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Tema: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

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  1. #1
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Pious dio el Víctor.

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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    ¿«Tigre de la manigua» o militar estricto?

    por Rafael Núñez Florencio




    Weyler. Nuestro hombre en La Habana

    GABRIEL CARDONA, JUAN CARLOS LOSADA

    Planeta, Barcelona, 1997

    317 págs.




    Como en tantos otros casos de nuestro pasado reciente, el nombre del general Weyler (Valeriano Weyler y Nicolau, marqués de Tenerife y duque de Rubí; Palma de Mallorca, 1838 - Madrid, 1930) es desconocido para el gran público, suena lejanamente a los más enterados y es tan sólo en definitiva un personaje inevitable para los especialistas en la España de la Restauración. Sin embargo este militar sumido ahora en el olvido, o al menos en un cierto limbo, fue en su tiempo –no tan lejano; prácticamente el de nuestros abuelos– la figura más odiada, temida y admirada, más controvertida en suma, de finales del siglo XIX y comienzos del XX , y no sólo en España, sino fuera de ella, pues tuvo el honor de ser la diana, el blanco predilecto, en el que hizo sus primeras armas el periodismo amarillo moderno, el de William R. Hearst y Joseph Pulitzer. Pero como toda esta historia es larga y no demasiado bien conocida, merece la pena que tracemos, aunque sea a grandes rasgos, sus líneas fundamentales.

    La historia comienza mucho antes, con el primer Weyler, bisabuelo de nuestro hombre, que llega desde su Alemania natal para servir en la guardia valona del rey de España. Los Weyler se establecen en España –arraigarán en las Baleares– dando lugar a varias generaciones de militares, en nada diferentes a las familias castrenses de rancio abolengo español. El joven Valeriano Weyler ingresa así de un modo natural en la milicia, aunque sus condiciones físicas –débil, enclenque, metro y medio de estatura– no parecen a priori las más adecuadas. Es precisamente dicha constitución física la que marcará decisivamente su carácter con ese rasgo férreo que le acompañará toda su vida, el de sobreponerse a las adversidades y limitaciones –empezando por las de él mismo– con una obstinación y una intransigencia casi inhumanas. De aquí derivan todas sus virtudes, y también, por supuesto, sus grandes defectos.

    Si a un jefe militar se le pide ante todo valor físico, capacidad táctica, determinación y disciplina, nadie puede poner en duda que Weyler es insuperable. Siempre a la cabeza de sus hombres, arrostrando los mayores peligros, sufrido como el que más. No se trata en este caso de frases hechas, sino de la más cruda realidad: no estamos ante un jefe de despacho, sino ante un soldado de tienda de campaña, que en las marchas se hunde en el barro si es preciso, duerme en el suelo y se alimenta con un mendrugo de pan y una lata de sardinas. Son cualidades que se ponen de relieve en campañas particularmente sucias, hablando en términos militares: Santo Domingo primero, inmediatamente después la Guerra de los Diez Años (1868-1878) en Cuba, el último enfrentamiento con los carlistas ya en la península, y de nuevo el conflicto colonial, esta vez en el otro extremo del mundo (las Filipinas). Weyler se curte como jefe militar en esas guerras modernas, que nada tienen que ver ya con las hostilidades a campo abierto de la guerra caballerosa y tradicional. En estas luchas coloniales y civiles todo vale, la crueldad, el ataque a traición, la toma de rehenes entre la población civil, la quema de cosechas o la destrucción de aldeas enteras. No puede entenderse a Weyler, ni mucho menos las razones por las que pronto sería famoso, sin ese contexto.

    Los cinco primeros capítulos de la obra de Cardona y Losada recorren a grandes trechos las vicisitudes de Weyler en esos diversos frentes, sin descuidar en ningún momento, aunque también en rápidas pinceladas, el entorno político y militar en el que se inserta la actuación del ya renombrado caudillo. Caudillo, sin embargo, en un sentido bastante inusual en la España decimonónica: como jefe exclusivamente militar y no como espadón con veleidades políticas. Ello es así hasta el punto de que, como subrayan con acierto los autores, Weyler fue uno de los pocos generales, por no decir el único, que sin vinculaciones partidistas previas, acató sin rechistar la orden del gobierno Serrano de reprimir sin contemplaciones el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto. Sólo por fidelidad al régimen político al que había jurado lealtad. Esa actitud constituiría una constante de toda su vida. Sirvió con idéntica franqueza al régimen isabelino que al Estado de la Gloriosa, lo mismo a la República de 1873 que al sistema canovista. Fue militar disciplinado incluso en los difíciles momentos, tras el 98, en que se le llamó en el Senado, con notoria exageración, «militar fracasado» (conde de las Almenas) y, sobre todo, lo que tiene más mérito, cuando fue tentado por los más diversos sectores políticos –¡de los carlistas a los republicanos!– para encabezar un levantamiento militar. Ya octogenario se opuso con todas las fuerzas que le quedaban, que no eran pocas («Genio y figura», como reza el último capítulo), al golpe de Primo de Rivera.

    Ese era su concepto de militar liberal: el ejército siempre tiene que estar subordinado al poder político, sea el que sea. Un liberalismo, desde luego, que no coincide con la óptica actual en muchos aspectos, como ese riguroso concepto de orden público que Weyler aplicó desde la capitanía general de Cataluña: a base de redadas masivas y ejecuciones sumarias (de culpables e inocentes mezclados, tanto daba) terminó con el cáncer anarquista en la Ciudad Condal. También, si hacía falta, era capaz de hacer política, pero siempre desde el orden constituido (fue ministro de la Guerra en tres ocasiones distintas en la primera década del siglo XX ). Anticlerical, se sentirá siempre más cercano al partido de Sagasta que a los conservadores, aunque es capaz también de servir a éstos con la misma profesionalidad. De hecho, fue Cánovas quien le llamó para el puesto que iba a marcar su vida de ahí en adelante: capitán general de una Cuba en llamas a comienzos del año 1896. Con acierto parodian Cardona y Losada a Graham Greene: Weyler era efectivamente, para la opinión de entonces, «nuestro hombre en La Habana», el hombre providencial, el único que podía evitar la catástrofe.

    Y Weyler hizo en Cuba exactamente lo que se esperaba de él. Contestó a la guerra con la guerra, sin cuartel, sin piedad, sin contemplaciones. Los jefes de los insurrectos –Máximo Gómez, Antonio Maceo, Calixto García– habían declarado una guerra total, con todas sus consecuencias. Weyler aceptó el reto. No hubo espacio para la neutralidad. Hasta el último campesino se vio implicado en las hostilidades, a favor de un bando o de otro. El general español aplicó en Cuba toda su experiencia en lucha antiguerrillera. La medida más espectacular fue el llamado «bando de reconcentración», por el que se conminaba a buena parte de la población a abandonar sus casas, para agruparse en lugares designados al efecto, bajo la protección del ejército español. Los defensores de esa táctica, empezando naturalmente por el propio Weyler, argumentaron, con toda la razón desde el punto de vista militar, que era la única manera de aislar a las partidas facciosas. De hecho, es la táctica que han seguido después, a lo largo de todo el siglo XX , todas las fuerzas de ocupación hostigadas por un escurridizo movimiento guerrillero o terrorista. Pero desde el punto de vista humano las consecuencias fueron catastróficas. El ejército español carecía de los medios logísticos y sanitarios para atender a esas grandes masas de población. En cuestión de meses, los muertos por mala alimentación y deficientes condiciones higiénicas se contaron por miles. Era lo único que le faltaba a la eficaz campaña de propaganda cubano-norteamericana.

    Carnicero, hiena, salvaje, sádicotorturador... Calificativos no faltaron para describir a Weyler o a los oficiales a sus órdenes. A él no le importaba. Él era un militar y no un político. Y desde el punto de vista militar era obvio que había dado la vuelta al rumbo de la guerra. Como señalan adecuadamente los autores, ahí estuvo su gran fallo: Weyler no llegó a comprender que la guerra de Cuba no se ganaba únicamente en el campo de batalla. La otra gran contienda, la decisiva en el mundo moderno, la de la imagen y la propaganda, la perdió estrepitosamente. Ante un Torquemada redivivo actuando frente a sus costas, los Estados Unidos se sentían archilegitimados para intervenir.

    G. Cardona y J. C. Losada se han detenido especialmente, como era previsible, en ese episodio cubano, al que dedican casi un tercio de la obra –cinco capítulos–, por más que sólo ocupara año y medio largo de la vida del general. Pretenden mantener un tono neutro y frío –demasiado, quizás, tratándose de una guerra tan brutal–, con un relato de las campañas casi novelado, pero historiográficamente irreprochable, y con una encomiable voluntad didáctica que les lleva, en un alarde de cortesía hacia el gran público, a no dar nada por supuesto; así, especifican desde el número de hombres que comprendía un batallón hasta el tipo de armamento que utilizaba el ejército de entonces, pasando por la descripción de los diversos escenarios de combate, la alimentación o el vestuario de los soldados. Detalles, todos ellos, sumamente interesantes para comprender las atroces condiciones en que combatían los jóvenes españoles, tan poco acostumbrados a aquel medio hostil; por citar sólo un elemento, el calzado, hay que tener en cuenta que las alpargatas de esparto que calzaban –¡no se piense en botas de cuero ni nada parecido!– propiciaban que anidaran entre los dedos del pie las niguas, diminutos insectos que terminaban por llagar y extenuar aún más a unos hombres exhaustos por caminatas de varios kilómetros diarios por terrenos pantanosos.

    Nos encontramos en fin con una biografía que no tiene las pretensiones de exhaustividad, ni de retrato total de un personaje y una época, al modo que Álvarez Junco ensayó con Lerroux. Es obvio que para ello se hubiera necesitado un volumen que duplicara o triplicara a éste, máxime teniendo en cuenta la longevidad del personaje (92 años). ¡Casi un siglo de la reciente historia de España! El libro que comentamos desecha, pues, de principio tales pretensiones y se inscribe desde sus propios fundamentos en unas coordenadas más modestas, de divulgación seria y documentada. Pretende ser ante todo una biografía ordenada, rigurosa e imparcial, pero por encima de todo amena, y realmente lo consigue. No puede olvidarse por otro lado el contexto en el que se inscribe, el desierto bibliográfico en torno a la figura del general, del que hasta hace bien poco sólo contábamos con las muy mejorables semblanzas de Julio Romano, Luis de Armiñán y el nieto del propio Weyler (estas dos últimas, las más recientes, ¡de 1946!), a las que se han añadido últimamente algunos estudios parciales que seguían sin estar a la altura del personaje.

    Dos observaciones para terminar. La primera, de orden estrictamente formal, es que se han deslizado –quizás por los típicos apresuramientos editoriales– algunas erratas, más que errores, que afean innecesariamente el libro: así, por ejemplo, en un lugar tan destacado como el índice, Balmaseda por Valmaseda, o la contumacia (págs. 15 y 180) en hacer llegar al general a tomar el mando en Cuba diez años antes de lo que fue en realidad. Mucha más importancia tiene la segunda: rígido, autosuficiente, excéntrico, mujeriego, culto, hosco, ambicioso, desaliñado, inteligente, audaz..., es indudable que la personalidad de Weyler, con todos sus matices y contradicciones, puede resultar a muchos fascinante. Da la impresión que los autores no han podido resistirse a la seducción del personaje. El retrato final que surge de estas páginas es francamente favorable al general. Uno puede compartir –es más, está completamente convencido de ello– que Weyler fue mucho más un militar estricto que el «tigre de la manigua» que señalaban los tabloides norteamericanos. Pero hay que subrayar también que su intransigencia, malgré lui, derivó en crueldad, del mismo modo que su sentido primario del deber llevó al exterminio de poblaciones enteras. No se olvide que Weyler fue a hacer en Cuba –Martínez Campos dixit– lo que ningún otro general español se atrevió a realizar.

    01/04/1998



    _____________________

    Fuente:

    Revista de Libros: «¿«Tigre de la manigua» o militar estricto?» de Rafael Núñez Florencio
    Pious dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Historia

    ¿Te han dicho que cuando los americanos “LLEGARON”, los puertorriqueños andábamos en taparrabos?… pues te MINTIERON


    julio 31, 2015 47 comentarios




    En el Puerto Rico del 1898 existía:

    01. EL BANCO POPULAR

    02. LUZ ELÉCTRICA (Sociedad Anónima de Luz Eléctrica)

    03. EL TEATRO TAPIA

    04. EL YUNQUE YA ERA UN BOSQUE PROTEGIDO

    05. TRANVÍAS EN LAS PRINCIPALES CIUDADES

    06. ESCUELA DE FARMACIA

    07. PARADOR BAÑOS DE COAMO

    08. EDUCADORES DE IMPORTANCIA INTERNACIONAL

    09. MONEDA PROPIA

    10. EL CUATRO PUERTORRIQUEÑO

    11. FACULTAD DE QUÍMICA

    12. EQUIPOS DE BASEBALL (Club Borinquen)

    13. EL COLEGIO DE ABOGADOS

    14. ESCUELAS DE INGLÉS

    15. RED DE FAROS QUE CUBRÍA TODO EL PAÍS

    16. TELÉFONO (Sociedad Anónima de Teléfonos)

    17. ASOCIACIÓN DE LA PRENSA PUERTORRIQUEÑA

    18. REGISTROS METEREOLÓGICOS

    19. FIESTAS DE LOS 3 REYES MAGOS DE JUANA DÍAZ

    20. LA BORINQUEÑA

    21. ESCUELAS DE FRANCÉS

    22. SISTEMA DE TRENES (Compañía de los Ferrocarriles)

    23. LA LANCHA DE CATAÑO

    24. LA DESTILERÍA SERRALLÉS

    25. LA BOMBA

    26. JARDINES BOTÁNICOS

    27. 500 ESCUELAS PÚBLICAS Y 40 PRIVADAS

    28. PITORRO

    29. DEPORTE DE CABALLOS DE PASO FINO

    30. FÁBRICA DE CHOCOLATE (Franco & Cía.)

    31. NUESTRA BANDERA NACIONAL: La Monoestrellada

    32. COMPAÑÍAS DE SEGURO DE VIDA (como La Tutelar)

    33. TELÉGRAFO CONECTADO A LA RED MUNDIAL

    34. CARNAVAL DE PONCE

    35. OFICINA DE REGISTRO DE LAS PROPIEDADES

    36. REVISTAS ESPECIALIZADAS (como “La Mujer”)

    37. ACADEMIA MILITAR (de Caballeros Cadetes de Infantería)

    38. TEATRO LA PERLA DE PONCE

    39. RESTAURANTES (como La Mallorquina)

    40. FACULTAD DE FÍSICA

    41. GIRAS TEATRALES de compañías europeas y asiáticas

    42. ALUMBRADO PÚBLICO DE GAS Y ELÉCTRICO

    43. HOSPITAL AUXILIO MUTUO

    44. LA LOTERÍA

    45. 3 TENDENCIAS POLÍTICAS
    (anexión como provincia de España, autonomía e independencia) ….. “te parecen algo conocidas?

    46. EL ATENEO PUERTORRIQUEÑO

    47. MILITARES DE PRIMERA (foto) General Juan Rius Rivera,

    boricua de más alto rango en el Ejército Libertador de Cuba (contra España)

    48. GRANDES POETAS (como José Gautier Benítez)

    49. LA DANZA

    50. INGENIEROS (como Estevan Fuertes en Cornell University)

    51. FÁBRICA DE FÓSFOROS

    52. LITERATURA (como El Gíbaro de Manuel Alonso)

    53. PARRANDAS NAVIDEÑAS

    54. IGLESIA NO CATÓLICA ROMANA (Episcopal de Ponce)

    55. GUARDIA CIVIL (policías y serenos nocturnos)

    56. PERIÓDICOS

    57. TALLERES DE CARTOGRAFÍA (mapas de excelencia)

    58. FOTÓGRAFOS

    59. LIBRERÍAS (venta de libros en español y francés)

    60. MÉDICOS DESTACADOS (como Dr. Betances, en 1887 el Presidente de Francia le otorga la más alta distinción de ese país, Medalla de Caballero de la Legión de Honor).

    61. MEGAESTRELLAS (foto) Antonio Paoli (1897) brillaba en la Academia de Canto La Scala de Milán

    62. FESTIVAL DE LAS MÁSCARAS DE HATILLO

    63. FÁBRICAS DE HIELO

    64. COCINERO PUERTORRIQUEÑO libro de nuestras recetas

    65. PERIÓDICOS CON SERVICIO FORMAL DE CABLE

    66. PRODUCTOS DE PRIMERA (café, jengibre, azúcar, tabaco)

    67. BANCO DE AHORRO Y CRÉDITO PONCEÑO

    68. GRANDES PINTORES (como Oller y José Campeche)

    69. OFICINAS COMPANÍAS EUROPEAS EXPORTADORAS DE CAFÉ

    70. CEMENTERIO MASÓNICO

    71. EL ESCUDO DEL CORDERO

    72. BAÑOS DE QUINTANA EN PONCE hospedería con servicio de aguas termales en habitaciones.

    73. SELLOS Y SERVICIO POSTAL (Administracion de Correos de Puerto Rico)

    74. TEXTOS ESCOLARES escrito por maestros puertorriqueños

    75. “SECRETOS DE LA MEDICINA”, guía de 400 páginas de conocimientos médicos y quirúrgicos.

    76. FUNDACIÓN DE 72 PUEBLOS DE PUERTO RICO (hoy 78)

    77. FUNDICIÓN DE HIERRO

    78. ASOCIACIÓN DE IMPRESORES (Sociedad Protectora de los Tipógrafos).

    79. HACIENDA BUENA VISTA EN PONCE

    80. HIPÓDROMOS en San Germán, Ponce y Mayagüez

    81. CENSOS POBLACIONALES

    82. CASAS DEL CAMINERO para mantenimiento de los caminos y asistencia al viajero.

    83. REGULACIÓN DE LA MEDICINA

    84. ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS con cursos en tipografía, mecánica, encuadernación, carpintería y electrometalurgía.

    85. SERVICIO CONTRA INCENDIOS (bomberos)

    86. MÚSICOS FAMOSOS como la pianista Anita Otero (foto).

    87. FERIAS ARTÍSTICAS, COMERCIALES y AGRÍCOLAS

    88. JARDINES BOTÁNICOS

    89. NUESTROS POSTRES Y DULCES TÍPICOS

    90. EXTRACCIÓN DE ORO, PLATA, COBRE, ZINC Y MÁRMOL

    91. 1,000,000 DE HABITANTES

    92. ESTUDIOS UNIVERSITARIOS en El Ateneo, Seminario Conciliar, etc.

    93. HISTORIADORES como Cayetano Coll y Toste

    94. MUSEOS como el Museo Militar

    95. DRAMATURGOS como Alejandro Tapia y Rivera

    96. ARQUEOLOGÍA Padre Nazario descubre las piedras escritas conocidas como la “Biblioteca de Agüeybaná”

    97. CIENTÍFICOS como el Dr. Agustín Stahl

    98. PATRIOTAS DE PRIMERA como Lola Rodríguez de Tió

    99. Ya se usaba PUERTORRIQUEÑOS, BORICUAS, BORINCANOS y BORINQUEÑOS para identificarnos.

    100. CARRETERA CENTRAL SAN JUAN – PONCE (foto)



    Los comentarios de los americanos cuando invaden Puerto Rico sobre la Carretera Central, dan a entender que nunca habían visto algo igual en EE.UU.:

    William Dinwiddie, envíado por Editorial Harper & Brothers, escribió que “la mejor carretera del HEMISFERIO OCCIDENTAL se encuentra en la Isla de Puerto Rico; que en cuanto a superficie y proeza de ingeniería iguala a cualquiera en el mundo …”

    -Albert Gardner Robinson, un corresponsal de guerra escribió que “NO SABRÍA DONDE IR EN ESTADOS UNIDOS para encontrar 100 millas de carretera contínua que pudiese RETAR LA EXCELENCIA de aquella que cruzaba de Ponce a la Capital de Puerto Rico”.



    AL QUE TE HABLE SIN CONOCIMIENTOS
    …. DALE TREMENDO TAPABOCA.


    ¿TAPARRABO? ………… ¡TAPABOCA!


    _____________________

    Fuente:

    ¿Te han dicho que cuando los americanos “LLEGARONâ€, los puertorriqueños andábamos en taparrabos?… pues te MINTIERON | El negrito esta loco
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  4. #4
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Tribuna Invitada

    por Eduardo Lalo




    miércoles, 16 de marzo de 2016

    Actos de barbarie



    Soy uno de los invitados al VII Congreso Internacional de la Lengua Española, cuya “solemne sesión inaugural” se celebró en San Juan en la mañana de ayer con la asistencia de diversas autoridades, entre las que destacaban los Reyes de España y el Gobernador de Puerto Rico.

    El primero de una larga serie de discursos estuvo a cargo de Víctor García de la Concha, Director del Instituto Cervantes, quien hizo un épico, minucioso y autocomplaciente listado de los pasados congresos. Cuando se ocupó del que ayer fue inaugurado, el Director del Instituto Cervantes recalcó el hecho de que era la primera vez que no se celebraba en Hispanoamérica y destacó que fuera en un territorio que se ha empeñado en preservar el legado histórico que incluye, según él, la lengua española y los lazos de sangre.

    Debo confesar que quedé sobrecogido por su imprudente barbarie. Un funcionario que ejerce un cargo importante y oficial, que ha tenido tres años para comprender la situación puertorriqueña, nos saca sin más, en un par de frases, de nuestro ámbito natural y cultural.

    Poco después, en el discurso del Rey Felipe VI, se nos anuncia que está contento de visitar junto a la Reina a Estados Unidos y de descubrir un lugar donde el español “mestizo” alterna con el inglés. Luego añadiría que éste “no es el lugar para tratar la historia de Puerto Rico”.

    Pues sí, Majestad y señor de la Concha, este Congreso es el lugar y la ocasión perfectos para tratar esa historia. ¿Dónde sería más pertinente y apropiado?

    Puerto Rico no es parte de Estados Unidos, sino un territorio invadido por esa nación en la Guerra Hispanoamericana de 1898. Entonces España cedió esta tierra en el Tratado de París como botín de guerra, sin defender ni considerar en lo más mínimo, la suerte de sus habitantes.

    Si Puerto Rico, luego de casi 118 años de agresiones y presiones estadounidenses, ha preservado la lengua española y su cultura caribeña y latinoamericana, y las ha desarrollado tanto o más que otros países de América, ha sido por la voluntad, la resistencia y la energía creativa que poseemos. Ignorar olímpicamente el grave problema político de Puerto Rico, del que también son responsables tanto España como Estados Unidos, es cuanto menos un acto de inconsciencia o ignorancia y, además, una violencia dirigida a nosotros que somos sus anfitriones. A un país y a un pueblo no se le invisibiliza ni se le saca de la familia de pueblos americanos, para echar hacia adelante una estrategia errada, condenada al fracaso, dedicada a respaldar el español en los verdaderos Estados Unidos.

    Una vez más comprobamos la mojigatería de España y de otros pueblos americanos, que ante la tragedia colonial de Puerto Rico, actúan como si ésta no existiera y nada tuviera que ver con ellos.

    No vale el protocolo, el autobombo, la celebración miope e inconsecuente. Esperábamos más lucidez, solidaridad y responsabilidad de los que han optado por proferir hoy ante sus anfitriones tantas palabras vacías y bárbaras.

    Ni la cultura ni la lengua son adornos para nosotros. Constituyen lo que nos ata a la vida y lo que nos permite día a día luchar encarnizadamente contra las condiciones históricas que hemos padecido y que aún padecemos. Proponer que “que éste no es el lugar para tratar la historia” de nuestro país equivale a no respetarlo.

    Creo que no exagero cuando afirmo que no hay un país más hispanohablante que el nuestro, porque ninguno de nuestros hermanos ha sufrido las constantes agresiones culturales a las que nosotros hemos sabido sobrevivir. Si el señor de la Concha y el Rey Felipe pretenden tener alguna pertinencia y credibilidad como líderes de una comunidad lingüística, tendrán que enfrentarse a las vicisitudes de la historia de América. Y a esa historia pertenece, con derechos plenos, como un igual entre iguales, Puerto Rico. Ese enfrentamiento con la barbarie de la historia es lo que nosotros, los puertorriqueños, hemos hecho sin respiro por demasiado tiempo, solos, sufriendo también la incomprensión y la ignorancia de los miembros de nuestra familia.

    _____________________

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    Actos de barbarie | El Nuevo Dia
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    ¡Con España estábamos mejor! (Cuba 1908)

    18 marzo, 2016



    Con este grito del alma recibieron los habaneros a la corbeta española en 1908

    Era el primer buque de la Armada española que fondeaba en la bahía tras el Tratado de París de 1898



    Corbeta española Nautilus, en el puerto de la Habana 1908

    Este histórico suceso se produjo en 1908 y que tuvo como protagonistas a la patria cubana y al pueblo español. Hablamos del arribo a la isla caribeña del primer buque de la Armada española tras el Tratado de París de 1898, un amistoso gesto que pretendía conciliar a ambas naciones tras años turbulentos. El navío escogido para la ocasión fue la fragata Nautilus, una embarcación que había realizado importantes misiones en nombre del pabellón español, como la hazaña de circunnavegar el globo a vela, al mando del entonces Capitán de Fragata Fernando Villaamil, con motivo de los fastos del IV Centenario del Descubrimiento de América.La travesía a Cuba fue un acontecimiento muy emotivo para ambos países. En Cuba se multiplicaron los homenajes, banquetes, bailes y obsequios para la gozosa tripulación de la nave. La ciudad de La Habana se engalanó para la ocasión, con la instalación de iluminaciones, arcos del triunfo, enseñas y diversos ornamentos que inundaron las vías públicas. En la publicación española Nuevo Mundo”se relatará lo siguiente:


    “La llegada de nuestra corbeta dio lugar en la Habana a una explosión de sentimiento patriótico por parte de la numerosísima colonia española, y a una imponente manifestación de simpatía hacia España por parte del pueblo cubano. La recepción que la ciudad hizo a nuestros marinos fue espléndida (…) Esta explosión solemne de fraternidad, entre dos pueblos, a raíz de su separación mediante una larga y encarnizada lucha, es un altísimo y hermoso ejemplo del espíritu de la civilización moderna; y quizá sea este el único caso de la Historia en que tan pronto hayan sucedido a las luchas fratricidas, tantas manifestaciones de mutuo cariño”

    Pero, ¿qué manifestaron los más influyentes políticos cubanos? ¿Exhibieron el mismo entusiasmo que el resto de la sociedad civil? Indudablemente así fue:Enrique José Valera del P. Conservador, registró este acontecimiento como “una expresión de las ideas modernas de fraternidad y de progreso”


    José María Gómez del P. Liberal Histórico declaró: “Bienvenidos sean a las playas cubanas los jóvenes guardias marinas del Nautilus, herederos dignísimos de aquellos legendarios valientes, que con un gran heroísmo sin ejemplo y una abnegación sin límites, ofrendaron sus vidas por la Patria en Lepanto, Trafalgar, Santiago o Cavite”. Y a continuación lamentaba “que los españoles no hayan podido, a su llegada, encontrar la bandera cubana flotando libre de toda intervención extranjera”



    Alfonso Zayas del P. Liberal quiso remarcar que: “Cuba en sus ansias de independencia, nunca renegó de sus progenitores y hoy late en ella vivísimo, el sentimiento de raza y de continuidad de carácter, de idioma y de tradición”

    Hermosas y emotivas palabras que cierran este artículo que ha querido tributar un pequeño homenaje a aquella histórica delegación.

    Fuente: http://eldiariodelamarina.com/espana-estabamos-mejor/


    _____________________

    https://somatemps.me/2016/03/18/con-...jor-cuba-1808/
    Última edición por Mexispano; 03/04/2016 a las 06:24
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  6. #6
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?


  7. #7
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?


  8. #8
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?





    Con España había progreso.


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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?





    España nos trató mejor! Teníamos igualdad política, algo que NO tenemos hoy!


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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    UN POCO DE HISTORIA DE PUERTO RICO:


    Voy a dar unos datos de como eran las cosas en el PUERTO RICO ESPAÑOL: El primer dato era el gigantesco aumento de población que tuvo la isla. El primer censo moderno oficial que tuvo la isla de Puerto Rico fue el de 1765 y daba un total de 44.883 habitantes, desde entonces el crecimiento de la población fue vertiginoso dando el censo de 1899, realizado por los norteamericanos, un total de 953.243 habitantes.

    Esto supone que de 1765 a 1899 ( 134 años de periodo español) la población se multiplico por 21. De 1899 a la actualidad , 2015, (117 años de periodo norteamericano) la población paso de 953.243 a 3.697.843 habitantes. No llega a multiplicarse ni por 4. El gran crecimiento demográfico endógeno de Puerto Rico durante el periodo español implica varias cosas, primero paz, prosperidad y una buena administración, así como tanto ausencia de emigración como de enfermedades, por ejemplo había mucha menos fiebre amarilla que en Cuba donde esta enfermedad causaba enormes estragos.

    Con el paso de Puerto Rico a manos norteamericanas tras la guerra de 1898 a Puerto Rico se le cerraron sus mercados tradicionales, España, Francia y Cuba, y otros países debido a la tarifa aduanera Dingley que convirtió a la isla en un mercado cautivo de EEUU, pero mientras hacia esto, EEUU no protegió frente a terceros países las importaciones de productos puertorriqueños, especialmente el café, por los intereses que las grandes compañías norteamericanas tenían en esos terceros países, la devaluación de la moneda decretada por los norteamericanos, un huracán, los altos impuestos que va a establecer la nueva administración norteamericana, etc, van a suponer un grave problema económico, que se saldara con una gran emigración, experiencia desconocida hasta entonces en la historia de Puerto Rico, que va a ser la primera de muchas, que van a provocar que hoy en día haya mas puertorriqueños en el exterior que viviendo en la isla.

    Puerto Rico no prosperó bajo la autoridad de los Estados Unidos, si bien este gobierno no era enteramente responsable de las condiciones existentes, no ayudaba a las industrias nativas en la misma medida en que lo hacían las autoridades españolas. La diferencia mas importante radica en que Puerto Rico bajo la autoridad de EEUU no tenia representación con capacidad decisoria ni el Congreso ni en el Senado norteamericanos, representación en Cortes que si tenia la isla cuando era española. Esto hacia que a los políticos norteamericanos no les importase gran cosa el descontento de los puertorriqueños.

    Esta serie de hechos encadenados provocó la hambruna en Puerto Rico sobre la que el mismo General Stone habla sobre la hambruna y la miseria de Puerto Rico. El pensaba que el desesperado estado de la gente podía llevar a la insurrección si el alivio no llegaba. "La gente se estaba muriendo de hambre por todo el interior", (decía el General Stone) "en el Distrito de Aguas Banas hay muchas muertes". "Este estado de cosas es debido en gran parte a la corta cosecha de café y a la competencia de Brasil. El café de Puerto Rico se esta vendiendo a 7 u 8 centavos en puerto, y el transporte toma casi toda esa cantidad. No hay beneficios para el propietario de la plantación. Ciertamente , yo vi muchas plantaciones descuidadas con malas hierbas. Los nativos no pueden conseguir dinero para comprar las cosas necesarias para vivir, etc".

    La tarifa Bill Dingley, nació en 1897, era una tarifa aduanera proteccionista que suponía un fuerte recargo arancelario del 52% sobre los bienes importados que quisieran entrar en EEUU. Al pasar Puerto Rico a estar bajo dominio de Estados Unidos, el mercado puertorriqueño quedo cerrado a los productos europeos por esta tarifa, y en consecuencia estos países tomaron represalias recargando a su vez arancelariamente las importaciones de productos puertorriqueños.

    Lo lógico hubiese sido que en justa reciprocidad los Estados Unidos incluyesen a los productos puertorriqueños en el listado de productos protegidos por la tarifa Dingley, contando así los productos puertorriqueños con un acceso privilegiado al mercado norteamericano, pero Estados Unidos no hizo nada de eso, arruinando a la economía de Puerto Rico. Solo un producto puertorriqueño quedo protegido por esta tarifa y fue el azúcar, cuya producción pasaría pronto a poder de compañías norteamericanas al ser este sector muy intensivo en capital. Además también había unas leyes de cabotaje que obligaban a la isla casi que a utilizar en exclusiva a la marina mercante de Estados Unidos, etc.




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  11. #11
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    'La pérdida de Filipinas fue consecuencia de una sociedad encanallada e ignorante'





    https://www.youtube.com/watch?v=Oc2G...ature=youtu.be
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  12. #12
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Los puertorriqueños combatieron la invasión, la propaganda de guerra estadounidense ocultaba esta información o se inventaba relatos falsos. y eso fue lo que nos enseñaron en la escuela.





    https://www.facebook.com/reunificaci...type=3&theater












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  14. #14
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Soldados españoles en la Plaza de Ponce recibiendo la bendicíon de la iglesia católica el 12 de julio de 1898, 12 días antes de la invasíon de la tropas estadounidense en Guánica.







    https://www.facebook.com/14560590884...type=1&fref=nf











    Comandantes del Vigésimo quinto Batallón de la Guarnición Alfonso XII en Arecibo, Puerto Rico (1898)







    https://www.facebook.com/14560590884...type=1&theater
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  15. #15
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Comentario sobre la segunda foto con información relevante.


    Carlos J Encarnación

    Dato importante: Muchos hechos se han perdido en la distorsión de la historia, por ejemplo, los americanos encontraron en Puerto Rico una iglesia bien organizada, a pesar de esto se hizo un concilio de iglesias americanas para "evangelizar" la isla y se la repartieron por regiones, eso explica el porqué ciertas religiones protestantes se concentran en ciertas áreas según la repartición. También encontraron un sistema de carreteras pavimentadas como no las había en los Estados Unidos y un sistema de leyes escritas de primera Código Escrito o Código Legal, herencia romana, que suplía la mayoría de las necesidades legales de la isla muy adecuadamente. Son cosas que no se dicen. Tampoco se menciona que el momento de la rendición de España ya los milicianos que defendían la isla habían detenido el avance de las tropas invasoras y estas estaban en retirada. Esto es tal vez lo que mas le dolió a los defensores... Tampoco se menciona que las fuerzas españolas estabn debilitadas tratando de atender las revueltas cubanas.


  16. #16
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Para ahondar lo dicho acá:

    Estados Unidos no hubieran ganado la guerra de Cuba






    Entrevista a Carlos Canales. Geopolítica naval española.

    Publicado el 5 sept. 2013

    Geopolítica naval española desde la guerra de independencia hasta la II república. Libro "De madera y acero".





    https://www.youtube.com/watch?v=7A9Y_ez64vs

  17. #17
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    La única Revolución netamente puertorriqueña, fue contra los Estados Unidos. La que casi no enseñan en la escuela y a la que la mayoría de los independentistas no se atreven conmemorar.





    https://www.facebook.com/16407415528...type=3&theater

  18. #18
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  19. #19
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    La verdad incómoda de 1898: lucharon más cubanos por España que por la independencia

    Algunos historiadores como John Lawrence Tone afirman que la mayor parte de los soldados que se alistaron en las tropas independentistas, «lo hicieron en el último mes de la contienda, cuando los españoles declararon el alto el fuego»



    Israel Viana


    Madrid

    Actualizado: 12/11/2018 08:54h


    «La patria ha sido defendida con honor. La satisfacción del deber cumplido deja nuestras conciencias tranquilas, con solo la amargura de lamentar la pérdida de nuestros queridos compañeros y las desdichas de la patria», escribía el almirante Cervera en el parte de guerra de la batalla naval de Santiago de Cuba. Aquella derrota, acaecida el 3 de julio de 1898, era el episodio final del conflicto en el que España perdió sus últimas colonias de ultramar, tan solo un mes antes de que se firmara el armisticio con Estados Unidos.

    Desde entonces, la Guerra de Cuba ha generado ríos de tinta, con interpretaciones de lo más variopintas y partidistas a uno y otro lado del Atlántico. En la historiografía cubana, por ejemplo, se ha tendido a minimizar, salvo algunas excepciones, el papel de España a causa del escaso uso que ha hecho esta de los archivos españoles. En su literatura de la isla se muestra a todos los oficiales de la península como monstruos y a los hombres que mandaban como instrumentos «desvalidos» de una monarquía casi feudal, como si fueran una masa informe. Y, además, muchos de sus estudiosos retratan a los insurrectos cubanos de una manera unidimensional: todos son heroicos, amigos de los campesinos pobres y de los trabajadores castigados por los españoles, además de, por supuesto, hombres dispuestos a dar su vida por una Cuba independiente. Pero, ¿cuánto hay de cierto en esta imagen transmitida en algunos libros sobre la guerra del 98?

    Si atendemos a las cifras, la más importante en el plano militar es que España realizó, en cuatro años, el segundo mayor desplazamiento de soldados de la historia después del protagonizado por los estadounidenses, en la Segunda Guerra Mundial, para luchar contra los nazis. Hablamos de 200.000 españoles que cruzaron el Atlántico para enfrentarse en Cuba a los 40.000 hombres del Ejército libertador. Pero aquí hay que tener en cuenta lo que apunta John Lawrence Tone en «Guerra y genocidio en Cuba, 1895-1898» (Turner, 2008): la mayor parte de los que se alistaron en las tropas independentistas «lo hicieron en el último mes de la contienda, una vez que los españoles declararon el alto el fuego». Un movimiento el de estos desertores realizado por «mera supervivencia, ante el derrumbe inminente del poder español, puesto que sus familias e intereses estaban en Cuba».


    Entre 60.000 y 80.000 voluntarios
    Fernando J. Padilla, de la Universidad de Bristol, cifra a los desertores en una quinta parte de los voluntarios que lucharon bajo la bandera de España. Cuando se firmó la rendición, el 13 de agosto de 1898, se calcula que este cuerpo estaba formado por 60.000 hombres. Otras fuentes dicen que llegaron a los 80.000. De estos, habrían muerto durante el conflicto cerca de 2.000, de los cuales el 40% eran naturales de Cuba según las listas de fallecidos consultados por este historiador y publicadas por el Ministerio de la Guerra.




    Soldado de la Guerra de Cuba, en 1895- ABC


    Si extrapolamos este porcentaje al total de integrantes de esta milicia, resultaría que unos 32.000 cubanos llevaron el uniforme de los voluntarios y combatieron a favor de seguir manteniendo los lazos con el Gobierno de Madrid. Si a este número sumamos los bomberos «negros», los criollos que se alistaron al Ejército y los más de 30.000 guerrilleros originarios de la isla que lucharon contra los separatistas, se puede concluir con seguridad que, como defiende Tone, entre 1895 y 1898 hubo más cubanos luchando por España que por la independencia.

    Recordemos que los separatistas nunca superaron los 40.000 combatientes, aunque el historiador americano Donald H. Dyal los rebaja hasta los 30.000 en «Historical Dictionary of the Spanish American War» (1996). De ahí que solo empezaran a vislumbrar la posibilidad real de ganar la guerra cuando recibieron el apoyo de Estados Unidos a principios de 1898, tras la falsa acusación del hundimiento del famoso acorazado Maine.


    Voluntarios a favor de España

    Este importante cuerpo de Voluntarios —creado en 1855 para aligerar de carga al Ejército regular y reforzar la defensa de la isla frente a los ataques de Estados Unidos, empeñados estos en anexionarse la isla— tuvo una importancia capital para el devenir de los diferentes episodios de la Guerra de Cuba. A pesar de ello, la atención que han recibido de los historiadores ha sido escasa. En el siglo XIX, autores como José Joaquín Ribó y Luis Otero Pimentel analizaron su papel en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) en diferentes obras. «La mayoría son ciudadanos de modesta fortuna, que viven de su profesión o trabajo corporal, del cual depende también la subsistencia de sus familias», escribía este último en 1876, cifrándolos en 18.000 solo en La Habana. En épocas más recientes se han publicado otros estudios, no muchos, sobre el tema, como el de la española María Dolores Domingo (1996) y el de su homóloga cubana Marilú Uralde Cancio (2011).




    Un grupo de médicos extraen una bala máuser a un soldado de San Quintín, en la Guerra de Cuba (1896)- ABC


    De estos últimos trabajos, solo algunos se han replanteado la visión que tradicionalmente se tenía de la milicia de voluntarios y guerrilleros. Entre ellos está el citado John Lawrence Tone, que se ocupó, a mediados de la década pasada, de analizar su papel como defensores de España en la última guerra. En ellos se aporta un punto de vista novedoso: el españolismo más militante en Cuba no fue fenómeno surgido o desarrollado únicamente en las áreas urbanas ni, tampoco, protagonizado exclusivamente por personas llegadas de la Península. Entre los voluntarios había una importante representación de hombres nacidos en Cuba e, incluso, algunos de los llamados «de color» entre ellos. Es decir, negros y mulatos —o «pardos y morenos», según el lenguaje de la época— sin ningún lazo de sangre con España o Europa.

    Baste como ejemplo un dato aportado por Joan Casanovas Codina. Entre los 2.932 voluntarios de Matanzas contabilizados por este historiador catalán, 710 eran cubanos, lo que confirma, efectivamente, que no fueron solo españoles los que combatieron en el Instituto de Voluntarios durante la Guerra de los Diez Años. De la misma forma que otros muchos isleños participaron también en la guerra del 95 del lado de España. Su contribución a este Ejército fue del 25% de los oficiales y el 30% de las tropas aportadas por la Península, Baleares y Canarias, a los que habría que sumar, como defendía Tone, los guerrilleros, criollos y bomberos.


    Las «tropas de color» del Ejército español

    Según estimaba también el historiador militar y biógrafo del capitán general Weyler en 1997, Gabriel Cardona, hubo más de 80.000 cubanos, entre voluntarios y soldados de reemplazo, en el Ejército español. También se alistaron por iniciativa propia a favor de Madrid algunos otros combatientes sin ningún lazo con la península, como una serie de batallones puertorriqueños.




    El acorazado Maine visto por popa, en 1895


    El jefe del imbatido regimiento de caballería Pizarro, el general Figueroa, por ejemplo, era cubano de nacimiento. También lo eran los 30 «bomberos negros» que formaban la escolta de Weyler, con los que el general quiso recuperar la fidelidad que esta raza había mantenido con España en la Guerra de los Diez Años, formando la «unidad de élite de voluntarios de Valmaseda». El mismo capitán general de Cuba entre 1896 y 1897 dedicó una serie de párrafos muy elogiosos en sus memorias, reeditadas en 2004 por la editorial Destino, a estos voluntarios cubanos: «A los pocos días de mi llegada a la isla, fui designado para organizar un batallón y un escuadrón de voluntarios. La recluta se hizo rápidamente, acudiendo a ella un buen número de cubanos blancos y de color, así como algunos extranjeros de diversos países de Europa [...]. Todos estos soldados se batían con gran valor, sin excepción alguna [...]. Era tan intenso el espíritu de ofensiva de aquellos voluntarios, y tanta su fe y confianza en el mando, que ni uno solo flaqueó en el ataque. Su bravura de aquel día me ha dejado imperecedero recuerdo, constituyendo la confirmación más plena del alto concepto que formé entonces de las tropas de color. Justo es consignar que, a mi gratitud y confianza, correspondieron siempre con inquebrantable lealtad».

    Lo que no cuenta Weyler es que, en la parte oriental, durante los años 60 y 70 del siglo XIX, el papel de estos voluntarios no era solo el de proteger a las poblaciones de los cada vez más incipientes ataques de mambises, sino también aterrorizar desde el principio a los partidarios de la independencia para mantener un férreo control de las ciudades.

    Después de la Guerra de los Diez Años, más concretamente entre 1890 y 1893, las principales revistas de temática militar, como «Ejército» y «El Correo Militar», publicaron una serie de artículos donde se proponía convertir a estos voluntarios en una especie de reserva colonial del Ejército, como había ocurrido en Australia, Nueva Zelanda y Argelia, con el objetivo de rebajar la tensión que este cuerpo había mantenido con las autoridades españolas en años anteriores. Esto, sin embargo, no habría cambiado mucho el papel que desempeñaban desde su creación en 1855: reforzar el sistema defensivo de la isla con la ayuda de los civiles. En 1889, también se planteó la posibilidad de otorgarles el voto, pero fue rechazada por las Cortes.


    Los lazos entre los voluntarios y Madrid

    Esto amplió el desencuentro que en otros años se había producido entre estas personas ajenas al Ejército que daban su vida a cambio de nada y el Gobierno español. Hombres que, además, se encontraban con el problema de compaginar la obligada formación militar con sus propios trabajos —los que realmente daban de comer a sus familias— como comerciantes, cocheros o campesinos. Esa marginación política durante el periodo de entreguerras minó la cohesión que debía haber entre los 60.000 voluntarios que había en ese momento y el capitán general que debía dirigirlos. una situación que podría acarrear muchos problemas si tenemos en cuenta que los soldados regulares eran entonces de tan solo 15.000.

    La explosión del Maine en La Habana y la entrada de Estados Unidos en la guerra contra España, en abril de 1898, aceleró el final del conflicto. Durante las ocho semanas que restaron de campaña se incrementaron las deserciones de voluntarios, sobretodo de los naturales de Cuba. Esto convirtió la cifra de cubanos luchando por la independencia en mayor de lo que realmente había sido en los cuatro años anteriores. Y es que, a pesar del tono triunfalista de la prensa española en el verano del 98, pocos se creían ya las posibilidades reales de triunfo de Madrid frente al poderío naval del gigante del norte.




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    Fuente:

    https://www.abc.es/historia/abci-ver...4_noticia.html

  20. #20
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    La historia en miniaturas: los penúltimos de Filipinas

    Antes del Desastre del 98, los soldados de la División Lachambre lucharon en Filipinas. Y ganaron la guerra




    Javier Gómez

    Última actualización:11-08-2020 | 14:19 H/

    Creada:10-08-2020 | 01:30 H



    En agosto de 1896, aprovechando que España estaba inmersa en un nuevo conflicto en Cuba que había estallado el año anterior, el Katipunan, una sociedad secreta masónica que perseguía la independencia de Filipinas, inició su propio alzamiento. Bajo el liderazgo bicéfalo de Andrés Bonifacio y Emilio Aguinaldo, los revolucionarios tagalos se hicieron rápidamente con el control de las provincias de Cavite, Bulacán y Morong, colindantes con una Manila cada vez más estrangulada ante la impotencia de su gobernador, el teniente general Ramón Blanco, y del ejército español en Filipinas, raquítico y compuesto principalmente por tropas indígenas de cuya fidelidad se sospechaba. Todo cambiaría, sin embargo, con la llegada en noviembre de un nuevo capitán general, Camilo García de Polavieja, al frente de un nutrido contingente peninsular cuyo grueso lo formaron quince batallones de cazadores expedicionarios.

    Al igual que la última de las guerras de Cuba (1895-1898), de uno de cuyos episodios, la muerte del general Vara de Rey en la batalla del Caney, hablamos hace dos semanas, resulta sorprendente lo desconocido que resulta para el gran público la Guerra de Filipinas, lamentable vacío que desde mi doble atalaya he tratado de colmar por duplicado: con un completísimo número de la revista Desperta Ferro Contemporánea, y con una gama de figuras históricas de 28 mm de la marca 1898 Miniaturas específicamente diseñada para representar el periodo, que, exhaustivamente documentadas, incluyen los mencionados cazadores expedicionarios con su característico uniforme y equipamiento (diferente al tradicional de la infantería española utilizado en Cuba), regimientos de tropas indígenas y, por supuesto, revolucionarios tagalos. Y una gama de figuras que, como las correspondientes a la Guerra de Cuba y a los tercios españoles, viene acompañada en la web bilingüe de 1898 Miniaturas de artículos de uniformología e historia escritos tanto por autores españoles como filipinos. Adivinen en qué país del mundo tenemos más visitantes web, y no es España…


    La División Lachambre

    A diferencia de Blanco, el enérgico Polavieja optó por una estrategia agresiva, y en vez de diseminar sus tropas en posiciones defensivas a merced de los revolucionarios, las reunió en una fuerza de maniobra que puso al mando de su hombre de confianza, el general José Lachambre. Esta agrupaba al grueso de los batallones de cazadores expedicionarios llegados de la Península, los regimientos de infantería indígena n.º 73 (Joló) y 74 (Manila), que se demostrarían de la máxima lealtad, y diversos contingentes de voluntarios bisayos, pampangos, ilocanos, etc. que para nada simpatizaban ni con los tagalos, ni con la revuelta. Su objetivo: el corazón de la insurgencia, Cavite. Sin embargo, en lugar de plantear un avance directo, Lachambre ejecutó un amplio rodeo para sortear el cauce fortificado del río Zapote y atacar Cavite desde la retaguardia. Su agotadora marcha en el asfixiante clima tropical se verá jalonada de encarnizados combates como los de Silang o Salitrán.

    A excepción de los desertores del ejército español que se habían sumado a la revuelta con armas y equipo, los insurgentes tagalos carecían de instrucción y de armamento moderno –muchos debían conformarse con lanzas, arcos o el tradicional machete filipino, el “bolo”–, por lo que a pesar de su tesón no fueron rival para una fuerza profesional con mandos decididos como la de Lachambre, que en marzo culminaría su exitosa campaña con la conquista de la inexpugnable Imús, centro neurálgico de la resistencia tagala. Tras Imús, muchos revolucionarios abandonaron las armas y se fundieron con el campesinado, mientras que los últimos resistentes, con Aguinaldo a la cabeza, huyeron de Cavite para buscar refugio en las montañas al norte de Manila, donde seguir combatiendo. Sin embargo, su posición era cada vez más insostenible. El relevo de Polavieja en la Capitanía General de Filipinas por el más conciliador Fernando Primo de Rivera allanaría el camino hacia la paz de Biak na Bató, firmada en diciembre de 1897, que pondría fin al conflicto. La Guerra de Filipinas había terminado. La Guerra Hispano-Estadounidense-Filipina (1898-1902), que sembraría de muerte un archipiélago cuyo sueño de independencia se convertiría en pesadilla, estaba a punto de comenzar.




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