La crítica de D. Jesús Fueyo al borrador constitucional
Jesús Fueyo (1922-1993) fue catedrático de Derecho político y miembro del Consejo de Estado de España, ejerció de director del Instituto de Estudios Políticos, delegado nacional de prensa y radio del Movimiento y de procurador en las Cortes de Franco. Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. En 1947 ganó la oposición a Letrado del Consejo de Estado. En 1955 accedió a la Cátedra de Derecho Político de Santiago de Compostela, y en 1969 a la de Teoría de la Política en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de Madrid.
(De filiación... “falangista”)
Resumo de esta página:https://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer81.pdf procurando ignorar o matizar las frases de tono despectivo del imparcial y constitucionalista autor del artículo.
(Numeración, comillas, cursivas, subrayados, y colores son míos).
“El guardián de la ortodoxia. Jesús Fueyo, intelectual franquista frente a la Constitución”. (Análisis de la serie de artículos de crítica al borrador constitucional que publicó en El Alcázar entre diciembre de 1977 y febrero de 1978):
“…A finales de noviembre de 1977 fue filtrada a la revista Cuadernos para el Diálogo una primera versión del hasta entonces secreto anteproyecto de Constitución, algunos de cuyos fragmentos fueron reproducidos por las principales cabeceras en los días siguientes.
A pesar de ser un mero borrador, no tardaron en aparecer valoraciones de todo signo.
Es en este contexto en el que hizo su reaparición pública Jesús Fueyo, quien, desde las páginas del periódico El Alcázar, y a lo largo de los tres meses siguientes, dedicaría un importante ciclo de artículos a comentar el texto del anteproyecto, "en lo que posiblemente constituyó la crítica al proceso constituyente y a la propia Carta Magna más articulada y operativa formulada desde las filas de la extrema derecha”(sic).
Lejos de aparecer como uno más de quienes basaban su argumentación en el recuerdo de la guerra civil, los artículos de Fueyo descendían a la concreta interpretación del anteproyecto, …y, ante todo, dejaban entrever la posibilidad de una alternativa doctrinal …"cuya ausencia ha sido señalada como una de las principales carencias en la estrategia de los nostálgicos del Régimen". (sic)
Consciente de que una reforma en sentido democrático era ya muy difícil de revertir, Fueyo no rechazaba la elaboración de una Constitución, sino el contenido del primer borrador constitucional salido a la luz —que no dudaba en calificar de «atentado contra el ser mismo de España»—.
No obstante, en la práctica el autor falangista identificaba las ambigüedades e imprecisiones técnicas del texto con la naturaleza misma del sistema democrático, y no perdía oportunidad para cuestionar la legitimidad de origen del propio proceso constituyente.
I - De esta forma, Fueyo deslizaba frecuentes alusiones al hecho de que la Ley para la Reforma Política no mencionara explícitamente que su aprobación implicaba la apertura de un periodo constituyente y que, en consecuencia, al no haber sido oficialmente convocadas con dicho propósito, las Cortes elegidas en junio de 1977 no podían en puridad revestir tal carácter:
«Fuimos convocados a una ley de Reforma de las Leyes Fundamentales, que no es lo mismo que unas Cortes Constituyentes [...] para levantar un Estado de nueva planta [...] si hoy se le hubiera planteado, inequívocamente, al país una cuestión opcional: el cambio absoluto a una democracia constituyente; no sé lo que hubiera pasado ni si habría habido un Gobierno con condiciones de fuerza suficiente para plantear esa opción».
En su opinión, en realidad se estaba llevando a cabo un proceso revolucionario a posteriori, pues:
«la Revolución decide siempre sobre la Constitución; lo nuevo, lo insólito, el asombro del mundo [...] es que la Constitución decida la Revolución» , circunstancia que le llevaba a exigir que, «antes de que se vote el suicidio constitucional», se clarificase exactamente el articulado del borrador, ya que la intención de la clase política parecía ser que «otra vez, la soberanía popular se pronuncie sin saber que lo hace ni lo que hace».
II - … los textos de aquel borrador combinaban para Fueyo el uso de conceptos político-jurídicos demoliberales «desnaturalizados», señalando con cierta ironía:
«borroso borrador»… "«¡Carta Magna»! ¿no es posible curarse de pedantería...?"
III- … la cuestión del ordenamiento territorial, y concretamente la utilización del término «nacionalidades» era el eje central de su crítica al anteproyecto. En numerosas ocasiones se ha señalado que «de todas las categorías empleadas en la Constitución, fueron las “nacionalidades” las que dieron origen a los más enconados debates en el Congreso, el Senado y los medios de comunicación.
Fueyo no dudaba en afirmar que «hasta que se legalice el aborto..., nuestro tópico no podrá ser otro que el autonómico».
IV- En sintonía con la concepción schmittiana de que el orden jurídico se fundamenta en una decisión y no en una norma, Fueyo situaba la resolución del debate territorial como una necesidad previa a la propia redacción de la Constitución:
«La aporía autonómica es una cuestión de previo y especial pronunciamiento, una decisión que, por su misma naturaleza, se erige en el “a priori” de la Constitución y bajo este imperativo todo lo demás, incluida la forma de Estado o de Gobierno, no es que sea secundario; es que queda decidido».
V- El término de la discordia ("nacionalidades") era definido por Fueyo como «la postulación de principio de la voluntad de constituirse en Nación», una interpretación contraria a la invocada por los ponentes constitucionales —particularmente por los representantes de Unión de Centro Democrático (UCD)—, que se basaban en la existencia de «naciones políticas» y nacionalidades o «naciones culturales», teóricamente carentes de vocación soberana, tal y como fuera enunciado por Meinecke a comienzos del siglo pasado.
Fueyo impugnaba esta diferenciación, y sostenía que el reconocimiento de las nacionalidades supondría un refuerzo tal a su identidad histórica que terminaría por conducir de forma inexorable a su secesión, por muchas restricciones técnicas que pudieran incluirse igualmente en el articulado:
«Toda nacionalidad así afirmada es una promesa de nación y no puede ser fiel a sí misma, si no promueve de modo tenaz y constante la fundación de su propio Estado nacional».
En estas condiciones, Fueyo consideraba muy grave el uso del término, tanto en el ámbito interno, pues implicaba la liquidación del «más antiguo Estado-nación de la vieja Europa moderna», como en materia de política exterior, dada la entelequia de un «derecho público y privado de las “internacionalidades”».
VI- Su alternativa pasaba por una mera descentralización administrativa, enmarcada en una estructura política fuertemente unitaria. En este sentido, su llamada quedaba reducida a referencias a Ortega y a su idea de nación como producto de la historia y encarnación de un «sugestivo proyecto de vida en común»:
«La constitucionalización del Estado tiene que comenzar por la afirmación categórica de la Nación y de su unidad [...] si nos queda la más leve pulsación de ánimo histórico, si todavía queremos hacer algo digno en común, lo que es obligado establecer como premisa es la unidad de España y luego las autonomías en el marco de poderes y competencias del Estado absolutamente unitario en la soberanía»
VII - Fueyo vinculaba la reclamación autonomista con la estrategia del recién legalizado Partido Comunista, resucitando el fantasma de la doble amenaza marxista-separatista identificada con el periodo republicano. Así, de la misma forma que en los años treinta el problema radicaba en la debilidad del sistema liberal frente al peligro bolchevique, en esta ocasión la constitucionalización de las «nacionalidades» representaba una concesión democrática a los nacionalismos que buscaba su integración en las instituciones, pero que en realidad suponía una «retirada elástica frente a la ofensiva creciente y cada día más agresiva del radicalismo autonómico» destinado a facilitar una revolución de signo filocomunista y abrir el camino a la implantación en España de una democracia popular según la táctica expuesta por Stalin en su célebre escrito El marxismo y la cuestión nacional:
«Es muy difícil desvincular al PCE de la directa promoción de las nacionalidades, en connivencia con la estrategia de la Unión Soviética».
VIII- Ante semejante panorama, de nuevo con la intención de proyectar una alternativa política realista, Fueyo abogaba por una discusión frontal en torno a la adopción de un modelo federal o unitario de Estado que quedara dirimida en referéndum («El federalismo tapado», El Alcázar, 12 de diciembre de 1977).
IX - La sombra de Carl Schmitt, junto a las numerosas alusiones a Ortega, planeaba igualmente sobre la totalidad de los artículos, al menos en un doble sentido.
En primer lugar el rechazo a la utilización en plural de«pueblos» y la consideración de que el «virus autonómico» convertiría a la nación española en un actor internacional insignificante en un escenario dominado por lo que llamaba «naciones-continentes»…
En segundo lugar, Fueyo parecía atribuirse un papel crítico similar al ejercido por Schmitt sobre el ordenamiento de la República de Weimar y la doctrina jurídica de la Escuela de Viena, tanto más cuanto que en el Anteproyecto se facilitaba a los miembros progresistas de la ponencia una vía indirecta para tender puentes con la Constitución Republicana de 1931.
De este modo, Fueyo aplicaba al borrador las acusaciones lanzadas por Schmitt contra el modelo kelseniano, desde que «constitucionaliza la lucha de clases» hasta que su excesivo formalismo provocaba una desconexión entre la verdadera situación del país y la esperada nueva norma, «digna de Dysneylandia, que no tiene nada que ver con la realidad».
X- En buena lógica con las tesis del jurista germano, ello derivaba finalmente en una apología de las circunstancias excepcionales como auténticas configuradoras del orden político: «Se está a la espera de que el caos engendre, por su dialéctica negativa, una autoridad. O una democracia autoritaria». (A la que los intelectuales constitucionalistas posteriores achacarán resonancias golpistas).
XI- Desde una perspectiva análoga, planteaba el análisis de la novedosa definición de la forma política del Estado como «Monarquía parlamentaria», que Fueyo calificaba de «regresiva»; argumento del intelectualismo falangista posterior a la Segunda Guerra Mundial, a saber, que el fracaso de los sistemas parlamentaristas era un hecho reconocido por la totalidad del espectro ideológico a la altura del periodo de entreguerras, algo que tan sólo la propaganda bélica aliada había logrado enmascarar pero que se encontraba plenamente asumido por la clase dirigente occidental a tenor de su praxis política.
XII- En su lugar, "imbuido de los principios del caudillaje franquista” (sic), Fueyo apostaba por la consagración de un sistema presidencialista bajo forma monárquica mediante una mayor concentración de resortes del poder en la jefatura del Estado…
Con ello apelaba al que había sido designado por Franco como sucesor para que ejerciera su papel como guardián del ordenamiento heredado, una función ahora en entredicho ante el posible reconocimiento de las nacionalidades—«¿Es esto lo que se exige a la monarquía que garantice?»—, pero a la que se reservaba una posibilidad de redención muy schmittiana: «la última decisión, la “ultima ratio” [...] es cosa de hombres, y no de partidos».
(Como señalaba L. Apostua, comentarista político y diputado ucedista en las constituyentes, «los artículos del profesor Fueyo Álvarez contra el borrador de la Constitución [...] tienen un solo destinatario: el Rey. Y quizá como derivada, las Fuerzas Armadas»)
XIII- Los aspectos económico-sociales permitían a Fueyo vincular de forma directa la dura crisis que atravesaba el país con la recién estrenada democracia y su clase política, a la que acusaba de sacrificar el desarrollo y el bienestar conseguidos por el régimen anterior en aras de una incierta homologación con el resto del continente ( Fueyo, J.: «El mercado de España», El Alcázar, 2 de enero de 1978, «El prefijo “euro” se ha travestido en marca de calidad [...] resuelve todo —incluido el comunismo—».)
Una Europa además que ni siquiera era «de las patrias», tal y como fuera reclamada por De Gaulle, sino aquella cuyo eje era el «Mercado Común fenicio», que exigía el sacrificio del tejido productivo español para aceptar su integración.
En un contexto internacional marcado por el declive de la soberanía estatal frente a las grandes corporaciones transnacionales semejante cesión abocaba irremediablemente a la España constituyente a la «colonización económica», pues a todo ello había que sumar la fragmentación autonómica, lo que en palabras de Fueyo suponía:
«brindar a las titánicas empresas multinacionales con vocación de mercado mundial espacios de penetración [...] desmantelar las últimas defensas de la soberanía económica nacional».
XIV- Se daban pues la mano nacionalismo, antieuropeísmo —al menos en su vertiente democrática— y anticapitalismo, una tríada conceptual cuya construcción "conectaba directamente con la doctrina del primer falangismo" (sic).
En este sentido,en ocasiones los textos parecían apoyarse en las clásicas formulaciones acuñadas por Giménez Caballero, aún presentes en el imaginario colectivo de la población. Así, 1978 era calificado como «Año magno en el que puede acontecer el 98 de nuestro siglo», en alusión al listado de los humillantes 98’s sufridos por España.
De la misma forma, la apelación a «volver a la cultura general» y olvidar las «cuestiones técnicas» a la hora de enjuiciar el borrador suponía un claro trasunto de la llamada a retornar a los textos básicos, retomada ahora porque «este no es un problema sofisticado de Derecho constitucional. Es un problema de ser o no ser».
- En todo caso, a través de un paralelismo entre el periodo de la Segunda República y los años de la transición, Fueyo se mostraba en último término confiado: «España está constituida en otro plano más profundo del ser, de tal modo que se reconstituye —antes o después— hasta cuando la arruina un Estado constitucionalmente mal conformado…».
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