La identidad filipina y el Reinado de Cristo (II)
Parte III: Hispanidad
El Reinado Social de Cristo puede definirse de una manera sencilla como la ordenación de todos los aspectos de la sociedad de acuerdo con las leyes de Dios Todopoderoso, tal y como cree y enseña la Iglesia Católica, para que la Humanidad pueda alcanzar con mayor facilidad el propósito último de su vida: conocer, amar y servir a Dios Todopoderoso en esta vida y ser feliz con él en la siguiente en el Paraíso. Aunque la aplicación de tal concepto es más o menos idéntica en cada país, varía en sus especificidades de acuerdo con los talentos y el comportamiento de cada pueblo. Por lo tanto, cada nación de la Cristiandad, esa gran unión de todas las naciones católicas del mundo, tiene una vocación diferente para contribuir a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. Según el Dr. Correa de Oliveira en su obra Vocaciones de los pueblos europeos
«Todo pueblo católico tiene la obligación de ser fiel a los principios de nuestra Santa Fe, y de profesarla sin mancha de error. Esto es básico. Sin embargo, dos pueblos -el español y el portugués- llevaron esta fidelidad hasta sus últimas consecuencias. Hay un tipo de fidelidad que se caracteriza por establecer la mayor separación posible entre el bien y el mal, para promover el bien y aborrecer el mal».
El español es, por tanto, un guerrero de Cristo, pues desde la fundación de su país, había dedicado su vida a la guerra por amor a Dios. Su primer oponente fue el moro que había conquistado su hogar original en Iberia, y aunque le costó un penoso proceso de más de 7 siglos y medio, finalmente se impuso. Luego partió hacia nuevas y diferentes tierras, para conquistar más almas para su Señor Jesucristo, para que fueran rescatadas de la oscuridad del paganismo. Sin embargo, estas nuevas tierras no se convirtieron en colonias de España, en el mismo sentido que muchos países de África y Asia serían colonias de otras potencias europeas, sino que se incorporaron como parte de la propia España. Para ser más exactos, se convirtieron en otras Españas.
Si la frase «De muchos, uno» puede aplicarse a la naturaleza de los Estados Unidos de América, la frase «Uno, pero muchos» puede aplicarse a la Hispanidad. Aunque todos los pueblos de la Hispanidad comparten una misma Patria, es en realidad una unión de muchos y diversos pueblos con leyes y tradiciones propias que permiten distinguirlos unos de otros. Sin embargo, al igual que los diferentes miembros del cuerpo humano están unidos como un solo organismo, el vínculo entre estos muchos pueblos no puede romperse y, en consecuencia, no pueden funcionar adecuadamente de forma independiente unos de otros.
La Hispanidad, por tanto, está compuesta por diferentes Reinos, cada uno con su propio gobierno, todos ellos, sin embargo, bajo una misma corona. Estos gobiernos se agrupaban en Consejos, cada uno de los cuales tenía una autoridad en sus propios dominios que no era inferior a nadie, excepto el propio Rey. En el caso de la América española y de las Filipinas, en el año 1524 se estableció un Consejo de este tipo, conocido como Consejo de Indias. Así, estos territorios se equipararon jurídicamente a los reinos españoles de la Península Ibérica.
Elijah Francis Morales,
Círculo Carlista Felipe II de Manila.
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