me han lanzado claras amenazas. No es la primera vez. A ellos también dirijo mi saludo pues son hijos de Dios y victimas de su propia ignorancia al poner sus vidas a favor de la infamia y la degradación. También debo deciros que este asunto ha llegado a algunos despachos de Roma desde donde se sigue con atención. No el de Su Eminencia Reverendísima o el del País, que lógicamente se sigue con especial esmero desde hace meses, sino a vosotros y a vuestra manifiesta vocación de servicio.


Escribíais hace muy poco de la Contrarrevolución, de la Guerra Cristera y de Guevara; y sabéis que en unos días volverán a estrenar una película, o una segunda parte, para cantar a los cuatro vientos sus “glorias” en Bolivia. No creáis en las casualidades; no creáis que este momento tan grave de persecución ha coincidido ahora y aquí porque sí. A todos en la vida se nos concede al menos una ocasión de servir a nuestra causa, de trabajar y sacrificarnos por nuestras ideas. Ya dice Eclesiastes 3, 1-8 que “para todas las cosas hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo, tiene su tiempo”. Volved a leerlo completo y veréis ahora cuánta razón tiene. Veréis que el momento para muchas de esas cosas ha llegado. Despertad y comprended que nunca se os negó aunque perdieseis esa fe, o simplemente no la albergaseis. Una vez despiertos, no neguéis vosotros una señal tan clara.



¿Acaso creíais que a vosotros, que seguís la más noble de cuantas causas ha habido en la Historia de la Humanidad, no verías la llegada de este momento en vuestras vidas?

Este es el instante que os reclama la Historia... aquí; pero no para escribirla, vosotros que bien la conocéis como fieles transmisores de ella, no, esta vez es para hacerla, para desempeñarla. Porque os reclama a vosotros, nacidos en la Iglesia Católica, ¡para defenderla!, para luchar por la causa de la Verdad, no de “una de las verdades” como escribía un compañero. Jamás podríais desoír a esa llamada. Yo sé que os asusta y entusiasma a la vez. Dejad que ese entusiasmo os llene el corazón de dicha y seguidlo.