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Tema: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

  1. #41
    Avatar de Aquilífero
    Aquilífero está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Durante la III Guerra Carlista se pudo comprobar que, de no faltar los recursos materiales y monetarios en el bando de Carlos VII, las cosas hubieran tenido un giro muy distinto al que tuvieron.

    Por lo pronto, durante muchos meses, las tropas carlistas, armadas con más valor que armas, hubieron de padecer el intenso fuego de artillería que los republicanos infringían a sus formaciones. Ni un solo elemento artillero contaban en su filas, hasta la llegada de la batalla de Udave, donde tras la victoria pudieron agenciarse las primeras piezas de ese arma.

    El combate ocurrió asÍ:

    Designado por Carlos VII para el mando del Ejército Carlista del Norte al general Elío, éste reunió fuerzas navarras y guipuzcoanas, recorriendo diversas comarcas del noroeste de Pamplona hasta encontrar la columna republicana del general Catañón en los alrededores de Udave el día 26 de junio.

    En dicho combate también participaron los carlistas Dorregaray y Lizárraga, mientras que el brigadier Ollo, con otro batallón, entretenía a las tropas republicanas y las encaminaba al sitio más conveniente para el combate.

    Enrique Roldán González lo cuenta así en su libro: “la lucha fue dura, y la columna republicana derrotada y dispersada. Hubo muchas bajas por ambos lados y en las fuerzas carlistas especialmente en jefes, que pagaron con su vida el ejemplo que dieron a sus voluntarios. Murió en el combate el coronel Azpiazu y de resulta de sus heridas los también coroneles Sanjurjo y el conde de Caltavuturo, quien peleó a pie, con el sable en mano, al frente de dos compañías de Infantería Guipuzcoana, y fue herido al dirigir una carga a la bayoneta”.

    Hay que recordar que la mayoría de los integrantes de las filas carlistas no eran soldados profesionales, sino voluntarios y gente del común. Los republicanos si que tenían en su haber ejército curtido y con formación específica, aún así, muchos de los combates de esta tercera contienda, fueron ganados por los carlistas.

    El conde de Caltavuturo, no era otro que D. Álvarez de Toledo, hijo del marqués de La Romana, que había entrado en campaña en 1873 como coronel secretario del general Elío.

    El citado autor continúa diciendo en su libro: “El favorable resultado de las acciones de Eraul y Udave, en los albores de la Tercera Guerra, sirvieron para galvanizar el ánimo de los carlistas, demostrando ante el pueblo que se podía vencer, ampliamente, al Ejército republicano, aunque este contase contara con más medios y más hombres. La conquista de piezas de artillería, los primeros cañones con que contó el Ejército de Carlos VII, comó de entusiasmo a los voluntarios, que hasta entonces tenían que sufrir el fuego de artillería enemigo sin poder contrarrestarlo. Y como comenzaron a llegar jefes y oficiales de Artillería, presentados en la zona carlista después de solictar su licencia en el Ejército nacional, este cuerpo se potenció y casi se igualó con el liberal”.

    El desenlace desfavorable de la III Guerra Carlista, es el catalizador del desánimo de tantos buenos hombres, que para desgracia de España y de su causa, torcieron el ánimo y desembocaron en ideologías extrañas y en “nacionalismos provincianos”, cuyos efectos, aún a día de hoy, hemos de padecer los españoles.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  2. #42
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Cita Iniciado por mazadelizana Ver mensaje
    No hubo ni habrá mejor soldado que el español, por mucho que le pese a los guiris y a los gabachos, incluso a los kartofen
    Hablando de kartofens, esto es lo que decía Adolf Hitler, un islamófilo, anticlerical y pro-Franco arrepentido (con lo cual sería dificil esperar alabanza alguna de españoles) de los soldados de la División Azul:

    "Había leído en la historia que el soldado español era el mejor del mundo, y ahora, viéndolos en el frente ruso, lo he comprobado. La División Española lucha en primera línea sin interrupción, en uno de los sectores más difíciles y de decisiva importancia para los combates defensivos. De este modo la División Azul ha hecho el más alto honor a su patria en la gran lucha anticomunista. Cuando la División Azul regrese a España tendremos que expresar tanto a ella como a su bravo general el reconocimiento debido a una lealtad y una valentía llevadas hasta la muerte"

    Además, también sabía que esos españoles eran los únicos que habían pedido que se modificase su juramento, de forma que quedase claro que no entraban en la guerra para luchar por Hitler, sino únicamente para combatir al comunismo en Rusia. Quien sabe si algún pajarito les contó la de barbaridades que Adolfo Hitler habría escrito en su mensajería privada.
    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

    A la Reina de Catalunya

  3. #43
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    AVENTURAS DE RUY LÓPEZ DE DÁVALOS.

    Nació posiblemente en Baeza, por otro nombre llamada "Real Nido de Gavilanes", por la calidad de su vecindario, la mayor parte de él compuesto por los más bravos segundones de las mejores Casas de Castilla, Aragón, Navarra y Vascongadas.

    Fue capturado muy joven en Quesada por los moros. Y fue presentado al Rey Mahomed de Granada. Simpatizaron Ruy y el reyezuelo mahometano y éste no podía prescindir de su buena compañía. Por eso se lo llevaba a cazar con él. Se cuenta que, en cierta ocasión, andando ambos a volar perdices, una de ellas que huía de los azores se metió en la manga, ancha como se estilaba en aquellos entonces, de Ruy. Sin pensárselo dos veces, la extrajo de allí y le retorció el cuello. Un moro viejo que estaba allí le dijo: "Ah, Rodrigo, ¡matástela, mal hiciste, viva la habías de comer con pluma y todo! Tú llegarás a ser gran señor, mas al cabo lo perderás todo." El moro agorero se salió con la suya, pues Ruy López de Dávalos llegaría a las posiciones más altas del Reino, hasta que cayó en desgracia a los ojos del Rey; y entonces, todo fue ostracismo y amarga derrota.

    Pero antes de llegar a ser tan principal señor, fue este caballero de la frontera hombre de mucho valor. Veamos algunas de sus hazañas más sonadas.

    En tiempo del Rey Juan. Ruy estaba al servicio de la Casa del hijo del Rey, el que reinaría con el nombre y título de Enrique III. Cuando el Duque de Lancáster entró en Castilla, cercando Benavente, fue Ruy a defender Benavente, desafiando a uno de los capitanes ingleses del Duque en el puente de Benavente. En el duelo dio buena cuenta de su adversario y el Duque de Láncaster tuvo que someterse a las condiciones establecidas en caso de vencer el adalid castellano: levantar el cerco y entregar la bandera a Castilla. Ruy cortó la cabeza del caballero inglés que se batió con él y la echó al río, ganándole la bandera.

    Más tarde, se rebeló Murcia contra el Rey, por culpa de un ciudadano rico que imponía sobre sus convecinos su criterio y mandaba en Murcia como un tirañuelo. Ruy pidió permiso al Rey, para solucionar el conflicto con gente de armas, pero el Rey no se lo consintió, así que pensó secuestrar al tirano rebelde y traérselo al Rey, pero no había forma. Harto de darle vueltas a la cosa, optó por una salida: la salida de cualquier mente española... De cara, de frente.

    Pidió Ruy al tirano ricachón que le dejara entrar en Murcia, para tener tratos con él. La condición puesta fue que lo haría, pero con sólo doce hombres de los de su confianza, a los que tan sólo se les permitió llevar la espada envainada. Asintió Ruy y éste entró sobre su caballo en Murcia, camino de la Iglesia mayor en donde le aguardaba el plutócrata rebelde. Seis mil hombres de pelea contemplaban a aquellos doce audaces.

    Se apeó Ruy de su caballo, y fue hacia donde le esperaba el ricachón. Cuando lo tenía a mano, en presencia de todos los concurrentes que no eran pocos, Ruy le dio una puñalada y lo dejó muerto. Todo el pueblo quedó boquiabierto de la resolución de Ruy y su valentía. Y Murcia se rindió al Rey, admirada de aquel hombre que lo servía tan fielmente.

    Fue Ruy camarero del Rey, y con D. Enrique III fue del consejo del Rey y Condestable de Castilla. Sus armas heráldicas, concedidas por el Rey de Castilla, fueron un castillo de oro en campo azur de las Reales armas de Castilla, y las antiguas de su linaje -jaqueles de oro y rojo- quedaron en una orla.

    Fue este Condestable de Castilla un hombre forjado en la Frontera. Las conspiraciones políticas lo arrinconaron y pasó los últimos años de su vida en el más desafecto de los abandonos y desprecios. Es tronco del linaje de los Marqueses del Vasto y Pescara, que tantas proezas en Europa y, especialmente, en Italia, hicieron en tiempos del Emperador Carlos I de España y V de Alemania.


  4. #44
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo



    Don Pedro de Valdivia.

    "Valdivia iba siguiendo su jornada
    y el duro disponer del hado duro,
    no con la furia y priesa acostumbrada,
    presago y con temor del mal futuro;
    sospechoso de bárbara emboscada,
    por hacer el camino más seguro,
    echó algunos delante para prueba
    pero jamás volvieron con la nueva.

    Viendo los nuestros ya que al plazo puesto
    los tardos corredores no volvían,
    unos juzgan el daño manifiesto,
    otros impedimentos les ponían;
    hubo consejo y parecer sobre esto,
    al cabo en caminar se resolvían,
    ofreciéndose todos a una suerte,
    a un mismo caso y a una misma muerte.

    Aunque el temor allí tras esto vino
    en sus valientes brazos se atrevieron
    y a su próspera suerte y buen destino
    el dudoso suceso cometieron;
    no dos leguas andadas del camino,
    las amigas cabezas conocieron
    de los sangrientos cuerpos apartadas,
    y en empinados troncos levantadas.

    No el horrendo espectáculo presente
    causó en los firmes ánimos mudanza;
    antes con ira y cólera impaciente
    se encienden más, sedientos de venganza
    y de rabia incitados nuevamente
    maldicen y murmuran la tardanza;
    sólo Valdivia calla y teme el punto,
    pero rompió el silencio y pena junto

    diciendo: "¡Oh compañeros, do se encierra
    todo esfuerzo, valor y entendimiento!
    Ya veis la desvergüenza de la tierra
    que en nuestro daño da bandera al viento.
    Veis quebrada la fe, rota la guerra,
    los pactos van del todo en rompimiento,
    siento la áspera trompa en el oído
    y veo un fuego diabólico encendido.

    "Bien conocéis la fuerza del Estado,
    con tanto daño nuestro autorizada;
    mirad lo que la Fortuna os ha ayudado,
    guiando con su mano vuestra espada;
    el trabajo y la sangre que ha costado,
    que della está la tierra alimentada
    y pues tenemos tiempo y aparejo,
    será bueno tomar nuevo consejo.

    "Quién estos son tendréis en la memoria,
    pues hay tanta razón de conocellos,
    que si dellos no hubiésemos vitoria
    y en campo no pudiésemos vencellos,
    será tal su arrogancia y vanagloria
    que el mundo no podrá después con ellos
    dudoso estoy, no sé, no sé qué haga,
    que a nuestro honor y causa satisfaga."

    La poca edad y menos esperiencia
    de los mozos livianos que allí había
    descubrió con la usada inadvertencia
    a tal tiempo su necia valentía,
    diciendo: "¡Oh capitán!, danos licencia
    que solos diez, sin otra compañía,
    el bando asolaremos araucano
    y haremos el camino y paso llano.

    "Lo que jamás hicimos en estrecho
    no es bien por nuestro honor que lo hagamos,
    pues es cierto que cuanto habemos hecho,
    volviendo atrás un paso, lo manchamos;
    mostremos al peligro osado pecho,
    que en él está la gloria que buscamos."

    La Araucana, Alonso de Ercilla

    Estas octavas reales pertenecen a la epopeya del gran poeta vascongado Alonso de Ercilla. En ellos puede verse, en vísperas del desastre, la disposición de las tropas españolas, de los más jóvenes españoles que iban en ellas, cuando estaban siendo rodeados por los indios.

    La conquista de Chile tuvo si inicio allá por el año 1519, décadas después los españoles llevamos a cabo la estabilización de colonos en Chile, bajo la dirección de Don Pedro de Valdivia. En diciembre de 1553, el campamento de Valvidia fue rodeado por los indios mapuches. Entablado el combate contra una fuerza númericamente superior, Valdivia se dirigió a quienes aún le rodeaban y les dijo: -¿Caballeros qué hacemos?


    El capitán Altamirano respondió: "¡Qué quiere vuestra señoría que hagamos sino que peleemos y muramos!"


    Capturado por los indios, Pedro de Valdivia fue torturado durante días, le amputaron sus músculos en vida con conchas de almeja, y tras asarlos, se los comieron delante de los ojos de la víctima. Sacaron el corazón del valiente español para devorarlo, emborrachándose con chica. El cráneo del español fue conservado por los indios como un trofeo.

    Alianza de civilizaciones, como se ve.


  5. #45
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    La historia de las guerras carlistas tiene quizás como ciudad referente a Bilbao. Tozudamente los requetés de todas las épocas se estrellaron contra sus muros. Por ello, es quizás de obligada cita la gesta que realizó en la Guerra Civil el glorioso “Tercio de Navarra”, pues en justicia, fueron ellos los primeros requetés carlistas en entrar en Bilbao, localidad abandonada a su suerte por los “gudaris” rojos, que debían defenderla. El hecho lo narra así Emilio Herrera Alonso, en su obra titulada “Los mil días del Tercio de Navarra”, (AF, Editores, 2005)

    Pero no es el frío el que impide dormir esta noche a los requetés; es la proximidad de alcanzar la villa, anhelo de tres generaciones de carlistas. Cada uno se considera ejecutor de una manda de sus abuelos cuyas sombras parecen palparse, vivaqueando junto a sus nietos, en esta noche en que Bilbao está al alcance de la mano, y esta vez no se escapará”.

    Continúa el citado autor: “El primero en entrar en Bilbao es el sargento del tercio de Navarra, Jesús Martínez Echarte, natural de Mañeru y padre de cinco hijos, que considerando que Bilbao está ya rendido, acompañado de otro requeté y con conocimientos del capitán Negrillos –que le aconseja prudencia- entra en la villa y recorre algunas de sus calles entre la expectación de las gentes, escasas gentes, que curiosas, atemorizadas y recelosas, se asoman a algunas ventanas y puertas...”

    Seguro que entrarían cantando la famosa canción carlista:

    Por el río Nervión
    bajaba una gabarra.
    Por el río Nervión
    Bajaba una gabarra,
    Con trece requetés
    Del tercio de Navarra.
    Rumba, la rumba, la rumba,
    La rumba del cañón”.

    Letrilla, obviamente adaptada a la situación y al contingente que la cantaba. Igual pasaría con la letrilla de otra canción, que a pulmón pleno, cantaban los soldados del tercio en aqullas jornadas. Escuchemos al mencionado autor al respecto:

    Pero ni fueron los vascos los que se opusieron a la invasiones de romanos, godos y árabes, ya que fueron los cántabros, ni son ahora los fascistas quienes se apoderan de Bilbao; son los requetés, muchos de ellos vascos, que ahora cantan la canción que sus abuelos cantaban en 1874, que decía:

    De Bilbao se retiran

    Con mucho honor,
    Los que siempre vencieron
    Y ahora mejor.

    Y ahora dice:

    En Bilbao han entrado
    Los requetés,
    Los que siempre vencieron

    Y ahora también.

    Aguirre, Aguirre,
    se marcha a Santander,
    diciendo, gritando
    ¡Vienen los requetés!

    Aguirre, obviamente, es el “gudari rojo” encargado de la defensa de aquella plaza, cuyos apologistas y panfletistas, habían dicho que no se rendiría, llegándose incluso a pedir a la población civil, que abandonara en masa las casas y calles para no recibir a los “victoriosos requetés”.

    Valga este escrito como memoria y semblanza de los dos requetés que entraron en Bilbao, y con su gesto, lavaron la memoria de sus antepasados.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  6. #46
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Los españoles hubimos de vérnoslas muy pronto con los americanos. En Cuba, los españoles no sólo luchamos –desafortunadamente- en el mar, sino que en tierra también tuvimos lo nuestro con los norteamericanos. Sus tropas estaban ansiosas de demostrar al mundo la pericia y destreza que tenían en combate, y que no tenían nada que envidiar a otros ejércitos europeos. Los españoles, por aquél entonces, teníamos ya pocas posibilidades de ser considerados como una nación importante. Pero los soldados españoles demostrarán ante los atónitos ojos del mundo –incluyendo los americanos- que un soldado español es capaz de enfrentarse a cualquier ejército, en cualquier situación, y si esta es desventajosa, el valor crece y se multiplica por mil. Veamos lo que sucedió en el combate de El Caney.

    Para situar al lector, diremos que en el combate por la toma de esa localidad, el ejército americano, al mando de Shafter, disponía de artillería y de un total de 6.653 hombres. España, al mando del valeroso General Joaquín Vara de Rey y Rubio, sólo disponía de 520 hombres en total. La desproporción era brutal, y el ataque fue durísimo. Los americanos creían que ante el volumen de hombres y armamento, los españoles se retirarían sin oponer resistencia, más para su asombro, no solo les plantaron cara, sino que casi les hacen, ese puñado de hombres, estropear todos sus planes de conquista. En el combate murió el General Vara de Rey y dos de sus hijos, los americanos elogiarían esta acción bélica con este comentario: “El valor de los españoles es magnífico. Mientras las granadas estallaban sobre la aldea o explotaban contra el fuerte de piedra, mientras la granizada de plomo barría las trincheras buscando cada aspillera, cada grieta, cada esquina, los soldados de ese incomparable Vara de Rey, tranquila y deliberadamente, continuaron durante horas alzándose en sus trincheras y arrojando descarga tras descarga contra los atacantes americanos. Su número decrecía y decrecía, sus trincheras estaban llenas de muertos y heridos, pero, con una determinación y un valor más allá de todo elogio resistieron los ataques y, durante 8 horas, mantuvieron a raya, a más de 10 veces su número de tropas tan valientes como nunca recorrieron un campo de batalla”. Escribiría años más tarde, en 1907 el sargento norteamericano H. Herbert recogido en la obra “La campaña de Santiago de Cuba

    Otro testigo de esa “gloriosa” jornada, fue el capitán Wester, agregado militar a la Legación de Suecia y Noruega en Washington y testigo presencial de los hechos, el cual dijo: “El 1º de julio, al punto del día, la división Lawton comienza su movimiento de avance hacia El Caney; la confianza reina en el campo americano, donde el único temor consiste en que el enemigo escape sin combatir; pero en El Caney, como se verá, están muy lejos de pensar así. (...) Mientras el fuego de la infantería aumentaba progresivamente, la batería americana comienza a disparar. Como los españoles no cuentan en El Caney con un solo cañón, el fuego puede hacerse con la misma tranquilidad que en un campo de maniobras: las piezas pueden hacer daño sin peligro alguno de recibirlo.
    Delante de El Viso se descubría un oficial (español) paseándose tranquilamente a lo largo de las trincheras; fácil es comprender que el objeto de este peligroso viaje en medio de los proyectiles de que el aire está cruzado no es otro sino animar con el ejemplo a los bravos defensores: se le vio, de cuando en cuando, agitar con la mano su sombrero y se escuchaban aclamaciones; ¡Ah, sí!¡Viva España!¡Viva el pueblo que cuenta con tales hombres! (...) Los españoles ceden lentamente el terreno, demostrando con su tenacidad en defenderse lo que muchos militares de autoridad no han querido nunca admitir. Que una buena infantería puede sostenerse largo tiempo bajo el fuego rápido de las armas de repetición. ¡El último soldado americano que cayó fue herido a 22 pasos de las trincheras! “

    Continúa el relato con espeluznantes sucesos de cómo los “chacales cubanos” así llamados por el observador, se limitaban una vez conquistada la posición a rebanar el cuello de los soldados españoles heridos en el combate.

    Y prosigue: “El ruido del combate no cesó sino cuando el sol estaba a punto de ponerse. Durante cerca de diez horas 500 bravos soldados resistieron unidos y como encadenados sin ceder un palmo de terreno a otros 6.500 provistos de una batería, y les impidieron tomar parte en el principal combate contra las alturas del monte San Juan.
    ¡Después de esto, ni una palabra más se escucha en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!”

    Me hubiera gustado que en aquel combate, el General Vara de Rey hubiese contado con las mismas tropas y armas. Me hubiera gustado ver por donde se metían los americanos su superioridad racial y sus bravuconadas. 6.500 contra 500, ¡¡Y CASI NO PUEDEN!!.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  7. #47
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    UN CAUTIVO DEL MORO DE GRANADA A LA FUGA.

    Juan de Aranda de Jaén era hijo de Juan Fernández de Aranda y nieto de Juan Sánchez de Aranda, almogávares de la frontera del Reino de Jaén con el moro de Granada.

    Cayó cautivo de los moros y sufrió la esclavitud bajo el poder de un moro que pertenecía a la guarnición de Baza. Tenía su dueño la costumbre de salir al campo con adarga y lanza -al fuero de la frontera. Y cuando regresaba, el moro estaba acostumbrado a arrimar la lanza fuera, a la puerta de la calle, apeándose del caballo a la vera de una piedra que le servía de apoyatura al pie. Y era lo frecuente que Juan de Aranda -nuestro protagonista- saliera a tomarle las riendas del caballo a su amo y, una vez que el amo moro se metía en la casa, aquel zagal cristiano su esclavo se encargaba de llevar al animal a las caballerizas.

    Pero un día, cuando el amo se metió en la casa, Juan se calzó con presteza las espuelas que le había tomado al moro, se subió a la piedra que su amo tenía como apoyo, se encaramó aquel niño en el caballo, embrazó la adarga y puso la lanza en el encuentro, aunque apiolado con sus hierros que iban atravesados en la silla. Puso las piernas Juan como bien pudo e hincó el acicate y al galope corrió por las calles, buscando la puerta de la ciudad. Pero la encontró cerrada, pues con la grita de los moros, los centinelas alertados la habían cerrado. Juan no se rindió, sino que fue sobre el caballo por el adarve hasta que llegó a otra puerta, y por ella salió de aquella ciudad de sus miserias. No sin que le persiguieran muchos jinetes moros que le iban a la zaga. Unos cinco o seis moros le fueron pisándole los talones durante más de cinco leguas sin darle alcance. Juan pudo tomar asilo en un pueblo cristiano y los moros tuvieron que dar media vuelta a Baza sin la presa.

    Escapó Juan de Aranda el de Jaén en salud, libre del cautiverio y ahorrando a su familia el cuantioso rescate que con aquel moro se había convenido para recuperar su libertad. Su listeza y su resolución, aunque era un niño lo liberaron.

    Fue Juan más tarde regidor y caballero muy honrado. Y falleció viejo, sobre más de sesenta años -según nos narra Sancho de Aranda, un sobrino nieto suyo que, muy curioso él de conservar las tradiciones de su familia, escribió el ameno e interesante "El discurso genealógico del linaje de los Aranda que viven en la ciudad de Alcalá la Real..." (en el año de 1548), de donde lo he sacado yo.


  8. #48
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    15 mar, 09
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Animado por la entrada de Tautalo sobre los Aranda, me animo y coloco otra sobre esa "entrañable" época en la que las cosas estaban bien definidas: Los moros a un lado y nostros al otro.

    LA DEFENSA DE LA PEÑA DE MARTOS

    La historia española está también cuajada de momentos heroicos en donde la mujer ha sido protagonista. Sólo en estos últimos años y debido al feminismo radical, parece que hace falta que se diga una y otra vez, que la mujer española es igual de aguerrida y valiente que los hombres. Cosas de la política y de las cabezas mal montadas.

    Esto dice la Historia que ocurrió durante la defensa del castillo de la Peña de Martos en la Edad Media:

    Después de la batalla de las Navas de Tolosa, el rey Fernando III entregó la defensa de la fortaleza de Martos al conde D. Alvar Pérez de Castro, quien en el año 1238 fue a Castilla dejando la fortaleza a su esposa la Condesa Dª Irene y a su sobrino don Tello Alonso de Meneses, con cincuenta y cinco caballeros. Don Tello salió con los caballeros a hacer correrías por tierras de moros dejando sola a la condesa y a sus damas. Cuando tuvo conocimiento de este hecho el rey de Granada Alhamar, se encaminó hacia la Peña a fin de proceder a su conquista. La condesa, desde la altura vio avanzar a las tropas granadinas, enviando rápidamente un mensaje a don Tello, que volvió presuroso a Martos. Pero como don Tello no llegaba, la condesa, al verse ante tal aprieto, ideó vestirse ella y las demás mujeres con las ropas de los soldados a la vez que se cortaban el pelo, y asomadas a las almenas del castillo daban la sensación de que estaba defendido por caballeros de la guarnición. Cuando las tropas moras casi alcanzaban las murallas del castillo llegó don Tello acompañado por Diego de Vargas que con toda la soldadesca se metieron por entre los asaltantes haciéndoles volverse y correr hacia sus tierras de Granada huyendo de aquellos impetuosos guerreros, siendo el primero que accedió a la cumbre D. Diego Pérez Machuca. La arenga que narra la crónica que realizó D. Diego Pérez de Vargas a las tropas antes de la acometida es digna de reproducirse aún en castellano antiguo. Ahí la dejo pues es edificante y muestra de los que eran hombres de empeño y valor:

    “Caballeros, ¿qué es lo que cuidades? Fagamos de nos un tropel y metámonos por esos moros perros, a probar si podremos pasar por ellos. Ca si lo acometemos, bien fio en Dios que lo acabaremos, e non podrá ser, que al menos algunos non pasen a la otra parte, e tales somos cuantos aquí estamos, que cualesquier de nos que hobieren ventura de sobir a la Peña, la defenderían, fasta ser acorridos. E los que non pudiéremos passar e moriéremos, yo creo que los moros sentirán bien nuessa muerte, e ademása salvaremos nuestras almas, e faremos nuestro deudo, según que todo caballero fidalgo debe cumplir. E esto es facer derecho e perder el miedo do se conviene perder. E de mi vos diré, que yo antes querría morir aquí a manso destos moros, que non lleven la condesa captiva, e las dueñas fijasdalgo que con ella son, nin ver perder la Peña de Martos, de que seriemos deshonrados, e menospreciados por ello fincado vivos. E yo nunca me pararíe ante el Rey Don Fernando, nin ante Don Alvar Pérez con esta vergoña. E todos sois caballeros fijosdalgo, e debesevos en este punto acordar lo que debedes a tal caso como éste. E pues tan poca es la vida deste mundo, por miedo de la muerte no debemos dejar de perder tan noble cosa como la Peña de Martos, e que sea captivada la condesa e sus dueñas”.

    A lo que D. Tellocontestó complacido:

    “Diego Pérez, fablaste a mi voluntad como buen caballero que sodes, e los que quisieren hacer así como vos dijistes, farán su derecho así como fijosdalgo, e si non yo e vos fagamos nuesso poder, fasta que moramos”.

    Lo mismo ocurriría hoy en día. Seguro que si. Supongamos que llegan los moros y se meten a cercar Ceuta o Melilla y, españoles todos, no se preocupen, que ahí están las ministras para cortarse el pelo en caso de necesidad, Moratinos para la defensa y Zp para la arenga final.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  9. #49
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    Otra anécdota sobre heroínas españolas en combate. Es para mantener la cuota femenina que impone el Régimen Socialista, no nos vayan acusar de sexistas, jejeje.

    María Bellido.

    Los españoles contaron el día de la Batalla de Bailén con un aliado inesperado: el calor.
    Todos los cronistas de la Batalla de Bailén, tanto españoles como franceses o ingleses, vienen a coincidir en una cosa: en el terrible calor que durante aquella gloriosa jornada se dieron en las inmediaciones de los campos de batalla. A los efectos del estío propio del valle del Guadalquivir hay que incrementar el producido por las marchas y contra marchas a pleno sol por los soldados; el incendio sistemático de rastrojos y casas por efecto de la artillería, y el calor que desprenden las armas de fuego al quemar la pólvora negra de los mosquetes. En definitiva, un verdadero infierno. Es por ello que cada pozo, cada cantimplora con agua, o cada preciada gota del líquido elemento se convertiría ese día en un bien más preciado que la propia vida. Es justo en este entorno donde aparece la figura de María Bellido, “Heroína de Bailén”

    María Luisa Bellido, (cuyo verdadero nombre de pila era el de María Inés Juliana) había nacido en la vecina localidad de Porcuna (Jaén) el 28 de enero de 1755 en el seno de una numerosa familia de trece hermanos, aunque después de casada pasó a vivir en Bailén siendo su esposo un viudo llamado Domingo Cobo. En la ciudad bailenenese sería conocida por su apodo “La Culiancha”, suponemos que por sus voluminosas caderas.

    La jornada del 19 de julio de 1808, muchas mujeres de la ciudad de Bailén sirvieron de aguadoras a las sedientas tropas españolas comandadas por el general Teodoro Reding, una de ellas fue María Luisa Bellido. Entre el fragor del combate, las tropas de ambos bandos maniobraban tratando de ocupar posiciones ventajosas. Los franceses más curtidos en acciones bélicas y precedidos por innumerables victorias en los hechos de armas, no se arredraban ante las dificultades. Los españoles, con la fuerza que da la razón y el coraje de ver sus bienes destruidos por el invasor, mantenían posiciones. El fuego de fusilería era atroz, así como el de los cañones que todo lo inundaban de un espeso humo blanco. Muertos de miedo ante el fragor del combate, muchos de los soldados españoles, reclutados a última hora de las ciudades vecinas en levas desesperadas, permanecían inmóviles sin saber que hacer mientras soñaban con huir de aquel infierno. Pero no muy lejos de allí, en las fuentes cercanas y en los abrevaderos del lugar, mujeres españolas, tan valientes como el más veterano de los soldados y conscientes de que allí ellas eran las que más tenían que perder, con cántaros y jarras accedían entre las posiciones de los soldados para llevarles agua. Al ver a las mujeres adentrarse entre los soldados, sin tener miedo a las balas enemigas, los hombres cobraban valor y aguantaban firmes en la posición.

    Un grupo de mujeres acudió a dar agua al puesto de mando donde se encontraba el general Reding. Una de estas mujeres era María Luisa Bellido, la cual al levantar el cántaro para dar de beber al general, una bala perdida impactó de repente la vasija cayendo todo el agua al suelo. Ante el asombro de los allí presentes, lejos de ver huir o gritar a la mujer aterrorizada por tal hecho, vieron como ésta se agachó y buscó en el suelo una de las lajas del cántaro que aún conservaba algo de agua, para acto seguido, dárselo de beber al general Reding. El militar suizo, asombrado por la bravura de la mujer española y en particular por la actitud heroica de aquella mujer, mandó tomar su nombre para premiarla con posterioridad al combate.

    Básicamente esos son los hechos. María Luisa Bellido, “La Culiancha”, con sus 53 años de edad, pasó a convertirse oficialmente en heroína de una de las gestas bélicas más famosas de nuestra nación. Fallecería poco después en 1809, casualidades de la vida, el mismo año en que fallecería también en Tarragona el otro protagonista de la anécdota, el general Reding.

    El reconocimiento de María Bellido como Heroína vendría con posterioridad a su muerte, sobre todo de manos de la reina María Cristina -mire usted que cosas- en su visita a las tierras andaluzas al paso por la histórica ciudad camino de Jaén.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  10. #50
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    Pues que ahí va otra de mujeres patriotas:

    ASÍ RECIBÍAN NUESTRAS MUJERES A LOS INVASORES

    No se nos olviden las mujeres. María Fernández de Cámara y Pita defendió La Coruña el 4 de mayo de 1589 combatiendo con la bravura de una leona cuando vio a su esposo caído en la lucha contra los piratas ingleses que pugnaban por tomar la ciudad gallega.



    Los ingleses, liderados por Norris y el corsario Drake, habían cercado la ciudad con una escuadra. Unos 20.000 anglosajones querían plantar su primera colonia en España (luego, en el siglo XVIII con España de capa caída, lo lograrían hacer con Gibraltar).



    En lo más encarnizado del combate, el segundo marido de Pita cayó en el campo de batalla. Los enemigos abrieron una brecha en la muralla de la ciudad vieja, y María Pita encaramándose a lo alto de la muralla gritó: “¡Quién tenga honra que me siga!”.



    Allí aguardó al alférez inglés que guiaba el flujo de invasores, dándole muerte muy posiblemente con la espada de su esposo (otros dicen que con lanza) y cobrándose la bandera enemiga.


    “Quien tenga honra que me siga” –fue el grito de esa valiente gallega. 20.000 enemigos ingleses se pusieron en fuga por la resistencia que acaudilló esta española. No fue la única coruñesa que combatió el asalto inglés. Felipe II le concedió una pensión y otras prebendas para recompensar esta valentía femenina... Ya vemos que, con Felipe II, no hacía falta ministerio de igual-dá.



  11. #51
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    Una de las figuras legendarias de la historiografía militar y naval española es sin lugar a dudas D. Blas de Lezo Olavarrieta. Cuenta el periodista y escritor José Javier Esparza en su libro “La Gesta Española” lo siguiente: “Los ingleses atacaron..., y perdieron. Es increíble, pero perdieron. Blas de Lezo era mucho Blas de Lezo. Los ingleses se abochornaron tanto que el rey Jorge II dio orden de que nadie escribiera jamás una sola línea sobre aquella tremenda derrota. Hoy los españoles, en general, también ignoran aquella hazaña formidable. Por eso hay que repetirla”.


    Las hazañas del bravo marino son incontables, pero el autor de este comentario se refiere a la hazaña bélica consistente en la defensa de Nueva Granada.

    Antes de pasar a referir algunas pinceladas sobre este guipuzcoano de pro, habría que resaltar el comentario antes citado de Esparza. Los ingleses levantaron, tras la victoria de Trafalgar, un monumento en honor de esa batalla, la famosa plaza londinense que lleva dicho nombre, y se encargaron de propalar las excelencias de su marina y marinería. España, que hizo lo mismo, no una vez, sino mil veces frente a armadas inglesas, holandesas, francesas y escuadras argelinas, no se dedica más que a lamerse las heridas y a creerse los panfletos denigrantes que sobre ella escriben otros. Los libros de historia solo reflejan aspectos intrascendentes que los “nacionalismos provincianos” tratan de inculcar en los nuevos párvulos así “adoctrinados”, olvidando la gran labor que España, en todo su conjunto, ha hecho a lo largo de los siglos.

    Blas de Lezo Nació en Pasajes, en el año de 1687 y murió en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741. Se educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701, para embarcar en la escuadra francesa, como guardiamarina. Luis XIV había ordenado que hubiese el mayor intercambio posible, de oficiales, entre los ejércitos y las escuadras de España y Francia, así como que también fueran comunes las recompensas.

    A la temprana edad de 17 años, embarca de guardiamarina, en la escuadra del conde de Toulouse, gran almirante de Francia, con ocasión en que cruzaba frente a Vélez-Málaga y reñía un combate contra otra anglo-holandesa. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada, única fuerza disponible.

    Distinguióse en la acción Lezo, por su intrepidez y serenidad; allí perdió la pierna izquierda cuando fue alcanzado por una bala de cañón, pero siguió con gran estoicismo en su puesto de combate, mereciendo el elogio del gran almirante francés. Por su comportamiento, fue ascendido a alférez de navío.

    No sería esa la única parte de su cuerpo que con el paso de los años perdería. Ascendido a teniente de navío fue destinado a Tolón y allí combatió en el ataque que a dicha plaza y puerto dio el duque de Saboya, en 1707. Lezo se batió con su acostumbrado denuedo en la defensa del castillo de Santa Catalina perdiendo en esta ocasión el ojo izquierdo.

    A los 23 años de edad, fue ascendido a capitán de fragata, con la que llegó a hacer once presas, la menor de 20 cañones, y una de ellas la del navío Stanhope, recibiendo nuevas heridas en éste combate.

    Ascendió a capitán de navío en 1712, y al año siguiente tomó parte en las operaciones del segundo ataque a Barcelona, cercada por tierra por el duque de Berwick, teniendo varios encuentros con el enemigo, en uno de los cuales recibió otra herida que le dejó inútil del brazo derecho. Es así como va cuajándose las hechuras de este bravo marino español, que pese a ir perdiendo partes de si mismo en cada combate, no dejaría por ello de crecer en fama y valor. El respeto y admiración de todos los hombres que comandaba era inmenso, y bajo sus órdenes todos quería estar, pues sabían de lo que era capaz de hacer, ese “medio hombre”, con hechuras de héroe inmortal.

    D. Blas de Lezo será el encargado de vigilar los mares del Sur y evitar la piratería en aquella zona, que tanto daño causaba a los intereses de la corona española. A esa labor se dedica durante varios años con singular fortuna, tanto que llega a apresar a varios buques que luego serán pasados a la Armada española. Permaneció en los mares del Sur hasta el año 1730, en que fue llamado a España por orden del Rey.

    La conquista de Orán, la persecución y destrucción del buque capitana de la flota argelina en el mismo puerto defendido por éstos, etc. Nada es imposible ni suficientemente arriesgado para este hombre. Esta acción alarmó de tal modo a los argelinos que les hizo pedir socorro a Constantinopla.

    En 1737 lo vemos al frente de una pequeña flota defendiendo el mar de las Antillas. En noviembre de 1739, ya declarada la guerra con el Reino Unido, tuvo noticias que en Jamaica se estaba alistando una importante expedición con fuerzas de desembarco que llegaban de Europa. La empresa en que pusieron mayor empeño los británicos fue en la de Cartagena de Indias; pero no sabían lo que les esperaba. Blas de Lezo reforzó las defensas de tierra y preparó todo para el “recibimiento” de sus invitados. Varias veces intentaron penetrar, y todas ellas fueron rechazadas.

    Los ingleses mandarían para doblegar la resistencia la mayor flota de desembarco jamás reunida para una operación semejante.: ciento ochenta barcos,3.000 cañones, y casi 24.000 hombres. “Hasta el desembarco de Normandía no iba a reunirse nunca una flota igual” –comentará J. J. Esparza en su obra ya citada. Los españoles solo podían ofrecer en contra de esa inmensa fuerza, seis fragatas y 2.830 hombres, y a nuestro protagonista, Blas de Lezo, que se demostró suficiente para contrarrestar la diferencia.

    El resto es historia. Vencimos a la Pérfida Albión, y el disgusto obligó a su rey a dictar, como queda dicho al principio, un edicto para impedir que desde su reino se escribiera cualquier anotación que recordase a los ingleses tamaña derrota.

    Hagamos todos que se recuerde en España. Solicitemos de nuestros ayuntamientos que al menos, en el callejero de todas las calles de los pueblos y ciudades de España, se rotule una vía con el nombre de D. Blas de Lezo, en justa recompensa a sus méritos y para vergüenza de los ingleses que tratan de ocultar sus miserias y sus derrotas a manos de los marinos españoles.

    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  12. #52
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    Con permiso de Don Rufino, y como homenaje a Zumalacárregui:

    CUMPLEAÑOS DE ZUMALACÁRREGUI


    ALGUNAS ANÉCDOTAS DEL CARÁCTER DEL GRANDE ZUMALACÁRREGUI

    Desde Jaén, cuna de uno de los mejores amigos que tuvo Zumalacárregui, el SANTO REINO TRADICIONALISTA se suma a la celebración del cumpleaños de nuestro General.

    Tomás de Zumalacárregui, nacido el 29 de Diciembre de 1788, combatió a los invasores que seguían a Napoleón:

    Combatió en el Sitio de Zaragoza, cuando todavía era estudiante, fue apresado por los napoléonicos y se evadió. Se unió al jefe de la guerrilla Jáuregui el Pastor. Al finalizar nuestra Guerra de Liberación Nacional de 1808 D. Tomás de Zumalacárregui era Capitán, y se reenganchó en el Ejército del Rey.

    Era incapaz de adular, no sabía hacerlo -pues su naturaleza vasca, toda noble como el hierro de Vizcaya, le impedía ni una zalema. Era firme y grave con sus superiores y afable con los modestos y humildes. La mejor forma de no prosperar nunca en cualquier carrera mundana, la mejor forma para ser un Caudillo y un auténtico Hijo de Cristo. En 1814 era capitán. En 1822 seguía siendo capitán. Pero, aunque no ascendía en la escala militar, era un militar estudioso y vocacional.

    La propaganda liberal, mentirosa y embustera, lo presentó como un guerrillero montaraz, inculto e ignorante. Pero, Zumalacárregui era todo lo contrario. Estudiaba sin descanso a los tratadistas de guerra.

    Odiaba el engaño y la mentira, era sincero hasta la brusquedad. Modesto y sencillo, noble y leal, es el ejemplo más grande de su raza vasca. Con 900 infantes y 14 caballos, sin artillería, ni uniformes y apenas sin reales con qué pagar a sus tropas, tomó el mando del Ejército de Rey Carlos. Para salir de aquella situación tan precaria, hizo lo que muy pocos hombres serían capaces de hacer: rebajar la soldada a sus soldados. Por su fama de honrado, comunicó esta medida, explicando con total sinceridad lo que ocurría en las filas de la Legitimidad. Reunidos los 900 soldados, les dijo directamente que no podía pagarles 2 reales diarios, y tendría que pagarles 1. Y, dicho esto, tomó un fusil y se puso a explicarles su funcionamiento.

    Ni una sola queja. Nadie de los allí presentes sugirió siquiera la idea de irse de allí, donde no podían pagar más. Desde ese día, los 900 hombres de Zumalacárregui sabían que aquel hombre no los engañaría jamás en la vida. Cuando supieron que la austeridad afectaba a todos -también a los oficiales y a los generales, incluido el mismo Zumalacárregui- aquellos hombres supieron que Zumalacárregui era su Jefe, el guerrero capaz de conducirlos a la Victoria.

    En Dicastillo, cierto día, mientras caía la llovizna, llegó un Batallón y los soldados tuvieron que aguardar a ser alojados bajo el chirimiri. Arreció la lluvia. Con alboroto, los soldados se refugiaron en los soportales. Asomó Zumalacárregui al balcón de la casa en la que estaba instalado. Enfurecido, llamó al coronel. El coronel le comunicó que, al igual que sus soldados, él corría la misma suerte: se estaba mojando, pues el aposentador estaba cenando y no les había asignado los paraderos.

    -¿Conque está cenando mientras los soldados semojan en la calle? -exclamó Zuma- Traedme inmediatamente a ese granuja.

    Mandó llevar al aposentador a la plaza, donde había una fuente con un estanque a un lado. Lo hizo ponerse de rodillas, lo degradó y ordenó que le echaran encima dos cubos de agua delante de toda la tropa. Los soldados supieron que aquel Jefe era duro y justo como un Padre.

    Combatió a los traidores liberales, enemigos de nuestras Libertad auténtica, en todo tiempo y lugar, venciéndolos y humillándolos como San Miguel Arcángel a Satanás. Y en el Sitio de Bilbao, de infeliz nombre, una aciaga bala lo hirió mortalmente mientras dirigía las operaciones.

    Pero hoy es 29 de Diciembre de 2009. Muchos años después del día en que su madre lo trajo al mundo, para remedio de nuestros males mientras vivió. Y no lo queremos olvidar. Pues generaciones de carlistas lo han llorado, y nunca lo lloraremos bastante.

    Zumalacárregui es de la raza de Viriato, de la raza de todos aquellos ibéricos que surgen en los peores momentos para la Patria, para ser Guías de los Leales.

    TOMÁS DE ZUMALACÁRREGUI IMAZ


    MUERTO EN ACTO DE SERVICIO POR

    D. P. F. R.

    (Por Dios, la Patria, los Fueros y el Rey)



    Erregueren gortetan
    hiri eta kampanetan
    noruk ez du aditzen
    Zumalaz mintztzen?

    En castellano:

    En la corte de los Reyes,
    en las villas y los campos,
    ¿Hay alguno que no oiga
    hablar de Zuma?

    Hemos cantado algunos de sus hechos. Bendita sea su memoria. Dios se sirva darnos un General como él.


    Publicado por Rufino Peinado



    SANTO REINO TRADICIONALISTA
    Última edición por tautalo; 29/12/2009 a las 19:57


  13. #53
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    Tautalo, hace años que estamos esperando un hombre de ese temple. Dios escuhe nuestras oraciones y suscite un jefe que ponga, como él, su espada al servicio de Dios, Patria, Fueros y Rey. Amén.

  14. #54
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    Aunque ya había hablado de ellos, creo que no hay nigún hilo mejor que este para dejar contancia de lo que era el soldado carlista durante la tercera guerra.

    Durante la III Guerra Carlista, los hombres que integraban las fuerzas de Carlos VII tuvieron vivas ocasiones de demostrar al mundo su valía y bravura. Hay que recordar que las fuerzas que lo integraban eran en su mayoría hombres del campo. Sencillas gentes de pueblo que luchaban por su legítimo rey, por los fueros y por la religión. Los republicanos, al contrario, luchaban por consolidarse en el poder, cometiendo mil y un abusos.

    El corresponsal del diario británico The Evening Standard Mac-Graham, “experto en temas miliares, ya que había sido oficial de caballería en la Guardia Real Inglesa” visita nuestro país para servir de testigo y retrasmitir crónicas puntuales y verídicas sobre el acontecer bélico que se vislumbraba en España. Mac-Graham, visitó varios escenarios en primera persona, y tuvo la oportunidad de departir con combatientes y soldados de ambos bandos
    Esto que reproducimos es la impresión que le causó los soldados carlistas que combatieron en aquellas jornadas:

    El ejército carlista es bueno, con inmejorables soldados, pero que deben alcanzar mayor grado de instrucción, trabajar duro y curtirse con las armas. Para ello, bajo las órdenes y cuidado de sus oficiales, estos voluntarios podrán adquirir un aspecto y disciplina de perfectos soldados en el corto plazo de tres meses, máxime cuando empiezan a llegar oficiales jóvenes, procedentes del Ejército republicano, que desean servir bajo la bandera de D. Carlos. Los soldados carlitas son hombres duros, resistentes, decididos, de constitución física más robusta que los soldados de infantería inglesa, y también superior a la de nuestros Highlanders, y son el tipo de hombres que van a donde se les mande, sin rechistar ni presentar objeciones

    “Con la bayoneta son iguales o mejores soldados que cualquier ejército del mundo. Yo, que los he visto en acción, y recojo la opinión de otros periodistas, reconozco que son impetuosos y testarudos. Tienen fama de echar mano rápida al acero, cuando, durante la batalla, hay oportunidad de lucha cuerpo a cuerpo, arrollando al enemigo, saltando sus trincheras, con todo ímpetu, llegando a convertirse en veteranos en poco tiempo de campaña”.

    Libro que por supuesto recomiendo encarecidamente a todos aquellos que posean un espíritu tradicionalista, y que deseen que éste título entre a formar parte de su biblioteca “carlista” imprescindible.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  15. #55
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    COSME DAMIÁN CHURRUCA

    Los ingleses vencieron en Trafalgar, vaya si vencieron, y para celebrarlo edificaron en Londres una plaza que llevara dicho nombre, para gloria de sus héroes, y para vergüenza de nuestros marinos, que fueron los que se llevaron la peor parte en este asunto.

    Podríamos resumirlo de la siguiente manera. El Sr. Villeneuve, gabacho él, cae en desgracia ante los ojos de su “amado” emperador, Napoleón. Para congraciarse decide destruir a la armada británica que se encontraba por los alrededores del Estrecho. Pide para ellos el mando de la flota combinada franco / española, y ante los consejos contrarios de la marinería española (Gravina, Churruca, etc) de no salir al encuentro en aquella ocasión, pues todo era desfavorable para las armas en combate, el muy inepto se lanza a la persecución y encuentro de los barcos ingleses.

    El resultado es desastroso para los españoles. No porque con ello se perdiese la hegemonía de los mares, pues aunque el revés fue importante, España contaba todavía con gran capacidad de maniobra y buques suficientes, sino porque en aquel combate murió lo mejor de la oficialidad y de la marinería de la época. España no podría ya recuperar esas pérdidas jamás. De todas formas, frente a la desgracia y la adversidad, se pudieron observar ejemplos de valentía y bizarría sin igual. El ejemplo de Churruca es incuestionable.

    Su navío, el San Juan Nepomuceno fue atacado por cinco navíos enemigos, uno de ellos de tres puentes, los cuales cayeron sobre el San Juan, que rompió el fuego cerca de las doce y media, recibiendo sucesivamente la colosal lluvia de fuego y acero de todos ellos, por la mura de babor. Dos de estos pasaron adelante, los otros tres quedaron batiéndole, a saber, dos de ellos por babor y el Dreadnougth de tres puentes, por la mura de estribor. El fuego de estos navíos duró hasta las dos, según lo permitía la flojedad del viento; pero a dicha hora estaba ya el Dreadnougth al costado del san Juan a medio tiro de pistola, los otros dos le batían por la aleta y popa a menos de tiro de pistola. Para esa hora se habían unido ya los otros dos navíos que con anterioridad habían rebasado al San Juan.

    Ante el fuego reiterado de los barcos ingleses, la cubierta del Nepomuceno parecía un infierno. Astillas de madera volaban por doquier, los palos y la gobernabilidad del barco inutilizados. Y el humo y el fuego haciendo presa de cada uno de los rincones de aquél glorioso navío. Los ingleses no daban crédito a lo que estaban viendo. En situación similar, lo normal es que un capitán se hubiese rendido ante la superioridad numérica y a la sobrada potencia de fuego, más el San Juan, al mando de Churruca, disparaba e incluso parecía en ocasiones que estaba a punto de vencer la situación.

    Mas de cien muertos de su tripulación sembraba la cubierta del barco. A ellos había que sumarles los heridos, que aún en las penosas condiciones en las que se encontraban no cejaban de disparar y de cubrir las bajas que se iban multiplicando a su alrededor Y en aquella jornada, una bala de cañón disparada con mano demoníaca, segó la pierna del bravo Churruca, más no terminó ahí el combate. Atendido por sus suboficiales y algunos marinos, aún siguió dando órdenes, mientras repetía a sus subordinados, que el San Juan no se rindiera hasta que el dejara este mundo.

    No se sabe el tiempo exacto que duró aquella proeza, más es signo de hombría y devoción por el deber más allá de lo humano.

    Muerto el valeroso Churruca, el barco se rindió. Fue apresado por los ingleses, quienes rindieron honores al cadáver del bravo capitán que tanta guerra les había dado. El buque apresado fue conducido a Gibraltar, (roca de la vergüenza para los españoles) y aún lo consiguieron reparar, pues bajo el nombre abreviado de San Juan (sin el Nepomuceno) serviría a las órdenes de la bandera británica algunos años más.

    Quizás el que mejor cuenta esta historia no es un historiador, que los hay y muy buenos, sino el escritor decimonónico Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales. Recomiendo al que no haya leído este pasaje que lo lea, pues es edificante el ver el ejemplo de estos héroes tan denostados por las políticas pacatas y miopes de los gobernantes bajo cuya bota estamos ahora sometidos.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  16. #56
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    Churruca los tenía tan grandes que los llevaba con carretilla.

    Perdonad la expresión pero es lo primero que me ha salido tras leer lo que has puesto sobre Churruca. Sabia que era valiente y que luchó en Trafalgar como un leon español.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  17. #57
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    Pues si Churruca era grande y "los llevaba en carretilla", mira a los últimos de Baler. Esos si que los tenían en su sitio.

    Es una lástima que ya no quede en España gente que sea capaz de recordar a estos héroes y sus hazañas. El intentar llevarlos al olvido es el mayor deshonor y agravio que se le puede hacer a una nación y a sus gentes.

    ¿A quien quieren qué recordemos estos petimetres como héroes nacionales, a Almanzor? ¿A Tarik? ¿Tal vez a D. Julián? o ¿A Bellido Dolfos? Raza de traidores.

    LOS ÚLTIMOS DE BALER

    El ministro de la Guerra llamó locos de remate a los defensores de Baler cuando el teniente Martín Cerezo rechazó a los emisarios españoles, (...) porque Martín Cerezo no cree en ellos ni en que la guerra haya terminado”.

    Los últimos de Baler”, o “Los Últimos de Filipinas” es otro de tantos ejemplos dados por los saldados españoles a lo largo de la Historia. En este suceso concreto se mezclan la locura y la determinación, el miedo y el desconocimiento, pero ante todo, la sensación para el que lo lee, de “España no se rinde mientras haya un español que la defienda”. Hoy no sé si esas afirmaciones serían muy ciertas si llegara el caso y hubiera que llevarlas a la práctica, y no porque dude de la hombría de nuestros soldados, sino porque creo que el sujeto español está muy desnaturalizado y desarraigado de su verdadero ser.

    Al principio no se consideró a estos defensores como “héroes” más bien los tildaron de locos, fanáticos, medrosos a las represalias que pudiesen acontecerles..., más bien pronto pasaron de “locos de remate” a ser héroes, tan necesarios para elevar la moral del país, que había quedado destrozado por los efectos del 98.

    Según cuenta Leguineche en un artículo publicado en “El noticiero de Manila” el 3 de junio de 1899, el editorialista escribe: “Lo único que hay en Baler es una leyenda, y como tal, rodeada de misterios. No nos parece vulgar y corriente una defensa tan heroica. Entre tanto, los defensores de la cabecera del Príncipe están demostrando al mundo entero que todo eso de “la leyenda ha concluido”, “pasaron ya aquellos tiempos”, “la raza ha degenerado” es música, pura música. Qué pregunten a los sitiadores de Baler si ha degenerado la raza”.

    Cerezo no cree que España haya perdido la guerra, y allí, sitiado en aquella iglesia junto a sus hombres, rumia el desastre y no puede creerse que España haya perdido un imperio de más de 300 años en tan poco tiempo. El capitán Antonio Santos quedó al frente de la trinchera enemiga que tenía cercado a los españoles. En un determinado momento ocurrió esto que transcribo a modo de profecía visionaria.

    Se les había permitido a los españoles salir a recoger unas naranjas que había en el huerto. Esa táctica era permitida por el mando sitiador pretendiendo de esta manera ablandar a los defensores. Es entonces cuando se produce esta conversación:

    “-Ríndanse –insistía Santos-. Todos los destacamentos de Luzón lo han hecho.
    -Me admira lo que nos dice. Nosotros somos cincuenta y hasta la fecha no han conseguido nada. ¿Cómo entonces han podido entregarse tantos y tan poderosos destacamentos?. No lo creo, no las líen tan gordas.
    -Los americanos son nuestros amigos, -añadió ahora el capitán sublevado-, Nos darán la independencia y sólo nos piden una indemnización por los gastos que han tenido al venir en nuestra ayuda.
    Minaya escuchó entonces el pronóstico del capitán Las Morenas:
    -Seréis desgraciados si contáis con la ayuda de los norteamericanos. Esos amigos os harán esclavos. Os ayudarán ahora, pero no tardará en pesaros esa ayuda. Lloraréis pero ya no habrá remedio.
    -Señor Las Morenas –preguntó el capitán-, ¿en qué quedamos, se entregan ustedes , o no?
    -Que ¿en qué quedamos? Muy sencillo. Ustedes se retiran a sus trincheras y nosotros nos quedamos en nuestra iglesia. Conque ¡adiós! Y pasadlo bien”.

    El resultado de aquella epopeya fue gratificante, al menos, para los que salieron con vida de aquella defensa. El presidente Aguinaldo decretó un Artículo Único en homenaje a los Cazadores españoles “Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas, no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en su consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlac a 30 de Junio de 1899. El presidente de la República, Emilio Aguinaldo. El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores”.

    Que hubiera sido de España si no hubiese tenido por desgracia la de tener tan malos regidores y políticos. Su gente, los españoles de a pie, nunca dudan ni flaquean ante la adversidad; sus ministros y sus políticos, son de lo peor que hemos tenido, salvando honrosas excepciones. Dios nos libre de ellos por los siglos de los siglos.
    Conócete, acéptate, supérate.
    (San Agustín)

  18. #58
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    No comparto muchos de los juicios de valor de este texto que presento, pero me parece interesante, no obstante. Si hay alguien que lo pudiera mejorar o enmendar, pues mejor.

    El Alcázar de Toledo

    En enero de 1943, cuando a través de cablegramas y del testimonio de algún alto mando del VI Ejército alemán evacuado en avión de la Bolsa de Stalingrado, Hitler supo de las ideas de sus generales favorables a la rendición, se negó. Dentro de su negativa, exigió de sus militares que Stalingrado fuese, literalmente, el Alcázar el ejército alemán. Esta anécdota demuestra hasta qué punto el máximo mandatario nazi admiraba la gesta del cuartel toledano y conservaba su historia en la cabeza, como demostración del valor que había, según él, de tener todo militar: resistir hasta el último suspiro.

    El Alcázar de Toledo, en efecto, fue, sin duda alguna, el mayor de los mitos del bando golpista en la guerra civil. Sería estúpido decir que perdiendo la batalla de El Alcázar, la República perdió la guerra, pues cuando Franco liberó al coronel Moscardó (hay que ser precisos: Franco le nombró general, pero mientras defendía el Alcázar, Moscardó era coronel) aún quedaba mucha guerra. Pero también es cierto que la suerte de este asedio fue jodida para la moral republicana y, sobre todo, enormemente alimenticia para la moral franquista.

    Hasta más allá de la vida del propio Franco, uno de los principales periódicos franquistas se llamó así: El Alcázar.

    El coronel Moscardó tenía, en 1936, 58 años de edad. Si alguien tuvo la oportunidad clara de librarse de la guerra, fue él. El 18 de julio estaba en Madrid, concentrado, como se dice hoy, con el equipo de deportistas españoles que estaba a punto de volar a las Olimpiadas de Berlín, ésas en las que el puto negro Jesse Owens le amargó a Hitler la pública celebración de la superioridad de la raza aria. Moscardó era director de la Escuela de Gimnasia de Toledo y en calidad de tal formaba parte de la expedición olímpica. Con haberse quedado ahí, sin hacer nada, probablemente le habría bastado. Pero es que Moscardó estaba mosqueado, y no es juego de palabras. Era uno de esos militares que no tenía nada que agradecerle a la República y a su a ratos acertada, a ratos vacilante, política militar.

    El 5 de abril de 1929, o sea un año antes de la llegada de la República, Moscardó había ascendido a coronel. O sea, ya tenía tratamiento de usía (así me lo enseñaron en la mili: de usted hasta teniente coronel, usía los coroneles y los generales y tenientes generales, vuecencia) y estaba en el vestíbulo de ser general, que es lo que quiere ser todo militar de carrera, claro. No obstante la República, algunos meses después, en su lucha contra la inflación de mandos del ejército, anuló aquella real orden, con lo que Moscardó fue, junto con muchos otros, degradado de facto. Aunque fue repuesto después al empleo de coronel, ya no lo perdonaría.

    Por lo demás, Moscardó no mandaba sobre rifles o morteros, sino sobre muchachos que se dedicaban a saltar sobre plintos o a tratar de parecer ucranianos colgados de las anillas; nadie, por lo tanto, se había acordado de él: ni Mola lo contactó para ganarlo para el alzamiento ni a la República le importó un carajo de qué lado pudiese estar. Quizá por eso, porque Moscardó era un militar experimentado y lo sabía (había guerreado en Marruecos y antes incluso, con apenas 21 años, en Filipinas), tomó el camino de Toledo y, una vez allí, asumió la comandancia militar de la plaza; él estaba destinado en la ciudad y el mando le correspondía por antigüedad. Inicialmente se hizo pasar por leal con el orden establecido, pero pronto se le vieron maneras. Cuando Madrid le ordenó que trasladase a la capital un millón de cartuchos que estaban en el polvorín toledano, puso mil pegas y se los quedó.

    Aunque Madrid era una ciudad netamente frentepopulista, el Toledo de 1936 era francamente golpista. Tenía una honda tradición monárquica y, sobre todo, religiosa, consecuencia de que en Toledo residiese la sede primada de España. Como en muchas partes de España, la ausencia de grandes concentraciones de trabajadores fabriles hacía que el fiel de la balanza, una vez producido el golpe, fuese la guardia civil, que tenía en la ciudad unos 600 hombres, al mando del teniente Romero Balart. El mismo día 18 apenas hay incidentes, tan sólo un ataque a un cuartelillo de la guardia civil obrado por un grupo de obreros que se ha concentrado primero en Zocodover, y se ha calentado tras escuchar en Unión Radio las soflamas de la diputada comunista Dolores Ibárruri, Pasionaria. En la noche del 18 al 19 diversos militares y, sobre todo, cadetes de la Escuela Militar de Toledo suben, la mayoría de Madrid, a la ciudad.

    En ese momento, Moscardó hace planes. Han quedado, tras el golpe, del lado de la República todos los territorios cercanos: Madrid, Guadalajara, Cuenca o Ciudad Real. Esto supone que, según sus cálculos, las tropas alzadas tardarán por lo menos quince días en contactar con Toledo. Sin embargo, al oír en la radio las noticias sobre el difícil avance franquista en Badajoz, se da cuenta de que tal vez la lucha llevará más tiempo. La clave estaba, pues, en conseguir alimento; y en no dejar salir el millón de cartuchos.

    En Madrid, las milicias populares tenían armas, pero poco que disparar con ellas. Durante dos días, Moscardó recibió innumerables llamadas exigiendo la salida de los cartuchos. Primero dijo que necesitaba una orden firmada y sellada; cuando ésta llegó, adujo que no tenía camiones, y de Madrid le enviaron cuarenta. Con estas tonterías, el coronel de gimnastas ha conseguido que den las siete de la mañana del día 21 de julio, momento en el que, sin poder disimular más, Moscardó declara el estado de guerra en el patio del Alcázar, declaración que las tropas repiten por las calles de Toledo; en ese momento, hay una columna de milicianos avanzando ya desde Madrid hasta Toledo.

    El mismo día 21 y el 22 se producen los primeros bombardeos republicanos sobre el Alcázar. El 22 llega la columna de milicianos. Las puertas del establecimiento siguen abiertas hasta la noche de aquel día, en que Moscardó las cierra; no las volverá a abrir hasta que llegue Franco.

    Dentro del Alcázar quedaron: 100 jefes y oficiales, 800 guardias civiles, 150 miembros de la tropa de la Academia militar; 40 de tropa de la Escuela de Gimnasia; 200 miembros de Falange y de Acción Popular (el partido de Gil-Robles); 550 mujeres y 50 niños. Para defenderse, contaban con 1.200 fusiles, dos piezas de artillería de 7 milímetros, 13 ametralladoras, 13 fusiles ametralladoras y un mortero. Además de los 800.000 cartuchos que lograron traer de la Fábrica de Armas tenían 50 granadas rompedoras, 50 granadas de mortero, cuatro cajas de granadas de mano, unos 100 petardos de trilita y un detonador.

    Los víveres escasearon desde un principio. Dado que el golpe de Estado había sido en periodo vacacional, el economato del Alcázar no tenía casi de nada. Agua, sin embargo, tenían de sobra, porque el fuerte tenía varios pozos aljibes. Con objeto de economizar, no se fabricaba pan y, de hecho, los inquilinos tomaban el trigo agorgojado que se guardaba para el ganado. Sin embargo, hubo un golpe de suerte porque, cerca del establecimiento, se descubrió un depósito de 2.000 sacos de trigo, propiedad de un banco (siempre me he preguntado para qué narices quería un banco acopiar 2.000 sacos de trigo, pero supongo que es otra historia). La carne estaba estrictamente racionada, ya que cada día que se comía carne los inquilinos se apiolaban un equino entero. Cuando finalizó el asedio, sólo quedaban vivos cinco mulos y el mejor caballo de competición que había en el Alcázar, que había sido respetado hasta el final.

    La resistencia del Alcázar es, de hecho, un mito; ya hemos visto cómo concitaba incluso la admiración de Hitler, a quien le costaba admirar a los militares de carrera y, en general, las gestas de otros. Sin embargo, como siempre en los mitos, hay, como mínimo, una parte de truco. Ciertamente, el Alcázar resistió. Pero también es cierto que las tropas republicanas, al mano del general Riquelme, no organizaron un ataque al fuerte desde el primer día, como el mito nos quiere hacer creer. La República trató, básicamente, de negociar con Moscardó, negociación que llegó a su punto más alto a las nueve de la mañana del día 9 de septiembre de 1936 (cuando, por lo tanto, habían pasado muchos más de los quince días que Moscardó había calculado), cuando se presentó en la denominada puerta de Capuchinos del Alcázar Vicente Rojo, que llegaría a jefe del Estado Mayor de la República. Según el testimonio de Rojo, éste cumplió la misión encomendada, entregar a Moscardó una oferta de rendición, con escaso ánimo; sabía que no la aceptaría, es más, había advertido a los mandos que, de estar él en la posición de Moscardó, tampoco lo haría. Según Javier Fernández López (General Vicente Rojo: mi verdad, Zaragoza, Mira Editores, 2004), uno de los dos militares que fueron comisionados para hablar con Rojo, el capitán Alamán, le rogó que protegiese a su esposa y sus dos hijas, que estaban en Madrid; cosa que Rojo hizo, acogiéndolas en su domicilio del número 50 de la calle Guzmán el Bueno.

    La liberación del Alcázar por parte de las tropas franquistas no fue fruto de un acuerdo total. Había generales, como Yagüe o Kindelán, que eran más partidarios de avanzar directamente hacia Madrid, pasando de la plaza toledana, que tenía una obviamente menor importancia estratégica. Franco, sin embargo, valoró el elemento de moral y propaganda que supondría auxiliar el Alcázar sin que hubiese sido tomado por las tropas republicanas, las cuales hicieron de todo, hasta provocar incendios, para debelar la voluntad de los sitiados. Sin embargo, tampoco se lo tomaron demasiado en serio, pues estamos hablando de los primeros tiempos de la guerra, aquéllos en los que no existía, propiamente, un ejército republicano como tal. De hecho, el número de combatientes contra el Alcázar variaba mucho, entre 1.000 y 5.000 personas, con puntas los fines de semana; lo cual demuestra que había mucho combatiente-turista.

    Franco avanzó por Extremadura, una vez que consiguió cruzar el Estrecho, para conseguir a través de allí conectar sus ejércitos del sur (él mismo) y del norte (Mola). Que lo consiguiera con tanta rapidez, apenas unas semanas, fue un golpe mortal para la República, por mucho que luego la guerra durase tres años. Con Extremadura conquistada y teniendo en cuenta que en Portugal sonaban campanas fascistas, el ejército franquista podía avanzar, como aquel que dice, con la espalda contra la pared (la frontera portuguesa) sin temer ataque alguno por ese flanco (más bien todo lo contrario). Fruto de esa estrategia relativamente cómoda fue la toma de Talavera de la Reina, enclave de gran importancia para garantizar la subida de los ejércitos del sur hacia Madrid; de hecho, la pérdida de Talavera hundió al último gobierno burgués de la República, el gobierno Giral, que fue sustituido por Largo Caballero; los partidos obreros ya no abandonarían el gobierno de la República en el resto de la guerra, cosa que fue así, entre otras razones, para insuflar moral a los milicianos de izquierdas tras la pérdida de Talavera.

    Una vez en Talavera, Franco tenía tres alternativas: avanzar por el curso del río Alberche y tratar de tomar El Escorial, para así crear un nuevo contacto con el ejército del Norte y poder drenar tropas a mogollón hacia Madrid para tomarla; avanzar hacia Maqueda y luego hacia Madrid siguiendo más o menos el trazado de la actual autovía de Extremadura; o desviarse hacia la derecha, liberando Toledo y avanzando hacia Madrid sólo después de haber perfeccionado esta acción. Aquí el que sabe de tácticas y cosas de ésas no soy yo, sino Inasequible. Aún así, y a despecho de que me desmienta, yo creo que la estrategia más acertada hubiera sido la primera.

    Según los testimonios contemporáneos, Franco dudó mucho, pero finalmente decidió ir a Toledo valorando, como se ha dicho, el efecto propagandístico de liberar a unos resistentes que se habían hecho bastante famosos dentro y fuera de España. No fue, por lo tanto, la compasión hacia los sitiados; fue que le venía bien desde el punto de vista de la propaganda.

    Francisco Largo Caballero, que tenía tan claro como Franco el elemento propagandístico del Alcázar, estuvo el 20 de septiembre en Toledo exigiendo que el fuerte cayese sí o sí. Pero se quedó con las ganas. El día 26, los franquistas cortaron la conexión por carretera entre Toledo y Madrid. El 27 por la mañana atacaron y los milicianos abandonaron la plaza. No se hicieron prisioneros e, incluso, milicianos que estaban heridos en sus camas de hospital fueron asesinados. Incluso, en los postreros momentos de la batalla se produjo un sacrificio horroroso.

    Era el 30 de septiembre y habían pasado, por lo tanto, tres días desde la llegada de los franquistas a Toledo. En un seminario de la ciudad, no obstante, resistía una treintena de milicianos, a pesar de que el edificio estaba ya medio en llamas y acosado por legionarios.

    La Legión trató de romper la enorme puerta del seminario al estilo de la Edad Media, usando una viga de hierro como ariete. Sin embargo, los republicanos dispararon desde las ventanas y mataron a dos soldados. Finalmente, los atacantes rompieron la puerta y entraron. Ante ellos, sólo quedaban siete supervivientes. Uno de ellos se apoyó en la pared y se pegó fríamente un tiro en la boca. Tres más intentaron huir y fueron apresados. Los otros tres comenzaron una resistencia inútil por los pasillos hasta que se encerraron en una habitación al final del segundo piso. Cuando los atacantes iban a entrar, los tres milicianos hicieron estallar una bomba Lafitte, que los destrozó.

    Dentro de la habitación, escrito con carbón en la pared, los legionarios encontraron el siguiente texto:

    Manuel Gómez Cota, miliciano de Izquierda Republicana de Madrid, el día 27 se hizo cargo de este Seminario. Después de luchar duramente con el enemigo y poner en libertad a mujeres, niños y ancianos, decidimos incendiar el edificio. Son las cinco de la tarde. El incendio sigue: sólo quedamos nosotros.

    Manuel Gómez, jefe de los Leones Rojos.
    Tomás Parques, Sargento.
    Eduardo Ruiz, Socialista.
    ¡Viva Azaña! ¡Viva la República!



    Según nos cuenta Fernández López, el 9 de septiembre de 1936, el día que Rojo se presentó a parlamentar en el Alcázar, nació un niño dentro del fuerte. Ese niño recibió el nombre de Restituto del Alcázar y sería utilizado por la propaganda franquista en tiempos posteriores. Con el tiempo, Restituto siguió su destino puesto que ingresó en la Academia General Militar y se hizo, por lo tanto, militar de carrera. Sólo que el guión cambió puesto que, siendo capitán, Restituto ingresó en la Unión Militar Democrática, la UMD, que fue el primer germen de defensa de la democracia en el ejército franquista.

    La Historia usa, a veces, caminos verdaderamente extraños para ajustarse.

    Fuente original:

    Publicado por JDJ en el blog HISTORIAS DE ESPAÑA


    La admiración mundial sobre la resistencia del Alcázar fue espectacular en la Alemania del III Reich. En las líneas alemanas del frente ruso, Ernst Jünger nos cuenta en sus Diarios, cuando las visitó, que los alemanes habían bautizado como ALCÁZAR una posición que ocupaban, en homenaje a la gesta protagonizada por Moscardó y los resistentes de Toledo.
    Última edición por tautalo; 31/12/2009 a las 18:08


  19. #59
    Avatar de Aquilífero
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    En relación con el último post de Tautalo. He oído que con la "maldita" Ley para la Memoria Histórica, los que visitan el Alcázar, no pueden acceder a la famosa reproducción de la llamada telefónica, y no hay nada que recuerde aquel episodio de nuestra Guerra Civil. ¿Es cierto ese detalle? Hace mucho que no he ido por Toledo y no estoy seguro de si es cierto o se trata de un rumor.
    Conócete, acéptate, supérate.
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  20. #60
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    Respuesta: Anecdotario de soldados españoles por el mundo

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Sobre Zumalacárregui:

    Estando en el sitio de cierta ciudad vascongada, sus tropas se quedaron sin víveres excepto huevos y patatas. El gran tomás, pidió a una vieja de la zona que con aquellos ingredientes, cocinara algo para los bravos requetés. La vieja tuvo la idea de crear: La tortilla de patata.

    Dicho manjar, digno de los dioses, fue creado por una vieja para los carlistas. Me gustaría ver la cara de los liberales si conocieran esta historia. Más de uno necesitaría unos golpes en la espalda.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

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