Revista FUERZA NUEVA, nº 134, 2-Ago-1969
Diario de un ingenuo
(…) En el número de junio (1969) de “Cuadernos para el Diálogo” aparece otro editorial titulado “Morir en México” (así, con equis y todo, que debe de ser letra más progresista que la castiza jota) en el que se glosa el caso de los españoles que se exiliaron a Méjico al acabar la contienda. Asegura “Cuadernos” que dejaron un desolador vacío en el país… (cuyas) consecuencias son aún palpables, evidentes y las sufrirán todavía las generaciones venideras…”
(…) El “desolador vacío” de los exiliados, los hombres que en España apecharon con la tarea de levantar el país en ruinas que nos habían dejado los ocupantes de la zona roja, no lo vieron por ninguna parte. El único vacío desolador que se notaba era el de los miles de asesinados por los rojos, fueran o no intelectuales. Ellos no tuvieron ocasión de exiliarse. En cuanto a que las consecuencias “las sufrirán todavía las generaciones venideras, resulta ridículo afirmarlo cuando España, sin esos exiliados, ha pasado del atraso, la incultura y la miseria de los años de la República, a este presente de progreso, justicia y bienestar que dudamos que “Cuadernos” se atreva a negar. Las generaciones futuras serán felices de heredar este prometedor presente y dudamos que echen de menos el estancamiento de los años republicanos.
“Cuadernos para el Diálogo” insiste hablando de los exiliados: “Lo que hubiera supuesto para España la aportación a su vida intelectual de estos españoles en diáspora, es difícilmente calculable”.
En efecto, lo que “hubiera supuesto” no lo podemos calcular. Pero lo que supuso, sí que lo sabemos: la presencia de tan brillantes intelectuales en la zona roja coincidió con una época de crímenes, atropellos e indignidad como no ha conocida España otra en su historia. Aceptamos que, como dice “Cuadernos” sea triste la muerte por vejez en el exilio de estos hombres. Pero más triste fue la muerte en plena juventud de miles de españoles a manos de unas hordas rojas que los brillantes intelectuales del exilio ni contuvieron ni siquiera condenaron. La aportación que esas vidas jóvenes hubiera supuesto para la Patria, esa sí que es difícil de calcular. Pero a “Cuadernos” no parece inquietarle tanto como la suerte de otros hombres que, parafraseando la frase de un intelectual que no huyó al exilio, “jugaron, perdieron y deben aguantarse con las consecuencias”. Consecuencias, por otra parte, no tan negativas para ellos, pues después de todo, gracias a la generosidad del Estado español, el que hace ya años no está en España es porque no quiere. Y si sus intereses personales predominan sobre la atracción de la Patria, esa es un asunto que a ellos sólo compete, pero del que no sería honesto hacer un arma polémica contra el Régimen español.
Insiste “Cuadernos” respecto a los exiliados: “¿Cabe pensar en una vuelta, con todas sus consecuencias, de los hombres del exilio? ¿Habría cátedras para ellos o quizá editoriales para publicar sus libros o periódicos que acogieran sus razones?...
Por nosotros, mientras no se les facilitan “checas”, de lo demás, que dispongan de lo que quieran. En el terreno ideológico no creemos que sean peores los exiliados de fuera que los exiliados de dentro. Y estos disponen de cátedras, de editoriales y de periódicos. No hace falta señalar con el dedo.
Digamos, para terminar, que de los exiliados, por respeto a una situación dolorosa que tiene ya más de treinta años, no hubiéramos hablado espontáneamente en este tono polémico. Pero cuando alguien se empeña en convertir su situación en bandera, obliga a los demás a poner las cosas en su punto. (…)
Juan Nuevo
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